IV.3
La Dominación Inca
Pachacútec Inca Yupanqui, el Revolvedor
del Universo y creador de la grandeza del Tahuantinsuyo, llevó a cabo la conquista de la
Costa Central en la década de 1,460 a 1,470 de nuestra era, a poco de iniciado el
Horizonte Tardío.
Producida la consolidación del estado
cuzqueño por la destrucción de los Chancas y la derrota de los Soras y Lucanas,
Pachacútec dispuso la conquista de la costa central y meridional, y con tal fin organizó
un fuerte ejército que puso bajo el mando de su hermano Cápac Yupanqui y de su hijo y
heredero Túpac Yupanqui. Las fuerzas cusqueñas bajaron a Nazca desde Soras y penetraron
en los territorios del Reino de Chincha, con cuyo soberano, el Chincha Cápac, llegaron a
un acuerdo pacífico mediante el cual se sometió a la autoridad del Inca y sus dominios
fueron incorporados al Tahuantinsuyo.
Cápac Yupanqui continua su marcha hacia
el norte hasta alcanzar los límites del Reino de Chuquimanco, donde encontró una fuerte
resistencia que lo obligó a permanecer más de tres años en el sitio. Durante ellos, con
la finalidad de afirmarse en el territorio y proveer de facilidades a los ejércitos
imperiales, los Inca construyeron en la región numerosas obras, entre las que se destacan
la ciudadela de Incahuasi, en la quebrada de Lunahuaná, el palacio de Herbay y una
fortaleza asentada en lo alto del cerro Camacho, en Cerro Azul. Después de una larga y
cruenta lucha la fortaleza de Hungara, donde Caciarucana el Señor de Runahuanac se había
hecho fuerte, fue tomada a sangre y fuego y sus sobrevivientes ahorcados de lo alto de los
muros de la fortaleza de Cerro Azul, la que desde entonces tomó el nombre de Guarco o
Huarco, que en quechua significa colgadero.
El avance Imperial continúa sin mayores
contratiempos a través de los valles de Omas, Mala y Chilca, llegando a Ichma, o sea a la
Comarca de Lima a fines de la referida década. En Ichma se pactó un convenio específico
con el Hatun Curaca del Señorío, gracias posiblemente a la influencia de Túpac
Yupanqui, a quien su madre había confiado que el dios Yunga era el Creador del Mundo.
Inmediatamente después Cápac Yupanqui avanzó hacia el valle del Chillón, donde tuvo
que vencer la resistencia que le opuso el Colli Cápac, secundado por los curacas
subordinados al Señorío de Colli, entre los que se encontraba el régulo del curacazgo
de Quivi.
Posteriormente los Incas continuaron su
avance victorioso por los valles de Chancay, Huaura y Pativilca, el antiguo Huamanmayo, y
finalmente llegaron hasta el río Fortaleza, donde dieron por finalizada la campaña y se
afincaron en la región, ampliando y robusteciendo la vieja fortificación de Paramonga.
Así, alrededor de 1470 se había consumado la conquista Inca de la costa sur y gran parte
de la costa central, quedando los Señoríos de Colli y de Ichma incorporados al
Tahuantinsuyo.
La influencia cultural de los Incas, en
la Comarca de Lima, no fue tan trascendente como en otras regiones del Tahuantinsuyo,
debido al corto tiempo que transcurrió entre la época en que efectuaron la conquista de
la costa central y la destrucción del Imperio por los españoles en 1532. Entre uno y
otro hecho solo mediaron alrededor de 63 años, a los que debería descontarse el tiempo
que duró la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa, que fue de mas de ocho años.
Durante ese lapso la organización del Imperio se relajó seriamente, debilitándose las
medidas de incanización y, por supuesto, la construcción de edificios y obras de
infraestructura. También debió influir en ese estado de cosas el hecho que la mayor
parte de los reinos y señoríos costeños no habían sido incorporados al Imperio por la
fuerza de las armas, sino por consentimiento de ellos mismos y a través de la
concertación de tratados.
Los costeños resultaban así una especie
de aliados, a quienes no se les imponía el duro yugo que regía para los pueblos que se
habían resistido a la dominación Inca y se les trataba diferentemente. Tan fue así, que
cuando los españoles capturaron a Atahualpa en Cajamarca, el Inca estaba acompañado por
el Chincha Cápac, quien, luciendo condición de aliado más que de súbdito, era llevado
en litera, privilegio que estaba reservado para la nobleza incaica y para quienes gozaban
del especial favor del monarca.
Asimismo (Rostworowski 1977), la
complejidad de la sociedad Yunga, con su jerárquica y atomizada estructuración
política, su organización social en clases y gremios, su subdivisión del trabajo en
especialidades y su continuo traslado de hombres y productos por acción del activo
comercio que la caracterizaba, debió desorientar a los rígidos y autoritarios cusqueños
e impedirles imponer a fondo, desde el comienzo, las normas de la planificación imperial
(Agusto Calvo 1983b). El hecho es que salvo la imposición del culto al Sol, el uso del
quechua coma lengua oficial, la reorganización político-administrativa de la región y
la construcción o remodelación de algunos conjuntos arquitectónico-urbanísticos, así
como de ciertos caminos troncales y obras de infraestructura, no existen otros testimonios
de la ocupación Inca en la Comarca y zonas aledañas. Inclusive en los campos señalados,
la intervención Inca se efectuó con algunas limitaciones. Por ejemplo, el culto al Sol
se oficializó pero se respeto la veneración a Ichma, cuya influencia siguió siendo tan
grande que opacaba a la deidad solar. Asimismo, los propios Incas rindieron culto al
Oráculo consultándolo frecuentemente, y lo incorporaron a su mitología cambiándole el
nombre por el de Pachacámac. Además, case único en la historia del Tahuantinsuyo, el
templo de Ichma-Pachacámac permaneció en pie al lado del que los Incas construyeron para
honrar al Sol.
