EDITORIAL Lo único seguro es lo pasajero En el camino del Dharma, entre los
numerosos textos, aparece en el Dhammpada del siglo VI a.C., el principio budista de la
impermanencia de las cosas con la palabra pali: anicca. Hipócrates, 400 a.C., recuerda que la vida es breve, que la experiencia es engañosa, el juicio dificultoso, el arte largo y la ocasión furtiva. No nos equivocamos si enfatizamos la transitoriedad como denominador del conocimiento general y del científico en particular, al lado de esta aseveración han emergido la figuración, configuración y transfiguración de determinados conceptos abstractos que sostienen y enriquecen la espiritualidad humana y que son estimados y elevados desde el ayer como universales y permanentes. En rigor, las certezas de los sistemas vigentes representan en última instancia penúltimidades; penultimidad, que involucra a los saberes médicos. Nadie pone en hesitación los avances en los peldaños de la reflexión que hurgan y ahondan la comprensión de los procesos normales y patológicos en el afán de obtener una mayor claridad de los mismos. Las hipótesis y teorías nos producen placer y fascinación cuando se prueban y comprueban sus bondades, sobre todo a través de la actividad diagnóstica y de la acción terapéutica. Por su coherencia y consistencia nuestras afirmaciones, explicaciones y sugerencias académicas adquieren solidez y confiabilidad cuando estamos de cara al interlocutor cultivado. Si recordamos la homeostasia asumiremos que se trata de un proceso abarcativo, complejo, diverso, constante, integrador que trata de restablecer, de hecho lo alcanza dentro de determinados límites, las más plurales disfunciones o cambios estructurales del organismo. Nuestra actividad médica, agónica, se empeña en retardar al éxitus, de mejorar la calidad de la vida, de enervar el sufrimiento y el dolor en fin, de estirar la sobrevivencia. Si bien las bardas son muchas, la superación de éstas en beneficio de la condición humana es un camino éticamente plausible y al cambiar su fisonomía, la medicina va modificando su rostro gracias a la ciencia y a la tecnología; peldaños, que se adelantan muchas veces a su comprensión. La futura decodificación funcional del genoma y de sus vinculaciones con patologías específicas en cuanto a su prevención y tratamiento es una grata esperanza no obstante, ignorarse aún lo que es la vida y que es el hombre. Sin embargo, la experiencia aconseja que los resultados hay que tomarlos con suma cautela, sólo el tiempo nos hará observar con transparencia lo que hemos conquistado: cuánto de beneficio, de riesgo y de maleficio nos acarreará tanto poderío y tanto esplendor para el ser humano y su entorno. Dr. César Zapata
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