Anales de la Facultad de Medicina
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Copyright© 2002
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ISSN 1025 - 5583
Vol. 63, Nº2 - 2002
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DANIEL ALCIDES CARRIÓN Y
SU CONTRIBUCIÓN AL IMAGINARIO
CULTURAL DE LA MEDICINA PERUANA
Juan Murillo1, Oswaldo Salaverry1, Walter
Mendoza1, Gustavo Franco1,
Walter Calderón1, Juan Rodríguez-Tafur2
“Hace falta recurrir, entonces, a ese elemento
vertebral del razonamiento histórico que es el método crítico: cotejar las fuentes,
ponderar su veracidad, reconstruir los acontecimientos, establecer una cronología y al
final no soslayar el juicio moral...”
Alberto Flores Galindo, Buscando un Inca, 1986
“Daniel Carrión pertenece a esos seres a quienes está confiado hacer avanzar la
especie humana bajo el signo de la razón.”
Hugo Pesce, Carrión y su positivismo científico, 1957.
RESUMEN
El estudio analiza el papel de Daniel Alcides Carrión como héroe
cultural y elemento central de la tradición médica peruana. Se constata el proceso de
elaboración del significado del experimento de Carrión en un escenario de lucha
política y reconstrucción nacional que confluye con el positivismo de las élites
aristocráticas del país de inicios de siglo. La recomposición social de las
instituciones médicas y el ingreso del sector emergente a la Facultad de Medicina, hace
que la imagen de Carrión creada a fines del siglo XIX se vuelva en la actualidad en un
icono neutro, que puede ser absolutamente reivindicado por todos los sectores, al estar
absolutamente arraigado en un pasado que no tiene presencia en el presente. Se hace un
análisis del imaginario cultural que hizo posible el desarrollo de la Escuela Médica
Peruana (1886-1956), período en el cual San Fernando produce la mayor cantidad y calidad
de conocimiento médico realizado en el país. Se concluye que la confluencia de los
siguientes elementos del imaginario médico local -Carrión como mito fundacional,
resistencia emergente, proyecto de reconstrucción y restauración académica, ética y
moral-, hizo posible la aparición de la Escuela Médica Peruana y, por ende, el mayor
desarrollo y legitimidad social de la medicina en el Perú; y constituye la base para la
construcción de una nueva cultura médica, en el marco de la refundación y construcción
de un nuevo país.
Palabras clave: Historia de la medicina, Perú; escuelas médicas,
Perú; Carrión, Daniel A.
Daniel Alcides Carrion and his contribution to Peruvian Medicine Cultural Imaginary
SUMMARY
This study analizes Daniel Alcides Carrion role as a cultural hero and
central element of Peruvian medical tradition. We verify the meaning of the elaboration
process of Carrion’s experiment in a political struggle and national reconstruction
scenery that converges with the beginning of the century aristocratic elite positivism.
Social recomposition of medical institutions and the emergent fraction entrance to the
Faculty of Medicine makes end of the XIX century-Carrion’s created image to become a
neutral icon at the present time, amenable to absolute reivindication by all sectors as it
is deeply rooted in the past with no current presence. A cultural imaginary analysis of
Peruvian Medical School development (1886-1956) is done, as during this period San
Fernando produced the country’s largest and best quality medical knowledge. We
conclude that confluence of local medical imaginary elements -Carrion as endowment myth,
emergent resistance, academical, ethical and moral rebuilding, and restoration project-
made possible Peruvian Medical School appearance; and consequently the development and
social genuineness of Peruvian medicine, representing the foundation of a new medical
culture within refoundation and building of a new country.
Key words: History of Medice, Peru; Schools, medical; Carrion, Daniel A.
Nota del Editor.- La publicación de trabajos por Anales
de la Facultad de Medicina de San Fernando en sus diferentes secciones no involucra
necesariamente solidarizarse con las opiniones vertidas por el o los autores.
Correspondencia:
Dr. Juan Pablo Murillo Peña
Apartado Postal 75. Lima 5, Perú
E-mail: epigroup@hotmail.com
INTRODUCCIÓN
Daniel Alcides Carrión es la figura emblemática de la
Medicina Peruana y, como tal, influye decisivamente en la institucionalidad académica del
país a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. La trascendencia de su acción es
entendida como una mezcla de heroísmo y patriotismo. El dramático contexto de su
experimento y posterior fallecimiento, además del consenso establecido en torno a la
importancia de su aporte científico, lo han convertido en piedra angular de la tradición
médica peruana, en ese sentido, Carrión cumple el rol de “héroe cultural”,
asignándole los logros paradigmáticos más importantes de la medicina local y
tornándose en una referencia imprescindible en la identidad del colectivo. Sin embargo,
como señala Nelson Manrique, a medida que pasa el tiempo, el héroe cultural que por
definición es un símbolo, suele irse estilizando y perder las señas que constituyen su
identidad primaria, en beneficio de identidades atribuidas, que expresan ante todo las
carencias y las demandas de los hombres que las precedieron (1).
Asimismo, la reflexión en torno a la construcción de la imagen de
Carrión nos permite estudiar la forma como se ha abordado el análisis histórico de la
medicina en el Perú, el cual ha sido realizado mayoritariamente por médicos,
principalmente durante las primeras décadas del siglo XX, quienes desarrollaron la
disciplina como un esfuerzo de recuperación de una historia y cultura común, como eje de
la consolidación de un colectivo médico, con el objetivo de lograr reconocimiento y
legitimidad social (2). Este esfuerzo, a pesar de sus numerosos aportes, tuvo las
limitaciones del contexto sociocultural en que fue desarrollado, tales como la ausencia de
un marco teórico e instrumental de sustento al análisis histórico, de un énfasis en
los elementos documentales y biográficos; además de un marco de referencia que presupone
una “edad de oro” de la Facultad de Medicina, que se remonta al período entre
la gestión de Cayetano Heredia y los meses previos al saqueo de la Facultad por los
invasores chilenos durante la Guerra del Pacífico *.
Es en ese contexto que el abordaje del experimento de Carrión, como
hecho concreto por parte de los primeros historiadores de la medicina, fue muy difícil,
dada la tremenda carga emocional en torno al joven mártir que se inmolaba en medio del
desastre de la guerra. En ese escenario, la posibilidad de formularse preguntas respecto a
los acontecimientos ocurridos en torno a Carrión era sumamente limitada, por el enorme
consenso en torno a su imagen de héroe cultural. De otro lado, existe hasta ahora toda
una tradición, propia de la medicina local, que asigna una aureola santoral a los
referentes señalados por una historia de tendencia hagiográfica y como lo señala
García, una mal entendida sujeción a principios hipocráticos, que llevan a evitar el
juicio crítico público al colega, tanto del pasado como del presente.
A pesar de la multitud de ensayos, discursos y recopilaciones documentales sobre Carrión,
lo que no se ha conseguido hasta el presente es situar su experiencia en un contexto
histórico que permita entender, explicar y derivar las consecuencias sociales que tuvo en
particular para el colectivo médico. Han sido excepción los trabajos del Dr. Uriel
García, dedicados a rescatar la identidad de Carrión frente al rol atribuido de héroe
cultural y por tanto, exceptuado de todo análisis. Siguiendo esa línea, apelamos al
análisis histórico que sintetizan Manrique y Flores Galindo, es decir, ubicar los
aportes del joven mártir en el contexto de los conocimientos existentes en el colectivo
que le tocó vivir, identificando el marco de los debates y luchas políticas en torno a
las cuales se dio el experimento, evidenciando la trama de relaciones sociales e
institucionales imperante y particularmente reconstruyendo los acontecimientos a la luz
del análisis de los diversos hechos y discursos de los protagonistas. Consideramos que el
material documental disponible, no ha sido adecuadamente analizado, en términos de tratar
de lograr una explicación de los acontecimientos, por ataduras culturales e
institucionales, especialmente presentes en la etapa de construcción de la imagen de
héroe cultural de Carrión, las cuales se han perpetuado en una historiografía reciente
carente de sentido crítico y repetidora incansable de tópicos aceptados como válidos
por el colectivo médico.
Una consecuencia paradójica es que, a pesar del consenso respecto a la
trascendencia del aporte de Carrión, éste es uno de los procesos históricos menos
comprendidos. Y cabe preguntarse ¿Por qué es importante hoy un análisis crítico de los
procesos socioculturales en torno a Carrión? Planteamos la hipótesis que el aporte de
Carrión al imaginario cultural de la Medicina Peruana es un punto de partida para
entender la crisis que padecen en la actualidad las instituciones médicas del país. El
objetivo del presente estudio es hacer un análisis crítico de la contribución de Daniel
Alcides Carrión al imaginario cultural de la Medicina Peruana y las consecuencias que se
derivan de ello en la actualidad. Consideramos que dicho análisis nos proporcionará
algunas claves o respuestas para la cons
* Tal vez el término más adecuado sería, haciendo un
símil con las edades del mundo griego, “La edad heroica”, donde los personajes
todos, pese a su indudable corporeidad, son perfilados como seres de características
sobrehumanas. Además debe considerarse que este período “heroico” se remonta,
sin duda, en el imaginario propugnado desde la figura de Unanue.trucción de una nueva
institucionalidad académica y una nueva cultura científica en el campo de la medicina,
de cara al siglo XXI.
Para efectos del análisis de Carrión como hecho histórico y héroe
cultural se ha revisado en forma sistemática las diferentes fuentes que por consenso han
sido establecidas como de referencia para el estudio del problema planteado. Una fuente
básica, diseñada para el análisis histórico y que reúne casi todos los documentos
relevantes al experimento de Carrión y los hechos relacionados a su muerte, constituye la
recopilación hecha por Valdizán (3). Las transcripciones de los documentos reunidos en
el Museo de la Facultad de Medicina de San Fernando, que incluyen una importante
correspondencia entre Carrión y sus familiares, han sido consultadas a partir de la
publicación realizada con motivo de la apertura del Museo (4). En lo referente a
catálogos historiográficos, se ha revisado el estudio hecho por Barandiarán (5),
además de la exhaustiva bibliografía de Méndez (6). Se consultó asimismo una
recopilación publicada recientemente por Delgado Matallana (7).
También se consultó estudios que analizan algunas fuentes primarias, como el trabajo de
Linares (8), además de una exhaustiva revisión de Lanfranco, que reúne mucha
información de tipo familiar aparecida en la década del 50 (9). Dentro de los textos que
han sistematizado información de tipo de histórico, se ha consultado los estudios de
Rebagliatti (10) y Lastres (11), que sistematizan en conjunto la información que ha sido
la base de los diferentes abordajes históricos realizados sobre Carrión. Asimismo se
estudió diversas aproximaciones analíticas, realizadas por diferentes intelectuales a lo
largo del siglo XX.