La Comarca y zonas vecinas se organizaron
en los hunos de Carabayllo, Maranga y Surco, que tuvieron sus sedes en Pueblo Viejo, Mateo
Salado y Armatambo, respectivamente, pero los antiguos curacazgos subsistieron reagrupados
en las nuevas unidades político-administrativas y en la mayor parte de los casos
conservaron sus antiguos curacas. Asimismo, se respetaron instituciones y costumbres
completamente extrañas a la idiosincrasia y hábitos de los Incas, como fue el caso de la
presencia de grupos sociales que se dedicaban exclusivamente a tareas coma la pesca y la
artesanía o de la existencia de un fuerte movimiento comercial que trastocaba el sistema
redistributivo oficial y producía una movilización popular que desordenaba las cuentas y
especulaciones de los quipu camayocs y planificadores imperiales.
Por lo dicho, en las manifestaciones
culturales comarcanas poco es lo que se puede señalar como resultante de la presencia
Inca en la región. En cerámica, apenas unas cuantas formas señalan la influencia del
arte cuzqueño; el acampanamiento de los golletes, la posición de las asas, la
aribalización de los fondos de los ceramios. En textilería, talla y metalistería,
prácticamente poco o nada acusan las huellas de la cultura dominante.
En el campo del urbanismo y la
arquitectura se produce un caso sumamente especial: el fenómeno de la aculturación se
invierte y los conquistadores resultan más influenciados por la acción de los
conquistados que éstos por aquellos como es usual. En efecto, los Yungas siguieron
levantando sus pueblos y construcciones casi a la manera ancestral; únicamente cierto
ordenamiento en el trazado urbano y en el diseño arquitectónico dejaba intuir el
racionalismo de los patrones de asentamiento Incas. En cambio, el medio geográfico, los
materiales de construcción y los hábitos costeños influenciaron poderosamente el
planeamiento urbano y la composición arquitectónica incaica. El urbanismo fue menos
orgánico y se desordenó un poco; la arquitectura adoptó las típicas formas y
volúmenes de los monumentos costeños, enriqueció su organización espacial con la
complejidad y refinamiento de las composiciones Yungas y usó plenamente los materiales
nativos. El encuentro entre el racionalismo y el pragmatismo Incas y la sensualidad e
imaginación Yungas dio resultados positivos y se plasmó en la ejecución de unas pocas
obras que alcanzaron una gran calidad técnica y estética.
Las obras de ingeniería son igualmente
escasas en la Comarca. No se conocen trabajos hidráulicos de envergadura, ni tareas de
estabilización de laderas o de creación de tierras agrícolas mediante la construcción
de andenerías. En cambio, la atención de los planificadores y constructores Incas parece
que se centró en los caminos, trazándose nuevas vías troncales y mejorando y ampliando
las redes comarcanas existentes. Así se construyó el camino imperial, el Inca Ñan, que
unía directamente el Santuario de Pachacámac con el asiento del curaca de Lima y,
cruzando el Rímac, bordeaba los cerros en dirección a la intersección de las quebradas
del Chillón y Quilca, lugar donde se bifurcaba en vías que conducían a las serranías
canteñas y a los arenales de la Costa. El camino, amplio y bien afirmado, cercado por
bajos muros de adobe, partía de Pachacámac y en grandes tramos rectilíneos, según los
dictados de la ingeniería Inca, cruzaba la tablada de Lurín y los dominios del curacazgo
de Surco para hacer pascana en Limatambo y desde allí, lugar de encuentro y distribución
de caminos comarcanos, dirigirse a Lima y otros sitios de importancia. Naturalmente, en su
recorrido el Cápac Ñan se enlazaba con los caminos secundarios que conducían a las
sedes de los hunos y de los curacazgos de la Comarca, vinculando entre si a Armatambo,
Maranga, Carabaillo y a los pueblos de los curacas de Guatca, Surco y Ate, que se ubicaban
en la parte oriental del valle del Rímac.

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Mateo
Salado o Cinco Cerritos (foto Servicio Aerofotográfico Nacional, 1944) |
También debieron contar los Incas con un
camino que uniera el valle del Rímac con Ancón y de allí fuera en derechura hasta
Suculacumbi, en el valle de Chancay. La posición de Tambo Inga indica que han existido
caminos que vinculaban al valle del Rímac con los de Ancón y Chillón, pues su
emplazamiento es punto estratégico para la reunión de dichas vías. Igualmente, la
ancestral relación cultural de Ancón con Chancay hacia imprescindible su directa
vinculación y, además, el camino que unía a este valle con el Chillón, a través de la
quebrada de Quilca, resultaba demasiado tortuoso para la mentalidad de los Incas y su
sentido de la ingeniería. Debió existir, pues, un camino que pasando por el Rímac y
Tambo Inga llegara a Ancón y desde allí, por las lomas de Pasamayo, alcanzara Huaral y
se uniera al Camino de los Llanos que recorría el litoral hasta más allá de Tumbes.

