José Olaya: la obra disímil en
la producción pictórica de José Gil de Castro. Mondoñedo Murillo,
Patricia Carolina. |
EL RETRATO LATINOAMERICANO EN LOS
INICIOS DEL SIGLO XIX
(Continuación)
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FIGURA 5. Antonio Salas (Ecuador) Simón Bolív
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2.2.6 MÉXICO
En México existen, de este periodo, telas de factura anónima que reproducen a sus
modelos bajo los cánones del estilo de moda. Dos ejemplos significativos son el retrato
de Don José María y Pavón (1812) y el de la Marquesa de Rivascacho
(1816). En el primero (figura 6), que representa al "Exm. Sr. Dn. José María
Morelos, Capitán General de los Exercitos de América, Vocal de su Suprema Junta y
Conquistador del Rumbo del Sud", según se lee en la inscripción del cuadro, notamos
ese tratamiento espontáneo de la figura humana que le otorga una apariencia blanda al no
estar precisados los contornos de manera académica; ese mismo trazo, libre de todo canon,
permite la reproducción rítmica de los muy bien diseñados detalles ornamentales de
color dorado que acompañan al uniforme militar y que destacan sobre la pechera roja del
mismo. La composición del cuadro coloca al cura Morelos, líder de la guerra
emancipadora, dentro de un medallón, en cuyo fondo verde aparece la recurrente cortina;
encima de este contorno ficticio, destaca el detalle de la cinta flotante en cuyo centro
se sobrepone una pequeña insignia. Sobre este óleo el crítico Justino Fernández
comenta:
"La composición es neoclásica, por
el óvalo que hace de marco a la figura, el dibujo, aunque incorrecto desde el punto de
vista académico o naturalista, es preciso, bien definido; el color es elegante, aún en
los contrastes y está enriquecido por el oro de los bordados del uniforme, la cadena y el
gran collar con una cruz; toda la figura tiene aplomo y dignidad y el rostro, y la cabeza,
que emerge del amplio cuello, está delineado con maestría y seguramente idealizado como
la figura entera, de manera que en conjunto, esta obra, excepcional en su expresión, es
también reveladora de un ideal de arrogancia, de señorío y de poder - todo con sentido
azas bárbaro- que hemos de encontrar repetido más adelante".45
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FIGURA 6. Anónimo (México) Don José María y Pavón
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En el lienzo de la Marquesa de Rivascacho (figura 7), el anónimo presenta a la
dama en tres cuartos con los atuendos correspondientes a su alta posición social: un
vestido elegante adornado con un fino chal delicadamente bordado y las infaltables joyas
minuciosamente representadas. En el fondo de este cuadro, uniformemente oscuro, destaca,
hacia el extremo superior izquierdo, un escudo nobiliario, distintivo hidalgo
frecuentemente usado en los retratos de la jerarquía colonial.
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FIGURA 7. Anónimo (México) Marquesa de Rivascacho
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Entre las obras de autoría conocida destaca la producción de José María Vázquez (
fines del XVIII- principios del XIX) con su obra Doña María Luisa Gonzaga Foncerrada
y Labarrieta (1806) (figura 8). La modelo figura en un interior privado, sentada junto
a una pequeña mesa sobre la que apoya su brazo izquierdo. Como en el caso anterior, porta
un vestido elegante de finos detalles complementado con un pequeño sombrero lleno de
encajes recogidos. Entre sus atributos de dama distinguida, además de las alhajas, posee
también el clásico abanico y un pequeño libro entreabierto aludiendo a su nivel
cultural. La habitación presenta, hacia el fondo derecho, una ventana abierta a través
de la cual se puede ver en perspectiva un gran jardín con una pileta central; hacia el
fondo izquierdo, sobre una pared iluminada, una inscripción en referencia a la retratada.
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FIGURA 8. José María Vásquez (México) Doña María Luisa Gonzaga Foncerrada
y Labarrieta
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El estilo neoclásico de este lienzo está evidenciado según las características ya
mencionadas, es decir, en el tratamiento ingenuo del cuerpo y en la agudeza de los
detalles. Sin embargo, tal como ya lo habíamos advertido, estos caracteres no tuvieron un
mismo nivel representativo, así en este retrato la arbitrariedad de la anatomía humana
no se muestra de manera tan evidente; mientras el gusto por el detalle minucioso si se
logra en el diseño de la tela del vestido, aretes, anillo y encajes del sombrero.
2.2.7 PERÚ
Después de una larga estadía en Chile, José Gil de Castro regresa a su país natal. En
nuestro país destaca el lienzo de Simón Bolívar de 1824 ubicado en el Museo Nacional de
Antropología Arqueología e Historia de Pueblo Libre. En esta versión el Libertador
(figura 9) está representado de cuerpo entero en el interior de una habitación semi
iluminada por la escasa luz que atraviesa la ventana en el fondo izquierdo del cuarto.
Bolívar, en medio de la composición, se impone entre la clásica cartela del costado
inferior izquierdo y la mesa del lado derecho sobre la cual encontramos los accesorios de
la escribanía y un mapamundi; en la parte superior del lienzo sobrevuela una cinta roja
con la siguiente inscripción: "El Perú recuerda los hechos heroicos venerando a su
Libertador".