LA FACULTAD DE MEDICINA Y LA GUERRA
Un elemento fundamental para abordar el
contexto de Carrión como hecho histórico es la Guerra del Pacífico. Este conflicto,
marcó todo el paso del joven estudiante por la Facultad de Medicina, afectando
progresivamente la vida académica del claustro universitario. En primer lugar, el Decano
y los demás profesores cedieron sus haberes para que el gobierno los usara para la
defensa del país. Posteriormente, la ocupación chilena de la capital significó, entre
otras vejaciones, el saqueo de la Facultad. Avendaño, casi treinta años después,
describe aquel panorama desolador:
“En esa mansión del saber donde los nombres queridos de Unanue y
Heredia eran reputados como ángeles tutelares, allí en esa casa sagrada como un
tabernáculo, se extremó la perfidia del invasor, y la piqueta demoledora destruyó en un
momento la paciente labor de luengos años, que habían acumulado muchos y muy valiosos
elementos de estudio, cual no los tenía en ese entonces, escuela médica de la América
Latina. Los magníficos laboratorios de química y farmacia, el espléndido gabinete de
física, el riquísimo Museo de Anatomía Patológica, la valiosísima colección de
piezas de cera, el bien montado Museo de Historia Natural (que contenía ejemplares que
aún no han podido reemplazarse) y la gran biblioteca, la primera en su género en Sud
América, que encerraba inestimables joyas y rarísimos ejemplares, todo, todo
desapareció por completo. Los instrumentos y los útiles fueron destrozados, los frascos
y las piezas de cera arrojados por las barandas del patio, los pergaminos seculares
reducidos a cenizas, los libros ruinmente negociados en las tiendas de comestibles y el
local convertido en escombros en un espantable cuadro de desolación y de ruina”
(12).
La noche anterior a la ocupación de Lima, los archivos de la Facultad, así como los
libros de matrícula, fueron trasladados a los domicilios del Decano Dr. Manuel Odriozola
y de José Casimiro Ulloa. Sebastián Barranca, en un gesto heroico ahora olvidado, logra
salvar algunas colecciones del Jardín Botánico y de la Biblioteca. En una decisión que
requirió un tremendo coraje y amor por el país y la universidad, los miembros de la
comunidad sanfernandina (autoridades, profesores y alumnos) decidieron continuar las
labores académicas en la clandestinidad. El Decano instaló la secretaría de la Facultad
en un humilde local en la calle Núñez y dispuso que las clases se dictasen en las casas
de los profesores; incluso se realizaron matrículas y exámenes. Ello permitió la
normalización de las labores académicas una vez retirado el invasor de la capital. En
ese escenario de clandestinidad, Carrión cursó del segundo hasta el cuarto año de
medicina.
El escenario político de la posguerra inmediata fue el enfrentamiento
entre Iglesias, firmante de la paz con Chile, y Cáceres, quien junto con las masas
campesinas había salvado el honor de las armas peruanas al conducir la resistencia al
invasor en los Andes (13). Este contexto de guerra civil planteó un escenario
autoritario, que afectó pronto a la Facultad de Medicina. El gobierno de Iglesias nombró
a un profesor afín a éste, lo que motivó la oposición del decano Dr. Odriozola, el
cual fue destituido y enjuiciado por desacato. Ante ello, el cuerpo docente, aquel que
había resistido al invasor y que había realizado el máximo esfuerzo para que la
Facultad sobreviva al desastre de la guerra, renunció masivamente en respaldo al decano,
siendo reemplazado por profesores afines al régimen.
Todo este escenario necesariamente debió afectar a Carrión, quien junto a su hermano
Teodoro que estudiaba en Lima sufría la falta de alimentos, las carencias económicas, el
ambiente hostil de la ciudad y la guerra civil. El 24 de agosto de 1884, Carrión como
interno del Hospital San Bartolomé atendió a los heridos que dejaron los encarnizados
combates del primer intento de captura de Lima por Cáceres. En una carta enviada a
Alejo Valdivieso, fechada el 4 de julio de 1885, Carrión le manifiesta lo siguiente:
“En política hay muchas novedades, pero desgraciadamente, nada puedo decirle por
temor. Cerraron la imprenta de ‘El País’ por su juicioso editorial. Al Comercio
le pusieron una fuerte multa de 500 soles de plata por publicar noticias del interior. No
sé cuál será el curso que tomen las cosas en el presente mes. Todo está hoy por hoy
muy oscuro y muy misterioso...” (14).
En julio de 1885, Cáceres se consolida definitivamente en la región
central del país, interrumpiendo las comunicaciones entre la sierra y la costa. Esto
ocasionó un grave problema a Carrión, por su dependencia de las mesadas que le enviaba
su padrastro de Cerro de Pasco. En ese sentido, le escribe una carta a Alejo Valdivieso,
donde le manifiesta:
“Mi padrino todavía no ha llegado y creo que no podrá hacerlo por Chincha puesto
que el gobierno ha ordenado que no haya tráfico por esa línea. Han llegado algo de las
tropas del interior, así como heridos y enfermos. Creo que todas las tropas se
reencontrarán en Lima, puesto que hasta las del norte han sido pedidas. Más, es siempre
más. Esta falta de comunicación con el Cerro va a ser de bastante embarazo para
nosotros. ¿Qué hacer? Paciencia y barajar...”(15).
Pese a lo afirmado en la carta glosada anteriormente, hay indicios de
que Carrión ya había perdido la paciencia. Aparentemente a fines de 1884, le escribió
una carta a su padrastro, la cual no ha sido ubicada, pero por el tenor de la respuesta,
se deduce la intención de Carrión de continuar su formación en el extranjero, como
algunos de sus condiscípulos de familias más acomodadas. Alejo Valdivieso le responde:
“Ya comprendo del asunto de que me hablas, de acabar tus estudios en Europa en donde
sin esfuerzo conozco sus ventajas, pero debo decirte que en las actuales circunstancias de
crisis no es posible pensar en ello...” Es posible que Carrión le haya planteado sus
reservas respecto a las condiciones de estudio en la Facultad, su pobreza y falta de
medios, además de las limitaciones de los nuevos docentes, frente a lo cual su padrastro
le responde: “... Tu estudias felizmente hasta ahora con buen éxito y es prudente
seguir en Lima donde es más posible sostenerte y de donde han salido también médicos de
primera clase” (16). Se deduce de este incompleto intercambio epistolar, el interés
de Carrión de sustraerse del escenario de crisis local y terminar sus estudios en Europa
en mejores condiciones y la imposibilidad de Alejo Valdivieso de financiar dicho viaje por
el incierto panorama social y económico.
EL EXPERIMENTO DE CARRIÓN
En el difícil escenario de la post-guerra se genera dentro de la
Facultad de Medicina un fenómeno de resistencia colectiva, como respuesta a la
intervención de la Facultad, su estado de destrucción física y colapso institucional.
Se expresa en la fundación de la “Unión Fernandina”, un grupo estudiantil que
decide impulsar un proceso de modernización mediante el desarrollo de actividades
extracurriculares y principalmente en la difusión y promoción de la investigación, a
través de veladas científicas.
Fuera del ámbito estudiantil, estaba claro que el conflicto en la
Facultad había alejado de ésta a un sector del colectivo médico, quienes por su
trayectoria y prestigio, además de su resistencia al invasor, podían considerarse
tributarios del proyecto de modernización de Cayetano Heredia, y por ello era esperable
que los vientos renovadores o restauradores se iniciaran por fuera de la institución. Es
así que, el 29 de julio de 1885, después de varios meses de preparación, los profesores
renunciantes fundaron la “Academia Libre de Medicina”, la cual pretendía
encarnar la continuidad histórica y cultural del colectivo sanfernandino. La naciente
Academia Libre apela al discurso cultural positivo, como un elemento de deslinde respecto
a la Facultad oficial. Ello era un elemento tan central, en la forma como la Academia
configuraba su estrategia de confrontación, que en la sesión de constitución de la
misma se presentó una moción presentada por los académicos Leonardo Villar, Miguel
Colunga y Belisario Sosa, planteando la convocatoria a un concurso científico, propuesta
que fue aprobada por unanimidad * (17).
Carrión no estaba al margen de este proceso, a pesar de que es un
punto pendiente de indagación por qué éste no se incorpora a la Unión Fernandina, la
cual aglutinaba a un sector importante del estudiantado. En ese contexto, se ha planteado
que existen indicios que Carrión era marginal a la trama de instituciones que surgían
como respuesta al conflicto institucional y eventualmente político
* “En virtud de estas consideraciones, la comisión
de concursos que suscribe, dando preferente importancia al estudio de las verrugas, somete
a la consideración de la Academia el siguiente proyecto:
Artículo 1. La Academia Libre de Medicina, en conformidad con el
artículo 73 del reglamento orgánico, convoca a un concurso que tendrá lugar en Julio de
1886 para el estudio de la etiología de la Verruga, de su Anatomía Patológica y su
distribución geográfica.
Artículo 4. El premio ofrecido al autor de la memoria que se considere
merecedor de él, consistirá, además del diploma en una medalla de oro, en cuyo mote se
designará el mérito obtenido.”
(18). Sin embargo, en una colectividad académica
sumamente pequeña era muy difícil que este evento pasara inadvertido. Los hechos
demuestran, que evidentemente tomó la decisión de participar con una propuesta, a los
términos de la convocatoria de la Academia.
Si Carrión realizó un diseño o plan, éste no llegó hasta nosotros.
Lo que se desprende del análisis de las notas recogidas por sus condiscípulos, es que
éste planteaba la hipótesis de que la verruga era inoculable. En ese sentido no existe
evidencia de cualquier actividad preparatoria. El hecho es que el 27 de agosto de 1885, en
el Hospital Dos de Mayo, se procede a la inoculación en base a las verrugas del enfermo
Carmen Paredes, que ocupaba la cama número 5 de la sala de Nuestra Señora de las
Mercedes.
De acuerdo al testimonio de Leonardo Villar, tenemos una versión de cómo se inicia el
experimento de Carrión:
“El 27 de agosto último, Carrión se presentó nuevamente a una
de mis salas, estaba poseído de una incuestionable decisión de inocularse, esta vez no
fue posible hacerle desistir. Por más que el Dr. Chávez y yo intentamos disuadirle a las
observaciones que hicimos, contestó con estas palabras: ‘Suceda lo que sucediese, no
importa, quiero inocularme’, de este hecho son testigos alumnos del servicio interno
Don Julián Arce y el externo don José Sebastián Rodríguez. Una vez así, se
desprendió de nuestras advertencias, se descubrió el brazo y armado de una lanceta de
vacunas que había llevado consigo, trató de hacerse la inoculación en la parte superior
y anterior del brazo izquierdo, fue entonces que el Dr. Chávez, viendo que era
inconveniente hacerse una picadura en esa localidad y a fin de evitar que Carrión se
hiciera un daño involuntario al operar en sí mismo, le tomó la lanceta e hizo la
inoculación en el sitio común de la vacunación. Yo me hallé en ese momento en la
sala...” (19).
Los primeros días seguidos a la inoculación transcurrieron sin mayores molestias. El
día 8 de setiembre, Carrión le dirige una misiva a su madre en términos muy cariñosos,
pero concisos, especificándole que está muy “apurado por sus estudios”. Según
Lanfranco, en la misiva se revela serenidad, seguridad en sí mismo y optimismo respecto a
su salud; incluso le señala que irá a verla a Cerro de Pasco al terminar los exámenes
del sexto año de estudios (9). En términos generales, Carrión no manifiesta mayores
molestias durante los 22 primeros días posteriores a la inoculación. El día 19 de
septiembre, los síntomas aparecen de manera súbita, con fiebre intensa y gran compromiso
del sensorio.
