LA
INMIGRACIÓN CHINA EN EL PERÚ
Autor: Ricardo La Torre Silva* INTRODUCCIÓN En
1849 se inició la llegada de los culíes chinos, originada por la
escasez de mano de obra en la agricultura debido a la abolición de la
esclavitud por el Presidente Ramón Castilla. El destino no fue
exclusivamente agrícola, en los primeros años se les destinó tanto a
la agricultura como al trabajo en las islas guaneras y en la servidumbre
urbana. En
este comercio o trata de semi-esclavos participaron y se enriquecieron
hacendados, políticos y comerciantes. Este tipo de comercio fue una
de las formas de acumulación de capitales en el siglo pasado. Los
gobiernos que se sucedieron en la segunda mitad del siglo pasado dieron
apoyo, tanto al tráfico como al silenciamiento, al duro trato que los
hacendados infligieron a los culíes. Mediante
ley de 1849. llamada "Ley China", se permitió el ingreso
masivo de los trabajadores chinos. En octubre de 1849 acoderó en el
puerto del Callao la barca danesa "Frederick Wilhem"
trasladando a los primeros 75 culíes chinos al Perú. Entre los años
1849 a 1880 el lucrativo negocio de importar trabajadores desde China
Imperial trajo entre 90 y 100 mil chinos al puerto del Callao y a otros
puertos peruanos. La durísima travesía demoraba cerca de 120 días
en realizarse. Para
hacer posible el traslado de toda esta población hubo un engaño legal
que consistía en hacer firmar en la misma China un contrato a los
incautos "colonos". Los contratos se firmaban en
condiciones de presión por deudas y, de manera general, en
circunstancias de angustia individual de todo tipo. El Estado peruano
otorgó a particulares la facultad de importar esta mano de obra por
intermedio de concesiones mediante la suscripción de contratos. De
1849 a 1854 llegaron al Perú 4.754 chinos según datos de Castro
Mendoza (1). Cuando los barcos llegaban a los puertos, los contratos
de los chinos eran traspasados a sus patrones, que generalmente era hacendados. En
1851 los efectos en la agricultura se dejaron sentir con una mayor
productividad lo que originó que cerca de 98 empresarios se dedicaran
a este negocio. Esta nueva dinámica agrícola, gracias a la presencia
china, favoreció en los primeros años solamente a un sector
minoritario de los hacendados costeños. EL
CONTRATO
La
contratación era la forma jurídica legal para obtener y utilizar la
fuerza de trabajo de un culí. Consistía en un papel, por lo general
impreso, donde se precisaba los términos que se comprometían a cumplir
tanto el chino como el contratista. Mediante esta forma jurídica el
chino aceptaba, con su firma, trasladarse a otro país. Con evidentes
engaños y por necesidad, el culí daba su firma en China al
contratista o a uno de sus empleados y al momento de hacerlo recibía un
dinero de adelanto. Con esta aceptación lo trasladaban al Perú donde
debía trabajar para el propietario de una hacienda u otro establecimiento
en las condiciones precisadas dentro de las cláusulas del contrato. Sin
la legalidad de los contratos hubiese sido dificil el tráfico de
miles de culíes, pues no hubiera habido el consentimiento de los
estados comprometidos en esta trata (Perú, Portugal, Inglaterra y
China). La
forma jurídica empleada fue la del colono dentro del marco de la
inmigración china para el Perú. Estaba vigente en 1852 el Código
Civil que, en el Libro Primero, Título Quinto, establecía: "Nadie
nace esclavo en el Perú"; y, el esclavo que venía del exterior,
era libre desde que pisaba el territorio de la República conforme al
artículo 17 de la Constitución Política del Estado de 1860 Título 4º,
Garantías Individuales que establecía: "No hay ni puede haber
esclavos en la República". Sin
embargo, el trato que se les dio fue la de verdaderos esclavos. Las
leyes peruanas sobre los extranjeros no les fue aplicada. El Código
Civil, en el Art. 33, normaba que: "Los extranjeros gozan en el
Perú de todos los derechos concernientes a la seguridad de su persona
y de sus bienes, y a la libre administración de éstos". Lo que sí
se les aplicó fue el Art. 37 del mismo cuerpo legal: "El extranjero
que se halla en el Perú, aunque no sea domiciliado, puede ser obligado
al cumplimiento de los contratos celebrados con peruano, aún en país
extranjero, sobre objetos que no estén prohibidos...". Conviene
examinar las condiciones del contrato pues de su cumplimiento o
incumplimiento dependía la normal asistencia y dedicación en el
trabajo y, en buena cuenta, la estabilidad y armonía en las haciendas.
