II.2 El
Complejo Chavín
Alrededor del año 1,200 a.c., en el que
se inicia el período Formativo Inferior o Temprano, se produce entre los valles de
Chicama y Casma, para ser más precisos entre Cupisnique y Sechín, un poderoso movimiento
cultural que pocos años más tarde va a enraizarse fuertemente en Chavín de Huantar,
Ancash, y luego se expandirá por gran parte del territorio centro andino constituyendo lo
que ha dado en llamarse la cultura Chavín o el complejo Chavinoide. Dicho movimiento
creó un estilo característico que impregnó todo el período Formativo, superponiéndose
a las manifestaciones culturales de muchas regiones y grupos sociales de la época. Por su
extensión e importancia, la cultura Chavín ha dado lugar a que el período Formativo, en
el que tiene vigencia, se le denomine también Primer Horizonte Cultural.
La cultura Chavín abarcó gran parte de
lo que actualmente es el Perú, ocupando la sierra desde Cajamarca hasta Ayacucho y la
costa desde el río Chira, en Piura, hasta el río Grande, en Ica. Su formidable
expansión se realizó, al parecer, de modo pacífico, mediante el poder de convocatoria y
adoctrinamiento de un movimiento religioso que propugnaba el culto a una misteriosa
divinidad de rasgos felínicos. En la representación del dios Chavín se entremezclan con
fauces y colmillos de jaguar, garras y alas de cóndor y racimos de serpientes, que
contribuyen a dar forma a un ente antropomorfo, cabezudo y contrahecho, que mira al vacío
con dilatados ojos de escentricas pupilas.
El culto debió ser cruel y cruento,
destinado a imponerse por el terror y así exigir a los devotos la más ciega obediencia,
pues el personaje representado en el lanzón de Chavín, encontrado en las entrañas del
Templo Viejo, resuma malignidad y debió espantar a quienes pudieron contemplarlo, a la
luz de las antorchas, en las profundidades de las galerías subterráneas en las que
anidaba. También debió haber influido poderosamente en la aceptación del culto
felínico la capacidad científica y tecnológica que demostraban los sacerdotes del dios
jaguar. Es evidente que los conocimientos astronómicos-calendáricos eran de fundamental
importancia para una sociedad de expansión en la que la agricultura intensiva principiaba
a ser el pilar básico de la economía. Por tanto quienes tenían conocimiento de las
estaciones más propicias para llevar a cabo las tareas agrícolas y de las fechas de la
llegada de las lluvias o de la avenida de los ríos, poseían una gran influencia sobre la
comunidad. Tales conocimientos eran tomados por el pueblo como vaticinios, predicciones
del futuro o anuncios de la voluntad de los dioses, y consecuentemente la casta sacerdotal
imperante resultaba intérprete e intermediaria de la divinidad. Obviamente, los creyentes
tenían que obedecer y honrar a tan poderosa y temible organización, rendirle tributo de
bienes y servicios y sobre todo, prestarle su concurso para construir los gigantescos
centros ceremoniales que, por mas de 1,500 años, señorearon el paisaje centro andino.
En la costa, entre 1,200 a.c. y 200 d.c.,
se dan hermosísimos ejemplos de lo Chavín que expresan, con matices y acentos propios de
las influencias locales, los valores fundamentales de la cultura. En Sechín, donde se
producen los más antiguos ejemplos se encuentran el Templo de Cerro Sechín y los
conjuntos de Moxeque y Palca. En el valle de Nepeña yacen los templos de Puncuri y Cerro
Blanco y en Moche el vasto complejo de Caballo Muerto, donde destaca la Huaca de los
Reyes.
En la Comarca de Lima lo Chavín se
expresa bellamente a través de todas las manifestaciones artísticas. La cerámica desde
Ancón hasta Curayacu, adquiere la aparente pesantez de las rotundas formas Chavinoides y
se adorna con los relieves "repujados" y la iconografía propia del estilo; la
textilería, de la que prácticamente no quedan restos, representa en complejas
composiciones a los ángeles-atigrados, adornados con serpientes y portadores de báculos;
la escultura reproduce en grandes modelados de barro coloreado o en finas tallas incisas
los misteriosos símbolos y extraños personajes de la compleja mitología Chavinoide y la
arquitectura amplía y perfecciona, en barro, el modelo de templo en U que se plasma en
los pétreos edificios de Huantar.
Todo ello está indudablemente inscrito
dentro del movimiento Chavín. La forma, el color, el sentido de la composición lo
críptico del lenguaje artístico, son del más puro estilo Chavín pero sin embargo hay
algo que diferencia estas expresiones limeñas de las composiciones Chavinoides costeñas
y serranas que le son contemporáneas Si bien es cierto que las obras comarcanas
impresionan e intrigan al espectador ellas no lo atemorizan. Las figuras deformes,
extrañas y desconcertantes no expresan la malevolencia y el deseo de hacer daño o de
inspirar pavor que caracterizan a los personajes que desfilan en los muros de Sechín o se
ocultan en los subterráneos de Chavín de Huantar. Parecería que la placidez y tibieza
del paisaje yunga hubieran aplacado la fiera agresividad artística de los adoradores del
homúnculo de colmillos de tigre, cabellera de serpientes y alas y garras de cóndor.
