II.3 Los
Primeros Sedentarios
Hacia el año 5,000 a.c. la
sedentarización de los habitantes de la región central andina era prácticamente un
hecho. El desarrollo de la horticultura y del pastoreo en la sierra y la explotación de
los recursos marítimos en la Costa, determinaron que los campamentos estacionarios se
convirtieran en poblaciones definitivas y permanentes.
En la Costa Central el desplazamiento
hacia el norte de la Corriente Peruana y del clima cálido y húmedo que caracterizaba a
la zona, determinaron el desecamiento del sector continental y, por tanto, el
empobrecimiento de las lomas y de los valles, pero también produjo un extraordinario
aumento de la biomasa marina.
Este fenómeno se exteriorizó por la
aparición de la anchoveta la existencia de bancos de choros y almejas y,
consecuentemente, por la multiplicación de los lobos marinos y aves costeras. En otras
palabras, a partir de esa fecha los habitantes de la costa central contaron con la
presencia de recursos permanentes y uniformemente repartidos a lo largo de todo el litoral
central.
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Reconstrucción
hipotética de un pueblo lineal del horizonte temprano. |
La existencia en toda la costa de
extensos conchales es decir de depósitos de valvas de los moluscos consumidos por los
costeños de la época, dicen bien claro de la gran riqueza de este recurso y del uso
intensivo que se hacia del mismo. Estos basurales arqueológicos, que llegan a tener más
de dos kilómetros de largo, varios centenares de metros de ancho y hasta metro y medio de
alto, se encuentran a poca distancia del mar y están regularmente esparcidos desde Ancón
hasta San Bartolo. Es decir, jalonan toda la ribera marítima de la Comarca de Lima,
indicando, sin lugar a dudas, que en sus inmediaciones existieron poblaciones que se
dedicaban fundamentalmente, a la recolección de mariscos.
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Reconstrucción
hipotética de una aldea temprana de la costa. |
La riqueza y permanencia de los recursos
marítimos determine la sedentarización definitiva de los antiguos seminómadas y su
establecimiento en pequeñas aldeas permanentes que se distribuyeron regularmente, a
distancias casi constantes, por todo el litoral de la comarca. Dichas aldeas no se
diferenciaban mucho de los campamentos estacionarios que las habían antecedido y las
pocas viviendas que las conformaban se alineaban o agrupaban en semicírculos o círculos,
a corta distancia del mar, y preferentemente a ambos lados de la desembocadura de los
ríos. La población de esas aldeas tempranas no pasaba de 50 a 100 personas, cuya
economía, básicamente de índole marítima, se complementaba con el cultivo de las
huertas y la explotación de las lomas cercanas.
El arquitecto Carlos Williams (1981),
sostiene que tal tipo de economía demandaba una baja densidad poblacional que no podía
exceder de 0.5 habitantes por kilómetro cuadrado y que, por tanto, un asentamiento
promedio significaba un dominio territorial de no menos de 50 Km. cuadrados, que
comprendía una faja de playa y su correspondiente extensión continental hasta alcanzar
la zona de lomas. Tal hecho explica la sorprendente regularidad existente en la ubicación
geográfica de las aldeas tempranas, puesto que el régimen imperante de explotación del
medio obligaba a una división territorial en áreas semejantes o parecidas.
Restos de dichas aldeas se encontraban
hasta hace poco en los alrededores de las desembocaduras de los ríos Chillón, Rímac y
Lurín, los que infortunadamente han desaparecido por el desarrollo urbano y/o industrial
que se ha llevado a cabo en dichas zonas. En Punta Márquez, en la margen izquierda del
Chillón, encima de las estribaciones más cercanas al mar, quedan los restos de rústicas
construcciones de piedra sin labrar, que, al parecer, conformaron las viviendas de una
aldea temprana. Igualmente, en la playa Chira-Villa, en el lado sur-este de Punta Chira,
existen vestigios de un asentamiento parecido al del Chillón y, finalmente, en los
arenales de Lurín se hallan numerosos conchales, que, como ya se ha indicado, denuncian
la anterior presencia de asentamientos tempranos.
En los años siguientes la
sedentarización permitió la existencia y aprovechamiento de los "ocios" de los
pobladores, lo que determinó un importante desarrollo tecnológico, un notable incremento
de los conocimientos y un perfeccionamiento de la organización social de las comunidades
aldeanas. Todo ello significó una mejora en las condiciones de vida y, consecuentemente,
un notable aumento demográfico que tuvo su correlato inmediato en la proliferación de
los asentamientos poblacionales. El aumento del número de habitantes de las aldeas y la
existencia de la relación hombre-tierra a la que hemos hecho referencia, obligó a la
población excedente a fundar nuevos asentamientos de características similares a los
originales y a intercalarlos convenientemente entre las aldeas pre-existentes.