El día 26 de septiembre, 30 días después del experimento, Carrión
le escribe una carta a su padre donde le cuenta que está convaleciente, comunicándole el
retiro de la fiebre y solamente el mantenimiento de un “derrame ictérico” y
algo de inapetencia, refiriéndole además que pensaba suspender el tratamiento con
sulfato de quinina y salicilato de sodio (20). Sin embargo, el diario del experimento
identifica dicho día como el punto de empeoramiento de los síntomas. Probablemente la
percepción de deterioro del joven experimentador lo llevó a escribir a su padre, aunque
todavía del tenor de la misiva se traslucía su esperanza de lograr una pronta
recuperación. A partir de dicho día, la observación sería conducida por sus
condiscípulos. El día 28 de septiembre fue evaluado por primera vez por un facultativo,
el Dr. José María Romero.
El día 2 de octubre, según lo manifestado por sus condiscípulos,
Carrión, a pesar de su condición tan venida a menos, llega a la conclusión de que es
portador de La Fiebre de la Oroya * (21). Ese día es evaluado por una junta médica
conformada por los Drs. Villar, Macedo y Chávez. Su estado se sigue deteriorando hasta
que, el 4 de octubre, es trasladado al Hospital Francés, donde se reúne una junta
médica formada por los Drs. Villar, Romero, Flórez y Chávez. A pesar del consenso para
realizar una transfusión de sangre, por razones que se desconoce, se aplaza la
intervención, falleciendo Carrión a las 11:30 de la mañana del 5 de octubre de 1885.
ANÁLISIS CRÍTICO DE LA EXPERIENCIA DE CARRIÓN
Un aspecto analizado por Uriel García, es el tipo de
propuesta planteada por la Academia para el concurso. Cuando se refieren a la etiología
de la Verruga, dentro del contexto de las corrientes conceptuales en que se movía la
colectividad médica local, se referían a una etiología microbiana. Realizar
investigaciones microbiológicas en el Perú de 1885 era poco menos que imposible, dado
que no se enseñaba bacteriología en la Facultad y no se disponía además de los medios
necesarios. Respecto a la Anatomía Patológica, tampoco existía la enseñanza de la
histología ni medios para poder realizar un trabajo relevante, más aún en medio de la
gran carencia de medios materiales y económicos para emprender una investigación de ese
tipo. Era evidente que, en plena guerra civil, era imposible estudiar la distribución
geográfica de la enfermedad; más aún, ello implicaba un despliegue de recursos y tiempo
fuera del alcance de cualquier institución académica del país. La pregunta que se
plantea es: ¿Los miembros de la Academia Libre eran lo suficientemente
desconocedores de la realidad científica del Perú como para convocar a un concurso en el
cual era imposible que alguien participara?.
* Sus compañeros describen lo siguiente: “El rostro
desencajado, los ojos, hundidos y rodeados de un círculo negruzco, las mejillas y las
sienes completamente deprimidas, la nariz afilada y los pabellones auriculares casi
transparentes...”
Se supone que el concurso era parte de la
estrategia de posicionamiento social e institucional de la Academia, por lo que si en algo
tenían interés, era que el concurso tuviera éxito.
En ese contexto, la única forma de estudiar la etiología de la
enfermedad, era mediante una forma indirecta y creativa de obtener conocimiento relevante,
como la inoculación. Para llegar a una decisión de este tipo se requeriría de una
visión del escenario local, además del conocimiento de las posibilidades de la
inoculación como una técnica de investigación válida. Si bien la autoinoculación era
una práctica extendida dentro de la tradición científica europea de la segunda mitad
del siglo XIX, no sabemos si Carrión pudo haberse familiarizado lo suficiente con ella
como para plantearse el desarrollo de una experiencia viable. La pregunta que surge es si
Carrión manejaba la suficiente información y red de relaciones para poder haber
realizado este proceso de análisis, tanto en el campo de la teoría como en el de
viabilidad de la experiencia * (22). Bajo la hipótesis de que el 29 de julio Carrión se
entera por primera vez de las bases del concurso, hasta la fecha de la ejecución del
experimento el 27 de agosto, se plantearía que en menos de 30 días Carrión habría
realizado todo este proceso. ¿Pudo un estudiante provinciano, sin mayores recursos
económicos, con un limitado acceso a información relevante, sin una trama importante de
relaciones sociales, implementar la experiencia en tan poco tiempo?.
Tradicionalmente se ha aceptado las historias clínicas recopiladas por Carrión como
evidencia de que estaba trabajando en su tesis de bachiller. Las observaciones y
comentarios señalados en ellas no nos conducen necesariamente a plantearnos la necesidad
de un experimento de inoculación. El hecho objetivo es que, en 30 días, Carrión tuvo
que hacer muchísimas cosas, desde hacer un análisis del escenario local y la propuesta
del concurso, diseñar o imaginar la experiencia, seleccionar a los pacientes y preparar
las condiciones de la observación, lo que implicó el apoyo organizado de sus
compañeros. Cabe señalar aquí que Carrión se sostenía con una mesada que apenas
alcanzaba para sus necesidades y las de su hermano, lo que implica que tuvo de alguna
manera, que tomar previsiones económicas para afrontar los gastos adicionales en su
manutención que generaría el experimento y que no estaba en condiciones de asumir, dada
su estrechez económica; todo ello, además, en el contexto de un escenario de convulsión
institucional y social.
De otro lado, es muy casual que Carrión intentase inocularse en el mismo servicio del
miembro de la Academia que promueve el concurso. Es interesante que el Dr. Villar
insinuase que no fue la primera vez que Carrión intentó la inoculación, lo que implica,
que el período de preparación de la experiencia fue menor de cuatro semanas. De otro
lado, Villar declara que no pudo hacer nada por impedir la inoculación, lo cual no es tan
creíble, teniendo en cuenta el poder casi omnímodo que tenían los jefes de servicio de
la época, a semejanza del “patrón” del hospital francés.
De otro lado, el vocero escrito de la Academia Libre de Medicina, el
Monitor Médico, publica la siguiente nota titulada “La Verruga”:
“Con motivo de algunos casos de esta enfermedad que se han presentado en el Hospital
Dos de Mayo alguno de sus alumnos que se ha consagrado a su estudio no ha vacilado en
practicarse una inoculación en la sangre de un tumor de un enfermo. La experimentación
tan atrevida como paciente es seguida con la mayor atención y del resultado daremos
oportunamente cuenta...” (23).
El Comercio en una nota titulada publicada el 29 de agosto de 1885,
refiere lo siguiente:
“El estudiante de medicina, señor Daniel Carrión, el cual tiene trabajos
adelantados sobre la enfermedad llamada ‘berrugas’, se ha hecho inocular ayer la
sangre de un berrucoso para observar por sí mismo los efectos de la inoculación y
resultados ulteriores de esta enfermedad indígena del Perú, que tanto preocupa la
atención de los hombres de ciencia en Europa... La inoculación fue hecha por el Dr.
Chávez en la sala de Mercedes, departamento del Dr. Villar, hospital ‘Dos de
Mayo’, tomando la sangre de la misma verruga e inoculándola por cuatro incisiones en
el brazo y antebrazo izquierdo y derecho, la marcha ulterior de esta operación
experimental será seguida indudablemente con ansiedad y sus resultados tendrán que ser
de gran provecho para la ciencia médica nacional...” (24).
* Monge, al analizar cómo pudo Carrión concebir su experiencia, refiere: “A tal
planteamiento –decía yo en 1925- sólo pudo llegarse al conocer profundamente la
materia, lo que permitió al hombre de ciencia fijar los términos y las incógnitas del
problema. Las hipótesis de trabajo no son juegos de azar, sino fruto de muy largas
meditaciones, que hubo de hacerlas del año 1883 al de 1885, como aparece de las fechas de
sus historias clínicas. Evidentemente, llegó a adquirir la máxima sabiduría de su
época sobre el tema...” Monge al tratar de entender el proceso de construcción del
experimento de Carrión con nuestros propios códigos culturales muestra, sin
proponérselo, las limitaciones que habría tenido Carrión para abstraer y diseñar por
sí solo un experimento de inoculación de posibles agentes infecciosos durante aquel
difícil período.Posteriormente vienen los eventos relacionados con la enfermedad misma
de Carrión. Aquí existen elementos muy contradictorios. El relato del experimento nos
muestra un investigador seguro de sí mismo, objetivo y heroico, muy diferente al
estudiante lleno de dudas e incertidumbres que se refleja en las cartas. Es curioso, por
decir lo menos, que en el relato escrito por sus compañeros no aparezca alguna inquietud
de Carrión respecto a su familia, ninguna preocupación respecto al país, cosas que
evidentemente eran centrales en las inquietudes del joven mártir. Ello apunta, en el
mejor de los casos, a que el relato fue cuidadosamente construido, apuntando a la
construcción de una imagen heroica de Carrión.
En dicho testimonio se ve que los Drs. Villar y Chávez no fueron a
evaluar a Carrión, sino hasta una etapa muy avanzada de la enfermedad. ¿Por qué, si
Carrión se había inoculado en su servicio, no tomaron interés en seguir de cerca la
evolución del caso? ¿No era ello un hecho científico que merecía ser visto de cerca?
¿Acaso Carrión no se había inoculado en su servicio y por ende tenían la obligación
ética de brindarle asistencia? Pareciera que el relato estuviera orientado a marcar una
distancia entre Villar y Chávez (y por ende de la Academia) y el desarrollo de la
experiencia. Si el experimento, según la nota del Monitor Médico, era seguido “con
minuciosa atención” ¿por qué los testimonios no registran visitas de miembros de
la Academia hasta etapas muy avanzadas de la enfermedad? Luego viene la muerte de
Carrión, donde la Academia respalda y reconoce el sacrificio del joven estudiante, frente
a una Facultad insensible e intolerante * (25).
Si el sacrificio de Carrión fue tan importante en la Medicina Peruana,
si muchos de sus compañeros de promoción o condiscípulos de otros años fueron
profesores de la Facultad, algunos con un gran reconocimiento institucional y social, como
Ernesto Odriozola o Julián Arce, ¿por qué no existen mayores testimonios, una memoria
generacional que pueda haberse transmitido en el curso de las clases, conferencias o
discursos al respecto? † (26) Parece que toda la memoria sobre Carrión empieza y
termina en el opúsculo impreso en la Imprenta del Estado, lo cual es sumamente extraño,
dado que si el experimento de Carrión es el mito fundacional de la escuela médica
peruana, es lógico que hubiera un mayor interés en conocer los detalles de la epopeya,
más aún en un país sin tradición en el campo de la medicina experimental.
