CONSIDERACIONES SOBRE EL
APORTE DE VIKTOR E. FRANKL A LA PSICOLOGÍA Y LA PSICOTERAPIA
Por DAVID SIRLOPÚ*
* Pontificia Universidad Católica de Chile.
Resumen
Se revisan algunos aspectos de la biografía y obra de Viktor E. Frankl (1905-1997),
creador de la logoterapia, corriente psicológica que se apoya en una concepción
antropológica que considera al ser humano como un ser bio-psico-socio-espiritual, al que
lo motiva una férrea voluntad de encontrar sentido a su existencia.
Summary
Some aspects of the biography and work of Viktor E. Frankl (1905-1997) were reviewed. This
psychiatrist was the author of the logotherapy, a psychological current based in an
anthropological conception that considers the man as a bio-psycho-socio-spiritual being
motivated by a strong will to find the sense of his existence.
PALABRAS-CLAVE: Viktor E. Frankl, logoterapia, voluntad de sentido.
KEY WORDS: Viktor E. Frankl, logotherapy, will of meaning.
Los decenios iniciales del siglo XX
fueron escenario de la ciclónica renovación de los cánones dominantes en las ciencias y
las artes, renovación que fue guiada por estupendos creadores de la talla de Freud,
Einstein, T.S. Eliot o Picasso, por citar algunos nombres1. Esa época marcó
también el establecimiento de la psicoterapia moderna, fruto del esfuerzo independiente
de numerosos pensadores, entre los que sobresalió Viktor E. Frankl, padre de la
logoterapia.
1. La persona
Viktor Emil Frankl nació en Viena el 26 de marzo de 1905 en el seno de una acomodada
familia judía. Pasó una niñez y adolescencia tranquilas, pese a haber transcurrido
durante el convulso periodo de la Primera Guerra Mundial. Siendo todavía un joven
estudiante de medicina, Frankl envió a Sigmund Freud un artículo concerniente a la
mímica de la afirmación y negación que - para sorpresa de aquel - fue publicado en la
prestigiosa Internationale Zeitschrift für Psychoanalyse. Este hecho propició su ingreso
al movimiento psicoanalítico, del cual se alejaría poco tiempo después, insatisfecho
por el énfasis que Freud y sus seguidores otorgaban al inconsciente en el gobierno de la
conducta humana.
Su ansia por conocer propuestas distintas lo llevó a trabar amistad con Alfred Adler,
quien acoge con beneplácito su concurso, invitándolo como expositor en el Tercer
Congreso Internacional de Psicología Individual en Düsseldorf (1926). En dicho evento,
Frankl leyó una ponencia en la que ya mostraba cierto distanciamiento de los presupuestos
adlerianos, aunque no de modo palmario, deslizando aspectos relativos a la responsabilidad
personal, temas que desarrollaría extensamente dentro del marco de la logoterapia.
Por aquel entonces, los diarios noticiaron el aumento de actos vandálicos, depresiones e
intentos de suicidio entre la juventud vienesa. Sensibilizado con tal cuestión, Frankl
propuso abrir centros de escucha en lugares donde se concentrara gran cantidad de
jóvenes. El propio Adler, Oswald Schwarz y Rudolf Allers, entre otros integrantes de la
escuela adleriana apoyaron a Frankl y se abocaron a esta tarea, consiguiendo que al cabo
de unos meses la prensa informara que la tasa de suicidios había disminuido
considerablemente, siendo esta iniciativa copiada en otras ciudades europeas. En 1930,
Frankl se graduó como médico en la Escuela de Medicina de la Universidad de Viena,
ingresando a trabajar a la clínica psiquiátrica de dicha casa de estudios.
Posteriormente, en 1936, se especializó en Neurología y Psiquiatría2.
La invasión de Austria por parte de las tropas nazis y el consiguiente estallido de la
Segunda Guerra Mundial, sembró el terror entre los judíos, quienes se vieron obligados a
abandonar su país. En virtud de sus contactos, Frankl logró conseguir la visa para
emigrar a los Estados Unidos de Norteamérica pero dicha fortuna no alcanzó a sus padres,
por lo que dejó sin efecto su viaje. Pese a la vecindad de un futuro lúgubre e incierto,
en los albores de 1942, contrajo matrimonio con su prometida de muchos años, Tilly. La
dicha, empero, fue efímera; a fines de ese año, Frankl y su familia fueron detenidos y
trasladados a diferentes campos de concentración junto con cientos de miles de judíos.