Las nuevas técnicas y mejores
instrumentos utilizados en la explotación de los recursos naturales, tales como la
utilización de redes en la pesca, el uso de abonos en los cultivos, la domesticación de
un mayor numero de plantas y la práctica de tareas comunitarias, permitió el incremento
de la producción de alimentos y por ende la mejora del coeficiente hombre/tierra. Esta
situación posibilitó que las aldeas pudieran ubicarse más cercanamente y que se
multiplicaran tanto en número como en población.
Primeramente, las nuevas aldeas se
situaron a lo largo del litoral, disminuyendo al mínimo la distancia entre ellas, y luego
bordearon las márgenes de los valles, hasta ascender por las estribaciones andinas.
Alrededor del 4000 a.c. todo el litoral comarcano estaba poblado de asentamientos que se
ubicaban a distancias de 7 Km. a 10 Km. el uno del otro y cuyos habitantes fluctuaban
entre las 10 y 20 familias. Williams propone una lista de aldeas tempranas situadas en la
ribera marítima comarcana, cuya relación reproducimos en términos generales.
Los sitios de asentamientos fueron los
siguientes: Ancón, Ventanilla, Punta Márquez, Bocanegra, La Perla, Magdalena, Bajada de
Baños, Chorrillos, Chira-Villa, Tablada de Lurín, Pachacámac, Playa Arica, Punta Roca y
Curayacu.
Las primeras aldeas tempranas estaban
constituidas por un grupo de viviendas que se agrupaban de acuerdo al patrón de
asentamiento al que hemos hecho referencia, sin que existieran estructuras que expresaran
la existencia de funciones distintas a las habitacionales.
Las casas eran construcciones rústicas,
generalmente de un solo cuarto, complementadas por instalaciones destinadas a desecar,
hornear o almacenar los productos alimenticios.
Tipológicamente las viviendas eran
básicamente de tres clases:
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Vivienda de la clase
superficiales |
Superficiales: de planta circular
de dos metros de diámetro, ligeramente excavadas en el terreno y de forma cónica. La
armazón era de huesos de ballena o de caña brava unidos con carrizos y estaba cubierta
con haces de juncos, totora o gramalote, atados a la estructura y dispuestos de manera de
dejar un pequeño vano de ingreso en uno de los lados de la choza.
Semienterradas: de planta circular
o cuadrangular, de tres o cuatro metros cuadrados de área, enterradas hasta un metro de
profundidad, con bajas paredes de piedras rústicas asentadas con barro o algas y yuyos
marinos chancados. La cobertura era horizontal o inclinada y estaba constituida por hueso,
cañas y esteras. El ingreso se producía por un vano lateral y mediante un corto juego de
peldaños.
Subterráneas: de planta ovalada o
cuadrangular, de área similar a las citadas, excavadas totalmente en el terreno hasta
profundidades de 1.8 metros. Los muros de contención eran de piedra sin labrar, a veces
rústicamente embarrados y la techumbre era de losas de piedra que formaban una falsa
bóveda y dejaban al centro un espacio abierto, susceptible de cerrarse, para ingresar al
interior.
El primer tipo debe haberse dado en toda
la ribera marítima; en Chilca se han encontrado los restos de una aldea de la época con
viviendas similares a las descritas. El Segundo caso es típico de las aldeas erigidas en
las estribaciones de los cerros; las viviendas de Punta Márquez en el Chillón o de
Carapongo en la margen derecha del Rímac, son ejemplos de este tipo de construcción. El
tercer modelo de vivienda se encuentra en terrenos sensiblemente planos ubicados en zonas
continentales; en las aldeas situadas en la Tablada de Lurín se tienen los arquetipos de
estas unidades habitacionales.
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Reconstrucción
hipotética de una aldea temprana. |
Hacia fines del cuarto milenio a.c., se
produce un cambio importante en el patrón de asentamiento de las aldeas tempranas.
Aparecen construcciones de función no habitacional, aparentemente destinadas al servicio
de necesidades comunales, que se supone anteriores a la construcción de los más viejos
templos. La presencia de estos edificios debió ser resultado de la mayor complejidad
alcanzada por la vida de la comunidad y de la necesidad de que esta se reuniera para tomar
decisiones colectivas o coordinar la realización de obras comunitarias. En todo caso, la
existencia de estos locales públicos significó el inicio de la transición de un
planeamiento urbano sin diferenciación funcional, al de un urbanismo en el cual el área
destinada a la satisfacción de las funciones públicas, administrativas o de culto, se
diferenciaba de las áreas dedicadas a fines habitacionales.