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Palacio de
Oquendo. |
La comunicación con la sierra estuvo
asegurada por las vías existentes desde los tiempos Wari, que seguramente fueron
mejoradas por los Incas e implementadas con la instalación de tambos y estaciones de
chasquis. Se tenía, por tanto, además del camino a la sierra que ascendía por el cauce
del Chillón, las dos vías que partiendo de Pachacámac se encaminaban a las alturas. La
una pasaba por Manchay y Cajamarquilla, ascendía por la quebrada de Jicamarca y llegaba a
Canta y se prolongaba hasta Pumpu o Bombón, junto al lago de Junín. La otra seguía el
cauce del Lurín, río arriba, llegaba a Huarochirí, alcanzaba las cumbres sagradas de
Pariacaca y finalmente arribaba a Jauja, sobre el Camino de las Alturas que ligaba al
Cusco con la norteña Tumibamba y los confines sureños del Imperio. Naturalmente, desde
Pachacámac también se podía llegar por el anchuroso camino de los Llanos a Imperial,
Chincha y Nazca o hasta el mismo Curico, en los confines del territorio Mapuche.
Como ya se ha indicado, la población de
la Comarca era muy numerosa y se agrupaba en pueblos y aldeas, situados algunos en la
parte llana de los valles, otros en el fondo de los mismos, la mayor parte pegados a las
estribaciones de los cerros, con las naturales excepciones de las pesquerías que se
ubicaban sobre las playas del litoral. Además de las sedes de curacazgo y de los pueblos
que ya se han citado, según Carlos A. Romero, existían en la época los siguientes
asentamientos humanos: Huancho Huallas, Huachipa, Tilaco, Cayac, Huancane, Lati, Huatca,
Pariachi, Chuquitanta, Cacahuasi, Collique, Comas, Puruchucu, Hualla, Huarinhuancho,
Yanatanta y Sotebuche. Las pesquerías eran las de Callao y Surco y los tambos de Macat,
en el fundo de Mirones, Tambo Inga, cerca de Carabayllo, Limatambo, junto a la Huaca de
ese nombre, Irmatambo o Armatambo, en la antigua población de Marcavilca.

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Plano del Templo
de Pachacamac, según Squier (1877:87) |
Las más importantes realizaciones
arquitectónico-urbanísticas incaicas de la Comarca, según la clasificación de Schaedel
(1951), son las siguientes:
1) CENTRO CEREMONIAL,
con ciertas características de Centro Urbano de Élite: Pachacámac, en el valle de
Lurín; 2) CENTRO URBAN0 DE ÉLITE: Armatambo, en el valle del Rímac, y,
probablemente, Maranga, en el mismo valle; 3) CENTRO URBANO PROFANO:
Huaquerones, en el valle del Rímac; 4) CENTRO PROVINCIAL DE ÉLITE: El
Pino, Encalada y Huaycán, en el valle del Rímac. Huaycán, en Lurín; y 5)
UNIDADES AISLADAS: Tambo Inga, Puente Inca y Fortaleza Collique, en el valle del
Chillón, Huaca Ceres, Limatambo y los Incas, en el Rímac, Tambo Inca y la población de
Cerro Botija, en Lurín.
Algunos de los ejemplos más importantes
de la arquitectura de Lima, son los siguientes:
EL TEMPLO DEL SOL EN PACHACAMAC.
El Templo dedicado al Sol fue construido
en Pachacamac, alrededor de 1465, por disposición de Túpac Inca Yupanqui. El monumento,
de una concepción arquitectónica típicamente costeña, se levantó sobre una eminencia
natural al lado del Viejo Templo de Ichma o Pachacámac.
Para entender el extraño hecho que,
dentro de la política de los Incas, significó la permanencia del culto a Pachacámac y
las características arquitectónicas de la Nueva Casa del Sol, es necesario recurrir a
los cronistas de la época para conocer los antecedentes y condicionantes históricos que
mediaron en la construcción del templo solar.
Primeramente, hay que recordar que el
señorío de Ichma, dentro del que se encontraba la ciudad ceremonial y el templo del
famoso oráculo, no fue incorporado al Imperio por un hecho de armas sino mediante la
concertación de un tratado, en el que, según la "política exterior" de los
Incas, se fijaban las condiciones de dicha anexión. En Segundo lugar hay que considerar,
asimismo, que la influencia de Ichma era muy grande en todo el territorio Yunga, a punto
tal que se le rendía culto en sitios situados a más de 500 leguas de distancia y que
prácticamente toda la costa le tributaba.
Cieza de León ( [1553] 1962) anota al
respecto: "... pareciéndoles (a los Incas) que con gran dificultad la podrían
quitar, dicen que trataron con los señores naturales y con los ministros de su dios o
demonio que este templo de Pachacámac se quedase con la autoridad y servicio que tenía,
con tanto que se hiciese otro templo grande y que tuviese el más eminente lugar para el
sol..."
