IV.
TAMBOS, PALACIOS, HUACAS, CENTROS ADMINISTRATIVOS Y CIUDADES
IV.1 Los Wari
Alrededor del año 700 d.c., al iniciarse
el periodo conocido como Segundo Horizonte Pan Peruano u Horizonte Medio, se deja sentir
en la Costa Central la presencia de una pujante cultura procedente de un lejano rincón
ayacuchano. A dicha cultura se la denominó en un primer momento Tiawanaku, luego
Tiawanaku de la Costa y finalmente, en reconocimiento de la originalidad de sus más
importantes características, se le dio el nombre de Wari, o sea del sitio desde el que se
producía la más importante irradiación cultural y en el que se asentaba la capital del
estado.
La cultura Wari tuvo su origen en las
manifestaciones culturales que se dieron en el periodo anterior en la zona bañada por el
río Huarpa, uno de los afluentes del Mantaro, y que tuvieron como sedes las poblaciones
de Chaquipampa y Nawinpuquio, situadas a pocos kilómetros de la Ciudad de Ayacucho. La
cultura Huarpa constituyó una expresión propiamente regional que rápidamente
evolucionó hacia nuevas formas estilísticas debido a la influencia de los Nazcas.
Esta fase del desarrollo cultural de la
región es conocida con el nombre de Ayacucho y se caracteriza por una cerámica tricolor
con diseños figurativos y geométricos, siendo probable que los contactos con Nazca se
hayan producido alrededor del año 600 dc. Prácticamente al terminar la fase Ayacucho se
presentaron en la región las primeras influencias de la cultura Tiawanaku y apareció un
tipo de cerámica que acusaba fuertemente la presencia de los motivos clásicos
tiawanaquenses y que fue denominado estilo Conchopata.
Por esos años, los Wari habían logrado
constituir un estado de índole militarista, fuertemente centralizado, que tenia bajo su
autoridad a toda la región. Prestaban culto al Dios Llorón, representado en la Puerta
del Sol tiawanaquense, así como a una serie de personajes mitológicos, muchas veces
zoomorfizados en versiones de pumas, cóndores y serpientes y su economía se basaba en
una explotación agrícola intensiva, afirmada en importantes obras de irrigación, y
complementada por los aportes de un ingente comercio de productos de elaboración
artesanal.
Los Wari fueron los primeros urbanistas
del mundo andino y produjeron una revolución que condujo a la existencia de una sociedad
urbana caracterizada por la aparición de nuevos tipos de relaciones económicas y formas
de producción, completamente distintos a los de la economía simplemente agrícola que
los había antecedido.
La planificación física y el
planeamiento urbano jugaron un señero rol en el desarrollo de la cultura Wari,
permitiendo la rápida expansión de la misma y la administración de los territorios
conquistados.
La capital del estado era la ciudad de
Wari, la antigua Viñaque, ubicada cerca de la actual ciudad de Ayacucho en los
alrededores de Quinua, centro de un jerarquizado conjunto de poblaciones que cubría la
región aledaña a la capital y metrópoli de un planificado sistema de enclaves
provinciales que abarcaba toda la extensión de las conquistas Wari.
El patrón de asentamiento urbano Wari
fue de tipo ortogonal, constituido por conjuntos de vastos recintos rectangulares que
encerraban rígidos complejos habitacionales de construcciones organizadas alrededor de un
patio central. Los recintos amurallados tenían usualmente una sola entrada y las
edificaciones interiores ninguna, pues al parecer por razones de seguridad se ingresaba a
ellas trepando por encima de sus muros.
El trazado urbano se organizaba mediante
la existencia de calles angostas que se interceptaban ortogonalmente y que vinculaban
entre sí a los grandes conjuntos urbanos que constituían los barrios de la ciudad.
Naturalmente, existían también plazas, espacios abiertos, plataformas ceremoniales y
edificaciones destinadas al culto y a la administración publica.
La ciudad de Wari, que alcanzó en su
apogeo una extensión de aproximadamente 120 hectáreas y una población de 50,000
habitantes, por razones de su origen espontáneo, condición capitalina y explosivo y
permanente crecimiento, no se ajustó a las rígidas normas del urbanismo Wari, pero en
cambio las planificadas ciudades provinciales cumplieron a cabalidad los patrones de
asentamiento urbano estatal.