Allí Frankl sufrió el despojo de sus pertenencias, la anulación de sus señas de
identidad consistente en la asignación de un número (el suyo fue 119104), y el
confinamiento en sórdidas barracas.
Mucha tinta ha corrido denunciando las atrocidades perpetradas en Auschwitz, Dachau,
Buchenwald, etc. En su momento, valiéndose de finas observaciones psicológicas, Frankl
esbozó la particular dinámica establecida entre seres humanos conscientes de su
existencia precaria, descubriendo que incluso en ese infierno, podían darse actos
desprendidos, enaltecedores, en suma, humanitarios, como cuando relató las visitas que
les hacían algunos hombres a los barracones, contagiando de esperanza a los que la
habían perdido o regalando el último trozo de pan con el que contaban. "Puede que
fueran pocos en número, - escribió Frankl - pero ofrecían pruebas suficientes de que al
hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -
la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias - para decidir su
propio camino"3.
Luego de tres penosos años, Frankl fue liberado en 1945, pero su felicidad se vio
ensombrecida al enterarse de que su esposa, padres y hermano no pudieron resistir la dura
prueba. Decidió retornar a Viena y fue nombrado jefe del departamento de Neurología de
la policlínica de esa ciudad. En 1946, salió a la luz su obra más celebrada y
considerada por muchas un verdadero clásico: Ein Psycholog erlebt das Konzentrationslager
(versión alemana de El hombre en busca de sentido). Posterior a este volumen, Frankl
escribió una treintena de libros, traducidos a más de 20 idiomas como La presencia
ignorada de Dios, Psicoanálisis y existencialismo, entre otros.
En Estados Unidos, Gordon Allport saludó la aparición de la logoterapia como una de las
contribuciones fundamentales a la psicoterapia. Las universidades de Harvard, Stanford,
Pittsburgh y Dallas lo invitaron como profesor y conferenciante, siendo, asimismo,
investido de múltiples distinciones por sociedades académicas del orbe. Sin embargo,
esto no conllevó una modificación sustancial en su estilo de vida, dedicándose a la
docencia y consulta privada en su Viena natal. Frankl falleció el 2 de setiembre de 1997
como consecuencia de una falla cardíaca, a los 92 años de edad.
2. El vacío existencial
Un aspecto que en su momento despertó la curiosidad de Frankl fue el significativo
número de pacientes que acudían a su consulta, llevando problemas concernientes a un
sentimiento de carencia de sentido en sus vidas. Meditando sobre tal problemática. Frankl
concluyó que el terapeuta no debía interpretar esas lamentaciones como un síntoma
morboso, enmascarador de una neurosis de núcleo sexual o atribuible a sentimientos de
inferioridad. "El problema del sentido de la vida, señala Frankl4, ya se plantee de
un modo expreso o de una manera simplemente tácita, debe ser considerado como un problema
verdaderamente humano. Por tanto, el hecho de poner sobre el tapete el problema del
sentido de la vida no debe interpretarse nunca, en modo alguno, como síntoma o expresión
de algo enfermizo, patológico o anormal en el hombre; lejos de ello, es la verdadera
expresión del ser humano de por sí, de lo que hay de verdaderamente humano, de más
humano, en el hombre".
La tendencia al aumento del vacío existencial no esta circunscrita al ámbito vienés,
puesto que el fenómeno se repite en Oriente y Occidente; en sociedades opulentas y menos
desarrolladas; en jóvenes y adultos; en sistemas democráticos y totalitarios. Frankl5
explica así la génesis de este problema: "( ...) contrariamente al animal, el
hombre carece de instintos que le digan lo que tiene que hacer y, a diferencia de los
hombres del pasado, el hombre actual ya no tiene tradiciones que le digan lo que debe ser,
parece que muchas veces ya no sabe tampoco lo que quiere en el fondo. Y entonces sólo
quiere lo que los demás hacen (conformismo), o bien, sólo hacer lo que los otros
quieren, lo que quieren de el (totalitarismo)".
No son el conformismo ni el totalitarismo, sin embargo, las unicas manifestaciones que
acentúan el vacío existencial. Frankl considera que con el advenimiento de la
automatización en la vida laboral, las personas disponen de mayor tiempo libre, lo que
debería ser considerado como muy positivo, pero cuando no se consigue sacar el máximo
provecho personal de esas horas, entonces la sensación de vacío se incrementa,
produciéndose lo que atinadamente Chiappo llama un ocio infecundob. Hay, de otro lado,
los individuos que con su dedicación exclusiva al trabajo (los modernos workaholics),
copan todas sus horas del día con citas y proyectos, entregados a una febril y
desmesurada actividad, tratando de ese modo cubrir su sensación de vacío interno.