Finalmente, es imprescindible considerar
que Túpac Yupanqui, cuando llego a Ichma, estaba favorablemente dispuesto hacia el dios
costeño, pues por comunicación de su madre conocía que era el "hacedor de la
tierra". Hernando de Santillán ( [1563] 1969) relata en los siguientes términos la
participación de Túpac Yupanqui en la posición asumida por los Incas respecto a Ichma:
"... estando la madre de dicho Topa
Inga preñada dél, habló en el vientre y dijo que el hacedor de la tierra estaba en los
Yungas, en el valle de Irma. Después de mucho tiempo siendo ya hombre y señor el dicho
Topa Inga, la madre le dijo lo que pasaba. Y sabido por él, determinó de ir a buscar el
hacedor de la tierra al dicho valle de Irma, que es al que agora se dice Pachacama, y
allí estuvo muchos días en oración y hizo muchos ayunos, y al cabo de cuarenta días le
habló al Pachahc Camahc, aquellos dicen que era hacedor de la tierra, y le dijo que
había sido muy dichoso en hallarle; y quel era el que daba ser a todas las cosas de acá
abajo; y quel sol era su hermano y daba ser a lo de arriba. Y por esto el lnga y los que
con él estaban le hicieron grandes sacrificios de ovejas y quemaron mucha ropa, dándole
las gracias por la merced que les había hecho. Rogáronle que les dijese que sacrificios
quería que le hiciesen; la guaca les dijo por aquella piedra en que lo hablaba, que
tenía mujer e hijos, y que allí en Irma le edificasen una casa. Luego el lnga la hizo
edificar en su presencia, que es un edificio que hoy está en pie de gran altura y
suntuosidad, a que llaman la grande Guaca de Pachacama, sobre un grande monte de tierra
que casi todo parece hecha a mano y encima e edificio; y allí le dijo la guaca al lnga
que su nombre era Pachahc Camahc, que quiere decir el que da ser á la tierra; y asi se
mudó al nombre del dicho valle de Irma y le quedó Pachacama... "

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Reconstrucción
hipotética del Templo del Sol de Pachacamac |
Debido a la situación descrita y muy
especialmente a la favorable disposición de Tupac Yupanqui hacia el Dios Inga, el acuerdo
entre los Incas y los gobernantes político-religiosos de Ychma fue excepcionalmente
generoso para los costeños. En términos generales, se oficializó el culto al Sol pero
se respetó la veneración a Ychma, conocido desde entonces coma Pachacamac. Asímismo, se
establecieron normas y procedimientos que garantizaban la existencia de cordiales
relaciones entre los dos dioses (Bueno 1982). Parece que una de dichas medidas fue el
compromiso Inca de fabricar una Aclla Huasi para el servicio de Pachacamac, acuerdo
que se materializó en la construcción del Edificio Pintado que complementa al Templo de
Pachacamac. En esa forma los Incas manifestaron su respeto al Viejo Dios, pues no sólo
pusieron una institución cuzqueña a su servicio, sino que construyeron, ellos mismos,
las instalaciones necesarias. Con el mismo propósito, al parecer, el Templo del Sol
quedó encerrado dentro del recinto que circundaba al de Pachacamac y para acceder a él
había que pasar delante del Viejo Templo; esta relación era especialmente importante
para las Acllas, que habitaban en el convento de las Mamaconas situado fuera del
cerco sagrado.
Max Uhle (1903) sostiene que la
construcción del Templo del Sol fue encomendada integramente a los Yungas y que por ello
no sólo la mano de obra sino también la concepción arquitectónica fue de carácter
local. Uhle afirma que los Incas adoptaron esa actitud para que el culto al Sol fuera más
fácilmente aceptado por los costeños, dado que la apariencia del Templo les recordaría
las formas tradicionales de sus propios adoratorios. Es difícil aceptar que los Incas, en
el espacio de su poderío, tuvieran tales consideraciones, que implicaban verdaderos
renunciamientos político-religiosos con quienes, no obstante la importancia religiosa de
Pachacamac, no eran otra cosa que un pequeño señorío sin mayor poder militar. Es más
lógico atribuir las causas del asunto a razones de índole cultural. Los Incas, como los
Romanos ante los Griegos, deben haberse sentido fuertemente impactados por la complejidad
y riqueza social de la vida de los Yungas, impresión que debió llegar a su máximo al
tener contacto con el fabuloso y refinado Reino del Chimor en la costa norte. De la
relación Inca-Yunga nació un proceso de culturación que, comosuele ser frecuente en la
historia de las conquistas, impactó tan hondamente en el comportamiento de los vencedores
como en el de los vencidos. En el caso de los Incas, la influencia costeña en ciertos
asuntos y especialmente en el campo de la arquitectura es incuestionable. Por ejemplo, la
aparición en la arquitectura Inca del Ushnu piramidal escalonado, forma
típicamente costeña, es posterior a la conquista de la costa por Tupac Yupanqui y,
según se dice, su uso fue oficializado por dicho monarca, mediante la construcción del
Ushnu de Vilcashuaman. Igualmente, el planeamiento de Puca Tambo, en Pisco,
Inca Huasi, en Lunahuaná, y Uquira, en Asia, acusa influencia Yunga,
tanto en la disposición general de los volúmenes que integran esos conjuntos cuanto en
la concepción espacial de sus ambientes interiores.
En resumen, al final de cuentas nos
encontramos con que el más importante edificio construido en la costa por los Incas no
tiene las características propias de su arquitectura, y más bien parece producto de los
arquitectos locales. En efecto, el Templo del Sol asume la forma de una gran pirámide
escalonada, en cuya plataforma superior se ubicaban los locales dedicados propiamente al
culto, estando los ambientes de servicio situados en la base y en las distintas terrazas
de la edificación. El Templo esta construido en la cima de un montículo natural, con
cuyo volumen se integra, y está conformado por cuatro troncos de pirámide que se enciman
uno sobre otro, creando, al receder cada uno de ellos, amplias terrazas que circundan al
edificio por tres de sus lados. Hacia el SE, debido a la pendiente de la meseta sobre la
que se levanta el Templo, los volúmenes que se escalonan ascensionalmente son cinco en
vez de cuatro, coma sucede en los lados NE y NO. Hacia el SO, lado que constituye el
frente principal del Templo, la volumetría y tratamiento del edificio adquieren
características distintas a los de los otros frentes, tanto por el motivo citado coma por
las especiales condiciones topográficas del terreno.
La planta del Templo es un trapecio
irregular, cuya base a lado mayor se orienta NO-SE y su altura, o sea la perpendicular
levantada sobre la base, tiene una orientación NE-SO. El área de implantación del
Templo alcanza 48,000 m2 y está encerrada por lados que miden, a partir del
frente mayor y en el sentido de las agujas del reloj, 215, 154, 170 y 108 mts.,
respectivamente. La plataforma o terraza superior tiene un área de 7,200 m2 y
sus lados miden, en el orden citado, 117, 74, 106 y 64 mts. Las distintas terrazas que
conforman los escalones de la pirámide varían en profundidad, pues tienen desde 5 hasta
15 mts., pero se puede considerar un promedio de 10 mt de ancho para la mayor parte de
ellas.