La construcción era, generalmente, a
base de piedra de campo sin labrar, asentada con barro de manera que las caras planas de
los mampuestos formaran los pavimentos de los muros. Éstos eran recios, larguísimos y
alcanzaban alturas de 6 hasta 12 m, estando revestidos por gruesas capas de enlucido de
barro. Los edificios eran usualmente de un piso, pero hay evidencias constructivas que
prueban la existencia de edificaciones de dos pisos de altura No hay vestigios de los
techos empleados pero deben haber sido inclinados, con una fuerte pendiente, dado el clima
de la región y sus materiales constructivos tienen que haber sido, necesariamente,
madera, caña y paja.
Las artes tuvieron en ésta primera etapa
de la historia Wari un gran desarrollo bajo la influencia de Tiawanaku, destacándose las
realizaciones escultóricas, textiles y cerámicas. En esta actividad la tradición Wari
se mezclo con la Huarpa, influyendo poderosamente en el citado estilo Conchopata y dio
lugar a la aparición de un nuevo estilo tiawanacoide de tipo ceremonial, que toma el
nombre de Robles Moqo, por el sitio en que fue encontrado el primer ejemplar de esa
modalidad estilística. A partir de entonces la cultura Wari no solo se entronizó en la
región, absorbiendo en su seno todas las otras culturas locales, sino que inició un
poderoso movimiento de expansión que la llevó a dominar casi todos los Andes Centrales.
En esa primera época, que abarca desde
el 500 d.c. hasta el 700 d.c., los Wari extendieron su influencia por la Costa Central y
sur, llegando hasta Huaura, por el norte, y más allá de Nazca, por el sur. Asimismo, al
finalizar la etapa se hicieron presentes en las serranías de Ancash, ocupando el
Callejón de Huaylas hasta el actual Huaraz. Es en esta época que la Comarca de Lima
entra en contacto con la cultura Wari, sometiéndose primero a su influencia y cayendo
luego bajo su dominación.
La segunda época Wari se desarrolla
desde el año 700 d.c. hasta el 1,000 d.c., y durante ella el Imperio alcanza su apogeo
conquistando extensos territorios que prácticamente abarcaron todos los Andes Centrales.
Las conquistas comprendieron por el norte los actuales departamentos de Lambayeque y
Cajamarca y por el Sur Cuzco y Arequipa, además de las zonas centrales intermedias. Todas
las culturas de la época fueron sometidas a la dura dominación Wari, desapareciendo así
la hegemonía e importancia de los Moche, Cajamarca, Recuay, Lima y Nazca, quienes fueron
sujetos a estrictos sistemas de control social y a una despótica explotación.
Para asegurar sus conquistas y
administrarlas debidamente los Wari establecieron, en puntos estratégicos del territorio
imperial, enclaves que oficiaban de centros administrativos y lugares de captación de
recursos provinciales y remisión de los mismos a la metrópoli. Crearon así,
planificadamente, los centros de Viracocha Pampa, en Huamachuco, Vilca Huain, en Huaraz,
Wari Vilca, en Huancayo, Cajamarquilla, en Lima y Piqui Llaqta, en Cuzco. Naturalmente,
también construyeron una red que vinculaba dichos sitios entre sí y los comunicaba
directamente con la metrópoli, para permitir el envío de los tributos provinciales, el
ir y venir de los comerciantes y en especial la rápida marcha de los ejércitos
conquistadores.

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Reconstrucción
hipotética de un sector de Cajamarquilla. |
Todas las artes y tecnologías se
desarrollaron altamente y en forma preferente aquellas de las que dependía la producción
de objetos de comercio, tales como puntas de flecha e instrumentos, esculturas y tallas,
textiles, y ceramios. Culturalmente esta segunda época se caracteriza por la existencia
de un estilo cerámico definidamente Wari, que se expresa a través de variedades
regionales. Una de ellas propiamente ayacuchana: la Viñaque; las otras dos provinciales:
la Pachacámac y la Atarco; la primera procedente de la Comarca Limeña y la segunda de la
provincia de Nazca.
