INTRODUCCIÓN

Cerro el Pino. En la parte superior aún se observan los restos de un antiguo asentamiento, que en su mayor parte ha sido destruido.

Esta obra tiene el propósito de darle un vistazo, aunque sea fugaz, a la larga historia que se desarrolló en la comarca de Lima antes de la llegada de Pizarro y sus huestes españolas. Parece necesario hacerlo porque, en general, hay un gran desinterés por los temas culturales y una especial ignorancia y desapego por los asuntos relacionados con la historia. Esta equivocada actitud se acentúa marcadamente cuando se trata del pasado pre-hispánico o de todo aquello que sea fruto de culturas distintas a la que, supuestamente, caracteriza al Perú oficial.

“Antiguallas y cosas de indios” ha sido una expresión peyorativa, usual entre las clases pudientes y especialmente entre los limeños, para referirse a las manifestaciones culturales de otra época y a las realizadas por grupos étnicos, pasados o presentes, diferentes a los que tradicionalmente han constituido las clases gobernantes del Perú. Usando esa expresión a manera de slogan y en nombre del progreso y la modernidad, las oscuras fuerzas de la ignorancia, la incomprensión, el menosprecio discriminatorio, mercantilismo y la avaricia empresarial, han arrasado con gran parte de las manifestaciones culturales del pasado peruano.

Esta situación es especialmente grave en el caso  de Lima, zona en la que, por razones del centralismo imperante en el país, las inversiones económicas han sido y son infinitamente mayores que en cualquier otra región de la República y, por tanto, el crecimiento de la ciudad es extraordinario, y la construcción de instalaciones industriales y obras de infraestructura en los alrededores citadinos es muy cuantiosa.

Infortunadamente, la explosión demográfica-urbanística de Lima, como resultado de su falta de planificación, ha significado la casi total destrucción del Centro Histórico y el arrasamiento de los restos arqueológicos que se encontraban dentro del perímetro urbano y en las inmediaciones del mismo. Ministros emprendedores,  alcaldes modernizantes, constructores e inversionistas inescrupulosos, han causado un daño irreparable al Patrimonio Monumental de la Nación, ante la pasividad cómplice de las autoridades encargadas de defenderlo y la indiferencia de la opinión pública, ignorante del significado e importancia de los bienes culturales tan bárbaramente destruidos.

Así, el damero de Pizarro ha perdido su unidad urbanística y ha visto desaparecer la mayor parte de los monumentos arquitectónicos que le daban tan hermosa personalidad. Algunas calles se han anchado innecesariamente, otras constituyen absurdos tajos en el viejo contexto urbano y han significado el sacrificio de conventos, iglesias y casonas seculares. Se han derribado viejos y nobles edificios, que le daban carácter y galanura a la ciudad, para edificar en su reemplazo anodinas construcciones que rompen el espacio con sus volúmenes discordantes y afean el entorno con su presencia individualista y antiestética. También se han “modernizado” muchas edificaciones coloniales y republicanas, subdividiendo predios, tugurizando interiores, perforando muros, borrando portadas, descolgando balcones y mochando cornizamentos, para crear engendros arquitectónicos donde se arriman y compiten campalmente paneles de plástico y aluminio, marquesinas y vitrinas, avisos abracadabrantes y multicolores luces neón.

 

Huaca Santa Cruz, en Miraflores, cercenada por construcciones modernas

 

Mucho se ha destruido de la Lima Cuadrada y sus ampliaciones republicanas, pero algo queda de su pasado esplendor que hace intuir lo extraordinario del paisaje urbano desaparecido, y lamentar lo vandálico de la destrucción efectuada. Lima puede mostrar todavía algunos conjuntos urbanos de gran valor, varias calles en las que los balcones se saludan, en admirable sucesión de requiebros virreynales y republicanos, y muchas edificaciones, iglesias, conventos, palacios y casonas, en los que los amaneramientos del barroco y la severidad del neo-clasicismo se concretan muy limeñamente en la plasticidad del barro y de la quincha. Lo que es más, desde hace algunos años se ha despertado un fuerte interés por esos bienes culturales y tanto las autoridades del caso, coma organismos oficiales y entidades particulares, se preocupan actualmente por la supervivencia y restauración de tales monumentos.

Infortunadamente, es otro el panorama relativo a los restos del patrimonio cultural que nos han legado los hombres que vivieron, trabajaron y crearon obras de arte en el Perú, antes de que llegaran los españoles. Los objetos que tienen algún valor comercial son materia de un tráfico inicuo, se extraen de las tumbas donde se encuentran, se exportan ilícitamente del país y se atesoran en colecciones particulares, la mayor parte de ellas cerradas al público. Debido a ello, dichos bienes-muebles no cumplen con la misión cultural que les corresponde, pero mal que bien se conservan y es posible que algún día, recuperados para el país, contribuyan a hacer conocer a los peruanos de mañana la historia de sus antepasados aborígenes.