Por todo ello, planteamos la hipótesis de que el experimento de
Carrión fue promovido por la Academia Libre de Medicina. La Academia a través de la
propuesta de concurso (y probablemente del experimento) realizada por Villar, crea todas
las condiciones para que Carrión, un estudiante provinciano, alejado de su familia y
lleno de incertidumbres respecto al futuro, en un tiempo muy corto, pueda realizar la
experiencia y pueda ésta tener una base de aceptación y visibilidad social. El éxito de
la experiencia le permitiría a la Academia el mérito de ser reconocida como la promotora
del desarrollo científico de la medicina local, logrando una importante victoria en el
campo de la hegemonía cultural dentro del conflicto entre la periférica Academia que
agrupaba a los herederos de la tradición de Heredia y la oficialista Facultad de
Medicina.
Es evidente que dentro de las hipótesis de partida que se manejaron,
no estaba el deterioro ni la muerte del joven estudiante ‡. Ante la imputación
criminal de la prefectura, por un lado la Academia toma distancia, planteando la
iniciativa personal de Carrión y sosteniendo el carácter científico de la experiencia.
Sin embargo, la Academia en ningún momento declara a Carrión ganador del concurso,
* La Facultad de Medicina expresó su enérgico rechazo
frente al trágico experimento, del cual hacía responsable a su rival en el plano
político, la Academia Libre de Medicina, en la persona del Dr. Villar; ello se expresa
meridianamente en la posición de Ignacio la Puente, Secretario de la Facultad de
Medicina, quien en un ensayo publicado el 6 de octubre de 1886
plantea lo siguiente:
“Deploramos profundamente que esta operación de patología
experimental se haya hecho sin tomar las precauciones que, asegurando el resultado que se
perseguía, garantizase la completa inocuidad.
“Tomar la sangre de una verruga, inocularla directamente, sin previo estudio del
microbio, sin cultivarlo en líquidos que atenuasen su vigor y sobre todo, lanzarlo al
torrente circulatorio de un hombre, venga lo que viniere, sin experimentación anterior en
animales, como está mandado en tales casos, es una audacia temeraria, poco científica y
de tristísima celebridad para sus autores.
“La ciencia ha ganado poco, el desprestigio profesional ha aumentado y la preciosa
existencia de un joven incauto ha sido arrebatada con falta de aquellos que debieron
disuadirlo en vez de alentarlo en tan peligrosa vía...”
† Un ejemplo de ello lo constituye la clase que dicta el Dr. Julián Arce en la
Cátedra de Enfermedades Tropicales, curso de 1917, donde a pesar de ser compañero de
promoción, testigo de la inoculación y haber atendido a Carrión en todo el proceso,
hace una referencia muy fría, impersonal y escueta a Carrión, puntualizando el origen de
la hipótesis de la unidad etiológica de la Fiebre de la Oroya y la Verruga Peruana en
los planteamientos del Dr. Espinal, en 1871.
‡ En su testimonial en el proceso judicial que siguió a la muerte
de Carrión, Villar declara que el resultado del experimento no se pudo prever puesto que
“no había ningún antecedente conocido para la doctrina...” el cual fue
declarado desierto por falta de postulantes * (27). Es evidente que existe una actitud
ambivalente de esta última; por un lado hace suyo el sacrificio de Carrión
mitificándolo y por otro, toma distancia del experimento, cuestionando incluso su
carácter científico † (28). ¿Acaso asociar a Carrión al concurso no iba a
aumentar el prestigio de la institución? Es evidente que existe un doble discurso; por un
lado la Academia toma distancia del experimento descalificándolo y por otro, coloca la
experiencia dentro de la tradición cultural de occidente e impulsando la construcción de
la imagen de Carrión como héroe cultural. Ello revela una intención sistemática de
asociar la imagen del mito a la corriente cultural que encarnaba la Academia como parte de
la lucha por el poder, actitud que para nosotros, constituye un claro indicio de un nivel
de manipulación de los hechos.
Otro elemento crítico en el análisis y que además ha sido soslayado por la mayoría de
investigadores es la idea de la inoculación. La inoculación en sí misma es un tipo de
experiencia que requiere un importante nivel de abstracción respecto al objeto de
estudio. Las observaciones recogidas por sus condiscípulos no recogen reflexión alguna
que conduzca o plantee la necesidad de una inoculación. Este es un elemento central, dado
que si Carrión estuvo trabajando en la idea, debió haber dejado un escrito al respecto,
siguiendo la lógica de las historias clínicas tan pulcramente descritas por él. Es un
año después, en un discurso de homenaje pronunciado por su condiscípulo Mariano
Alcedán en la “Unión Fernandina”, que se brinda un “testimonio”
(34), que más que mostrarnos una visión directa del joven mártir, está orientada a
llenar vacíos importantes en la construcción del mito:
“Muchas veces le oíamos preguntar: ¿La verruga es infecciosa?
– ¿Es inoculable?...”
“A lo primero nos decía: Creo en la infecciosidad de la verruga, pues en los lugares
donde reina endémicamente, raros son los que escapan a su letal influencia; vemos en los
rumiantes y paquidermos sufrirla, dando lugar a la forma que vulgarmente se llama verruga
mular”.
“Me parece que los efluvios se formarían en esas regiones lo mismo que los
palúdicos: descomposición de las materias vegetales, sirviéndolas de continente el
agua, que bajo la influencia de condiciones climatéricas especiales y las variadas
manifestaciones del nivel de las aguas, podrían elevarse a cierta altura en la
atmósfera. Si no ¿Cómo explicarse que las aguas del Rímac en unos lugares sean
productoras de verrugas y en otras no? ¿Cómo responder, por otro lado, a aquellos
individuos que habiéndose sustraído de la influencia del agua, sin embargo hayan sido
atacados por la verruga?”
“Se ha creído, hasta hoy, que la verruga no era inoculable, afirmación que,
careciendo de pruebas, no merece más respeto que la autoridad donde emana”.
“Tengo noticia de la descripción hecha por el doctor Izquierdo, con preparaciones
hechas de piezas conservadas alcohol, que desde acá le habrían remitido, en que se
describe un microbio especial a la verruga, asignándole un tamaño máximo de 20 n.mm.,
un poco más grueso que el bacilo de la tuberculosis, asignando a los tumores el carácter
general de sarcomas, que tendrían lugar de formarse en el tejido conjuntivo. En cuanto a
su residencia en el tejido conjuntivo, no es nueva, pues ya el doctor Vélez la había
emitido. Dadas las circunstancias en que esta observación se ha producido, de un lado y
de otro, el no haber cultivado ni comprobado por inoculaciones, que sea lo visto y
descrito por él como microbio patógeno, hacen muy sospechosa su admisión, tanto más
cuanto por el prurito que hoy se tiene de señalar microbios para todas las
enfermedades”.
“Se ha dicho y sostenido, por algunos, que la Fiebre de la Oroya y la Verruga
reconocen el mismo origen, pero estas aseveraciones se encuentran desprovistas de hechos
que, poniéndolas de manifiesto, le sirvan de fundamento para su admisión en la
ciencia”.
* Una idea de la forma epidérmica con que la Academia manejó el análisis concreto de
los hechos evidenciados por el experimento de Carrión en torno a la Enfermedad, lo
muestra de manera meridiana una intervención del académico Dr. Rosas un año después de
los acontecimientos, quien luego de escuchar diversas manifestaciones en torno a la
verruga cuando se discutía el cuestionario para un nuevo concurso, planteó lo siguiente
según el registro de actas de la sesión:
“El Dr. Rosas manifestó el interés que le inspiraba la Academia; que lo que primero
debía hacerse era averiguar la causa por qué no había habido concurso el año pasado;
que por lo que acaba de oír, se ignoraba todo respecto de la enfermedad de la verruga;
que era más conveniente nombrar una comisión ó una persona que fuese a estudiar la
enfermedad en los puntos donde nace; que esto era difícil sin el apoyo del Gobierno;
terminó manifestando que no estando preparado el terreno tal vez no tendría lugar el
segundo concurso, debiéndose antes reunir los elementos, haciendo los estudios
preparatorios...”
† Luego que la Academia, a través del Monitor Médico, diera a conocer el
experimento realizado y señalara en la nota su seguimiento de la experiencia con
“minuciosa atención”, en un editorial días antes de la apertura del juicio
sostiene: “Pero esta inoculación se hizo desautorizada, o por lo menos, no se
siguió el consejo de los hombres serenos que nunca
hubieran permitido un experimento que
descuidó todo principio científico...”
Este discurso ha pasado totalmente desapercibido y
muestra el contraste entre el estudiante lleno de inseguridad y temores de sus cartas, el
héroe altivo y sereno de la inoculación y el Carrión positivista que aparece en este
discurso. La primera pregunta que aparece en este punto es: ¿Estamos hablando de una
multidimensionalidad del personaje, o realmente estamos frente a imágenes diferentes?
*.
Existe una gran distancia entre el minucioso observador de las
historias clínicas y el relato del discurso donde el joven estudiante aparece teorizando
sobre espacios ecológicos de exposición, evidencia patológica y microbiológica,
estableciendo incluso criterios epistemológicos de verdad. ¿No suena un tanto excesivo
para un estudiante, sin acceso a fuentes de información y, como lo sostiene García,
marginal a los circuitos sociales y académicos de la Facultad? ¿Por qué estas
observaciones, que se dicen tan ampliamente discutidas a nivel del pequeño colectivo
Sanfernandino no aparecen en el texto preparado por sus condiscípulos?
Este discurso revela un hecho, también desapercibido. Inmediatamente después de la
muerte de Carrión, se le extrajo sangre que sirvió para la inoculación de dos conejos,
lo cual dio resultados fallidos. ¿A quién en un momento tan dramático como era la
muerte del joven estudiante, se le ocurriría continuar con la observación experimental?
¿Quién dispuso de su ejecución? Es evidente que en torno a Carrión existía más que
una red de asistencia, sino un grupo que estaba pensando y actuando en torno a la
observación experimental. Un indicio que confirma la existencia de este conjunto de
acciones concertadas, es el hecho de que los médicos de la policía que investigaron el
caso no tuvieron acceso al diario del experimento, el cual fue puesto a bien recaudo de
las pesquisas, tanto de la policía, como de la Facultad.
Es evidente que la forma tan rápida con que se dieron los hechos, la concepción y
organización de la experiencia, la forma como se dieron los acontecimientos y el conjunto
de hipótesis y análisis atribuidos a Carrión, rebasan las posibilidades de acción
solitaria del joven estudiante. De otro lado la inoculación en sí estuvo concebida para
tener una capacidad convocante para la colectividad médica nacional e internacional; en
función de los referentes culturales con que se manejaba la ciencia en aquél tiempo.
Todo ello nos plantea la siguiente pregunta ¿Quién pudo tener la capacidad para delinear
dicho escenario?
En este punto, las evidencias nuevamente apuntan a Villar. En su descargo ante el
inspector de la Policía manifiesta lo siguiente:
“Aquí podría terminar, señor Inspector, este informe; pero deseando manifestar la
importancia y el prestigio que en países civilizados merecen los actos como el acometido
por el malogrado joven don Daniel Carrión, voy a citar algunos hechos de esa misma
naturaleza, que se hallan consignados en las obras y en los periódicos de Medicina y que
son desconocidos por los médicos menos ilustrados. Estos hechos han sido siempre
considerados como hechos de grandeza del alma y no como viles medios de homicidio o de
suicidio.”