La tercera época dura apenas un siglo,
desde el 1,000 d.c. hasta el 1,100 d.c., y durante ella se produce la decadencia y
desaparición del Imperio Wari. Las causas de tal fenómeno no se conocen con claridad y
se supone que se debieron al paulatino deterioro de las estructuras políticas y
económicas del sistema, así como a la permanente presión de los pueblos oprimidos y su
final insurgencia. El hecho es que el Imperio se desmorona, las provincias recobran su
independencia y la propia región de Ayacucho sufre una aguda crisis social y económica
que determina el abandono de los grandes centros poblados, entre ellos Wari, al descenso
de los niveles de vida, la abdicación de las viejas creencias y la perdida de los
conocimientos tecnológicos y la creatividad artística. A este periodo de total
decaimiento cultural de la región ayacuchana se le ha dado el nombre de Huamanga.

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Cerámica Wari-Pachacámac |
La Comarca de Lima fue una de las zonas
del litoral que sufrió más tempranamente la penetración Wari, puesto que durante la
primera etapa de la historia de ese estado la costa cayó bajo su influencia o dominio,
desde Chancay hasta Atarí.
No obstante ello, toda esa extensa
región, que comprende parte de la Costa Sur y casi la mitad de la Costa Central, no
experimentó la imposición Wari tan rigurosamente como lo hicieron los territorios que
fueron incorporados al Imperio posteriormente. Es posible que ello se haya debido a que
durante la primera etapa del desarrollo Wari, o sea la de la formación cultural y
creación del estado, la vitalidad y pujanza de los ayacuchanos no haya sido lo
suficientemente fuerte como para imponerse por la violencia y la penetración se haya dado
más bien a través de la religión y el comercio.
Años más tarde, durante la segunda
época, cuando el estado Wari estaba en su apogeo y los pueblos y territorios se
incorporaban al Imperio por la fuerza de las armas y eran sometidos a un duro yugo, es
probable que el largo trato con los pobladores de la Costa Centro-Sur haya determinado en
los conquistadores un ánimo propicio a las concesiones y a otorgar un régimen más
benigno. Es igualmente factible que la convivencia de tantos años haya provocado una
acción sincrética que afectara tanto a los conquistados como a los conquistadores,
produciendo un estado de cosas de mutuo beneficio dentro de un clima de relativa
tranquilidad.
El hecho es que, a diferencia de lo
sucedido en otras partes, por ejemplo en la Costa Norte, el cambio en los patrones de vida
y comportamiento de los pobladores de esta región no fue tan drástico y muchas de sus
manifestaciones culturales originales subsistieron durante largo tiempo, conviviendo con
las creaciones Wari y asimilando sus formas y maneras. En ciertos casos, inclusive, los
estilos locales se fundieron con los foráneos para dar lugar a una nueva expresión
estilística propia ya de la Cultura Wari. Tales fueron los casos de la cerámica
Nieveria, cuya existencia se prolongó hasta mediados de la segunda época Wari e
incorporó en sus fases finales muchos motivos de esa cultura y de los estilos Pachacámac
y Atarco, que constituyeron nuevas formas de expresión de Wari, a pesar de su origen
provinciano.

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Cerámica
Wari-Pachacámac |
Este especial estado de
cosas puede que haya contribuido a que la presencia de lo propiamente Wari sea tan escasa
en esta zona costeña y especialmente en la Comarca de Lima. En esto lo Wari se manifiesta
a través de los cambios suscitados en las manifestaciones sociales, culturales y
económicas de las poblaciones yungas, pero son pocos los ejemplos que físicamente
demuestran la estada de los Wari en el territorio comarcano. Parecería que la seguridad
de encontrarse en un medio que en cierta forma había asimilado la ideología y maneras
del Imperio, determinó que las autoridades Wari no tomaran una serie de disposiciones
político-militares, ni llevaran a cabo las construcciones del caso. Por ejemplo,
Cajamarquilla es la única población probadamente Wari en la zona; en Pachacámac, a
pesar de su importancia como Centro Ceremonial y luego de peregrinaje interregional parece
que no existe una sola construcción de esa cultura y tampoco las hay en todo el valle de
Lurín y, finalmente, en la vastedad de la Comarca apenas existen unos pocos cementerios
Wari.
De otro lado, el sistema de organización
del Imperio, despótico y centralista, era poco dado a la construcción de obras en las
provincias, salvo que éstas tuvieran que ver con la seguridad, la explotación o la
administración de las mismas. De allí la creación de Centros Administrativos, la
edificación de depósitos, la erección de murallas, la construcción de obras
hidráulicas y el trazado de extensos caminos. Obras creadas de acuerdo a los dictados de
la planificación y ubicadas con un estricto sentido económico en las zonas que realmente
las requerían.