CENTRO CEREMONIAL DE GARAGAY
En la Comarca de Lima el más importante
monumento Chavín que se conoce es el Centro Ceremonial de Garagay. Este magnífico templo
en U es quizás uno de los más viejos ejemplos del movimiento Chavinoide en la Comarca,
pues data de alrededor de 1,200 a.c., o sea que es contemporáneo del Templo Viejo de
Chavín de Huantar.
El conjunto arquitectónico-urbanístico
es fruto del esfuerzo de varias generaciones, pues en la edificación de la pirámide
central se notan las sucesivas ampliaciones y superposiciones constructivas que son
típicas del proceso de ejecución de estos grandes monumentos. Los arqueólogos Rogger
Ravines y William Isbell (1975), responsables de las investigaciones en Garagay que
condujeron a importantes descubrimientos en 1975, han comprobado que existen tres etapas
constructivas que se expresan claramente a través de la morfología del templo y que
desde la construcción del Templo Viejo hasta la del Tardío, cuya volumetría es la que
conocemos transcurrieron más de 300 años, debiendo haberse edificado el llamado Templo
Medio, aproximadamente, en el año 1,200 a.c.
El conjunto ceremonial de Garagay asume
el típico patrón de asentamiento de los templos en U de la Costa central, con ciertas
variantes que pueden ser características comarcanas, pues ellas se repiten en otros
monumentos de la región. La pirámide principal está constituida por tres volúmenes: el
central, conformado por seis cuerpos sobrepuestos que se escalonan dando lugar a un juego
de terrazas y plataformas y dos volúmenes laterales, formados cada uno de ellos por tres
cuerpos escalonados. Se asciende por una gran escalera, axial, que conduce a un atrio
existente en el penúltimo nivel de la pirámide y desde allí se sube a la plataforma
superior donde debieron estar las instalaciones dedicadas a celebrar las más importantes
ceremonias religiosas.
El atrio es un hermoso espacio abierto,
también en forma de U constituido por un patio rodeado de tres terrazas, en la última de
las cuales se encuentran dos escaleras laterales que permiten el acceso a la plataforma
superior de la pirámide, Las paredes que cierra el espacio han debido estar íntegramente
decoradas por relieves de barro coloreado, similares a los murales descubiertos en los
muros que forman el ángulo NE del atrio, y su conjunto debió constituir uno de los más
bellos ejemplos del arte Chavín.
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Centro
Ceremonial de Garagay (foto Servicio Aerográfico Nacional, 1970) |
Ravines e Isbell (1975: 262- 263),
describen sucintamente los murales con las siguientes frases:
"Las figuras modeladas han sido
enlucidas con arcilla fina y pintadas probablemente con motas de algodón embebidas en el
pigmento. Los colores empleados son negro, blanco, amarillo, azul grisáceo, rojo y
rosado.. . . "
"Desde la entrada al atrio, lado
norte, las figuras aparecen rodeando el cuarto tal como si representaran una procesión
que se dirige de adelante hacia atrás, o quizá hasta únicamente las escaleras que
ascendían a la plataforma superior. Las imágenes siguen la misma dirección y forman
paneles que se separan uno del otro, mediante divisiones geométricas o esquinas del mismo
muro. Empezando por la entrada, las dos primeras imágenes han sido totalmente destruidas
al hecho que ignoramos el motivo. Suponemos, sin embargo, que el friso se iniciaba con una
división geométrica a la que seguía una imagen. El primer registro conservado es una
división geométrica, bastante dañada pero idéntica a las otras de su género. Le sigue
una imagen borrosa difícilmente identificable. Continúa la esquina NE del atrio y a
continuación se halla la segunda figura, constituida por una cabeza antropomorfa vista de
perfil, o tres cuartos de perfil, cuyos rasgos más notables son: una gran boca felínica
con tres enormes colmillos superiores, salientes; un ojo alado aparentemente cuadrangular,
con uno de sus extremos terminado en voluta, un apéndice nasal fantástico y una franja
amarilla que rodea la cabeza... "
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Decoración
en el atrio de la pirámide principal de Garagay (según Ravines e Isbell, 1975) |
"Siguiendo la cabeza hay otra
división geométrica y otro ser zoomorfo cuyo aspecto general es el de un insecto o
molusco mítico de cuatro patas, con cola de pez y cabeza felínica; puede haber tenido
alas en su espalda. Siguen a esta imagen una división geométrica y un panel que contiene
una imagen ya desintegrada e inidentificable. La siguiente imagen también se conserva
pobremente, pero rompe el ritmo de la procesión y cumple la función de pilastra lateral
de la escalera."
