PARTE III
CONTROL SOCIAL, NEOLIBERALISMO Y DERECHO PENAL
EN UN PAIS DEL TERCER MUNDO: PERÚ


CAPITULO II
EL FUJIMORISMO (1990-2000)

Las Fuerzas Armadas

Al igual que con los organismos financieros internacionales, la estrecha relación del presidente Fujimori con las Fuerzas Armadas se estableció desde el inicio de su primer gobierno. Cabe recordar que Fujimori, siendo presidente electo en 1990 se mudó con su familia a la sede del Círculo Militar. El respaldo del presidente Fujimori a las Fuerzas Armadas y viceversa fue constante durante su primer gobierno, repitiendo muchas veces frases que podrían resumirse en la siguiente declaración realizada en el CAEM:

es evidente que la crisis de las instituciones no afectó a todas las piezas de la sociedad y del Estado; si no hubiera sido la debacle. Las Fuerzas Armadas, por ejemplo, son una prueba de los buenos resultados de una larga cuarentona.423 

Desde el inicio de su gobierno Fujimori tuvo una política de maridaje con las Fuerzas Armadas que consistió en nombrar a militares como sus asesores personales o en puestos de confianza e interviniendo directamente en los ascensos de los militares [hoy sabemos que quien dirigía todo el tinglado era Vladimiro Montesinos], desnaturalizando poco a poco la línea de carrera en la institución castrense. De hecho, el general Nicolás Hermoza debió pasar a retiro en 1992 y se mantuvo como Comandante General por muchos años más, hasta agosto de 1998. En este proceso todos los analistas coinciden en que el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) y el asesor presidencial Vladimiro Montesinos han desempeñado un papel fundamental.

El SIN (Servicio de Inteligencia Nacional) había logrado aumentar su poder enormemente, al agrupar y controlar los servicios de inteligencia de las tres armas y constituirse como la principal —y en algunos temas única— fuente de información del presidente Fujimori en todos los niveles. Fue a través de Vladimiro Montesinos como Fujimori logró tener una copia del famoso “Libro Verde”424 , elaborado por militares y simpatizantes civiles a fines del gobierno de Alan García (1989). “Libro Verde” fue, particularmente, importante puesto que reflejó un cambio en el pensamiento militar.

En los años sesenta y setenta, los militares crearon un plan de gobierno llamado el Plan Inca, que incluía una serie de reformas radicales como: la reforma agraria, la nacionalización de importantes empresas extractivas, la redistribución de la riqueza, la protección de las industrias nacionales y una mayor dosis de control estatal sobre la regulación de precios en la economía. En resumen, era el proyecto de un Estado fuerte y gestor en la economía. En contraste, el “Libro Verde” representaba la adaptación del pensamiento militar a la economía libre de mercado. Destacaba la necesidad de una reestructuración radical, incluyendo la venta de las industrias claves que habían sido nacionalizadas veinte años atrás y una reducción drástica en la magnitud de la intervención estatal. Al mismo tiempo, destacaba la importancia de realizar una fuerte campaña para acabar con la subversión, y con este fin defendía un modelo de control político firme. En otras palabras, era liberal en el sentido económico y autoritario o dictatorial [dependiendo de la circunstancia, tiempo y lugar] en el político.
Este plan se apoyaba en una alianza cívico-militar que actuaría en favor de los intereses de la clase empresarial, pero buscando apoyo en la sociedad civil. Esto representó, por consiguiente, un claro alejamiento del Plan Inca, aunque algunos de los oficiales participantes habían sido partidarios del General Juan Velasco Alvarado, en los setenta. Aunque en un sentido programático el nuevo plan estaba bastante alejado de las ideas presentes en el Plan Inca, el objetivo básico era similar: las Fuerzas Armadas querían jugar un papel protagónico en el intento de reestructurar la sociedad sobre la base de cimientos más estables, que evitaran las crisis recurrentes y periódicas que habían afectado al Perú en décadas recientes, y de ese modo garantizar estabilidad y confianza para la inversión extranjera. Fujimori, en ese sentido, resultó ser el aliado civil que un sector castrense desilusionado con la política de Alan García había iniciado por su cuenta los trabajos de elaborar un Nuevo Plan de Gobierno: el desastre de la política aprista era evidente a nivel del país y del extranjero. Ya habíamos sido calificados como ineligibles (verdaderos parias en las finanzas internacionales) para las inversiones extranjeras. El libro, publicado por la revista semanal Oiga, contenía una hoja de coordinación final, ahí se leía: “Negociación y acuerdo con Fujimori: Bases de Negociación: Concepto de Democracia Restringida y Economía de Mercado”.425 