Parece que los Wari practicaban una
política colonialista a ultranza, en que solo interesaba el beneficio de la metrópoli en
función de la máxima explotación de los territorios conquistados. Por ello, sus
asentamientos tenían la condición de verdaderos enclaves coloniales creados para
controlar, política y económicamente el territorio en el que se asentaban. Los Centros
Administrativos eran verdaderas "factorías" que focalizaban la actividad
comercial de la región, captaban su producción, la almacenaban y la remitían a la
metrópoli ayacuchana, todo ello dentro de las seguridades del caso. Por eso los Centros
se rodeaban de altas murallas concéntricas y las zonas de habitación dentro de ellos
eran cerrados recintos a los que sólo se podía ingresar escalando los muros desde
estrechas callejas, que eran sustituidas, en muchos casos, por caminos que discurrían por
lo alto de los gruesos murallones. Por eso también, los integrantes de la burocracia
administrativa y las guarniciones militares imperiales no se afincaban en las provincias y
regresaban a Wari tan pronto coma cumplían su misión de servicio y en caso de
fallecimiento eran llevados al solar nativo para que los auquis tutelares velaran por
ellos, y el Dios de los Báculos pudiera incorporarlos a su séquito de seres alados.
Probablemente esta es una de las razones por las que en las provincias casi no existen
pueblos, palacios y cementerios Wari y tampoco templos o sitios ceremoniales, no obstante
tratarse de gente que practicaba una religión ecuménica con fuerte sentido proselitista.
Si bien es cierto que los Wari, por las
razones antedichas, dejaron escasas muestras materiales de su paso por los territorios
conquistados y que en la Comarca de Lima existen solo unos pocos restos, es igualmente
cierto que, en cambio, influyeron decisivamente en casi todos los aspectos de la vida de
los pobladores costeños.
En lo espiritual su religión se
difundió ampliamente y el culto a Wiracocha tuvo general aceptación, tal como se acusa
en la representación de su imagen y atributos en la cerámica y textiles regionales. Es
de presumir que el auge de Ichma o Pachacámac, el Hacedor del Mundo costeño, que se
inicia en este periodo, en parte se haya debido a su similitud con las cualidades y
poderes de Wiracocha, el Creador del Universo serrano, el culto a los muertos también
resulto afectado por lo Wari, pues en la costa se abandonó el tipo de entierros con el
cadáver extendido sobre una angarilla y se adoptó el enfardelamiento de los muertos,
sentados con el pecho apoyado en las rodillas y profundamente adornados y se les enterró
en cámaras subterráneas rectangulares, de paredes de adobes y techos de barbacoa. Dichos
entierros se efectuaban, generalmente, en forma intrusiva en los monumentos o cementerios
de la cultura Lima, como en el caso de Maranga, Nieveria y Huanchi Huallas, y menos
frecuentemente en cementerios propiamente Wari, como Pachacámac.
Las artes se desarrollaron notablemente
bajo el influjo del culto Wari, y en especial en todos aquellos aspectos que tenían que
ver con lo ceremonial. Los tejidos son de especial interés, delicadamente elaborados
haciendo uso de variadas técnicas, hermosamente policromos y con diseños geométricos
que representan al dios de los Báculos, a sus acólitos alados y los mitológicos seres
zoomorfos que forman su cohorte. En el cementerio que se ubica al pie del Templo Viejo de
Pachacámac, Max Uhle (1903) exhumó valiosos ejemplares de esos textiles, así como
diversos ceramios, tallas, objetos y adornos personales de los Wari.
La talla, tanto en madera como en piedra
y hueso, llegó a altos niveles estéticos y tecnológicos creando objetos de índole
ceremonial y de adorno personal. En Pachacámac se encontró en los alrededores del Templo
Viejo una talla de madera que posiblemente representa a ese dios, dada su similitud con la
descripción que hace Miguel de Estete del ídolo de Pachacámac. El dios, bifronte y
hermafrodita, ocupa la parte superior del madero, lleva atributos correspondientes a sus
funciones y cualidades y esta rodeado de símbolos y figuras de la mitología Wari,
encontrándose actualmente en un lugar de honor en el Museo de Sitio del Santuario. En ese
mismo local y en otros repositorios limeños se pueden apreciar objetos finamente labrados
en turquesa, piedras semipreciosas, obsidiana, hueso y concha, que representan personas,
animales o aves, destinados tanto a fines funerarios como al acicalamiento personal al que
fueron tan afectos los Wari.