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Decoración
en el atrio de la pirámide principal de Garagay (según Ravines e Isbell, 1975) |
"En este caso la imagen no se
encuentra modelada directamente sobre la pared sino sobre un bloque que se proyecta 30 cm.
fuera de la línea de los frisos. Representa dos cabezas antropomorfas, casi simétricas
vistas de perfil, pero colocadas frente a frente y separadas mediante tres franjas
verticales. Los rasgos más notables de estas cabezas son tres colmillos superiores en
forma de sable y un ojo alado en el que las comisuras de los párpados terminan en una
voluta. Aparentemente tiene el mismo carácter de los otros relieves y ha sido hecho con
la misma técnica; sin embargo, no se ha aprovechado del volumen del bloque para una
representación en bulto..."
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Decoración
en el atrio de la pirámide principal de Garagay (según Ravines e Isbell, 1975) |
La parte superior de la decoración
parietal ha desaparecido por haberse cortado los muros al nivel del piso del atrio del
Templo Tardío que se construyó sobre el recinto de los murales. Este atrio,
perteneciente a las instalaciones del Templo Medio, se rellenó con desmonte para dar base
a las edificaciones tardías y gracias a ello se conservó la decoración mural que hoy
nos asombra.
La pirámide es de planta sensiblemente
rectangular, de 385 m. de frente por 155 m. de lado y alcanza una altura de 23 m.; delante
de ella existe un patio rectangular hundido que constituye una especie de vestíbulo por
donde se tiene acceso a la gran escalera frontal. El patio se encuentra en medio de un
espacio de 110 por 70 m. formado por dos cortos brazos que se desprenden del cuerpo de la
pirámide y tienen cerca de 3 m. de altura. La gran plaza está abierta al NO y delimitada
lateralmente por dos cuerpos que se ubican a los costados de la pirámide; tiene un área
aproximada de 90,000 m2. Los cuerpos laterales, o brazos del conjunto, son extrañamente
asimétricos, pues el izquierdo es mucho mayor que el derecho, siendo posible que ello se
deba a que dicho brazo haya estado en proceso de construcción. El brazo mayor tiene 260
m. de largo, 115 m. de ancho y 9 m. de alto, mientras que el menor tiene como dimensiones
correspondientes 140 mt., 40 mt. y 6 mt. Ambos brazos han sido construidos a base de
rellenos contenidos por muros perimétricos de piedra y debieron tener la forma de largas
pirámides escalonadas con escaleras centrales y edificaciones en la cima. En el brazo
derecho se puede apreciar claramente el proceso constructivo que se efectuaba para lograr
la remodelación del edificio y adaptarlo a las nuevas necesidades del culto. Los muros de
las habitaciones antiguas han sido cortados y los recintos rellenados con desmonte
apisonado para construir una plataforma, sobre la que se han levantado construcciones
correspondientes al Templo Tardío. Infortunadamente el recorte de los muros han destruido
la parte superior de los relieves que los adornaban y que eran tan hermosos como los del
atrio de la pirámide central. Entre los motivos de los murales, abstractos y figurativos,
destacan las figuras de unos guerreros, poderosamente modelados en barro, coloreados con
acres, rojos y azules cuyas figuras recuerdan a las representadas en los muros del Templo
de Sechín.
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Reconstrucción
hipotética del centro ceremonial de Garagay (redibujado de Ravines e Isbell, 1975) |
En el período Formativo, además del
Centro Ceremonial de Garagay, se construyeron en la Comarca muchos otros conjuntos, entre
los que sobresalen los de Chuquitanta, Infantas y Pampa de Cueva, en la cuenca del río
Chillón y los complejos de San Fernando, Cieneguilla y Cuatro Bocas en las márgenes del
río Lurín. Al finalizar este período, quizás un poco antes, deben haber existido en el
territorio andino ciertas facilidades de comunicación vial, pues sin lugar a dudas
existió intercambio cultural entre los centros de la época como lo prueban las
influencias Chavín en las culturas Paracas y Vicus. Naturalmente, la relación entre los
diferentes centros Chavín debió ser muy fuerte y frecuente para mantener la homogeneidad
de la cultura; dicha vinculación requirió, indispensablemente, de algún tipo de caminos
por rudimentarios que fueran. Igualmente, la afluencia de peregrinos a los centros
religiosos para consultar a los oráculos, celebrar ceremonias rituales y rendir tributo,
exigía la existencia de vías para el transporte de bienes y pasajeros.
En el caso de Lima, aún cuando no quedan
vestigios de los caminos de la época, es evidente que, por lo menos, debieron existir
vías comarcanas que ligaban entre sí a los grandes Centros Ceremoniales.
Poco antes del término del período
Formativo, aproximadamente 600 a.c., se principió a trabajar el oro en el mundo andino,
dándose inicio a la metalurgia y al arte de trabajar los metales o metalistería. Los
primeros esfuerzos se redujeron a laminar al oro de lavadero y a recortar y repujar las
planchas áureas resultantes, llegándose años más tarde a realizar trabajos de
fundición. Asimismo, aproximadamente 100 d.c. los antiguos peruanos comenzaron a explotar
yacimientos de plata y cobre y realizar trabajos que, como en el caso del oro, se
caracterizan por su sencillez.
La cultura Chavín no destacó en el arte
de trabajar los metales y por tanto en la Comarca de Lima prácticamente no existen
vestigios de metalistería durante este período.

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