La causa principal para apoyar a Fujimori fue debido a que se trataba de un advenedizo en la política, sin programa de gobierno, sin partido, sin finanzas propias, un desconocido sin ser ligado a los políticos tradicionales. Resultó el civil perfecto que andaban buscando para regresar al poder, con un nuevo programa, acorde con los tiempos del fantasma que recorría el mundo en estos tiempos (Reagan y Bush): el neoliberalismo. Aquello impidió el golpe de Estado que estaban preparando, el libro referido así lo demuestra. Hicieron una variante, lo dieron en el año de 1992 (con el autogolpe de Fujimori). Es indudable que el autogolpe del 5 de abril de 1992 consolidó la alianza entre el fujimorismo y los militares, aumentando significativamente la presencia de estos últimos en las decisiones de gobierno. Sin duda, otro de los factores que habría incentivado a los militares a “apoyar” al presidente Fujimori, fue su percepción de la existencia de un “ánimo anticas-trense en el Parlamento” así como la imagen de un Poder Judicial atemorizado que permitía la liberación de demasiados miembros de los grupos subversivos.

La principal consecuencia del peso de las Fuerzas Armadas se había basado en temas que giraban en torno a las necesidades de pacificar el país. Ellos estaban preocupados de que no se entendiera que en cumplimiento con su objetivo de pacificar el país se cometieran “errores”, pero que a la luz de la opinión nacional y extranjera se trataba de verdaderos actos de violación a los derechos humanos, lo cual les había dañado seriamente su imagen y del Gobierno en el exterior.426 La presencia militar donde se llevaban a cabo violaciones de los derechos humanos ha sido una política institucional de los “estados de derecho” de gobiernos civiles, y recientemente —en términos históricos— abarcan los tres Periodos presidenciales de fines de este siglo y son el de Belaúnde (1980-85), el APRA con Alan García Pérez (1985-1990) y con la cúpula Fujimori-Fuerzas Armadas (1990-1992, antes y después del autogolpe de 1992).

Los militares en el poder, de manera velada a partir del 28 de julio de 1990 y de manera abierta a partir del 22 de abril de 1992, tenían toda una legislación que les daba impunidad por sus “excesos” en la lucha antisubversiva. Lo habían hecho con el cambio de estrategia en la pacificación del país (noviembre de 1991). Esta legislación se perfeccionó a partir del autogolpe con el Decreto Legislativo N.º 746 (nueva estructura del Servicio de Inteligencia Nacional, que según Carlos Tapia “fue decisiva con relación a la concentración del poder al interior de las estructuras del Estado, particularmente en la composición de la cúpula militar”, que según el general EP Luis Cisneros Vizquerra427 insospechable de cualquier posición antimilitarista, llegó a calificar a la nueva estructura de inteligencia como una verdadera “GESTAPO” dentro de las Fuerzas Armadas.428 