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Talla
de madera encontrada en el Templo Viejo de Pachacámac |
Existieron pocos objetos de metal,
usándose sin embargo la plata, el oro y el cobre en la fabricación de adornos y útiles
diversos. El cobre también se usó en forma de planchitas que se colocaban en la boca de
los muertos para asegurarles el viaje al otro mundo. Asimismo, se produjeron objetos e
instrumentos de bronce, aleación que se había inventado en la época y que a la fecha
todavía no lograba desplazar al cobre en la fabricación de armas y herramientas.
La cerámica ocupa un lugar
destacadísimo entre las artes del periodo. El estilo Nieveria, coma ya se ha indicado, se
enriqueció incorporando a su decoración la temática Wari y aumentando la policromía de
su colorido. En las lomas de Lachay apareció un nuevo estilo Wari, bautizado con el
nombre de Teatino, de formas simples y rotundas, de color rojo opaco y decoración incisa
de motivos tiawanaquenses, cuya difusión se localizó en el valle de Chancay y parte de
la cuenca del Chillón.
Finalmente, como resultado de la
aculturación producida entre lo Lima y lo Wari, se dio un estilo de cerámica regional,
de tipo ceremonial, que caracteriza junto con los estilos Viñaque y Atarco esta etapa del
desenvolvimiento de la cultura Wari y que se conoce con el nombre de Pachacámac. Este
estilo se encuentra en toda la Comarca, en los valles de Ancón, Chillón, Rímac y Lurín
y alcanzó una gran difusión por la Costa Norte y Sur, llegando inclusive a penetrar en
la Sierra Central.
Luis G. Lumbreras, el estudioso más
notable de lo Wari y a quien seguimos en el desarrollo de este tema, describe la cerámica
Pachacámac en la siguiente forma (1969):
"El estilo o más bien la
modalidad Pachacámac tiene fuertes ingredientes del estilo Lima y adopta de él sobre
todo la forma de una botella globular con un pico cónico largo unido al cuerpo por medio
de una asa. La decoración es menos rica en motivos pintados pero en cambio emplea mucho
el modelado. El motivo más particular es el de un felino o un halcón con cuerpo de
felino que tiene una banda segmentada a todo lo largo del cuello, de donde sale una cola
en forma de Plumas."
En lo social el aporte Wari fue
especialmente trascendente y significativo, pues, como ya se ha indicado, los warinos
hicieron la revolución urbana, dieron lugar al nacimiento del estado, secularizaron la
sociedad y el poder, organizaron las comunidades en ayllus, inventaron la planificación y
el urbanismo e impusieron sus patrones de asentamiento urbano en todo el mundo andino. En
la Comarca, salvo Cajamarquilla, no quedan otros restos materiales de la actividad Wari en
el campo del urbanismo, pero en la estructura de la sociedad Yunga de la época el impacto
fue notorio y los cambios importantes. El resultado de los mismos se aprecia con claridad
cuando se estudia la organización y realizaciones de los señoríos y cacicazgos de los
valles comarcanos en el periodo siguiente o se advierte la estructuración dual que muchas
comunidades campesinas tienen hasta hoy.
En el resto de la Costa Central y en las
regiones aledañas se encuentran restos importantes de la actividad urbanística Wari. En
Casma se hallan las poblaciones de El Purgatorio y Manchan, con extensiones de 27 y 16
hectáreas respectivamente, y en Supe el importante asentamiento de Chimú Cápac, todos
ellos trazados de acuerdo a los más ortodoxos planteamientos de la urbanística Wari. En
la Costa Norte, en Moche, se crea la población de Galindo, se reajustan Pacatnamú y
Farfán y posiblemente se da inicio a Chan-Chan, mientras que en el valle de Virú se
desarrolla una gran actividad poblacional, existiendo varios sitios constituidos por
grandes recintos cercados por paredes de adobón y organizados internamente en traras
ortogonales. En la Costa Sur no se conocen poblaciones Wari, pero tiene que haberlas
habido y grandemente pobladas, porque existen extensos cementerios de esa filiación en
Ocucaje, Ingenio y Atarco, en las actuales provincias de Ica y Nazca.