El culí recibía su remuneración de tres maneras diferentes: pago en
dinero, pago en especies (alimentos y vestimenta), pago en servicios
(medicina y vivienda). También la obligación de recibir alimentos,
vestimenta y atención médica. Todo ésto en conjunto era el pago que
recibía el chino. A cambio de eso el culí debía ponerse bajo las órdenes
del empresario para entrar a trabajar en clase de cultivador,
hortelano, pastor, criado o trabajador en general por espacio de ocho
año contados desde el día en que entraba a servir. Durante dicho período:
" ... arará los campos, desmontará terrenos. cuidará ganados,
atenderá las huertas y hará cualquier otra clase de trabajo, cuando
para ello sea requerido, además debe aportar su conocimiento mecánico
y artesano que pudiera conocer, además de trabajar las Islas
Guaneras". A
diferencia de los tiempos coloniales, los hacendados no procuraron el
control de la masa de chinos instruyéndolos en la religión católica.
Les permitieron que continuaran con sus prácticas religiosas
facilitando el uso de locales donde los culíes colocaban imágenes de
sus santos. Los hacendados tuvieron como base para sus exigencias el
contrato que los culíes "por voluntad propia" habían firmado
en China y en el cual se precisaba las obligaciones de ambas partes. A
pesar que el contrato quedaba en manos del hacendado, en algunos casos
registrados legalmente no era desconocidos por los culíes. Los
culíes se defendieron del abuso, sobre todo tomaban nota de la fecha en
la que habían ingresado al trabajo. Desconocer o no recordar esta
fecha era perder la posibilidad de salir definitivamente de la
hacienda. Ciertos procedimientos y tratos utilizados no estaban
escritos pero sirvieron para regir la vida cotidiana de la gente. No
estaba escrito, por ejemplo, aplicar castigos físicos. Sin embargo los
hacendados lo hicieron con mucha frecuencia y severidad. Lo hacían
porque esa era la norma usual para controlar a los trabajadores de sus
haciendas. Los
castigos corporales se aplicaron a los chinos cotidianamente en las
propiedades agrícolas y también fuera de ellas. En esos años, cuando
hubo reclamos por estos castigos, preferentemente en casos flagrantes
que produjeron escándalos públicos, los gobiernos y periódicos de
entonces trataron de ocultarlos, utilizando procedimiento judiciales
como testigos que dieran constancia de falsos hechos. También era cotidiano
los castigos más sofisticados como el cepo, la barra, los azotes, la cárcel,
el diario encierro en los galpones y, en casos extremos, las ejecuciones. La
presencia del Estado era muy débil. Se quedaba en las puertas de las
haciendas y si las tocaba era para pedir a los hacendados sus
"contribuciones". La
semiesclavitud asiática había logrado que hubiera en las haciendas un
cierto equilibrio social que se manifestaba de diferentes maneras.
Frente a los abusos excesivos se generaba una respuesta violenta a la
que temían los hacendados. Por eso era normal que cualquier hacienda
tuviera una buena cantidad de armas.
Desde
que fue descubierto el guano como abono, en la década de 1840‑50,
la explotación fue incrementándose año tras año. Recién en 1853 el
Gobierno peruano tuvo un estudio de su contenido y planos elaborados por
Raimondi para su mejor conocimiento. La
explotación del guano estaba en manos de consignatarios, quienes
utilizaron la mano de obra china, polinésica y negra para la exportación.