 

Huaca Wantille o Echenique, en Magdalena del Mar, reocupada por construcciones precarias

 

La situación de los relictos arquitectónicos urbanísticos de la Lima Pre-Hispánica es aún mucho más grave. Sólo se conservan reducidos a su mínima expresión, uno que otro resto de los que antes se encontraban, a cada paso, en lo que hoy es el área urbana de la capital. La destrucción de los bienes inmuebles ha sido implacable y casi exhaustiva; edificios, conjuntos monumentales y hasta poblaciones enteras han desaparecido bajo la llamada picota del progreso. Primero los agricultores, siempre ganosos de incorporar a su propiedad unos pocos metros cuadrados más de área de cultivo; luego los industriales y urbanizadores, para cuya avidez económica nada es intangible o respetable; y, finalmente, en tiempos recientes, los pobladores de barrios marginales, a quienes la pobreza y falta de ayuda oficial obligan a habitar extramuros y a levantar sus precarias viviendas en cualquier espacio baldío.

 

Huaca Santa Cruz, en Miraflores, abandonada y convertida en un basural.

 

Todos ellos, bien es cierto que con distintas motivaciones con la pasiva complicidad de las autoridades o con su directa intervención, han destruido gran parte del otrora riquísimo patrimonio arqueológico de la comarca limeña. Lo que es más grave la destrucción no aminora ni disminuye; al contrario, se acelera e intensifica al ser perpetrada hacienda del uso de los equipos de la tecnología moderna. Qué inofensivas nos parecen la barreta o sonda del huaquero y la lampa del agricultor, cuando vemos a las gigantescas palas mecánica y poderosos tractores hacer desaparecer en minutos toneladas de desmonte, entre los que se van restos humanos ceramios, textiles, adobes y dinteles pre-hispánicos de lo que fuera, poco antes, un importante monumento arqueológico.

Huaca Huallamarka o Pan de Azúcar, en San Isidro, reducida a su mínima expresión por una moderna urbanización (Foto Servicio Aerofotográfico Nacional, 1944)

 

¿Porqué ocurre este vandalismo en todo el Perú y especialmente en Lima? ¿Es posible que en Lima, la capital de un estado centralista, donde radican los Poderes Públicos Nacionales y los órganos encargados de la conservación del patrimonio cultural del país, se lleven a cabo, impunemente, tales crímenes de lesa cultura? Hay muchas respuestas para esos interrogantes y con seguridad una de las más válidas debe ser la que responsabiliza al mercantilismo de los capitalistas, poderosamente incentivados por las formidables presiones económicas que se dan en todos los campos de inversión que ofrece la capital.

 

Huaca Huallamarca o Pan de Azúcar reconstruida.

 

Pero también hay factores de tipo sociológico que intervienen importantemente, de la depredación del patrimonio cultural pre-hispánico y, muy especialmente, en la del arquitectónico-urbanístico. Estos son: la ignorancia general que existe respecto a la historia de Lima anterior a los españoles y la incomprensión, desprecio y discriminación que la mayoría de las clases gobernantes del Perú tiene por toda manifestación cultural que no les sea propia.

La historia de Lima Pre-hispánica no se conoce en su verdadera magnitud e importancia; no pasan de un puñado los estudiosos que se han ocupado del tema y no existe una visión integral del desarrollo histórico de la comarca capitalina. Para la mayoría de los limeños inclusive los medianamente cultos, antes de que Pizarro fundara Lima nada había sucedido en la vasta comarca que la alberga; por lo menos nada que valiera la pena tener en consideración. Independientemente del desinterés por el tema y de la poca afición a la lectura que caracteriza a tantos limeños, la verdad es que quienes escribieron la historia se las ingeniaron, por diversas razones, para desinformarnos y, lo que es peor, para deformarnos culturalmente.

El Padre Bernabé Cobo, autor de la “Historia de la Fundación de Lima”, narra que los tres veedores que Pizarro envío a recorrer el valle para seleccionar el sitio más conveniente para fundar la ciudad: “Escogieron pues, este valle... para asiento de la ciudad, el mismo que tenía un lugarejo de indios que en medio de él estaba...” ([1653] 1882: 18). No vio el Padre Cobo, o no quiso ver, el Centro Ceremonial que constituía el núcleo principal de la sede del curacazgo de Taulichusco y de cuyas huacas todavía quedan restos en los sótanos de la Casa de Gobierno y en los podios y basamentos sobres los que se erigieron el Palacio Arzobispal y la casa solariega de Jerónimo de Aliaga. Tampoco hace notar el cronista las obras hidráulicas que, situadas a pocos pasos de la actual Plaza de Armas, permitían irrigar todo el valle bajo, ni la existencia de la red de anchos caminos que unían al curacazgo de Lima con su principal de Ichma y con los Hunus cuyas cabezas estaban en Huadca, Caraguayllo y Armatambo, asientos de importantes poblaciones densamente habitadas y profusamente construidas.