La altura de la pirámide, medida desde
la base sobre la que se levantan las construcciones, no es mucha en verdad, pues sólo
tiene un promedio de alrededor de 19 mt., pero el hecho de estar edificada sobre la cima
de un montículo, cuyo volumen complementa, determina que la construcción luzca
gigantesca. La altura de cada uno de sus lados, medida en el centro de los mismos y en el
orden establecido, es aproximadamente de 23, 16,175 y 18 mts. La altura de cada uno de los
cuerpos escalonados varia entre 2 y 7 mts., teniendo en su mayor parte un promedio de 4
mts.
El acceso a la cima de la pirámide, y a
todas las terrazas intermedias, se hacía mediante una escalera que se iniciaban en el
punto medio del lado NE. La escalera se desarrollaba cortando a tajo abierto los lados de
la pirámide y después de un recorrido zigzagueante llegaba a la terraza superior, al
lado de las construcciones que se levantaban en el sector izquierdo de la misma. Los muros
de la caja de la escalera y sus escalones estaban construidos con la piedra arenisca del
lugar. El ancho de la caja variaba entre 1.75y 1.95 mt., y la altura y el ancho de los
escalones tenían un promedio de 10 y 40 cms., respectivamente. Es muy posible que hayan
existido otras vías de acceso a la cumbre del Templo, pero infortunadamente no quedan
restos de ellas, ni tampoco de las rampas y escaleras que necesariamente debieron
relacionar las terrazas entre sí.
La terraza superior, como ya se ha
indicado, estaba dedicada a las más importantes ceremonias del culto solar y en ella,
flanqueando una plaza central, se encontraban los locales destinados a dicha finalidad. La
plaza estaba limitada al NO y SE por los locales citados y se abría hacia occidente y
poniente, teniéndose desde ella una vista magnífica de los alrededores y una
extraordinaria relación con el mar, El piso de la plaza se extendía hacia el SO
cubriendo en toda su extensión el corredor y la terraza techada situados en el nivel
inmediato inferior del lado poniente del Templo. Seguramente debió existir una forma de
comunicación entre la plaza y dichos ambientes, aunque actualmente no queda ningún
indicio de que tal vinculación existió.
Las edificaciones que flanqueaban la
plaza estaban constituidas por varios cuartos rectangulares de distintas medidas, cuyos
muros tenían hasta 6.60 mt. de altura y se adornaban exteriormente con una banda de
niches cuadrangulares de pequeñas dimensiones. El local ubicado en el ángulo norte de la
plaza era el más grande del conjunto, tenia 23 mt. de ancho por 30 mt. de largo, y su eje
mayor estaba orientado NE-SO; por tanto, sus lados menores miraban al este. Por dichos
motivos varios estudiosos suponen que ese local fue propiamente el Templo del Sol, o mejor
dicho el santuario donde se guardaba al disco áureo que representaba al dios.

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Templo de las
Mamacunas en Pachacamac, luego de su restauración (foto Servicio Aerofotográfico
Nacional) |
El lado del edificio que da hacia el mar,
o sea hacia el SO, es indudablemente el frente principal del Templo y su tratamiento
difiere, coma ya se ha indicado, del de los otros lados de la pirámide. En estos el
interés arquitectónico se basa en el juego de lutes y sombras que producen las terrazas
y los paramentos verticales de los andenes que constituyen la volumetría escalonada de la
pirámide. La monotonía que podría producir la sencillez de ese juego es evitada
mediante variaciones en la altura y ancho de los distintos andenes, y también por los
quiebres que se producen en la horizontalidad de las terrazas de cada uno de ellos.
Además, las construcciones de servicio, habitaciones y depósitos, que existían en las
diferentes terrazas, especialmente al lado SE del Templo, deben haber contribuído a hacer
más interesante el perfil de la edificación.
En el lado SO no existe el típico juego
de terrazas escalonadas que caracteriza al resto del edificio. Ello puede deberse a que el
flanco del montículo tiene, en su sector central, una depresión u hoyada que debe haber
sido parte de una pequeña quebrada o garganta pre-existente. La composición
arquitectónica ha integrado el accidente natural a la obra construida, conformando un
sistema de muros y terrazas que descienden hasta el fondo de la garganta, creando así
dentro de la horizontalidad de la composición un elemento vertical formado por planos que
se oponen ortogonalmente a la masa piramidal del edificio. Si hiciéramos valiéndonos de
los datos de Uhle (1903) un corte transversal imaginario por el centro de la citada
depresión, tendríamos el siguiente cuadro: el piso de la terraza se prolongaría hacia
el SO convirtiéndose en techo y se apoyaría en los recios muros de adobes que forman los
lados del pasaje, situado, aproximadamente, a 2.50 mts. del nivel del solado de la
terraza. El pasaje, cuyos muros laterales muestran restos de nichos verticales, corre
paralelo a una amplia terraza, que tenia altos nichos rectangulares en su muro interior y
esbeltas columnas de madera hacia el exterior; sobre dichos elementos se apoyaba la viga
terminal del piso-techo ya citado. Al extremo SE de la terraza, en la parte no cubierta de
la misma, existe un vano de doble jamba abierto en el grueso muro de adobes que
desprendiéndose perpendicularmente del cuerpo del edificio se proyecta, hacia el mar. Del
otro lado del muro el vano tiene triple jamba, acusando, así, tanto la importancia y
categoría del edificio como la de ese ingreso. Es de suponer, por tanto, que este fue el
acceso principal al Templo o por lo menos el sitio por el que ingresaban mandatarios y
dignidades de gran jerarquía o procesiones de alta significación religiosa.