Las peores condiciones de trabajo que encontraron los chinos fue en las
islas guaneras. Por este motivo, cuando apenas se iniciaba la trata
amarilla a Perú, se prohibió, así se precisaba en los contratos, que
los culíes fuesen a trabajar a las islas. Pero, como el cumplimiento de
las prohibiciones estaba condicionado a las "necesidades
nacionales", los chinos trabajaron siempre en las islas y lo
hicieron junto a presidiarios, a negros manumisos o libres y a los
canacas (nativos de Oceanía). El
"Illustrated Times" de Londres, el 5 de marzo de 1859 nos
narra lo siguiente: "
... Quien escribe esta crónica visitó hace poco tiempo las Islas
Chinas. El trabajo de excavación de guano lo hacían los chinos y había
entre 250 a 300 embarcaciones cargando. Algunos han dicho que habría
guano sólo para ocho o diez años si se hacían extracciones en tal
cantidad como se estaba efectuando entonces". Sin embargo, en un
artículo aparecido en el "Guano Diggers" en "Household
Worlds" 1853, el escritor estimaba que había 250 millones de
toneladas en las islas de Chincha y que tomaría 180 años para
limpiarlas. El valor de los depósitos estaba estimado en 1,250 millones
de Libras Esterlinas...". Testigos
oculares pintaron un sombrío cuadro de la suerte que corrían los culíes
empleados en las islas de guano. Unos sesenta obreros chinos consiguieron
burlar la vigilancia de sus guardianes y se suicidaron sobre las rocas,
"... dos docenas de azotes (a los chinos) los dejaban sin
respiración y cuando los soltaban, al cabo de treintainueve, después
de dar unos pasos vacilantes, caían al suelo. Eran llevados al hospital
y las más de las veces si se recuperaban, se suicidaban". Uno
de los empresarios dedicados al tráfico de chinos fue Pedro Denegri,
quien contrató a Giuseppe Garibaldi, durante su permanencia en el Perú,
para iniciar el tráfico. El 5 de Octubre de 1851, a bordo del buque
inglés "Bolivia", llegó Garibaldi al puerto del Callao (2)
según testimonio ocular de Francisco Dabadie, profesor de idiomas
residente en Lima (3). El
10 de Octubre de 1851, Garibaldi y su amigo fraterno Carpaneto
suscribieron un contrato con Pedro Denegri para efectuar un viaje a
China. El 30 de Octubre de 1851 partió al puerto de Chincha el navío
"Carmen" de 346 toneladas al mando de Garibaldi. El 9 de
noviembre llegó al puerto de Pisco, a las 9 de la noche. El día 10
Garibaldi desembarcó para pagar el derecho de embarque de guano,
llegando a la isla guanera de Chincha el día 11. Con el cargamento
partió para el Callao el 21 de noviembre adonde llegó el 24 de
noviembre de 1851 (5). El 10 de enero de 1852, con la carga completa,
partió con destino a Cantón y Manila (6). Garibaldi
regresó de China con un cargamento de culíes para las haciendas, el 28
de enero de 1853 (7). Luego, Pedro Denegri contrató al italiano Luis
Camagli para continuar el negocio. El
gobierno peruano envió una comisión científica a las Islas Chincha
para efectuar los planos y medir el guano que contenía. Dicha comisión
estuvo integrada por Antonio Raimondi, José Castañón, Fermín
Asencios, Francisco Cañas, José Eboli y Manuel J. San Martin. Raimondi
nos narra su viaje: "Visité en 1853 las afamadas Islas de
Chincha formando parte de su comisión enviada por el Supremo Gobiemo,
con el objeto de medir la cantidad de guano que existía. Ví con
asombro ese inmenso depósito de amoníaco, de más de cuarenta metros
de espesor que desgraciadamente ha concluído con poco provecho de Perú. Pude
en aquella ocasión convencerme con mis ojos, por los restos de las
aves, y por los huevos transformados en guano, hallados de materia orgánica,
es realmente formada de excrementos de aves marinas acumuladas
lentamente durante muchísimos siglos y, por consiguiente, que no
tiene origen misterioso e hipotético que ha querido darle recientemente
un viajero alemán..." (8) La
correspondencia entre Raimondi y Alejandro Arrigoni (9) es bastante
elocuente para apreciar el trato inhumano que se les infligió a los
chinos. Arrigoni escribió a Raimondi el 26 de febrero de 1853: "En
las tardes les curo las espaldas abiertas por los látigos a estos
pobres desdichados y al día siguiente en la mañana vuelvo a curarle
las mismas heridas abiertas nuevamente por el látigo...".