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Viviendas
subterráneas de la Tablada de Lurín |
CERRO PALOMA
El ejemplo más antiguo de una
construcción destinada al servicio de la comunidad, es decir de un edificio público, lo
tenemos en una pequeña aldea situada en Cerro Paloma, prácticamente en las inmediaciones
de San Bartolo, o sea al extremo sur de la Comarca Limeña.
En el año 4,334 a.c. los integrantes de
una pequeña comunidad, de apenas 15 familias, que vivían en rústicas chozas circulares
y subsistían de la explotación de los recursos marinos y de los frutos de la
horticultura, construyeron el primer edificio comunal del continente y uno de los ejemplos
de arquitectura pública más viejos del mundo.
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Reconstrucción
hipotética del recinto cuadrangular de Cerro Paloma (arriba) y dos posibles tipos de
techados (abajo) |
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En dicha aldea, a cierta distancia de la
zona ocupada por las viviendas, se encuentra un recinto cuadrangular, de aproximadamente
12 metros de lado, excavado en el suelo y estructurado por muros de piedra rojiza que
sobresalen del terreno alrededor de 0.30 metros. Se accede al recinto, cuyo piso tiene un
desnivel de 1 metro con el de la superficie exterior, mediante dos cortes escaleras,
ubicadas en lados opuestos del cuadrado y siguiendo la alineación de uno de los ejes del
mismo. Según el Dr. Federico Engel, descubridor de este resto arqueológico así como de
muchos otros asentamientos tempranos de la Costa Central, al recinto debió estar techado,
posiblemente con esteras soportadas por una estructura de postes y vigas de madera o
carrizo y destinado a albergar reuniones comunales, a la manera de una "quihua"
o recinto colectivo usado por los indios del sur-oeste de los Estados Unidos. Para otros
estudiosos se trata más bien de un templo primitivo o de un patio ceremonial; en todo
caso nos encontramos ante el primer ejemplo de arquitectura no doméstica existente en el
Perú y también entre uno de los más antiguos casos de construcción por esfuerzo
corporativo.
Como ya se ha indicado, en este período
la presión demográfica existente, la intensificación de la interacción social entre
los cada vez más numerosos y cercanos asentamientos humanos, y las exigencias de una
economía basada en nuevas formas de trabajo y de producción, dieron lugar a que las
comunidades aldeanas adoptaran ciertas formas de organización que significaron la
existencia de una autoridad capaz de tomar decisiones para efectuar obras y acciones de
interés colectivo. No se conoce cuál fue la forma que adoptó ese primer gobierno
aldeano, pero lo más probable es que se tratara de consejos comunales en los que habría
existido una fuerte influencia sacerdotal, a juzgar por las numerosas obras Cooperativas o
comunitarias destinadas al culto.
En efecto, como una característica de la
época, además de los andenes, terrazas y bancales de propósitos utilitarios y de los
edificios de carácter comunal, como el de Cerro Paloma, se encuentran en toda la Costa
Central muchísimos montículos y plataformas destinadas, sin lugar a dudas, a fines
ceremoniales.
Alrededor del año 3,000 a.c. el
crecimiento de las poblaciones y, consecuentemente, el acrecentamiento de la importancia
de los servicios que ellas demandaban, determinó que la separación de las funciones
urbanas, que se iniciara en Cerro Paloma, se convirtiera en una característica de los
primeros intentos de planeamiento urbano, dando lugar a varios tipos de aldeas.
El más antiguo y el más simple de ellos
es el constituido por un conjunto de viviendas cuyo edificio comunal, religioso o
administrativo, se encontraba situado a cierta distancia y, aparentemente, sin ninguna
relación formal con la zona habitacional. Este es el tipo de diseño representado por
Cerro Paloma. Otro tipo embrionario de planeamiento urbano, posterior al anterior y
evidentemente más evolucionado, es el conformado por aldeas que tienen los edificios o
servicios públicos situados en un espacio central y rodeados por viviendas. Un ejemplo
típico es el pueblo de Asia cuyo edificio central fue de gran tamaño y complejidad.