“La cuestión tan debatida, del contagio de la sífilis en sus formas secundarias y
terciarias, fue resuelta –como dice el profesor Bouley– por un golpe de lanceta,
dado por el profesor Gilbert, de la Academia de Medicina de París, haciendo inoculaciones
en el mismo hombre”.
“En la obra de ‘Patología Externa’ de Follin, se habla de un estudiante
que, a la vista del profesor Rayer, se inoculó el líquido de una pústula maligna... En
la última epidemia del Cólera en Egipto, el célebre doctor Koch hizo al Doctor Strauss,
una inyección intravenosa de la sangre de un colérico. Esta inyección produjo la muerte
del Dr. Strauss, sin embargo nadie calificó este acto de homicidio...”
“Por estas citas, cuyo número podría aumentar inmensamente, trayendo a cuenta las
inoculaciones hechas en el hombre con el Cáncer, con la Difteria, etc., se ve que hay
seres superiores, de espíritu fuerte, que cuando van en pos de la verdad o de un hecho
útil a la humanidad, se sacrifican y arrostran a todo peligro. A esos hombres, a quienes
la conciencia universal los llama héroes, es injustificable tildarlos con el estigma de
criminales o incautos.”
En la defensa que esgrime Villar, se observa que había alcanzado un
gran nivel de comprensión de la inoculación como método experimental † (30), pero
por sobre todo, como una corriente cultural, lo cual es una constante en la * El relato
del discurso integra además un componente de antichilenismo, al sostener la oposición de
Carrión a las observaciones de Izquierdo, que completa la figura en los términos de una
sociedad golpeada por la guerra y al que se le ofrece un mito que reúne el sacrificio por
la ciencia (la promesa del desarrollo a través de la ciencia y la técnica promovida por
los positivistas criollos) y el patriotismo de quien quiere evitar una nueva afrenta del
invasor.
† Leonardo Villar estuvo durante años reflexionando sobre el
tema. No sólo fue miembro de una comisión nombrada por la Facultad de Medicina para el
estudio de la epidemia de 1871, sino que en abril del mismo año realizó un experimento,
analizado recientemente por García. posición de la Academia respecto a Carrión. Ello
confluye con su propuesta de concurso donde, como se observó anteriormente, apuntaba
directamente a un estudio de este tipo.
En conclusión, es perfectamente claro que el experimento de Carrión se inserta en la
tradición de la medicina experimental europea (31); pero, ¿cómo Carrión tuvo acceso a
ello? Si bien luego de la guerra llegó una gran cantidad de información de los avances
de la medicina experimental europea, un porcentaje importante de ella no estaba a su
alcance. Es evidente que requirió discutir este problema con médicos más informados
(los cuales eran una minoría en esa época), en la medida que sus condiscípulos tenían
los mismos problemas de acceso a información.
El hecho del experimento mismo plantea otro tipo de problemas, ¿por
qué Julián Arce, que fue testigo de todo el proceso, con mayores medios tecnológicos y
con una base de conocimiento bacteriológico y evidente interés en el tema de la verruga,
no desarrolló mayores investigaciones al respecto? ¿Por qué ningún investigador local
se planteó posteriormente el desarrollo de modelos experimentales? Está claro que las
evidencias experimentales modernas plantean el hecho de que Carrión no pudo llegar a la
anemia grave a partir de la inoculación, a menos que sea portador de una enfermedad que
lo hiciera padecer de una alteración del RES * (32-34). Ello implica que Carrión sufría
de un nivel de padecimiento o de una enfermedad previa que llevase a esta alteración
†. ¿Esto era desconocido por Carrión o por quienes lo acompañaron en la
experiencia? La reacción virulenta de sus condiscípulos respecto a la comparación entre
los hallazgos de la autopsia de Carrión y los observados en una paciente tuberculosa
fallecida por verrugas pocos días después, apuntan a soslayar cualquier duda frente a la
condición física de éste. Sin embargo, hasta ahora sabemos que hasta el momento, las
distintas autoinoculaciones no han podido reproducir la historia natural de la enfermedad
alcanzada por Carrión (35). Todo ello refuerza el carácter mítico de la experiencia y
su elaboración como una construcción cultural.
Un hecho sumamente singular es el proceso judicial contra Evaristo Chávez. Allí, el
Agente Fiscal de Lima el abogado José Aniceto Carvajal señala:
“Con el abnegado sacrificio de Carrión se ha descubierto dos
principios:
1. “Que la Verruga es transmisible por inoculación.
2. “Que esta enfermedad y la llamada Fiebre de la Oroya no son sino dos períodos de
una sola y misma dolencia o como se expresa en lenguaje técnico se ha comprobado la
unidad etiológica de ambas enfermedades...”
Sin embargo el fiscal va más allá y afirma lo siguiente:
“Una última reflexión para concluir lo relativo a la calificación legal del hecho
realizado por Carrión. ¿Cómo puede explicarse que el niño verrugoso, de cuya sangre se
hizo uso para inocular aquella enfermedad, presentase una marcha benigna, hasta el punto
que se le diese por enteramente curado, y ese mismo virus, inoculado a Carrión, produjera
una enfermedad de carácter grave y mortal? El germen morboso era el mismo y, sin embargo,
los resultados fueron totalmente opuestos. Esto manifiesta que cada organismo tiene su
modo de ser especial; y que un principio morboso puede producir tales o cuales fenómenos,
según sea la peculiar constitución del terreno en que va a germinar...” (36).
Mackehenie, 57 años después, fue el primero en reparar en este hecho,
señalando: “¡Marcha normal y benigna, un mismo germen morboso produce resultados
diversos, una peculiar constitución y terreno profesa en 1885 un Doctor en Leyes en esta
capital!... Gracias al proceso instaurado contra el Dr. Chávez... conocemos tan
interesantes opiniones, avanzadas, quizás revolucionarias para la época, las del señor
Fiscal...” (37).
Es evidente, la imposibilidad que el fiscal pudiera por sí mismo alcanzar tal nivel de
abstracción y comprensión tanto de los procesos de análisis causal, inoculación y
mecanismos de regulación inmune, según lo que se desprende de sus sorprendentes tesis.
¿Cómo un abogado de 1885, que con toda seguridad tuvo en el proceso judicial sobre la
muerte de Carrión su primera aproximación a estos problemas experimentales totalmente
ajenos a su praxis intelectual, pudo llegar a semejantes conclusiones, si la mayoría de
los médicos del colectivo local no manejaban dicho nivel de abstracción e información?
Es sumamente * Oscar Urteaga planteó un enfoque crítico de la experiencia:
“Carrión nunca afirmó que moría de Fiebre de la Oroya y él no puede ser
responsable de su autopsia. Han sido otros los que con criterio nacionalista, sin darse
cuenta deformaban el avance científico. El sacrificio de Carrión queda incólume y su
renunciación constituye la página más brillante de la medicina nacional...”; a
pesar de reconocer el aporte de Carrión como realización cultural, Urteaga, al dar a
conocer sus opiniones, recibió públicamente duras críticas por las autoridades de la
Facultad de su época. Es interesante que exista toda una tradición oral respecto a
opiniones similares, las cuales nunca han sido analizadas y discutidas públicamente, por
temor posiblemente a repetir reacciones como las generadas por las tesis de Urteaga.
† Los médicos de la policía que investigaron la muerte de Carrión sostuvieron que
éste padecía previamente de verrugas, sin citar la fuente de su afirmación, la cual fue
desmentida por sus compañeros.probable, que el fiscal se haya limitado a reproducir, las
reflexiones de quienes manejaban la sistematización en torno a la historia natural de la
verruga, quienes en el fondo eran quienes probablemente habían ideado y organizado la
experiencia. Las tesis del fiscal, que permiten exculpar de toda culpa al Dr. Chávez y
por ende a la Academia, constituyen la mejor prueba de la existencia de una concertación
de voluntades, confluyentes a la construcción del mito en medio de un escenario de
enfrentamiento y lucha por el poder * (38).
CARRIÓN COMO BASE DE LA CONSTRUCCIÓN DEL IMAGINARIO MÉDICO
Y MOVIMIENTO CULTURAL
El experimento de Carrión desde el
inicio se vio envuelto en una controversia, dado que ingresa rápidamente en el contexto
del conflicto entre la Facultad (Iglesias) y la Academia Libre de Medicina, la cual en
vista de su oposición a Iglesias, era empujada a la esfera política de Cáceres. Sólo
así es posible entender la posición sumamente dura de la Facultad y cómo la Academia
Libre de Medicina, a pesar de haberse desentendido de Carrión durante su experimento,
cierra filas en torno a su figura, llevando el luto en el cortejo fúnebre. Es claro que
el reconocimiento de Carrión sólo es posible en el marco del triunfo militar de
Cáceres, que permite el retorno de los docentes que habían abandonado la Facultad por la
intervención de Iglesias y que habían hecho suyo a Carrión.
Sin embargo, ese contexto de conflicto, que ahora se ha perdido de
vista, es la clave para entender cómo se construye o se reelabora la imagen de Carrión.
En ese momento, la Facultad tenía la excelente oportunidad de desprestigiar a sus
opositores como promotores de un acto aventurado que trajo la muerte a un incauto
estudiante. La estrategia de la Academia Libre de Medicina fue desde el inicio colocar la
acción de Carrión en el plano de la experiencia positiva y recalcar (como lo revela la
defensa que hace Villar), en el marco de la investigación criminal, que el experimento
del joven mártir es parte de una corriente cultural, de una forma romántica de ejercicio
de la ciencia, tal como se realizaba en Europa. Corrobora ese hecho la forma como la
Academia coloca a Carrión a la par del imaginario europeo, como lo expresa Macedo durante
sus exequias:
“El nombre de Carrión pasa a la historia y con iguales títulos
que los venerables nombres de Jenner, Pasteur, Ferrán y Freire; se repetirán de siglo en
siglo con la gratitud de los hombres de corazón...”
Seguido, luego de un año, aparece la publicación preparada por sus
condiscípulos, editada en la Imprenta del Estado, donde se hace a través de un conjunto
de testimonios una reconstrucción del experimento, una cronología de los hechos, así
como la publicación de las historias clínicas que constituían, según sus
condiscípulos, la base sobre la cual Carrión delineó su experimento. Es evidente que,
al margen de los acontecimientos, existe un relato particular de los mismos por parte de
los actores, el cual, como lo plantea Fleck, no necesariamente puede corresponder a la
realidad, sino a la lectura o interpretación del colectivo de los hechos (39) y a la
necesidad, en medio del desastre material y moral del país, de encontrar referentes que
reconstruyan nuestra autoestima, en un campo en el cual no poseíamos ninguna tradición,
como la ciencia experimental.
Carrión así pasa a ser el inicio de una corriente cultural, en la
cual la investigación no solamente es cada vez más importante sino que además tiene
legitimidad social, como parte del proceso de reconstrucción nacional. El interés por
continuar con “el legado de Carrión” hace que la Bartonellosis sea la
enfermedad más investigada en toda la historia de la Medicina Peruana, pero, por sobre
todo, durante los siguientes 50 años posteriores al sacrificio de Carrión (6,40).