"Los víveres que consumimos en el Hospital son bastante
apreciables: galletas, carne salada, tocino,arroz, frijoles, harina,
manteca, azúcar, cacao, ají y vinagre. Todo ésto, en los primeros días,
era de buen sabor: pero al poco tiempo el tocino y la carne salada
empezaban a tener un sabor a rancia, las galletas se agusanaban y los
frijoles se llenaban de gorgojos. La dieta diaria de los chinos era
elemental: arroz y pescado". Un
testigo de la vida en las islas de Chincha fue Ricardo Palma, quien
tenla 19 años de edad en ese entonces. Palma recibió su nombramiento
de oficial 3º del cuerpo
político, el 7 de febrero de 1852, día de su cumpleaños, pero recién
se embarcaría el 13 (16 en otros documentos) de marzo del año
siguiente en la goleta "Libertad" de estación en las islas de
Chincha (10). Ostentaba el cargo de contador que lo asumió a partir
de octubre de 1853, en remplazo del oficial del mismo grado de nombre
José Ezeta. Mientras Ezeta esperaba un nuevo destino, Palma tuvo que
desempeñar otras tareas en el bergantín "Libertad" como el
de comandante de la nave en algunas veces.
El
gobernador de las islas era el capitán de fragata Pedro José Carreño.
Las Islas de Chincha eran tres y se las identificaba como la del
Norte, la del Centro y la del Sur. Situadas frente a Pisco, distaban de
tierra aproximadamente dieciocho kilómetros. En los correspondientes
derroteros, que sobre la costa del Perú escribieron Aurelio García y
García en el siglo pasado y Rosendo Melo en los primeros años del
presente, hay información muy apreciable sobre ellas. Una flotilla de
botes, balandras y lanchas‑cisternas las surtía de agua que
llevaban desde Paracas y los víveres se cargaban en Tambo de Mora. La
peonada, constituida por chinos traídos desde la colonia portuguesa de
Macao (de allí el mote de "macacos"), realizaba su tarea de
palear las deyecciones de las aves en condiciones infrahumanas desde
las primeras luces del alba hasta el atardecer (11). El penetrante olor
a amoníaco del guano era insoportable, a lo que se unía el sol
calcinante, el mal trato de los capataces peruanos y el ensañamiento
inusitado de los caporales chinos (cuchillos de sus hermanos de raza) y
la mala comida (12). Muchos culíes, para librarse de ese infierno, como
ya lo dijimos, optaron por el suicidio. Las islas servían además
como lugar de reclusión: "En el presidio establecido en la Isla
Norte se encuentran más de doscientos rematados, gente inmoral de suyo
y con la que es preciso ejercer la más activa vigilancia"
‑decía el comandante de las islas a la jefatura superior del
departamento de marina del 7 de noviembre de 1853 (13). Las enfermedades
comunes de todos los días, eran bronquitis, reumatismo y diarreas. Todo
eso, sin duda, fue visto por don Ricardo Palma, quien estuvo en las
islas de Chincha hasta el mes de marzo de 1854, en que lo trasladaron a
la Comandancia General de Marina en calidad de amanuense. Sin embargo,
de aquella época no quedó recuerdos en sus Tradiciones. ¿Por qué,
ni aún con el correr de los años, no dijo algo al respecto? Las
protestas sobre el trato a los chinos empezaron a preocupar en las
relaciones internacionales del Perú con China. En 1857 ocurrió un
acontecimiento que originó un conflicto diplomático. La barca
nacional "Carmen" era capitaneada en marzo de 1857 por el
italiano Luis Camagli, desplazaba 343 toneladas y era propiedad de Pedro
Denegri, dueño también de la "Petronila" y de la
"Santiago" y del bergatín‑goleta "Carolina",
embarcaciones utilizadas para el tráfico de culíes al Perú. El 9 de
ese mes naufragó en su travesía de Suatao al Callao, con 260 chinos
contratados para trabajar en las haciendas costeras, según el informe
del cónsul en Hong Kong, Nicanor Tejerina, publicado en las páginas
de "El Comercio", el 18 de julio de 1857. La
embarcación se fue al fondo del mar no a causa de vientos fuertes ni de
temibles temporales sino por un voraz incendio provocado por un grupo
de culíes. Leamos cómo fue la tragedia: "El domingo 8 de marzo a
la altura de la gran Natunas, de 7 a 8 de la noche, el intérprete