Finalmente, a mediados del Segundo milenio antes de Cristo, se dan aldeas cuyo
planeamiento es bastante más complejo, pues no sólo muestran diferenciación en el uso
del suelo, en cuanto a vivienda y servicios públicos se refiere, sino también una
estructura urbana basada en barrios, dotados, cada uno de ellos, de sus propios
montículos Ceremoniales. Este tipo de asentamiento, que representa un patrón de diseño
caracterizado por la complejidad del trazado urbano y la importancia y monumentalidad de
las obras públicas, no se encuentra entre los restos poblacionales de la comarca, pero
dado que si se le halla en zona cercana a la misma es de suponer que también forma parte
de la topología urbanística limeña. En Supe, lugar de la Costa Central no muy lejano de
la Comarca de Lima existen los restos de una población conocida con el nombre de El
Áspero, que es un arquetipo de este patrón de asentamiento urbano.
Alrededor del año 2,500 a.c. se produce
un hecho de gran importancia para el desarrollo cultural de la Costa Central. El algodón,
con cuyo cultivo debió haberse estado experimentando desde años atrás, aparece en
muchos sitios de la región como un producto perfectamente integrado a la economía
regional, pues se encuentran numerosos restos de tejidos en los que el algodón sustituye
a las fibras vegetales que se habían usado hasta entonces.
El uso del algodón para fabricar telas
mediante la técnica del entrelazado, anillado y ondulado, es decir haciendo uso de los
mismos procedimientos empleados para confeccionar redes, canastas y esteras, puesto que
todavía no se había inventado el telar, significó un gran aporte al mejoramiento de los
niveles de vida de los horticultores aldeanos del período. Las prendas de vestir y las
coberturas de toda clase mejoran notablemente, tanto en calidad coma en apariencia, y su
demanda es tanta que, a muy corto plazo, se perfeccionan grandemente las técnicas de
elaboración textil, de manera que muy pocos años después de la aparición del algodón
se encuentran tejidos muy bien confeccionados y decorados por dibujos geométricos de gran
belleza.
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Reconstrucción
hipotética de una aldea con el edificio comunal a cierta distancia, de Período Arcaico. |
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Reconstrucción
hipotética de una aldea temprana. |
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Reconstrucción
hipotética de una aldea de horizonte temprano |
En general, en este período, que
corresponde al Arcaico Medio, los horticultores aldeanos de la Costa Central habían
alcanzado un apreciable grado de desarrollo cultural que les permitió, dentro de una
economía productiva con visos de racionalización en la producción, obtener niveles de
vida bastante estables. La apariencia física de dichos pobladores, a juzgar por los
muchos restos encontrados en la región, en poco o nada se diferenciaba de la de los
actuales habitantes de la costa, pues los caracteres somáticos de ambos son casi los
mismos.
Es indudable que las comunidades aldeanas
practicaban algún tipo de culto religioso, pues los numerosos túmulos, montículos y
plataformas ceremoniales que abundan en el período lo demuestran palmariamente.
Posiblemente reverenciaban a las fuerzas y elementos de la naturaleza, así como a
aquellos animales que los impresionaban con su apariencia, atributos o poder y a los que
por tanto, representaban frecuentemente en la decoración de sus útiles, menaje y
tejidos. También rendían culto a los muertos, pues los entierros muestran la existencia
de prácticas ceremoniales y los cadáveres, extendidos o flexionados y envueltos en
tejidos o esteras, eran enterrados en tumbas ubicadas dentro de las casas o cerca de
ellas. Es probable que creyeran en la existencia de una vida ultraterrena y en la
posibilidad de que los muertos regresaran a perturbar a sus familiares, pues se han
encontrado entierros en los que se había colocado varias pesadas piedras sobre el
cadáver o atravesado los restos con fuertes estacas para fijarlos al terreno.
La organización social de las
comunidades era embrionaria y asumía la forma de gobierno que ya se ha descrito.
Igualmente, las viviendas y pueblos de la época tenían los patrones de diseño y
construcción a los que se ha hecho referencia en párrafos anteriores.
En dichos grupos sociales existía una
fuerte inquietud artística, la que se manifiesta en los pirograbados que efectuaban en
los mates de su menaje doméstico; en los dibujos incisos, figurativos o geométricos, que
grababan en flautas, zumbadores, cuchillos y todo tipo de utensilios; en los dibujos con
que, a base de teñir tramas y urdimbres, decoraban los productos de la textilería y la
cestería; y en las texturas con que ornamentaban los paramentos de sus construcciones,
mediante el juego contrastado del aparejo y tamaño de las piedras y sus simulaciones en
arcilla.
Los motivos decorativos eran diversos.
Frecuentemente asumían formas simplemente geométricas, pero también los había
figurativos representando felinos, monos, aves, a veces bicéfalas, y serpientes. En este
caso, los ofidios se contorsionaban contraponiéndose en complicadas combinaciones que
anticipaban el advenimiento del "interlocking. Son notorios los bellos ejemplos
de decoración textil encontrados en Asia (Mala) y Huaca Prieta, (Valle Chicama) y
también los utensilios labrados y mates pirograbados de la misma procedencia y los
parámentos decorados de los edificios ceremoniales de Río Seco del León (Chancay).