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FIGURA 9. José Gil de Castro (Perú) Simón Bolívar
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Siguiendo el lenguaje de la época, el artista se preocupó por el tratamiento minucioso
de las texturas de la indumentaria militar, del material de la escribanía reluciente y de
los adornos del mantel que cubre la mesa mencionada; de igual manera también prestó
cuidadoso esmero al reproducir el rostro del modelo que trasluce un semblante específico.
Para el desarrollo del cuerpo optó por una postura hierática y rígida la cual se
atenúa ligeramente con el contraposto y por el contraste de los colores de su vestimenta,
pantalón blanco y chaqueta negra. Un detalle curioso lo vemos en la cinta que misteriosa
se suspende en el aire, enmarcando la parte superior del lienzo. Como lo han señalado
varios autores, este elemento es una supervivencia del cuadro virreinal que Gil de Castro
toma para, de un contexto sacro, instalarlo en el género profano del retrato. Similar
cinta está presente en otros de sus retratos: el Coronel José María del Valle y
García; Lorenzo del Valle y García; Presidente Orbegoso y en el de José Olaya.
Paralelamente a José Gil de Castro, otros pintores desarrollaron la temática del
retrato. Entre ellos destaca Pedro Rojas (1780-1840) quien, según Joaquín Ugarte y
Ugarte, figuró en primera categoría en el Gremio de Pintores de Lima hasta el año 1839.46
Este artista también dejó la imagen de Bolívar, retrato de 1825 encomendado por la
Municipalidad de Lima (figura 10). Se trata de un óleo de gran formato que reproduce la
imagen del Libertador de cuerpo entero situándolo en una habitación de piso alosetado
junto a un escritorio con la clásica escribanía. Al fondo derecho, una cortina recogida
y a la izquierda una ventana abierta que conduce a un paisaje exterior en el que se
desarrolla el episodio de una batalla; en un primer plano un niño cubre la desnudez de su
torso con una tela que señala la dedicatoria del retrato: "A Simón Bolívar,
Libertador de Colombia y del Perú. La Municipalidad de Lima". En concordancia con el
estilo de la época este lienzo se nos muestra, según afirma Núñez Ureta de la
siguiente manera:
"Es una obra áspera, sin grandes
conocimientos de dibujo, con curiosas correcciones en las dimensiones de la figura; pero
con interesantes observaciones sobre el carácter del retratado".47
Es decir que posee dos de los rasgos que
definen el estilo neoclásico latinoamericano: por un lado la ausencia de recursos
académicos en el manejo del dibujo pero por otro lado la habilidad de traducir los rasgos
del retratado.
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FIGURA 10. Pedro Rojas (Perú) Simón Bolívar
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Otro pintor de retratos que al igual que Gil, estuvo muy vinculado a la guerra por la
Independencia es Pascual de Saco y Oliveros. Lambayecano de nacimiento se alistó en el
ejército patriota llegando a participar en la proclamación de la Independencia de se
departamento. De su oficio de pintor se conservan ocho de sus originales entre retratos,
autorretratos y pintura religiosa.
2.2.8 VENEZUELA
En Venezuela el retratista de este periodo fue el mulato Juan Lovera ( 1778-1841),
considerado uno de los primeros que desarrolló esta temática en su país, y quien a
principios del XIX fundó una escuela de dibujo. Sobre su producción pictórica el
historiador Leopoldo Castedo afirma:
"Durante su primera época, iniciada en la infancia, Lovera mantuvo el arraigo con el
pasado en una pintura plana y detallista. Consecuente con su participación política en
la contienda, su pincelada adquirió mayor libertad en su segundo ciclo y en el tercero el
tratamiento del retrato, dentro de la sobriedad que caracteriza su obra completa, escasa
por cierto, se aproxima a sus émulos contemporáneos".48
2.3 CONSIDERACIONES GENERALES
A través de este paralelo entre los pintores retratistas de América Latina se pone en
relieve que la obra de José Gil de Castro encaja en una actividad difundida por toda
Latinoamérica. Sin duda alguna su obra comparte características plásticas similares a
la de sus contemporáneos49 aunque, de todos, nuestro artista fue el que adquirió más
renombre, el alcance territorial de sus obras, las cuales actualmente se encuentran en
varios países de nuestro continente, corrobora este hecho.
Asimismo nos interesa dejar constancia de una nueva disposición valorativa del quehacer
pictórico de los retratistas de este tiempo, para atenuar la blanca displicencia que la
mayor parte de críticos e historiadores tienen hacia ellos. Es imprescindible
anteponernos al mal hábito generacional de apreciar una obra según los dictámenes de
las doctrinas que las matrices de las grandes metrópolis nos imponen, para poder valorar
el mérito original nuestros artistas.
45 FERNÁNDEZ, Justino. El Arte del siglo XIX en México, p. 24
46 UGARTE Y UGARTE, Joaquín. Iconografía peruana del Libertador
Bolívar.
47 NÚÑEZ URETA, Teodoro. Pintura Contemporánea. Primera parte l820-1920, p.
40
48 CASTEDO, Leopoldo. Historia del Arte Iberoamericano. Siglo XIX, Siglo XX, p.
26
49 Cabe mencionar como dato singular que cuatro de los siete retratistas
mencionados fueron mulatos lo cual pone de manifiesto , un vez más, la importancia de la
presencia negra en el quehacer plástico de nuestros países latinoamericanos.
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