Ahora bien, al condensarse la frustración existencial en síntomas neuróticos, estamos
frente a una "neurosis noógena" (noos proviene del griego y puede traducirse
por espíritu). El cuadro descrito por Frankl no es una neurosis psicógena en sentido
estricto, puesto que los síntomas vivenciados por el individuo surgen de una combinación
de sentimientos de falta de significado y conflictos de valores. La relevancia de este
descubrimiento ha sido refrendado por varias investigaciones de corte psicométrico que
han empleado tests para medir el vacío existencial, comprobando que cerca de 20% de las
neurosis son noógenas7. Estos resultados son tomados con mesura por Frankl, quien
previene de caer en generalizaciones fáciles, ya que así como no toda frustración
existencial debe tornarse necesariamente una neurosis noógena, tampoco toda neurosis
noógena nace del abatimiento y la desesperanza.
Frankl distingue dos formas de neurosis noógenas: la neurosis de desocupación y la
neurosis dominical. La primera está vinculada con el flagelo creciente del paro laboral
forzoso, que mella la estima y el ánimo del desocupado, volcándolo hacia la apatía.
Este estado aparece como síntoma neurótico cuando la persona convierte al desempleo en
una excusa para justificar sus fracasos, eximiéndose de emprender nuevos retos. Por el
contrario, el tipo no neurótico percibe dicha situación como una contingencia pasajera,
entiende que el no ejercicio de su profesión no determina que su vida carezca de sentido,
y en consecuencia, evita desesperarse, buscando alternativas sanas en que ocupar su
tiempo.
La desocupación de los jubilados es, asimismo, otro caldo de cultivo para la neurosis. La
tendencia a reducir cada vez más el tiempo de servicios, genera que las personas que han
trabajado gran parte de sus vidas, dejan de tener - a veces de un día para otro - una
ocupación permanente, abriéndose ante ellos un sistema social ambiguo, donde el rol que
deben cumplir se torna impreciso, causando en algunos, efectos deletéreos en su salud
física y psicológica. Aunque lastimosamente cunde en nuestra época una exaltación
desmesurada de la juventud y todo lo que ello rodea, el jubilado no debe experimentar ese
periodo como traumático; más bien, partiendo de la idea de que el trabajo no es
solamente una actividad remunerada, puede retomar pasatiempos y aficiones que no pudo
disfrutar en su debido tiempo, además de seguir cultivando el contacto social con su
familia y coetáneos.
En tanto, la neurosis dominical o de los fines de semana se expresa en los individuos que
acostumbran dedicar todo su tiempo a la actividad laboral. Cabe mencionar, sin embargo,
que Frankl le concede al trabajo un papel fundamental en tanto es el campo donde el hombre
encuentra la posibilidad de crecer y realizarse dentro del marco de los valores creativos,
permitiéndole fortalecer los vínculos con su comunidad. Su fustigamiento apunta, en todo
caso, a la clase de trabajo que subroga realizaciones trascendentes, concentrándose en un
afán desmedido por el lucro y la acumulación de poder. No es extraño que quienes obran
de esta manera, evadan el quedarse a solas consigo mismos, siendo lo normal que concurran
los fines de semana a centros de diversión con el propósito de que el bullicio y el
movimiento ahoguen sus pensamientos.
Finalmente, Frankl ha precisado otros cuados aparte de la neurosis noógena, que han sido
recogidos por Krize, y que son: "( ...) 2) "neurosis somatógenas", que
responden a causas físicas con efectos en el dominio psíquico; 3) "enfermedades
psicosomáticas", que son de desencadenamiento psíquico pero se acompañan de noxas
físicas; 4) "neurosis reactivas", que de igual modo son soportadas en común
por la psique y el cuerpo, y cuyos síntomas principales, a diferencia de lo que ocurre en
el caso de las enfermedades psicosomáticas, son de naturaleza psíquica, y 5)
"neurosis psicógenas", que son de causación psíquica (pero que también
pueden tener efectos físicos)".