Esta corriente cultural expresada en las investigaciones sobre la
Enfermedad de Carrión confluye con la inserción del positivismo promovida por las
élites gobernantes como uno de los motores de la reconstrucción y modernización del
país. Seguidamente emerge el indigenismo, expresado por la revalorización de lo andino y
por un énfasis en el estudio de nuestros problemas por los investigadores peruanos.
Existe una continuidad entre el Carrionismo y positivismo a finales del siglo XIX con el
indigenismo y el biologismo flexneriano de los treinta, lo que al final nos deja un ciclo
de 70 años, que constituyen el ciclo de lo que comúnmente se denomina “Escuela
Médica Peruana”, que corresponde al mayor período de desarrollo científico
institucional y cultural de la medicina en el Perú. Ello es expresado meridianamente por
Lastres quien, respecto a la trascendencia del aporte de Carrión, refiere:
* Las siguientes consideraciones del fiscal son sumamente
explícitas “...en el presente caso, no debe prescindirse del fallo de la opinión
pública ha formulado respecto a la empresa acometida por Carrión. Unánimes han sido los
aplausos y elogios que se le han prodigado todos los periódicos, haciéndose intérpretes
de esa opinión, le han dedicado sentidos y encomiásticos artículos, doctas
asociaciones, como la ‘Academia Libre de Medicina’ y la ‘Unión
Fernandina’ tienen como un honor considerarlo en el número de los socios presentes y
en la actualidad, se lleva a cabo una suscripción popular con el fin de erigirle un
mausoleo, que perpetuando su memoria, lo recuerde a las generaciones venideras como un
mártir de la ciencia...”
“Tal fue el panorama que vivió Carrión, la
opulencia y el desastre, la grandeza y la ruina de nuestras instituciones médicas. Pero
su espíritu acostumbrado a la lucha dio el impulso definitivo a la investigación,
proporcionó la levadura de la que ha vivido ella durante más de 70 años. Es justo decir
que el sacrificio de Carrión marca una etapa ascensional en nuestro standard cultural y
que, después del desastre nacional, el triunfo como Cajal después del ‘98 español,
procurando nuevos lampos de gloria para el Perú...” (41).
Sin embargo, la asimilación del positivismo como corriente cultural
asociada al mito fundacional representado por Carrión no fue institucionalizada, es
decir, fue un discurso que no se acompañó de la inserción, tanto de un sistema u
organización que hiciera posible el trabajo científico, como de una cultura que
asimilara la ética del trabajo detrás de la filosofía positiva. Una muestra de cómo la
universidad asimila institucionalmente este movimiento cultural lo muestra descarnadamente
Cueto, cuando describe las condiciones con que se realizaba la ciencia en la Facultad al
principio de siglo:
“La investigación surgió, pero permaneció como una empresa
marginal. No existió continuidad en los esfuerzos por hacer de la investigación una
actividad sistemática. No es posible hablar de una profesionalización de la
investigación para este período. La mayoría de los científicos no pudieron serlo a
tiempo completo y esto impidió la formación de una verdadera comunidad científica. La
mayoría de los científicos eran médicos y debían de cumplir misiones rutinarias en
hospitales y consultorios. Como revela un destacado científico de la época, utilizaban
su tiempo libre en el hospital para realizar los cultivos de verruga. En un país poco
industrializado y con fuertes inversiones de tecnología y capital extranjeros, existía
poca demanda por obtener nuevos logros científicos y tecnológicos. Todo esto se reforzó
además por que la educación superior y la cultura oficial tuvieron un signo elitista y
ornamental, donde no encajaba totalmente la labor científica profesional, menos aún si
no tenía una aplicación práctica segura...” (42).
En este escenario, quienes realizaban investigaciones en la enfermedad
de Carrión enfrentaban enormes dificultades, las cuales eran superadas sobre la base de
una gran persistencia y compromiso, tanto por los contemporáneos de Carrión, como por
sus discípulos. Un ejemplo de ello, lo expresa Julián Arce, condiscípulo del mártir de
la medicina peruana, cuando le refiere al presidente de la comisión organizadora del 6to
Congreso Médico Panamericano a realizarse en Lima:
“Los trabajos sobre la etiología de la Verruga y de la Uta
encomendados... continúan con actividad y empeño, aunque con la amplitud que sería
desear, dada la importancia y trascendencia del fin que se persigue. En efecto, no
contando con elementos propios ni con recursos que exigen estudios de esta clase, hemos
empezado la labor con un microscopio y con un hemoglobinómetro prestados por el señor
decano de la Facultad de Medicina, completando las operaciones de laboratorio ya sea en el
Instituto de Higiene Municipal, ya en el Instituto Nacional de Vacuna y Sueroterapia. Este
procedimiento complicado y deficiente, no sólo embaraza los trabajos y ocasiona pérdida
de tiempo, sino que limita el número y la calidad de las investigaciones. Por otra parte,
el material de estudio está reducido a los pocos enfermos que ingresan a mi servicio del
Hospital Dos de Mayo, pues la carencia de recursos no nos permite extender nuestro trabajo
a las zonas infectadas...” (43).
Si éstas eran las condiciones con que se investigaba la enfermedad
más importante del país, en tanto su connotación histórica y social, podemos imaginar
el poco interés de las instituciones médicas por impulsar y consolidar la investigación
científica como elemento central de la praxis del colectivo médico. La pregunta que
surge aquí es, ¿por qué llegamos a ello?
Una primera aproximación parte de la forma cómo se asimiló el
positivismo por la comunidad médica local, la cual decodificó de una manera muy
particular la filosofía positiva que impregnaba la clínica francesa de la segunda mitad
del siglo XIX, que era el referente cultural más importante de la Medicina Peruana de ese
entonces. Más que una cultura de generación de conocimiento para una nueva visión del
mundo, se convirtió progresivamente en un discurso, es decir, el positivismo fue
reelaborado, convirtiéndose en una ideología. La posterior incapacidad de la facultad de
medicina de asimilar e institucionalizar las ciencias básicas, motor fundamental de los
avances de la medicina y el progresivo deterioro de investigación, convirtió la
actividad científica institucional en una nueva escolástica (44).
A inicios de la década del veinte se observa que la investigación en enfermedad de
Carrión, por parte de los investigadores nacionales, decae notablemente, siendo el
conocimiento más importante en verruga producido por investigadores extranjeros (45). Un
proceso que se observa claramente, además del declive de las investigaciones nacionales
en verruga peruana, es el establecimiento claro de una ciencia “oficial” propia
de la arquitectura estamental de la Facultad de Medicina (46), que se mantiene hasta hoy
como una muestra de la premodernidad de nuestra institucionalidad académica. Ello lo
expresa claramente Pedro Weiss, cuando relata el contexto de cómo inició sus
investigaciones en Verruga:
“Aquí en el Perú a la gente le gusta apropiarse de las cosas. Uno es dueño del
corazón, otro del riñón, un tercero del páncreas y así sucesivamente. Cuando
regresé, lo único que encontré sin dueño era el retículo-endotelio. De ahí salió la
Verruga...” (47).
Ello implica la existencia de una ciencia oficial, conservadora del
status quo y de las jerarquías, aquellos que Aldana denominó “Verrucólogos
Oficiales”. Esta fragmentación, explica por qué el movimiento cultural que
significó las investigaciones en enfermedad de Carrión, no pudo cuajar en una
institucionalidad relevante para el desarrollo de la ciencia en el país, y cómo hasta
ahora las propuestas de investigación no pueden superar a la existencia de las personas;
casos como los de Weiss, Monge, Gutiérrez Noriega, Lumbreras, entre otros, son una
muestra de una interminable lista de ejemplos de ello.
Todo lo anterior nos muestra que el escenario socio cultural de
principios del siglo pasado fue el que hizo posible la aparición de dos generaciones que
tuvieran una visión particular de la ciencia y del país (48,49), en un momento de
cambios producto de la posguerra y la asimilación del Perú a la economía industrial de
principios de siglo, la cual venía de la mano con el pensamiento positivista, que fue uno
de los ejes de la modernización del país. Esa generación pudo producir conocimiento
relevante, a pesar de las condiciones difíciles con las que contaron. La causa de la
crisis y ulterior decadencia actual de la escuela médica nacional a partir de los
sesenta, radica en que no existió una generación de reemplazo de un nivel semejante que
permitiera asimilar y articular institucionalmente al nuevo colectivo médico, los
referentes culturales de los investigadores de las primeras décadas del siglo XX.
En el caso de Carrión, éste fue cayendo progresivamente en el olvido,
llenando la necesidad de un mito fundacional, el cual es aceptado acríticamente dentro de
una hagiografía funcional al mantenimiento del status quo, que a la promoción de un
conjunto de valores que se plasmara en una cultura institucional. La ruptura del ‘61,
con todo el significado que tuvo en la medicina nacional, no produjo algún cambio
significativo en la lectura de la imagen de Carrión, el cual convertido en un icono
neutro, puede ser absolutamente reivindicado por todos los sectores, al estar
absolutamente arraigado en un pasado que no tiene presencia en el presente. La aparición
de una serie de lecturas interpretativas respecto a este personaje desde las emergentes,
hasta las positivistas (50-53) tratan de reinsertar a este importante referente dentro de
nuevos escenarios institucionales y culturales, con diversos grados de alienación del
contexto social y cultural en el cual se desarrolló dicho evento histórico * (54,55).
El significado de Carrión en el contexto actual
¿Qué sentido tiene el análisis crítico de este
proceso? Es evidente que el escenario de crisis institucional, académica e ideológica,
que embarga a la medicina nacional, luego del declive generacional de los exponentes de la
Escuela Médica Peruana a fines de los cincuenta, marca la salida del Perú del grupo
líder de países de América Latina en el campo de la Medicina, la culminación de una
época en la cual médicos peruanos daban conferencias en Universidades y Academias
Americanas o Europeas, recibían grados Honoris Causa o eran líderes de opinión en el
ámbito latinoamericano, incluso mundial. Esa época marcada por una capacidad de hacer
preguntas en la ciencia médica, desde nuestra cultura, con una mirada y personalidad
propia, desapareció y con ello se inicia el retroceso continuo de la medicina peruana
respecto a los países más avanzados de la región, en un proceso de decadencia y
desnacionalización que supera las cuatro décadas consecutivas y en el cual, a pesar de
la aparición de numerosas facultades de medicina en el sector universitario público y
privado, no existen indicios de que ese proceso se haya detenido, sino al contrario, que
la brecha existente entre la práctica de la medicina y la producción de reflexión y
conocimiento médico entre los países líderes en América Latina y el Perú se hace cada
vez más grande.