En cuanto a lo económico, los Wari
impulsaron grandemente la agricultura intensiva, la producción masiva de bienes y
productos y un activo intercambio comercial. Para aumentar la producción agrícola de las
provincias y obtener excedentes para reforzar el abastecimiento de la región ayacuchana
cuya agricultura no alcanzaba a satisfacer las necesidades de una numerosa y creciente
población urbana, los Wari impulsaron la construcción de importantes obras hidráulicas
en todo el Imperio; de ellas quedan restos en los valles de Moche y Virú. En la Comarca
de Lima es probable que hayan ampliado la canalización del río Surco para irrigar la
parte media del valle del Rímac y la Rinconada de Nieveria, donde se asienta
Cajamarquilla (Juan Gunther, Comunicación oral).
Para aumentar la producción y
productividad de los artesanos provincianos, los Wari promovieron el uso de sistemas que
facilitaban la fabricación de ciertos bienes, logrando la estandarización y producción
en serie de los mismos. Tal fue el caso de la cerámica en la que se popularizó el uso de
moldes logrando una producción masiva de objetos de gran demanda popular. En toda la
costa se practicó dicho sistema, especialmente durante la época tardía en la que se
desarrollaron los estilos epigonales, siendo las cerámicas de Lambayeque y Chancay los
casos más notables de moldeado.
Asimismo, en la construcción
arquitectónica se introdujo el empleo de moldes para la fabricación de muros mediante el
vaciado y apisonado de barro dentro de ellos. El paño de muro resultante, conocido con el
nombre de "adobón", constituye un elemento modular de medidas constantes y
rápida ejecución, que facilita grandemente la edificación y produce una arquitectura de
características propias y definidas. Toda la costa esta llena de restos arquitectónicos
de este tipo, siendo el ejemplo comarcano más notable de esta forma constructiva la
ciudad de Cajamarquilla.
El activo comercio practicado por los
Wari determinó la construcción de grandes centros de almacenaje y de extensas redes de
caminos. Ejemplos de lo primero lo constituyen los numerosos Centros Administrativos Wari
que existieron en la Costa y en la Comarca la ciudad de Cajamarquilla, con sus extensas y
numerosas zonas de colcas y depósitos.
La actividad comercial Wari, que recogía
la producción de las regiones costeñas para intercambiarla con la de las serranas,
debió ser de gran importancia y ocupar a numerosas personas, pues deja una honda huella
en los hábitos de los pobladores Yungas. Tenemos así que, en el periodo posterior, gran
parte de los costeños se dedicaba únicamente al comercio, llegando a constituir hasta un
tercio de la población en el valle de Chincha.
Los caminos debieron jugar un rol vital
en el Imperio Wari; no cabe imaginarse su existencia y funcionamiento sin una extensa y
eficiente red caminera que sustentara sus relaciones político-económicas. Como todo
estado despótico su seguridad y bienestar dependían de la rapidez de las comunicaciones,
de la celeridad con que pudieran trasladarse sus fuerzas, conquistadoras o represivas, y
del permanente abastecimientos de la metrópoli. Dichos caminos existieron vinculando Wari
con todos los Centros Administrativos Provinciales del Imperio, aunque no conozcamos en la
actualidad huellas de los mismos. Unos deben de haber desaparecido por acción del tiempo,
otros deben de haber sido involucrados en la red caminera que los Incas implementaron,
usando y ampliando las viejas vías existentes, es posible que algunos todavía subsistan
escondidos por las anfractuosidades naturales y el polvo de los siglos.
Es evidente que en alguna forma rápida y
segura debieron comunicarse los Wari con la Costa Central y que Cajamarquilla debió
conectarse eficazmente con Ayacucho y con los otros Centros Administrativos de la costa.
Parece que la vía de comunicación con la sierra partía de Cajamarquilla y a través de
la quebrada de Huaycoloro llegaba hasta Jicamarca, comunicaba el Rímac con el Chillón,
ascendía por la cuenca de éste pasando por Canta y Chulguay y seguía cuesta arriba
hasta encontrarse con el camino interandino que vinculaba las serranías de Cerro de Pasco
y Junín con el valle del Mantaro y las pampas ayacuchanas.