Es posible que existieran dos vías de
acceso al Templo: una de tipo procesional para los devotos y otra más directa y privada
para los sacerdotes y servidores. Así ocurría en muchos templos Inca, como por ejemplo
en el de Ollantaytambo.
Tres metros por debajo de la terraza
descrita se encuentra otra plataforma de 5 mt. de ancho, que se extiende a todo lo largo
del sector que comentamos y que por el NO voltea 180 grados para descender, mediante tres
anchas gradas, hasta la penúltima terraza. El muro interior de la plataforma citada
estaba ornamentado por 36 estrechos nichos rectangulares que, prácticamente, ocupaban
toda la altura del muro y constituían un notorio elemento decorativo del frente principal
del Templo. La penúltima terraza, de 15 mt. de ancho, se encontraba a su vez 6 mt. por
encima de la última plataforma. Esta terraplenaba la depresión formada por la
topografía del terreno y cumplía el rol de un poderoso elemento de contención, de 25
mt. de ancho y 7 mt. de altura.

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Pared de
Armatambo, según Squier (1877:69) |
Por lo expuesto, podemos constatar que la
arquitectura del Templo del Sol de Pachacamac poco o nada tiene de Inca, pues no sólo su
volumetría y planeamiento son de carácter costeño sino también su decoración.
Recordemos, por ejemplo, el color del revoque de los muros y la forma de los nichos y
hornacinas. Salvo el detalle de las jambas del vano de ingreso, situado en el muro
transversal que corta en dos el frente principal, nada hay en el Templo que recuerde las
formas típicas de la arquitectura Inca. Aún más, es evidente que la concepción de este
templo no se hizo a la imagen y semejanza del Coricancha, tal coma lo establecen Garcilaso
([1609] 1976) y demás cronistas que se ocupan del asunto. No existe en su sector
ceremonial la típica cancha central conformada por los locales en los que se rendía
culto al Padre Sol y a los demás astros del Olimpo Inca; destacándose entre ellos el
santuario solar, por ser más grande y lujoso que los otros adoratorios y por estar
orientado hacia el este, para recibir los primeros rayos de Punchau, el Sol Naciente.
En el Templo del Sol de Pachacamac, el
ingreso principal está situado al oriente pero el edificio mira hacia el poniente, y en
la zona ceremonial, que corona la pirámide sagrada, el santuario supuestamente dedicado
al Sol no es más importante que los otros edificios existentes y la plaza se abre tanto
hacia el lugar donde nace el sol como hacia el mar donde se oculta. Habrá significado
este hecho un reconocimiento de los Incas a la importancia de Sina, la Luna, reina de las
mareas y diosa omnipotente de los pueblos costeros o quizá habrá sido otra concesión a
Pachacamac, el Viracocha andino, quien después de terminar su obra creadora y de
peregrinar desde Titicaca hasta Puerto Viejo "al llegar a la costade la mar, y
tendiendo su manta, se fue por entre sus ondas" después de ofrecer a
los antepasados de los Incas que "en tiempos venideros les enviaría sus mensajeros,
para que los amparasen y enseñasen" (Cieza de León [1553] 1962,
Sarmiento de Gamboa [1572] 1943).
La construcción del Templo del Sol está
hecha básicamente de adobe, material que se empleó tanto para formar las pacas o
elementos de contención como para levantar muros y tabiques y pavimentar pisos. Los
cimientos y sobrecimientos del Templo están formados por bloques de tamaño regular de
piedra arenisca, procedente de las canteras existentes en los alrededores. También se
usó la piedra en la construcción de los muros expuestos a una intensa erosión, en el
reforzamiento de las esquinas, en la ejecución de las jambas de los vanos, en algunos
dinteles y en los escalones de la escalera principal.
Los adobes usados tienen diversos
tamaños, aunque en general son de grandes dimensiones y bastante mayores que los propios
de las culturas locales. Uhle (1903) da como promedio para los adobes Incas las siguientes
medidas: ancho entre 15 y 17.5 cms., largo entre 35 y 60 cms. y altura entre 10 y 20 cms.
Los elementos más grandes se usaron en la construcción de los muros de contención y los
menores en la de los muros simples y tabiques; en la pavimentación se emplearon adobes de
tamaño regular y de poco espesor. En todos los casos los adobes se asentaban con una
gruesa capa de barro que era más espesa en las juntas horizontales que en las verticales.
Los muros tenían grosores que estaban de
acuerdo con la función estructural que cumplían, variando su ancho entre los 0.45 y los
6 mt., según se tratara de una partición o de un tramo de muralla con camino epimural en
su cima. La altura de los muros podía llegar hasta los 13 mt., teniendo en ese caso una
fuerte inclinación hacia el interior y un sobremuro o ensanchamiento en su parte
inferior. En general, todo muro mayor de 6 mt. tenía dicho ensanchamiento en su base y un
talud que variaba entre el 1.5 y el 3% de la altura. Los muros divisorios eran de sección
rectangular, es decir no se adelgazaban hacia la cúspide, y su ancho era de 45 a 50 cms.
Algunos dinteles pequeños eran de
piedra, pero en su gran mayoría estaban conformados por varias maderas o hatos de cañas.