No es cierto, pues, que los españoles no encontraran en el valle del Rímac manifestaciones de la alta cultura que poseían los pueblos que lo habitaban, pero los intereses políticos que representaban y sus prejuicios, propios de la Europa de la época, determinaron que contaran la historia en la forma que lo hicieron. Lamentablemente, esta visión española minificadora de la realidad de los curacazgos y señoríos del Tahuantinsuyo se vio reforzada por la versión de cronistas como Gracilazo, quien, por motivos de orgullo dinástico, realza desmesuradamente el rol civilizador de los Incas y afirma que antes de ellos los antiguos peruanos Vivian en la más completa beheteria y que “... tenían sus pueblos poblados sin plaza, ni orden de calles, ni de casas, sino como un recogedero de bestias”.

Posteriormente, la leyenda negra acerca de la incapacidad de los antiguos yungas se acrecienta y sus realizaciones desaparecen englobadas dentro de la obra de los Incas, a quienes por motivos sociopolíticos son los únicos que conviene recordar.

 

Mercurio Alto en el Cerro Muleria, Valle del Rímac convertido en un basural.

 

Así hemos sido educados los peruanos y naturalmente los limeños. Desinformados, alienados, deformados culturalmente; ignorando asuntos vitales para el conocimiento de nosotros mismos y la cabal comprensión del Perú. Jamás se nos dijo en las aulas escolares, ni siquiera en las universidades, a nivel general, que bajo el asfalto de las calles limeñas y entre los algodonales de la campiña se escondían los restos de extraordinarias civilizaciones pre-incas, algunas de ellas milenarias y todas ellas poseedoras de una alta cultura desde tiempos inmemoriales.

Ninguno de nosotros, durante su escolaridad, oyó hablar de Garagay, Huadca, Cajamarquilla y Armatambo. Si nos hubiéramos  enterado de las andanzas y realizaciones de los Chavines, Marangas, Waris y Yungas por las tierras de Lima es probable que hubiéramos aprendido a respetar y apreciar sus relictos y nos hubiéramos opuesto a la labor destructiva y disociadora que los representantes del Perú-oficial han perpetrado con todas las expresiones culturales de grupos étnicos distintos al que ellos representan o creen representar.

El problema, pues, ha sido y es dice el viejo aforismo: mal se puede apreciar y mucho menos defender aquello que no se conoce. Consciente de ello y empeñado en lograr la recuperación de Lima Antigua, la Municipalidad de Lima viene desarrollando un ambicioso plan de conservación y puesta en valor de los monumentos y conjuntos urbanos, uno de cuyos aspectos fundamentales es la difusión de la existencia de dichos bienes monumentales y de su importancia cultural.

La puesta en marcha del citado plan ha dado frutos en el campo de lo Virreynal y lo Republicano habiéndose desarrollado importantes acciones que han permitido la recuperación de la prestancia arquitectónica de muchos edificios y la ambientación y embellecimiento de varios espacios urbanos. Paralelamente se han principiado a trabajar en la defensa y conservación de los monumentos arqueológicos, poniéndose la divulgación de la presencia en la Comarca de Lima y en la ciudad misma, de numerosos relictos pre-hispánicos.

 

 

Esta publicación se inscribe dentro de programación. Se pretende hacer notar a los limeños que la historia se extiende mucho mas allá del 18 de Enero de 1535 y que, en el curso de una larga trayectoria, los antiguos pobladores de la comarca dejaron muestras excepcionales de su alta cultura laboriosidad y capacidad creativa. Tenemos la esperanza, casi la seguridad de que al tomar conocimiento de la antigüedad,  abundancia y riqueza del legado pre-hispánico y de su influencia en manifestaciones culturales posteriores, los limeños actuales sentirían orgullo de una estirpe que se remonta a los albores de la historia y principiarán a apreciar los viejos monumentos y a luchar por su conservación.

Este libro, pues, no pretende contar la historia de Lima Pre-Hispánica. Dicha tarea, que los historiadores deben emprender lo antes posible, sobrepasa grandemente la capacidad del autor y de los propósitos de esta publicación. Nos proponemos simplemente informar acerca del valor y la importancia del patrimonio arqueológico limeño, pero creemos lógico que la referencia  a los monumentos se realice siguiendo un ordenamiento  cronológico y relacionándolos al contexto social que les dio origen. Por ello, el trabajo asume la forma de un relato, en el que se da cuenta de los más importantes y característicos monumentos arqueológicos de cada época, así como de las circunstancias en que fueron realizados. Se pretende, en esa forma, darle cierta estructura al trabajo, simplificar su desarrollo y cumplir con la intención de divulgar los aspectos más trascendentes del patrimonio arqueológico de la Comarca.