Sin embargo, el análisis histórico del colectivo médico nos muestra
que el proceso de ascenso de la medicina peruana se inicia con Carrión. El mundo
occidental, sobre todo Europa, repara la existencia de un lejano país donde un estudiante
muere en un intento por hacer investigación, en los términos del imaginario cultural
europeo y por ende de la existencia de una comunidad científica. Este interés se enlaza
por un sentimiento de renovación nacional, através la ciencia positiva, la cual comienza
a tener un espacio de legitimidad social, en la medida que, según las elites
positivistas, se necesitaba de la ciencia y la técnica para el desarrollo y
reconstrucción del país. Por otro lado, la comunidad médica tuvo a Carrión como
referente, lo que motivó el desarrollo de una creciente producción científica en torno
a la Verruga, enfermedad que en el contexto emergente de la bacteriología en el campo de
la ciencia, permitía una gran visibilidad de los investigadores nacionales, lo que
condujo a la confluencia de intereses comunes y permitió por primera vez la articulación
de la ciencia local al sistema científico mundial (2).
* Un ejemplo interesante de ello es Hugo Pesce, quien en
1957 sitúa el experimento de Carrión en el contexto del positivismo, hablando incluso de
una “Heurística Carriónica”; sin embargo, luego de la fractura institucional
del ‘61, cuando Pesce se plantea profundizar la línea reformista como una salida de
la crisis de la Facultad y para ello recurre al joven mártir “¿Qué mejor
inspiración que la del propio Carrión para buscar este fecundo camino... así Carrión
fue objetivamente un adalid de la reforma, al haber encarnado en su persona la altísima y
privilegiada capacidad de un estudiante de medicina para aunar la sublime docencia
ejercida hora por hora desde su lecho fatal, con esos frutos de investigación que el
Perú atesora y el mundo admira...”
En esta etapa, el referente cultural de la ciencia
en el país era el positivismo y la capa social aristocrática era el elemento dinamizador
que impulsaba la ciencia en el Perú. Un elemento que se inserta en este proceso es la
aparición del indigenismo y los movimientos sociales de los años veinte. Por un lado,
comenzó a mirarse al Perú con una visión más propia, producto del interés de conocer
y revalorizar el país. A ello se sumó una capa social emergente, que comenzó a
reconocer la posibilidad de plantearse sus propias preguntas y visiones de la medicina y
que a pesar de estar insertos en la medicina de occidente, se reconocían herederos de una
tradición propia, una ciencia médica hecha desde la mirada de los peruanos, donde
Carrión era el elemento central de dicha tradición.
Sin embargo, el desarrollo de esta corriente cultural no pudo plasmarse
en una praxis que pueda ser asimilada por las diversas instituciones. El esforzado trabajo
de numerosas iniciativas individuales no pudieron transformar una cultura esencialmente
premoderna, caracterizada por una asimilación epidérmica y distorsionada del
positivismo, una red dispersa y débil de instituciones, a la par de una facultad de
medicina feudal.
Para tratar de entender esta tendencia de deterioro, es necesario
regresar al inicio del proceso de inserción de la Medicina Peruana en la tradición
médica occidental, cuando la comunidad internacional es conmovida por la noticia de la
inoculación de un joven estudiante peruano. Este joven provinciano, de extracción
andina, en medio de las privaciones e incertidumbres de un país destruido y en plena
guerra civil, decide apostar por un espacio de reconocimiento y legitimidad. Al margen de
la cuidadosa preparación e instrumentación del episodio por la Academia Libre como parte
de una lucha de hegemonía cultural e institucional local, la muerte no prevista de
Carrión tiene un gran impacto en varios niveles. En el ámbito local, se constituye en un
referente importantísimo, en un país destruido. Carrión permite un nuevo punto de
partida para la reconstrucción de nuestra autoestima como sociedad. De otro lado,
Carrión, sin quererlo, con su sacrificio establece un puente que permite una inserción
progresiva del colectivo médico peruano en la ciencia internacional.
Sin embargo, ello requirió un proceso complejo de asimilación y
recodificación, en la medida que la accidental trascendencia del provinciano Carrión (el
“cholo” Carrión que señala Uriel García) en medio de la disputa de dos
facciones aristocráticas de la Facultad, fue una salida de coyuntura en un conflicto que
expresaba las contradicciones sociales y de grupo generadas por la guerra civil. Como
resultado de ello, el sector más aristocrático retoma el poder en la Facultad. Sin
embargo, tuvo que transformar al mártir en una figura que pudiera ser asimilada por la
élite blanca, en función de moldes culturales, sociales, políticos, incluso
antropomorfos *, fuera de su realidad concreta y contexto local (18,56) (Ver Figura). Este
elemento de alineación racial es importante para establecer el carácter de construcción
del mito de Carrión, dado que la élite blanca no podía aceptar el carácter andino de
este último, dado que el racismo era un componente importante de la ideología dominante
(2). Estamos hablando de gente que identificaba a los habitantes del ande como una raza
abyecta y degradada, como una de las muchas castas que infestaban al Perú, o simplemente
que la mejor solución para el país consistía en exterminar a los indios a balazos, como
a los Pieles Rojas en los Estados Unidos (57).
Por todo ello, el mito fundacional de la Medicina Peruana, que
establece el puente entre lo nacional y lo universal en la cultura médica de Occidente,
fue un reflejo de la élite criolla blanca, la cual había hecho suyo el proyecto
institucional de Cayetano Heredia, el cual fue un espacio de ascenso social de las clases
emergentes mestizas, que encarnaba este último y que no pudo sobrevivir a la
desaparición de su promotor, con lo que San Fernando retorna a su raigambre
aristocrática inicial, a pesar del carácter social emergente de su fundador Hipólito
Unanue (58). A fines del siglo XIX, el proyecto de la naciente medicina nacional posterior
a Carrión era el proyecto cultural de la élite blanca dominante.
El ascenso del grupo social emergente en el campo de la medicina se
hizo en el marco de esta impronta cultural, la cual era sumamente fuerte, dado que estaba
enlazada al status quo institucional, a los grupos aristocráticos que manejaban la
estructura feudal de cátedras de la Facultad, “Los catedráticos nacionales no
acostumbran escribir sobre los temas que enseñan, como acontece en otras partes, donde
para llevar el título de profesor hay que haber escrito algún libro que demuestre un
profundo conocimiento de lo que enseña... es bien sabido que la cátedra de tropicales se
abstiene de terciar, por no sabemos qué razones, en un debate que tanto importa a la
patología nacional. Este silencio colaborador del que mantiene “los
consagrados” en verruga conduce aún en 1949 las obras que sirven para la enseñanza
mantengan errores pulverizados por concienzudas y pacientes investigaciones...”
* La figura de Carrión fue rápidamente transformada a
efectos de la construcción. La Crónica Médica publica un grabado que inicia el proceso
de metamorfosis que culmina con el Carrión casi blanco de Lastres. De este retrato Flores
señala “que su atractiva figura juvenil está muy bien representada”. Un
grabado semejante aparece en El Perú Ilustrado del 12 de noviembre de 1887.
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Figura. 1) Obsérvese
las diversas lecturas que ha tenido la imagen de Carrión, expresada fielmente por la
litografía de Courret. 2) En el centro, una representación iconográfica publicada en la
década del ‘50, de corte indigenista, representa en el fondo, la plasticidad de la
imagen de Carrión en función de diversos discursos y representaciones culturales. 3)
Nótese la profunda transformación del grabado publicado por Odriozola, donde se
transforma la imagen de Carrión en términos étnicos europeos, más fácilmente
asimilables para las élites blancas criollas, siendo ésta la imagen que asume el
colectivo local e internacional. |
dentro de las prerrogativas que manejaban
las capas sociales dominantes. El ascenso de los grupos emergentes en la medicina, a
partir de la nueva fisura social creada por Carrión, está marcado por la cultura
dominante en la Facultad, a pesar de la fuerza del indigenismo y los movimientos sociales
de la década del veinte (59). Sin embargo, existía toda una corriente social que, a
pesar de la tradición de la medicina occidental y de un positivismo que llevó a un
darvinismo social y a discursos eugenésicos (60), que incluso llegaron a sensibilizar a
elementos progresistas de la clase médica (61), llegó a trazar elementos dirigidos a
crear el espacio para una medicina mestiza, como el monumental proyecto de Hermilio
Valdizán (62). Brillantes sanfernandinos, social y étnicamente emergentes como Carlos
Monge, a pesar de la influencia del indigenismo, tuvieron como referente cultural a
occidente (de hecho, muchos de ellos tuvieron formación de posgrado en escuelas europeas
o norteamericanas) y, a pesar de la originalidad de su visión del mundo y los problemas
de investigación que lograban proponer, no lograron plasmar institucionalmente una
medicina mestiza y sincrética (63).
En el caso de Carrión, a finales de los cincuenta, su figura se
transformó en el imaginario del colectivo médico de una guía para la reconstrucción de
la facultad y del país, en un icono funcional para academias y ceremonias (59), como lo
menciona García “Escribir, investigar, divulgar o simplemente encomiar la figura de
Carrión otorgó prestigio y constituyó una marca de buen ejercicio profesional para una
buena parte de la élite médica nacional” * (64,65).
La crisis del ‘61 fue consecuencia del desfase de una facultad que
había devenido en anacrónica frente a los cambios acelerados de la sociedad y sus
instituciones. La Facultad de Medicina, a pesar de la participación política de algunos
de sus profesores, al ocupar cargos ministeriales en el gobierno de Bustamante (Honorio
Delgado y Alberto Hurtado) y el profundo desprestigio de algunos personajes, como el
Decano Oswaldo Hercelles, considerado como
* Una muestra de ello lo tenemos en un precoz líder de
opinión de la medicina post Carrión, en 1889, año que Ernesto Odriozola se incorporó a
la “Sociedad Médica Unión Fernandina”, la misma que le tributó un magnífico
homenaje público en el que le entregó una tarjeta de oro y lo eligió miembro honorario
por su libro “La Maladie de Carrión”. En ese acto, el Dr. Enrique León García
hizo la historia de la enfermedad de Carrión en la cual estableció con mucho acierto
“El período Odriozola, período de luz y de cabal conocimiento de la enfermedad
misteriosa”.
títere del hombre fuerte del gobierno de Odría,
Esparza-Zañartu (66), había logrado cierta estabilidad frente a los graves problemas que
tuvo la Universidad de San Marcos en la década de los cincuenta, de hecho, constituyendo
un hinterland aristocrático en una institución cada vez más abierta a los sectores
populares. Un elemento central en la crisis del ‘61, al margen de los conflictos
específicos, fue el ascenso de la clase emergente a la conducción de la Facultad de
Medicina San Fernando, además del acceso a la misma de un porcentaje mayor de alumnos
procedentes de sectores populares. Esta dinámica produce un cambio cultural que es clave
para entender la crisis de la figura de Carrión en el imaginario institucional y social.
El sistema aristocrático de la Facultad era un sistema estamental
basado en los derechos adquiridos, los cuales incluso podían ser hasta hereditarios. Sin
embargo, en este sistema existían mecanismos de movilidad, basados en acuerdos de
consenso y acreditación académica. Evidentemente, existían manejos e intereses que, sin
embargo, tenían un estándar mínimo de acreditación y también de productividad
intelectual de sus líderes, los cuales explicitaban un discurso de humanismo
aristocrático (67). Este sector, heredero cultural de los positivistas de principios de
siglo, entendía la ciencia como un elemento propio de su carácter de élite y en ese
contexto la imagen de Carrión, codificada en los términos de
su imaginario cultural, tenía sentido en el marco de una misión institucional.