La vinculación de Cajamarquilla con el
norte debió realizarse pasando al valle del Chillón, probablemente a través de Canto
Grande, y luego remontando la quebrada de Quilca a partir de Trapiche, para seguir por
Huacho y Palpa hasta Huaral. El camino entre Trapiche y Huaral es usado hasta la fecha y
su construcción es adjudicada a los Incas, pero es poco probable que sea así porque la
sinuosidad de su desarrollo no coincide con el rectilíneo trazado de las vías incaicas.
El camino al sur relacionaba
Cajamarquilla con Pachacámac, pasando posiblemente por Catalina Huanca y las pampas de
Manchay para descender por el cauce del río Lurín hasta el Santuario y seguir hacia
Nazca. El punto en que el camino se encontraba con el río debe haber sido el llamado
Tambo Viejo, en Cieneguilla, sitio en el que todavía existen los restos de una población
prehispánica construida con adobón o tapial. Por ese sitio remontaba al curso del río
el camino de las peregrinaciones religiosas que, partiendo de Pachacámac y pasando por
Huaycán, Sisicaya, Langa y Huarochirí, llegaba a los nevados de Pariacaca, luego el
camino proseguía hasta arribar a Jauja, situada sobre la vía interandina que unía a
Ayacucho con las provincias serranas del Imperio.
CAJAMARQUILLA
La ciudad de Cajamarquilla, centro del
sistema caminero regional durante el apogeo Wari, llega tener alrededor de 15,000
habitantes y está situada en la Rinconada de Nieveria en la llanura de Pumapampa, en la
parte inferior de la quebrada de Huaycoloro. El sitio se encuentra en la margen derecha
del río Rímac, a 15 Km de Lima y veintitantos del océano Pacífico, en una posición
estratégica para servir de sede al intercambio comercial de las partes altas y bajas de
la región.

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Reconstrucción
hipotética de un palacio de Cajamarquilla. |
Cajamarquilla fue un Centro Urbano de
Élite, según la clasificación tipológica de Schaedel (1951), y si bien su desarrollo
es obra de los Wari su fundación debe haber sido realizada por los Lima, en el periodo
anterior, conjuntamente con la edificación de las pirámides de Nieveria y Huaca
Trujillo. En excavaciones realizadas hace pocos años se encontraron, debajo de las
edificaciones existentes, restos arquitectónicos-urbanísticos cuya traza tiene una
orientación distinta de la que posee la ciudad prehispánica que conocemos. Asociados con
dichos restos se hallaron numerosos tiestos de la cultura Lima, por lo que es de suponer
que se trata de vestigios de la población original que fue sepultada por acción de los
huaycos que frecuentemente bajan por la quebrada de Huaycoloro. Sobre esos restos
construyeron los Wari y años más tarde, durante el periodo Intermedio Tardío, los
Huanchos ocuparon la ciudad reformándola y reconstruyéndola tan activamente que
alteraron la estructura de su primitivo trazado, a punto tal que hoy es casi imposible
reconocerlo y diferenciar la obra de unos de la de otros. Por motivos que no son claros,
pero que pueden haberse originado en el decaimiento económico que por cambios climáticos
sufrieron las serranías y partes altas de la región, Cajamarquilla perdió su condición
de centro del movimiento comercial interregional y la población que conocemos ahora coma
Pachacámac pasó a ser la más importante de la zona, El deterioro del otrora pujante
centro administrativo se fue agravando, de manera que a la llegada de los españoles la
ciudad estaba deshabitada o le faltaba poco para estarlo. Tan debe haber sido así, que
los cronistas de la época no dan noticias de ella y al referirse a los pueblos
principales del señorío sólo citan a Carabayllo, Maranga y Armatambo.

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Ciudad
de Cajamarquilla, en el valle del Rímac. |
Los huaycos afectaron Cajamarquilla con
mucha frecuencia, obligando a sus pobladores a continuas reconstrucciones; dichas obras
han contribuido a que casi desaparezca el ordenado trazo ortogonal que caracteriza a las
ciudades Wari. El padre Villar Córdova, el autor de "Las culturas pre-hispánicas
del Departamento de Lima" (1935), afirma que Cajamarquilla fue castigada
continuamente por los huaycos y que uno de ellos arrasó completamente el barrio que se
encontraba ubicado al este de los actuales restos. Éstos conforman un gran sector urbano
situado en el lado derecho de la parte baja de la quebrada, entre las primeras
estribaciones de los cerros y el cauce de la torrentera por donde habitual-mente bajan los
huaycos.