advirtió al capitán que los culíes proyectaban una revuelta e
intentaban tomar el buque (pero) fueron forzados a descender al
entrepuente. A la mañana siguiente entre siete y ocho culés subieron a
cubierta y permanecieron tranquilos hasta que la tripulación fue a
almorzar. Algunos chinos fueron al lado de la proa y derramaron una
cantidad de paja encendida en la bodega, la cual cayó en las camas
(colchones de paja). La tripulación se armó rápidamente y los chinos
fueron forzados a bajar al entrepuente. El capitán procuró arrojar
fuera de su bordo la pólvora del buque y entonces se contrajo a
extinguir el fuego cerrando las escotillas; pero todo fue en vano: las
llamas se apoderaron rápidamente de todo el buque, permitiendo únicamente
echar al agua dos botes. El capitán, oficiales de mar y tripulación,
en total catorce, y siete pasajeros, habiendo podido recoger algunas
armas, pero sin agua ni provisiones, abandonaron el buque". Luis
Camagli, el capitán, al volver a la nave en uno de los botes, no para
abrir las escotillas y liberar a los chinos, sino por algo que sirviese
de velas, encontró la muerte al caerle los palos de unaj arcia y
desapareció entrampado en su propio infierno. Con él sucumbieron
tres chilenos, dos italianos, un griego y cuatro personas más. No era
un caso aislado. Todos los capitanes fueron siempre arbitrarios,
impusieron su propia ley y eso les ganó el odio de su carga humana. En
el otro bote se salvaron el piloto, cuatro tripulantes y siete
pasajeros, entre ellos los peruanos Atanasio Candamo, Manuel Rivera y Tomás
Collazos. Todos los chinos perecieron.
A
pesar de las protestas el Gobierno continuó permitiendo la formación
de empresas destinadas al tráfico de culíes al Perú. Los chinos
llegados al Perú entre 1855 a 1874, año en que se suspendió
temporalmente, fueron (14): 1855
‑ 59
2,964 1860‑
64
14,738 1865
‑ 69
21,639 1870
‑ 74
48,039 En
mayo de 1872. partió del Callao el barco peruano "Mariluz"
con destino a Macao, con el objeto de traer 255 culíes para las
haciendas del Norte. Debido a una tormenta, la mencionada nave fletada
por Emilio Althaus sufrió una grave avería el 10 de julio de 1872,
teniendo que efectuar una escala obligada en Yokohama, en territorio
japonés. El trato para los culíes era inmisericorde, morían un tercio
en el trayecto. Uno de ellos escapó y se refugió en una nave británica,
en donde solicitó ayuda, protección y amparo. El Encargado de Negocios
de la Gran Bretaña, por denuncia del comandante del barco inglés,
gestionó ante las autoridades japonesas una investigación para
llegar a la verdad en cuanto a la grave denuncia del chino evadido.
Se estableció que las condiciones eran insuficientes y atentatorías a
la vida y en consecuencia se determinó que los culíes se encontraban
en libertad para abandonar el "Mariluz". Nuestros
asuntos en el Japón estaban en manos de la Legión Norteamericana.
Por este motivo, el Encargado de Negocios Estadounidenses comunicó
los hechos al Gobierno Peruano. El presidente Manuel Pardo decidió
enviar una Misión Diplomática al mando del Comandante García y
García. Este llegó con diez representantes a Yokohama y, el 3 de marzo
de 1873, presentó en Edo (Tokio) sus credenciales al Emperador Meiji,
llamado Ten Ho, el "Hijo del Cielo". A la presentación de las
credenciales al Emperador se realizó un acto significativo en el puerto
de Karuhue, donde por primera vez se izó la bandera peruana y se tocó
el Himno Nacional en el Japón. Esta ceremonia tuvo su similar el 19
de octubre en el Callao, donde también se izó la bandera japonesa y
se dejó escuchar el Himno Imperial del Japón. Las
negociaciones se centralizaron en dos puntos: la solución del
problema del barco "Mariluz" y la firma de un tratado
pennanente de paz, amistad, comercio, navegación y relaciones
diplomáticas con el Japón. Para
el "impasse" del barco, se firmó un protocolo que sometía
el mencionado problema al arbitraje del Zar de todas las Rusias, quien
debía señalar si el Japón se excedió o no en la actitud adoptada.