3. La voluntad de sentido
De acuerdo a la paráfrasis de Crumbaugh (citado por Frankl7): "La
voluntad de sentido postulada por Frankl puede ser entendida en términos de la ley de
organización perceptual de la psicología de la Gestalt. De hecho Frankl la relaciona con
la percepción: la voluntad de percibir, de adjudicar sentido al ambiente, de interpretar,
de organizar los estímulos para construir totalidades llenas de sentido. Los psicólogos
de la Gestalt consideran que esta tendencia organizadora es una propiedad innata de la
mente. Tiene valor de supervivencia, pues, cuanto más amplio es el espectro de los
estímulos que pueden ser comprendidos e interrelacionados, tanto mayor es la oportunidad
de manipulación adaptativa".
Si bien la voluntad de sentido puede ser homologable con una clase especial de
percepción, Frankl hace hincapié en que el ser humano no se propone encontrar un sentido
vital con el objetivo de estabilizar su gestalt, interpretación que cae dentro del
psicologismo, y en algunos casos del psicopatologismo como cuando, por poner un caso, el
registro poético de un Byron, quien recreó en sus obras emociones contrapuestas, se
quiere explicar como la característica oscilación del humor de alguien aquejado de una
enfermedad maniaco-depresiva. Por eso, en rigor, Frankl3 contrasta la voluntad
de sentido con la "voluntad de placer" del psicoanálisis y "la voluntad de
poder" de la escuela adleriana, señalando que la primera fuerza motivadora del ser
humano es la pugna por hallar sentido a su existencia.
La tarea de hallar sentido a la vida es un proceso complejo que se demuestra en su doble
dimensión, subjetiva y relativa. Es subjetiva porque no existe un sentido general
aplicable a todos los seres humanos, al contrario, para cada persona, la vida tiene un
sentido diferente. Es relativa puesto que está íntimamente relacionada con la
individualidad del hombre y su situación determinada, única e irrepetible. En ese
contexto, la conciencia humana juega un papel central, ya que cuenta con la facultad de
revelar el sentido subyacente en cada caso y armonizar los principios éticos universales
con cada situación concreta.
Concomitante con este problema, se debe tener presente el caracter finito de la vida, que
exige del individuo no dilapidar el tiempo lamentándose por las condiciones en que le
tocó nacer, pues recusar elementos incómodos de su destino, presupondría anular su
propia personalidad, convirtiéndolo en alguien totalmente diferente. Lo más sensato
sería desplegar, por un lado, su responsabilidad para sacar mayor provecho de la finitud
de la vida, en la medida que las decisiones que tome serán "irrevocables y
definitivas", y por otro, su libertad para encaminar sus decisiones en un sentido
personal. Nótese la coincidencia con lo que Martin Heidegger escribió sobre la
existencia inauténtica, donde prima la falsa curiosidad, la charlatanería y la
ambigüedad, y la existencia auténtica, caracterizada por la conciencia de la muerte que
genera que el individuo asuma con lucidez y responsabilidad su existencia9.
El tema de los valores también fue abordado por Frankl, mencionando que si bien estos no
reemplazan el significado individual que cada uno debe buscar, comportan una norma que se
ha mantenido a lo largo de la humanidad, sirviendo como guía al hombre para conocer con
mayor probabilidad el significado cabal de cada suceso que se le presente. Frankl
distingue tres posibles categorías valorativas a las que el hombre se orienta
constantemente durante su existencia: los valores creativos, que se realizan cuando la
persona, independientemente de la faceta que le haya tocado desarrollar, cumple con sus
deberes en orden a su conciencia; los valores vivenciales, a los que se llega cada vez que
el individuo aguza su sensibilidad, permitiéndole extasiarse ante una puesta de sol o una
obra de arte; y por último, los valores actitudinales, que se cumplen al tomar una
actitud valiente frente a un hecho doloroso e inevitable. Esto último es una idea
desconcertante porque significa que "la vida del hombre no se colma solamente creando
y gozando, sino también sufriendo"4. Hay que entender que el sufrimiento
es indesligable de las situaciones de la vida, pero que no representa un obstáculo sino
la manera que tiene el hombre de elevarse por encima de su dolor y madurar
espiritualmente.