En este caso se formaban dos parrillas de cañas, se les intercalaban varias varillas
puestas en sentido contrario y se amarraba fuertemente el conjunto con tiras de cuero. Los
techos eran planos y, siguiendo la tradición local, estaban formados por una cobertura de
cañas y esteras, forrada de barro, que se apoyaba sobre una estructura de madera o caña
de Guayaquil. Los paramentos de los muros estaban revocados con una gruesa capa de barro
fuertemente coloreada con acres naturales, entre los que predominaban el rojo y el
amarillo. Rojo intenso era el color de los exteriores del monumento, por lo que al
atardecer, según los Cronistas, el Templo reverberaba como una gema.

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Dibujo
reconstructivo del palacio Inca en Pachacamac. |
TAMBO INGA
El monumento se encuentra situado al lado
izquierdo de la carretera Panamericana Norte, a 29 km. de Lima y a poca distancia de la
población de Puente Piedra. Se trata, en realidad, de un Centro Administrativo de tamaño
medio, es decir de un establecimiento del Gobierno Inca desde el que se llevaba a cabo la
administración del territorio de su jurisdicción. El conjunto arquitectónico conocido
con el nombre de Tambo lnga debe haber sido la sede administrativa del huno de Carabayllo
y en sus amplias instalaciones hubo lugar, a no dudarlo, para que el Gobernador y
funcionarios Incas administrasen justicia y buen gobierno, para que los habitantes de la
región rindiesen tributo y pleitesía a los representantes del Apu Inca, para que los
viajeros, sobre todo las comitivas oficiales y los ejércitos imperiales, encontrasen
reposo y avituallamiento y, especialmente, para captar y almacenar los ingentes recursos
que la región aportaba a las arcas del Tahuantinsuyo.
Con esos propósitos debe de haberse
escogido la ubicación de Tambo Inga, pues, como hemos indicado anteriormente, el conjunto
se encuentra situado en el lugar de encuentro de importantes caminos. En Tambo lnga deben
haber convergido el camino que desde el valle del Rímac se dirigía hacia Suculacumbi, el
actual Chancay, pasando por Ancón y la vía que siguiendo el cauce del Chillón trepaba
hacia las serranías costeñas. Desde esa estratégica posición, encaramado en un
alargado montículo, Tambo lnga debe de haber señoreado la región circunvecina
despertando admiración y respeto a los Yungas comarcanos.
Tambo lnga está construido encima de un
promontorio natural de forma alargada y curvilínea, longitudinalmente orientado SE-NO. El
promontorio tiene en su extremo occidental un apéndice formado por un montículo en forma
de gota, siendo las dimensiones promedio de ambos accidentes geográficos las siguientes:
ancho, 70 y 35 mt.; largo, 320 y 120 mt.; y altura, 7 y 5 mt., respectivamente. El Centro
Administrativo se desarrolló en su casi totalidad sobre el promontorio mayor, existiendo
sobre el menor, a juzgar por los restos, unas pocas construcciones de forma rectangular
ubicadas en la última de las tres terrazas que estructuraban dicho montículo. El
conjunto arquitectónico ubicado sobre el montículo mayor está constituido por seis
sectores, de los cuales los cuatro centrales tienen restos de numerosas construcciones
mientras que los dos extremos parecen haber sido simplemente recintos cercados. Los
sectores están perfectamente definidos, rodeados por un cerco y separados por amplios
pasajes que cruzan el montículo de un lado a otro, en forma transversal.
El conjunto se desarrolla
fundamentalmente en la cima del promontorio, cuyo espacio está prácticamente al centro
de este y desde allí desciende suavemente hacia sus extremos. Las construcciones de los
sectores se sitúan en su mayor parte en la zona alta del montículo, pero también se
ubican a ambos lados de la misma, en niveles inferiores a ella. De esta manera, gracias al
aprovechamiento de las pendientes naturales, el conjunto tiene una volumetría que se
escalona tanto longitudinal como transversalmente. En términos generales, se puede
apreciar que el montículo tuvo por lo menos tres terrazas, dos de las cuales contorneaban
el conjunto y la más alta constituía su plataforma superior.
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Vista aérea de
Tambo Inga, en el valle del río Chillón (foto Servicio Aerofotográfico Nacional, 1945) |
Existen vestigios constructivos que
permiten suponer que el conjunto estuvo rodeado por un cerco o muralla, que bordeaba la
parte inferior del montículo para garantizar su seguridad y el control del acceso a sus
instalaciones. En tal caso, el ingreso principal del conjunto debe haber estado en el
extremo este del montículo, pues hacia ese lado se hallaba el encuentro de los caminos
que procedían de los valles del Rímac y el Chillón y, además, en esa porción del
promontorio existe una zona apropiada para tal finalidad. En efecto, en el extremo oeste
los cercos del sector pertinente avanzan hasta el borde de la plataforma y en los lados
norte y sur las construcciones de los otros sectores sólo dejan libres angostas terrazas,
propicias para circular alrededor del conjunto pero no para brindarle un apropiado
ingreso. En cambio, en el citado extremo oriental existe una zona libre, de cerca de media
hectárea de extensión y de suave pendiente, sumamente conveniente para proporcionar un
fácil acceso al Centro Administrativo. Respecto a la necesidad de contar con dichas
facilidades, hay que tener en consideración que en ciertas oportunidades deben haber sido
numerosas las personas que, llevando bultos y animales, concurrían a Tambo lnga a pagar
tributo y pleitesía o a asistir a ceremonias cívicas o religiosas. La descripción de
los sectores del conjunto, de oriente a occidente y tomando coma referencia el eje
longitudinal del mismo, es la siguiente: el primer sector está constituido por un recinto
en cuyo lado oeste, pegado al muro del pasaje que lo separa del sector vecino, existen los
restos de, al parecer, dos habitaciones rectangulares. No se aprecian vestigios de otras
construcciones dentro del cercado, por lo que suponemos estuvo destinado a corral. Este
sector, por su posición dentro del conjunto y por sus características, puede haber
estado dedicado a albergar a los viajeros o visitantes del Centro Administrativo; es
decir, a servir de Tambo al Centro Administrativo de Tambo Inga.