En cuanto a la agricultura, los
horticultores aldeanos se limitaron a aprovechar las feraces zonas de las riberas de los
ríos, las tierras cercanas a los puquios y las humedecidas por napas freáticas casi
superficiales, pero cultivaron una gran variedad de productos que les permitieron no sólo
asegurar su subsistencia sino tener un acopio de excedentes que posibilitaron una temprana
especialización laboral y la realización de grandes obras de carácter cooperativo.
Cultivaron así, además del algodón, zapallos, calabazas, frijoles, ajíes, camotes,
jiquimas y frutales tales como la lúcuma, la guayaba y el pacae.
A fines del período todavía la
agricultura era incipiente, pero principiaba, gracias al algodón, a jugar un rol cada vez
más importante en una economía en la que la explotación de los recursos del mar seguía
siendo de primerísima importancia. La recolección de mariscos, la caza de focas y lobos
marinos y la pesca, tecnificada por el uso de anzuelos y redes, se mantenía como la
actividad más importante de los habitantes de la Costa Central del Arcaico Medio.
Las costumbres en general, y
consecuentemente la forma de preparar los alimentos, no se diferenciaba mayormente de las
descritas respecto a la vida de pobladores más tempranos. Los utensilios y herramientas
eran generalmente de hueso y madera, habiendo disminuido el uso de artefactos de piedra.
El menaje doméstico estaba constituido por mates, maderos y huesos labrados que hacían
de platos y vasos, por batanes y metales de piedra y por recipientes constituidos por
odres de cuero y canastas impermeabilizadas con arcilla.
Además de los restos
arquitectónico-urbanístico ya citados, se encuentran en la Comarca de Lima varios otros
que por su importancia convienen recordar, considerándolos como pertenecientes a este
período o sea al Arcaico Medio, aun cuando para algunos estudiosos dichos restos son algo
más tardíos y los ubican a principios del Arcaico Superior. Se trata de los siguiente
monumentos:
1) El montículo, probablemente
ceremonial, ubicado en la Pampa de los Perros, en la margen derecha del Chillón,
construido con piedras rústicas y cascajo que parecen haber conformado varias terrazas
escalonadas;
2) El templo de Media Luna, en la margen
derecha del Chillón, ubicado en las estribaciones de los cerros frente a las
instalaciones de La Pampilla y conformado por tres grandes plataformas de relleno,
soportadas por pircas de piedra rústica; y
3) El conjunto de montículos situado al
este del centro ceremonial El Paraíso, en la ribera izquierda del Chillón, constituido
por tres túmulos piramidales de piedra rústica y cascajo, que se ubican conformando un
espacio central abierto por uno de sus lados.
En este período, según el Dr. Luis G.
Lumbreras (1969), existieron en la costa importantes poblaciones como Huaca Prieta y Cerro
Prieto, en el valle de Chicama; las Aldas, cerca de Casma; Culebras y Huarmey, en los
alrededores de ese Puerto; Áspero en Supe; Río Seco del León, junto a Chancay; Chilca,
en las riberas del río Mala; Asia en la cuenca de dicho río, y Otuna, en las vecindades
de Paracas.
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Reconstrucción
hipotética del túmulo o adoratorio de Pampa de los Perros |
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Reconstrucción
hipotética del templo de la Media Luna |
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Reconstrucción
hipotética de un centro ceremonial del Período Incaico |
En la sierra el desarrollo urbano fue
menos intenso que en la costa, pero en las cercanías de la actual ciudad de Huánuco,
hacia los 2,240 a.c. se estableció el primer gran centro ceremonial de la región central
andina, fenómeno cuya aparición en la costa es bastante más tardía.
En el sitio de Kotosh se encuentra un
conjunto de edificios, probablemente de índole religiosa, cuyo exponente más interesante
es el denominado Templo de las Manos Cruzadas. Este edificio, que por su topología puede
ser el modelo que inspiró al diseño del Templo del Paraíso y otros monumentos
costeños, tiene especial importancia para la cultura andina, pues no sólo significó un
valioso aporte arquitectónico, sino también el primer gran ejemplo de modelado
escultórico. Los dos pares de manos, o mejor dicho, de brazos cruzados, que adornaban las
paredes del templo, son una hermosa expresión de alto relieve en barro y constituyen el
más antiguo ejemplo de la escultura continental.

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