Las negociaciones tuvieron lugar en San Petersburgo. Nos representó el
diplomático José Antonio Lavalle. Dos años después, en 1875, el Zar
dio su fallo. Por razones humanitarias, el Japón había cumplido con
liberar a los culíes. El Perú aceptó plenamente el fallo. El
Comandante García y García terminó su misión con la firma de un
Tratado de Paz, Amistad, Comercio y Navegación, que establecía
representantes diplomáticos en ambos países. En cuanto a las importaciones
y exportaciones mutuas, se aplicaría la cláusula de la nación más
favorecida. Ambas naciones se reconocían iguales derechos, privilegios
e inmunidades y las ciudades y puertos estarían abiertos a los barcos
de ambos países, facilitándose el intercambio comercial.
La
suspensión del tráfico de culíes al Perú significó un gran problema
para los hacendados. Cualquier hacendado tenía aún el trauma generado
durante décadas por la ausencia o escasez de mano de obra. Para
evitar la crisis intentaron mejorar las condiciones de trabajo de los
culíes. Primeramente, cuando los hacendados se dieron cuenta que muchos
chinos cumplirían sus ocho años de trabajo crearon la
"yapa". La
"yapa" era el tiempo añadido que, por lo general, era de
seis meses, a los ocho años a los que estaban obligados los chinos.
Se justificaba diciendo que durante los años que los culíes estuvieron
en la hacienda pudo ocurrir que faltaron al trabajo algunos días por
distintos motivos y en consecuencia con la yapa cumplían a cabalidad
sus ocho años. La mala imagen internacional del Perú se incrementó
cuando un hacendado norteño marcó con hierro candente a 48
inmigrantes chinos. El gobierno tuvo que decir que la denuncia era
falsa.
Se dispuso partidas especiales para publicar en Europa la venida
de inmigrantes al Perú. Con esa finalidad el presidente Mariano Ignacio
Prado, 1876-1879, llevó a cabo el Plan de la "Sociedad de
Inmigración Europea" diseñado en 1872 por el presidente Manuel
Pardo. El
Plan de Pardo tenía como finalidad incrementar la producción a través
de la recuperación de tierras, en abandono o descuidadas, para el
cultivo, así como nuevos proyectos de irrigación para aumentar áreas
de cultivo, con energía de trabajo importada. La Sociedad tuvo cinco
comités y debía controlar la inmigración en las áreas de
procedencia: a) Reino Unido: b) Francia, Bélgica, Suiza; c) Alemania,
Austria, Holanda: d) Suecia, Noruega, Dinamarca; y e) Italia, España,
Portugal. La
Sociedad de Inmigración asumía el costo del transporte en barco desde
el puerto de origen hasta el Callao. Existía la libertad de trabajo que
ellos deseaban. Si se presentaba dificultades, la Sociedad les debería
ayudar auxiliándolas a través de la Casa de Asilo durante ocho días.
Los inmigrantes debían gozar de buena salud, reputación y no
superar la edad de 55 años. La Sociedad acogió cerca de 3,000
inmigrantes, la mayoría italianos hasta finales de 1875. El costo total
de la operación para el Estado fue de 6'000,000 de soles. Sin
embargo, en la agricultura los hacendados prefirieron a los culíes y
no dieron oportunidad a los inmigrantes europeos dado el gasto que
demandaba sus servicios. A
partir del tratado de Tienen Rsin, firmado en 1874, el Perú y China
establecieron relaciones diplomáticas. Los hacendados creyeron que
el tráfico se reiniciaría rápidamente pero éste se volvió
imposible. A fin de evitar su ruina, crearon una ficción jurídica, el
"recontrato" o "enganche". Aquel
culí que lo deseaba podía volver a contratarse en las mismas
condiciones que antes pero con una diferencia muy atractiva para los
chinos: la cantidad de dinero que por el contrato recibieron antes los
traficantes de semi‑esclavos asiáticos se les entregaba en
proporción al tiempo de recontrata que habían aceptado. Esto permitió
a los hacendados continuar tranquilos durante algunos años sin que
renaciera el trauma de escasez de "brazos". Al
recontratarse un culí, el hacendado pagaba la octava parte de lo que