4. La logoterapia
Muchos autores suelen caracterizar la logoterapia como la "tercera escuela
vienesa" de psicoterapia, ubicándola junto al psicoanalisis y a la psicología
individual. La logoterapia (conviene manifestar que logos es un vocablo griego equivalente
a "sentido" o "significado") apunta al tratamiento de neurosis
noógenas, y asimismo de fobias, manías u obsesiones, cuadros que tienen como trasfondo
la pérdida de la voluntad de sentido. En la literatura especializada se puede advertir el
empleo indistinto de los términos logoterapia y análisis existencial para referirse a la
técnica creada por Frankl, empero, el mismo ha precisado que son las dos caras de una
única teoría, y que mientras la primera es un método psicoterapéutico, la segunda
representa la orientación antropológica de investigación10.
"La logoterapia - dice Fizzotti - ha visto como una de sus tareas principales la
necesidad de hacer comprender al paciente todas las posibilidades concretas de significado
que están contenidas en su existencia. Pero deja al enfermo la realización de tales
posibilidades, y, por tanto, se concibe más bien como una ayuda para la búsqueda de tal
significado existencial"2. Como es natural, la logoterapia difiere de
otras propuestas terapéuticas en su abordaje, más no en la presencia de una relación
fundamentada en normas esenciales como son el respeto y la responsabilidad y que, huelga
decirlo, deben nimbar toda psicoterapia. El logoterapeuta, por medio, del diálogo
socrático, debe coadyuvar con interrogantes agudas, a veces punzantes, a que el paciente
tome plena conciencia de las áreas conflictivas de su personalidad, se atreva a
reconocerlas y se haga responsable de sus acciones. Una vez superada esta etapa inicial,
el logoterapeuta debe asumir un papel menos adversativo y más de guía, tratando de
reanimar los recursos internos aletargados del paciente, encareciendo las situaciones y
metas futuras en las que este va a estar motivado en trabajar para alcanzarlas.
Frankl insiste en que la logoterapia no debe ser tomada como un sustituto de otras
terapias, sino como, un complemento de ellas, de modo que su misión sea procurar en el
paciente la búsqueda personal de lo que es su existencia. Este halo de apertura además
se ve reforzado por la actitud de cooperación con otras escuelas, haciéndose patentes en
los casos en que se ha combinado exitosamente la logoterapia con terapias farmacológicas,
hipnóticas, de grupo y de relajamiento, entre otras. Subraya que es menester no sucumbir
a posturas extremistas, tendientes a convertir a la logoterapia en una panacea, actitud
que disiente por completo del pensamiento de Frankl, quien más bien propugna una
logoterapia que se reformule continuamente y reconozca sus limitaciones.
La logoterapia sirve también para tratar perturbaciones psicosomáticas así como
disfunciones sexuales con base psicógena, para las cuales Frankl ha ideado dos técnicas
específicas: la derreflexión y la intención paradójica. El objetivo de la primera es
activar la capacidad de autotrascendencia del ser humano, conduciendolo a la búsqueda de
un sentido hacia algo o alguien, distinto de sí mismo. La tarea de la segunda es
vehicular la capacidad de autodistanciamiento por la cual el hombre puede distanciarse no
sólo del mundo, sino de sí mismo".
La derreflexión resulta ser muy útil en problemas relacionados con el deglutir, hablar,
escribir, pensar y dormir. Su efectividad se asienta en hacerle ver al paciente que su
problema puede ser contrarrestado si vuelca su atención hacia un tema u objetivo distinto
del que lo aqueja. Ilustrativa de esta técnica es el abordaje de los pacientes con
insomnio, quienes después de la primera noche que pasan en vela, quedan excesivamente
sensibles y pendientes de la tarea de dormir, con lo cual bloquean su sueño. Esta
intención forzada va a propiciar el efecto contrario que se quiere solucionar, por lo que
el terapeuta debe recomendarle que focalice su mente en otras cosas.
La intención paradójica, por otra parte, sirve en cuadros de fobias, compulsiones y
obsesiones en los que prevalece una ansiedad anticipatoria. Apoyado en su vasta
experiencia clínica, Frankl reparó en que muchos de sus clientes vivenciaban esta
ansiedad al momento de pensar en las reacciones que les iban a sobrevenir (por ejemplo,
tartamudeo en público). Contrario a lo esperado, Frankl los animaba a desear firmemente
sufrir aquello que tanto temen, remplazando de este modo el miedo de expectación y
propiciando el rompimiento del círculo vicioso. Si bien parece sencillo, Frankl llamó la
atención sobre un componente esencial que no debía pasarse por alto para conseguir la
anhelada recuperación: el sentido del humor. Este talante festivo, aparentemente fútil o
extraño al "encuadre" terapéutico, es invocado por Frankl en la medida que
sólo un paciente con ánimo dispuesto a refrse de sí mismo, va a poder lograr el
distanciamiento necesario entre el y su síntoma. Hay que mencionar, finalmente, que el
empleo y éxito de ambas técnicas cuenta con copiosa casuística, documentada en varios
libros y artículos científicos7-11.