El desmoronamiento de las altas paredes
de adobón, debido a la acción del tiempo y a la depredación efectuada por los
huaqueros, ha sepultado bajo toneladas de desmonte calles y estructuras haciendo
prácticamente irreconocible el trazado de la ciudad. Las sendas y caminos contemporáneos
que han sido abiertos a través del tejido urbano original han contribuido a aumentar la
confusión reinante. A lo antedicho hay que agregar la práctica, muy difundida en la
época, de construir caminos epi-murales para vincular los típicos barrios Wari e,
inclusive, transitar dentro de ellos. Naturalmente, la destrucción de los muros ha hecho
irreconocible el trazado y ubicación de ese sistema de vías aéreas.
El sector urbano que ha llegado hasta
nosotros tiene la forma de un gran trapecio, cuyos lados mayores están orientados NE-SO y
son prácticamente paralelos al camino que, pegado al lado derecho de la quebrada,
conducía a la sierra. Este camino durante la colonia fue usado para llegar hasta los
nevados de Tambillo, en las alturas de Carampoma, para extraer hielo que era llevado a
Lima haciendo pascana en Nieveria.
Al NO del sector, cerca de las primeras
estribaciones de la quebrada, se encuentra la pirámide y centro ceremonial de Nieveria y
al sur del mismo un extenso cementerio. El desarrollo del sector está conformado por una
docena de típicos recintos Wari, presididos por un gigantesco conjunto situado al NE del
asentamiento e inmersos en un tejido urbano de construcciones cuadrangulares. Este
monumento, que debía ser la sede de los gobernantes de Cajamarquilla, es el típico
diseño Wari y recuerda la apariencia de los complejos que existen en Chan-Chan. El
conjunto es casi rectangular, con su eje mayor orientado NE-SO, cercado por gruesas y
altas murallas y organizado internamente en espacios igualmente rectangulares y cercados.
Prácticamente al centro del conjunto hay un grupo de construcciones que debió ser la
zona residencial del mismo y cerca de su extremos sur-oeste se encuentra una pirámide de
tipo ceremonial. Los demás espacios, patios o canchas, deben de haber sido corrales,
depósitos o áreas destinadas al servicio.
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Vista
aérea de la ciudad de Cajamarquilla, en el valle del río Rímac. |
Los otros conjuntos o recintos
rectangulares que son base de la estructuración urbana de Cajamarquilla tienen una
organización similar a la del principal difiriendo sólo en las dimensiones, bastantes
más pequeñas, y en la orientación de su eje mayor que es NO-SE. Dichos conjuntos están
rodeados por un tejido urbano sensiblemente ortogonal conformado por numerosas
construcciones cuadrangulares, yuxtapuestas las unas a las otras, que se organizan en
torno a plazas y pequeñas pirámides. En estos sectores existen unas pocas y estrechas
callejas que los vinculan entre si, desarrollándose la circulación interior por lo alto
de los gruesos muros que cercan los grupos habitacionales. Cada unidad habitacional está
constituida por un recinto dividido en dos o más canchas, una de las cuales es la
vivienda propiamente dicha, siendo los otros espacios recepcionales, corrales o
depósitos.
La construcción es íntegramente de
adobón, conformando gruesos y largos muros que debieron alcanzar alturas de 3 a 6 mt. La
sección de dichos elementos es trapezoidal teniendo en la base entre 0.60 mt. y 1.20 y
adelgazándose hacia la cúspide. Los muros no se trababan en las esquinas, posiblemente
para evitar el efecto de corte que producen los sismos, y eran enlucidos por una gruesa
capa de barro pintada con acres naturales. Los techos eran planos y construidos con
maderos, cañas, esteras y torta de barro. Las puertas eran rectangulares, bajas y
estrechas, y rara vez existía más de una en las viviendas. Las ventajas eran
prácticamente inexistentes y las hornacinas numerosas y de formas que variaban entre el
rectángulo apaisado y el trapecio vertical.
Como ya se ha indicado, a fines del
apogeo del Estado Wari, Cajamarquilla cedió su primacía ante el empuje de Pachacámac y
cayó en un largo proceso de deterioro que la llevó a su práctica extinción al
promediar la dominación Inca.

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