había pagado por los ocho años del contrato inicial con el chino. El
intermediario desaparecía. Ese adelanto significó aproximadamente
un real por cada día del año. Ese "inmenso" monto de dinero
adelantado posibilitaba salir de la hacienda a los trabajadores chinos
una vez que llegaba el momento de su libertad, pues abría el camino
para incursionar en otras actividades. En especial, ingresaron en el
pequeño comercio en los pueblitos próximos a las haciendas costeñas. La
guerra del 79 al 83 destruyó la economía nacional y las haciendas
quedaron arruinadas. FIN
DE LA ESCLAVITUD Preocupado
el Gobierno Chino por la suerte de sus connacionales, decidió enviar
una comisión para investigar con las autoridades peruanas la condición
de los culíes. En 1887 se creó una comisión mixta compuesta por
representantes del gobierno peruano y del imperio chino. La comisión
visitó las haciendas de varios valles costeños. Estuvo presente en
Cañete, Huaura, Supe, Pativilca, Ica, Pisco, Palpa, Nazca, Santiago,
Santa, Nepeña, Zaña, La Leche, Jequetepeque, Santa Catalina (Trujillo)
y en dos haciendas cajamarquinas, donde también trabajaban chinos. No
pudo ingresar a la hacienda del valle Chicama, con excepción de Tulape,
propiedad de la familia Larco, porque los dueños se opusieron. La
comisión comprobó que muchos chinos ya no estaban en condición de
contratados o recontratados, pues había transcurrido mucho tiempo desde
que concluyeron los plazos de trabajo. Al
no poder pagar los hacendados un mayor incremento de sueldo dejaron a
los trabajadores chinos. Algunos hacendados tuvieron que dar lotes de
terreno a sus ex‑trabajadores por no poder pagarles o trataron
de revivir la institución del "yanaconaje" con la población
campesina de la sierra. Luego
de la Guerra del Pacífico, la situación fue diferente en la
agricultura costeña, generándose una masiva migración interna de
campesinos de la sierra hacia la costa que originó un precio más cómodo
para el hacendado. Por ello, el trabajador chino fue dejado de lado. A
fines del siglo XIX, la presencia china en el campo era mínima. Su
presencia en las ciudades es otra historia. *Ex
director del Museo Raimondi de Lima NOTAS 1.
Castro Mendoza, Mario. "La Marina Mercante de la República",
Lima. 1980. 2. El Comercio, Lima 5 de octubre de 1851. pág. 2:
"Saludamos con placer al ilustre guerrero, sostenedor de
la
independencia de la República del Uruguay por la feliz llegada a esta
capital". 3.
Francisco Dabadie. "Episodios inéditos de la vida de Garibaldi"
en la Revue Francaise, 10 de julio de
1859. pag. 509. 4.
Garibaldi, Vittotio Emanuele, Cavour. Nel Fatti Della Patria ‑
Bologna ‑ Zanichelli. 1911. Facsímil del diploma signado con el número
10 pág. 24. Documento actualmente en poder del Museo del Risorgimento
de la ciudad de Milán. 5.
El 6 de diciembre 1851. Garibaldi tuvo la famosa pelea con el
francés Ledos. El Comercio. 10 de diciembre de 1851. pág. 3, col. 4. 6.
Durante el tiempo que navegó en el "Carmen" Garibaldi
llevó un diario a bordo. Actualmente el diario se encuentra en el
"Archivo de Estado de Palermo" (A.S.P.). Archivo 1, número
202. 7.
Garibaldi partió definitivamente del Perú el 31 de octubre de
1853. S.
Antonio Ralmondi. El Perú. Mis primeros viajes. Parte
preliminar, tomo I. capitulo I, 1874. 9.
El Dr. Alejandro Arrigoni, amigo de Raimondi, arribó al Perú en
compañia de Raimondi el 28 de julio de 1850. Murió en Lima en 1895. 10.
Libro copiador Nº 47, folio 636, Escalafón de Marina. Libro
copiador Nº 693, folio 192, Goleta "Libertad" 1853,
Documentos 38 y 40 del Museo Naval. 11.
No sólo en las Islas de Chincha. También se les explotaba en
los depósitos de Pabellón de Pica y Punta Lobos, incluso cuando ya se
protestaba por tanto abuso. 12.
ídem 10. 13.
Goleta "Libertad" 1853. Comandancia General de
Marina.Documento Nº 8. folios 12 y 13. 14.
Humberto Rodriguez Pastor, "Hijos del Celeste Imperio en el
Perú" (1850‑1900), p.26, 1989.
|