5. Comentarios finales
El opus frankeleano puede ser inscrito dentro de la corriente tipificada como
"psiquiatría existencial", vertiente psicoterapéutica que tiene como
principales exponentes a Ludwig Binswanger, Medard Boss, Igor Carusso y Rollo May. Esta
escuela, como dicen Davison y Neal12, pone de relieve la imagen de un hombre
dinámico, en constante evolución hacia alguna meta. En tal sentido, su pasado no es un
lastre para su realización personal, puesto que no lo determina, sino que es en el
presente, hic et nunc, donde debe desarrollar su capacidad inherente de tomar conciencia
de sí y de to que ocurre alrededor suyo, ejerciendo su capacidad para tomar decisiones y
responsabilizarse de ellas.
Frankl puede ser también considerado como un conspicuo representante de lo que León15
denomina psiquiatra filósofo: ¿Qué debemos entender por el término psiquiatra
filósofo? Con él describimos a alguien que ha trascendido los límites de la
especialidad psiquiátrica para reflexionar acerca de la condición humana, sus grandezas
y sus debilidades. A alguien que, por el estudio pero sobre todo por el contacto repetido
con el sufrimiento humano, con el dolor del paciente y de los que lo acompañan en esta
vida, ha terminado por reconocer que no basta la medicina para curar, ni el recurso
técnico - por refinado que éste sea - para aliviar, sino que son urgencias primera y
última la compañía y la compasión, en el sentido literal de ambos términos".
A pesar de los muchos libros y artículos publicados por Frankl, Kriz8
encuentra que su propuesta no ha despertado tanto entusiasmo como otras, aun en países de
lengua alemana. Este sugiere como explicación el desinterés de Frankl por fundar
institutos de formación donde "didactas" se dedican a formar a otros, estilo
bastante empleado por autores de dudosas teorías que, en desmedro de su frágil basamento
teórico, adornan sus ideas de pálido oropel. Asimismo existen críticos que confunden
los lineamientos de Frankl con una Ética o "psicología pastoral", lo cual,
visto desde una perspectiva científica, aparece como disonante. Sobre esto, Frankl13
ha respondido: "Tocante a la delimitación de fronteras entre la Psicoterapia (toda
clase de Psicoterapia y no sólo la Logoterapia), de un lado, y la Religión, de otro, se
puede Ilevar a cabo, segun mi opinión, de la siguiente manera: el fin de la Psicoterapia
es la curación psíquica o mental (Seelische Heilung), el fin de la Religión es, por el
contrario, la salvación del alma (Seelenheil)". La logoterapia es, al fin y al cabo,
lo que Delgado14 llamó elegantemente una psicagogia, esto es, la orientación
espiritual que el paciente debe recibir de su terapeuta en momentos de confusión sobre
sus metas futuras.
El magistral estilo con el cual Frankl ha desbrozado cuestiones que atañen íntimamente
al ser humano como los valores y las actitudes frente al sufrimiento, nos brinda la
oportunidad de apreciar la naturaleza dialéctica de la psicoterapia, y es que ésta ya no
responde a malestares generados por un contexto victoriano como ocurrió a comienzos del
siglo XX, sino que ahora le toca enfrentar una época signada por la descomposición
social y confusión generalizada que se constata en el crecimiento desbordante de
suicidios, depresión, drogadicción y alcoholismo. Las enseñanzas de Frankl no son ni
pesimistas ni optimistas al respecto, no podrían serlas, puesto que su experiencia en los
campos de concentración apuntaló su inteligencia y espíritu para creer en la
superación de cualquier hecho desventajoso por parte del hombre que vive en consecuencia
con el sentido que ha encontrado a su vida.
ZUSAMMENFASSUNG
In der vorliegenden Arbeit behandelt der Verfasser einige Aspekte von Frankls Biographie
and Werk, der Logotherapie. Die Logotherapie begrundet sich in einer anthropologischen
Perspektive, die eine Betrachtung des Menschen als ein komplexes Wesen beinhaltet, in die
biologische, psychologische, gesellschaftliche and geistige Kraften eine wesentliche Rolle
spielen.
Bilbliografía
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