El trabajo se apoya en la bibliografía histórico-arqueológica que existe sobre la Costa Central y muy en especial en el Registro Arqueológico de los restos prehispánicos que se encuentran en la Comarca Limeña, y en las observaciones realizadas personalmente en los monumentos citados. Infortunadamente, para el desarrollo del estudio, las referencias de los cronistas y de los viajeros sobre esta parte del territorio nacional son escasas y generalmente muy vagas, y los estudios contemporáneos igualmente poco numerosos y dedicados en su mayor parte a aspectos muy concretos y específicos de la problemática del tema.

En cuanto al Registro Arqueológico, realizado por encargo de INVERMET, (Agurto y Pazos 1982) los trabajos conducentes a su formulación se efectuaron durante 1981-1982, por lo que sólo se han podido estudiar los restos “sobrevivientes” de la gran destrucción arqueológica perpetrada a partir de la década del ’60. El lamentable vacío arqueológico existente ha podido ser salvado, en parte, mediante el estudio de la valiosa información gráfica que existe en el Servicio Aéreo Fotográfico Nacional, a partir de 1943, y por investigaciones realizadas en los archivos del lnstituto Nacional de Cultura (Agurto y Sandoval 1974; Agurto y Watanabe 1974).

En ciertos casos, dada la gran destrucción arqueológica que el desarrollo urbano ha significado para la Comarca, nos ha sido imposible encontrar restos de monumentos que, mediante su análisis, nos permitieran demostrar el tipo de vida que se llevaba en determinado período. Para solucionar el problema hemos recurrido a tomar de las zonas vecinas a la Comarca los ejemplos necesarios.

Creemos que el procedimiento es válido porque la Costa Central, que incluye a la Comarca limeña, está constituida por el litoral de los departamentos de Ancash y Lima cuya geografía, clima y ecología son muy parecidos. Naturalmente, las costumbres y hábito de vida de sus pobladores, tanto antiguos como contemporáneos, también son similares y semejantes debieron ser las soluciones arquitectónicas-urbanísticas que construyeron. Por tanto, a falta de ciertos monumentos “limeños”, hemos tornado en consideración los tipos correspondientes que, en la misma época, se construían en Casma, Supe y Chancay, por el norte y Chilca y Mala, por el sur.

 

CUADRO CRONOLÓGICO DEL DESARROLLO CULTURAL DE LOS ANDES CENTRALES

 

El trabajo se ha dividido en los siguientes capítulos:

I. Medio Físico, Clima y Recursos Naturales, en donde se describe el ámbito físico de la llamada Comarca de Lima, y las condiciones climáticas y ecológicas que ha tenido desde que los primeros pobladores llegaron a ella.

II. Talleres Líticos, Campamentos y Aldeas Tempranas, capítulo que cubre desde el año 10,000 a.c. hasta el 2,000 a.c., es decir versa sobre la Época Lítica y la Arcaica, en cuanto al Período Pre-Cerámico se refiere. A través del estudio de sus relictos más característicos se informa, en lo fundamental, acerca de la vida de los cazadores y recolectores, de los horticultores semisedentarios y de los primeros aldeanos y agricultores de la región.

III. Pueblos, Fortificaciones, Templos y Centros Ceremoniales, capítulo que cubre desde el año 2,000 a.c. hasta el año 700 d.c.,  o sea que se ocupa del Período Pre-Formativo de la Época Arcaica, del Horizonte Temprano y del Período lntermedio Temprano. Al estudiar los monumentos característicos de esas etapas del desarrollo de la Comarca, se trata, en lo fundamental, acerca de la actividad desarrollada en torno de los Centros Ceremoniales por los forjadores de la Alta Cultura Andina y posteriormente por los cultores de los Chavín y esos grandes constructores que fueron los Maranga.

IV. Tambos, Palacios, Huacas, Centros Administrativos y Ciudades, capítulo que cubre desde el año 700 d.c. hasta el año 1535 d.c.; en buena cuenta trata del Horizonte Medio, el Período Intermedio Tardío y el Horizonte Tardío. Mediante el estudio de los restos de la planificación física y del planteamiento urbano, que tan altos niveles alcanzara en las citadas épocas, se reseñan las acciones y realizaciones que llevaron a cabo en la Comarca los representantes del Estado Wari y de los Señoríos Yungas, así como de las disposiciones que tomaron los Incas para gobernar el territorio comarcano.


 




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