El Segundo sector es el más importante y
grande del conjunto debe de haber cumplido funciones de índole ceremonial. Está formado
por un espacio central, sensiblemente rectangular, de 26 mt. de ancho por 70 de largo, que
se estructura en plataformas escalonadas. La primera de ellas, posiblemente patio de
ingreso del conjunto, tiene acceso por el pasaje que la separa del primer sector y en su
lado izquierdo posee un patio alargado dentro del cual existe una pequeña habitación
cuadrangular, que puede haber sido la guardianía del establecimiento.
La segunda terraza, de menor ancho que la
primera, conduce hacia la plataforma superior y tiene a sus lados sendas habitaciones de
forma rectangular. La situada al lado derecho tiene las proporciones de las típicas
kallankas Incas, por lo que suponemos que pudo estar destinada al alojamiento de los
sacerdotes o guardianes del monumento. La tercera y última de las terrazas, que corona el
conjunto a manera de plaza ceremonial, es casi un cuadrado perfecto de 30 mt. de lado y, a
no dudarlo, en ella debieron existir las instalaciones necesarias para que gobernantes y
sacerdotes pudieran oficiar las ceremonias que el gobierno y culto oficial requerían. Al
lado izquierdo de esta plaza cimera se encuentra, a nivel inferior una espaciosa terraza y
al lado derecho dos largas kallankas, posiblemente dedicadas a albergar a los
destacamentos militares encargados de la seguridad del Centro Administrativo. Por el lado
oeste la plaza se comunica mediante una estrecha plataforma con el pasaje que la separa
del tercer sector.
El tercer sector es un rectángulo de 32
por 50 metros y está conformado por una serie de habitaciones cuadrangulares, de
distintos tamaños, agrupadas alrededor de un patio central cuadrado, de 20 mt. de lado.
El patio se comunica directamente con el pasaje que comparte con el Segundo sector,
mostrando así su estrecha relación con este. Por su ubicación y características
arquitectónicas, el tercer sector debe haber albergado a los gobernantes de Tambo Inga.
El cuarto sector, de forma trapezoidal y
dimensiones aproximadas de 50 por 40 metros, debe haber cumplido funciones de servicio.
Las habitaciones y corrales existentes, grandes y pequeños, están organizados alrededor
de una gran cancha situada sobre el pasaje que la comunica con el quinto sector.
El quinto sector se organiza también
alrededor de un patio o cancha central que se comunica con el citado pasaje y muestra en
su trazado el diseño típico de las colcas o depósitos a cielo abierto con acceso
epimural. El sector fue, pues, el gran deposito o almacén oficial de los tributos
recogidos en la región.
Finalmente, el sexto sector es un gran
recinto dividido en dos, siendo una de las partes notoriamente más grande que la otra. Se
trata al parecer de los corrales donde se guardaban los animales entregados por los
tributarios comarcanos.
El diseño de Tambo Inga, si bien es
cierto que muestra la clara organización, adecuada funcionalidad y ortogonalidad que son
características de la arquitectura Inca, también acusa fuertemente influencia Yunga en
el juego volumétrico, concepción espacial y técnica constructiva usados. El partido
arquitectónico adoptado recuerda la forma de los Templos Provinciales que existen en
Pachacamac: patio de ingreso delantero, terrazas escalonadas en forma de pirámide, sitios
ceremoniales en la cima del monumento, elementos de servicio en la parte posterior y
costados del conjunto. En buena cuenta, se trata de la habilidosa adaptación a un nuevo
uso de una vieja forma constructiva. Transformación arquitectónica y utilización de
formas ajenas, procedimientos en los que tan expertos fueron los Incas y que contribuyen a
explicar el extraordinario éxito que tuvieron en su corto paso por la historia.
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Reconstrucción
planimétrica de Tambo Inga en base a fotografía aérea (Elías Mujica B.) |
La organización de los espacios y
disposición y forma de los volúmenes constructivos de Tambo Inga, muestran también una
gran diferencia con la clásica manera Inca de diseñar conjuntos arquitectónicos. La
típica forma de las kallankas, esos largos edificios uniespaciales, prácticamente ha
desaparecido. Naturalmente, tampoco se usan los techos a dos o cuatro aguas, que han sido
reemplazados por las sencillas y económicas techumbres planas, frecuentemente habilitadas
como terrazas o azoteas. La eliminación del techo inclinado y de los problemas que
representaban la unión lateral y/o el encuentro de varios de ellos, significó la
posibilidad de abandonar la forma rectangular como patrón de diseño y de conjugar
libremente varios rectangulares, aislados, alrededor de un espacio central y la
arquitectura se hizo más rica y más compleja, adquiriendo una gran flexibilidad para
adecuarse a las necesidades humanas y a las exigencias topográficas.
La construcción es totalmente costeña,
tanto en los materiales cuanto en las técnicas y procedimientos empleados. Los muros son
de tapial o adobe en su casi totalidad, existiendo unos pocos elementos construidos con
los característicos adobes Inca. Los dinteles y vigas de la techumbre fueron de madera y
caña, siendo iguales o parecidos a los usados en Pachacamac y la cobertura debió ser,
con seguridad, un emparillado o retícula de caña, encimado por esteras o carrizos y
forrado con una gruesa capa de barro.
Naturalmente, los paramentos de los muros
estaban estucados con barro y pintados con los clásicos colores de la paleta Yunga.

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