El sector emergente que ingresa a la conducción de la Facultad en el
‘61 hace su propia lectura y apropiación del sistema feudal, que era el núcleo de
la dinámica institucional, el cual devino en un sistema patrimonialista de cátedras y
espacios académicos. El discurso modernizador de la crisis del ‘61 fue sobrepasado
por dicha decodificación, la cual, en el marco de una cultura premoderna, se planteó con
códigos eticomorales caracterizados en las conductas sociales de los segmentos emergentes
(68,69), que Seguín describe muy sentidamente en su conocida entrevista con Max Silva *
(70). En ese escenario, la imagen de héroe cultural de Carrión, impulsada por los
positivistas de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, fuera del contexto y los
códigos culturales de sus creadores, devino en un icono intrascendente, continuando en su
papel funcional para ceremonias y homenajes.
Pesce, en su preocupación por crear una base cultural para el
desarrollo de un nuevo proyecto institucional, fue el primero en trabajar la
reelaboración del mito y a ello apunta su discurso de Carrión y su positivismo
científico, tratando de reintroducir el ideal cultural de la ciencia en el contexto
social de San Fernando. Sin embargo, esta propuesta no pudo ser asumida por el colectivo
sanfernandino después de la crisis del ‘61, dado que la ciencia no tenía ni tiene
hasta hoy mayor relevancia en la matriz cultural de los sectores emergentes en un contexto
sociocultural diferente, los cuales plantean otro tipo de reivindicaciones y aspiraciones,
además de tener una lectura más pragmática de su relación con la institución. Ello es
una de las causas que explican el deterioro de la producción científica y el nivel
intelectual de diversos sectores y estamentos académicos nacionales.
La pregunta que surge aquí es ¿en qué medida la figura de Carrión
puede ser relevante para la Medicina Peruana en el siglo XXI?
La trama social del colectivo médico de finales del siglo XX, es
fundamentalmente del sector emergente de la sociedad. Este sector se inserta socialmente a
la medicina con Carrión, un estudiante que logra trascender sobre la base de la impronta
social y cultural de este grupo, que encuentra ahora, al inicio del siglo XXI, un
escenario similar a la posguerra de fines del siglo XIX, donde se plantea la necesidad de
reconstruir y refundar el país, sus instituciones, de tener que apostar a nuevas
prácticas, paradigmas y formas de organización social, para poder trascender y surgir
material y profesionalmente, como lo expresa meridianamente García:
“Carrión es el Peruano mestizo, estudiante de medicina, cuya
figura y acción es producto de una contrastante suma de factores. La baja calidad de los
estudios universitarios, la imperfección de la técnica a su disposición, la pobreza
económica, su origen serrano, la caótica situación política y social de entonces, su
imaginación creativa y su deseo de superación, en medio de un ambiente mediocre, se
sumaron en lógica mezcla, sobre él, para ejercer su influjo y empujarlo a realizar lo
que hizo...”
“Carrión no es el héroe epónimo que consciente de su deber
histórico se lanza a la inmolación. Tampoco es el hombre de ciencia paciente y frío que
se olvida de su propia persona durante la abstracción de un experimento que le cuesta la
vida. No, Carrión es nada más y nada menos que el cholo peruano. Esto es lo que hay que
exaltar en él. Su peruanismo puro, imaginativo, pero falto de recursos y formación
académica. Intuitivo, pero atrevido hasta la imprudencia. Y no se podía ser de otro modo
en el Perú de 1885. Con una universidad arruinada, sin biblioteca, laboratorios,
profesores idóneos y, sobre todo, sin el ambiente de “serena paz” propicio para
la investigación, como lo dijo Pasteur. Así no podía surgir por generación espontánea
un científico cabal. Si hoy, a casi un siglo de entonces, el criollismo aún domina las
actividades académicas de la nación...” * (71,72).
* Cuando Max Silva le pregunta a Seguín por su paso por
San Fernando en el turbulento período poscrisis del ‘61 refiere “... Si hay un
tema que no desearía tocar es éste. Está tan lleno de sufrimientos y, más que ello, de
desilusiones y de –lo que fue para mí inmensamente más doloroso– choques con
una realidad que me ha mostrado, una y otra vez, a los hombres en lo más pobre de su
humanidad...
¿Cómo una cultura resistente y de
supervivencia como la que ostentaba la capa social mestiza emergente que dio origen a
Carrión, pudo haber sido el motor que haya llevado a la medicina peruana por 70 años al
mayor desarrollo técnico y legitimidad social de su historia, al punto de colocarla en un
determinado momento en un lugar preeminente en el concierto latinoamericano? Planteamos la
hipótesis de que, en el caso particular de Carrión, se dio la posibilidad de una
articulación cultural con occidente que nos permitió por primera vez una inserción
global desde lo local, la posibilidad de ser protagonistas del imaginario científico
cultural de Occidente, no desde la imitación, sino desde nuestro propio discurso, desde
nuestros propios problemas y limitaciones. Sin embargo, para lograr ello en un país como
éste, se requirió la misma matriz cultural que lleva a una madre de un comedor popular a
luchar por la supervivencia de sus hijos, o que permite que la gente pueda vivir en el
arenal y construir ciudades y escuelas. Esa misma matriz cultural permitió que gente,
como Sebastián Barranca, Escomel, Arce, Tello, Valdizán, Monge, Weiss, Seguín y otros
mil, como lo señala la letra del himno de San Fernando, pudieran hacer investigación en
medio de la soledad intelectual, pobreza económica, inestabilidad política, la anomia,
indiferencia, cuando no ignorancia y hostilidad de las instituciones del país. Fue esta
matriz cultural la que permitió que en San Fernando, entre 1886 y 1956, se produjera la
mayor cantidad y calidad de conocimiento y reflexión intelectual de toda la historia de
la Medicina Peruana.
Sin embargo, la imagen de Carrión y la matriz cultural emergente por sí solas no pueden
explicar totalmente el proceso de construcción social y cultural de la escuela médica
clásica peruana. En el proceso existió también un elemento crucial en el imaginario
colectivo médico; fue la misión histórica de la reconstrucción de la facultad, de
reconstruir el colectivo y proyecto original de San Fernando, de recuperar nuestra antigua
cultura sanfernandina. El proyecto histórico de la reconstrucción es fundamental para
entender la respuesta de los sanfernandinos de principios de siglo pasado, el cual
Valdizán logra enunciar con claridad meridiana:
“... Procuremos que la obra de los UNANUE, de los HEREDIA, de los Ríos, de los
Odriozola, no se derrumbe definitivamente, Salvemos aquella obra: vayamos a la docencia
rodeados de nuestra aureola de pobreza de recursos, envueltos en el manto de nuestra
vocación docente. Vayamos a una Escuela de Medicina cuyos maestros y alumnos, orientadas
sus actividades en el mismo sentido de rehabilitación de valores ético sociales que si
no se han perdido, están a punto de perderse, procuraremos salvar la obra en peligro.
Vayamos a esa Escuela de Medicina, cuyo ambiente pedagógico alejará la posibilidad de la
brisa política... Y vayamos a esa escuela, representativa del período romántico de la
evolución universitaria, porque ella es el único puente fácil y grato que debe separar
la catástrofe, de la reconstrucción. Y vayámonos a ella, porque sólo ella puede
restablecer, en los claustros de la Escuela de Medicina, aquel ambiente de respeto y de
cariño que reinó entre los viejos fernandinos y los viejos maestros...” (73).
Mito fundacional, resistencia emergente, proyecto de reconstrucción y
restauración académica, ética y moral; esta conjunción de valores e ideales, fue la
que hizo posible la aparición de la Escuela Médica Peruana y por ende el mayor
desarrollo y legitimidad social de la medicina en el Perú. Cuando el mito se convierte en
funcional sólo a ceremonias, cuando la resistencia de los emergentes y sus anhelos de
superación se convierten en achoramiento, es decir, en una forma de lograr y ejercer el
poder, cuando la reconstrucción pierde sus componentes éticomorales, viene la crisis.
Estos valores permitieron a la Facultad de Medicina de San Fernando sobrevivir no sólo a
la guerra, sino a dictaduras militares y civiles, además del cisma del ‘61. La
pérdida de este imaginario colectivo, de estos valores e ideales fue la causa de la
penosa e irrepetible historia de las últimas décadas de la Universidad. Su recuperación
será la piedra angular de cualquier proceso de reconstrucción, tanto de San Fernando
como de la medicina nacional en su conjunto. Sólo en ese contexto tiene sentido analizar
la historia de un joven estudiante provinciano, quien, sin imaginarlo, contribuyó como
nadie a la Medicina del Perú y que ahora, como hace más de 100 años está dispuesto a
apostar por este proyecto, a darnos su mano en medio de la ruina moral y académica, de
las brumas de la anomia y la incertidumbre, a señalarnos el camino, que nos llevará, si
tenemos el mismo coraje, sacrificio e imaginación, a construir un colectivo del cual
Carrión, Unanue, Heredia, Valdizán, Paz Soldán y otros sanfernandinos ilustres del
pasado se sientan orgullosos, como una contribución a la refundación y construcción de
un nuevo país.
* En la actualidad, el criollismo al que
se refiere García es tipificado por otros autores como achoramiento, definido como una
estrategia de ascenso social basada en un pragmatismo maquiavélico y en la
mercantilización de las relaciones humanas. El análisis de las primeras evidencias
empíricas de “Achoramiento Médico”.
Este análisis debe leerse como una apuesta al futuro. No
es el sentido de este ensayo desmerecer la figura de Carrión ni señalar conspiraciones,
las cuales no pueden ser vistas aisladas del dramático escenario de conflictos de la
posguerra. Nuestra propuesta apunta a recuperar la imagen de héroe cultural, planteando
que es posible volver a generar una corriente cultural que permita el resurgimiento de la
medicina peruana y una nueva reinserción a la medicina global. Consideramos que el actual
contexto socio-cultural es similar al de la posguerra y, por lo tanto, es posible
recuperar todo lo que significó el Carrionismo, como un movimiento que permitió el
despegue de la facultad e integrarlo a una propuesta de nueva universidad que responda a
las expectativas de la sociedad y que contribuya, como lo imaginó Unanue, a la
restauración el Perú.
AGRADECIMIENTO
Los autores expresan su agradecimiento a la Biblioteca de la Facultad de Medicina - UNMSM
por las facilidades brindadas, al Dr. Marcos Cueto por su invalorable apoyo y aliento. A
los Drs. Eduardo Zárate y Guillermo Contreras con quienes intercambiamos nuevas ideas y
recibimos valiosas críticas y sugerencias. Asimismo a los alumnos del curso de Historia
de la Medicina con quienes discutimos muchos de los tópicos del ensayo, creando un
espacio de reflexión que pretende seguir aportando al crecimiento de nuestra
institución.
1 Cátedra de Historia de la Medicina. Departamento Académico de
Medicina Preventiva y Salud Pública.
2 Departamento de Ciencias Dinámicas, Facultad de
Medicina de San Fernando - UNMSM.
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Ver
Bibliografía
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