Durante el segundo gobierno del presidente Fujimori este proceso se agudizó y el peso de las Fuerzas Armadas en el gobierno fue excesivo. Esto se reflejó por la gran cantidad de decisiones políticas relacionadas con la presencia del Ejército en los gobiernos regionales, las “condenas” leves a militares por el delito de opinión. Así como la expedición de la ley del indulto militar, la decisión de la Justicia Militar de declarar contienda de competencia con el fuero común en el caso del asesinato de Barrios Altos, el tratamiento a los casos de narcotráfico vinculados a las Fuerzas Armadas. Sobre este último tema Carlos Tapia nos dice: “... como ha quedado demostrado posteriormente, todas las instituciones —incluidas las fuerzas del orden— sufrieron en diferentes etapas la infiltración del narcotráfico. Para comprobarlo basta remitirse a todos los medios de comunicación donde han aparecido innumerables acusaciones alrededor de los juicios a Abelardo Cachiche Rivera y especialmente a Demetrio Chávez Peñaherrera (a) Vaticano, jefe de unas de las “firmas” del narcotráfico más importantes del Huallaga. Como se sabe, a partir de agosto de 1996 el escándalo llegó a involucrar al controvertido asesor del SIN Vladimiro Montesinos”.429 

En noviembre del 2000 la prensa internacional escrita y audiovisual informó a la comunidad mundial acerca de la participación de este asesor de Fujimori en el narcotráfico internacional y el tráfico de armas, tráfico de influencias, corrupción de funcionarios públicos. Esto produjo una crisis en el tercer mandato de Fujimori antes de los dos meses de haber juramentado; además, obligado a un retiro de las Fuerzas Armadas a sus cuarteles, hasta nuevo aviso para retornar de manera abierta o encubierta al poder. No han “abandonado” el poder, de allí que el presidente interino haya dicho que las Fuerzas Armadas son la institución tutelar de la República. Todas las fuerzas políticas coinciden con este juicio. Dicho esto, estudiemos la legislación antisubversiva del gobierno de Fujimori el cual va a ser otro de los ejes requeridos por los organismos mundiales de finanzas; el gobierno tenía que imponer ley y orden o lo que es lo mismo seguridad y garantías para las inversiones extranjeras, y eso pasaba por una confrontación directa y gran escala para terminar con la subversión.

 

 

423
 
 
 
  
La frase es citada de un discurso del CAEM y ha sido tomada de la revista Perú Económico, vol. XV, No. 4, Lima: Apoyo S. A., abril 1992. Se refiere a la cuarentona existencia del CAEM como institución “preocupada” institucionalmente de los problemas medulares del país, como del ejercicio mismo del poder. Y que, además, el Proyecto Fujimori no era sino la continuidad en el ejercicio del poder de las Fuerzas Armadas como institución (como suelen decir lo políticos profesionales) tutelar de la República. Ver parte II de este trabajo.
424 Trozos del Libro Verde se publicaron en Oiga, N.° 647, Lima, 12 de julio, 1993 y 19 de julio, 1993.
425

 

 

 

 

 

El director de la revista dice: “Cucharita Díaz contaba con la asesoría de Vladimiro Montesinos en el Servicio de Inteligencia Nacional. Serían los autores de las ‘Apreciaciones del SIN’ que forman parte del contenido del llamado Libro Verde, p. 22, revista Oiga, 12 de julio de 1993.
Hoy se sabe con certeza que el verdadero poder detrás de Fujimori eran las Fuerzas Armadas y su instrumento clave el SIN con su pieza más valiosa Vladimiro Montesinos (dependiente a sueldo hasta el 16 de setiembre del 2000 de la Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América, según declaraciones del Embajador norteamericano John Hamilton). La pregunta clave es, si hoy se sabe que este personaje era un servidor del Servicio de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, es probable que ellos estuvieran detrás del famoso Libro Verde. Montesinos terminó como otro servidor de la CIA que gobernó Panamá, el General Noriega [privado de su libertad y sentenciado por delito de narcotráfico por un Tribunal Federal de los Estados Unidos después que marines de los Estados Unidos invadieran Panamá]. Las manos no las tenía sucias tan sólo con sangre de muchos inocentes [no nos referimos a los alzados en armas, sino a familiares y población civil] que cayeron en su lucha declarada y brutal contra la subversión. Sino manchadas con el dinero del narcotráfico y del tráfico de armas a gran escala que no se podían realizar sin ser vistos, escuchados y sin el consentimiento implícito de la potencia hegemónica los Estados Unidos de Norte América. ¿Coincidencia de la CIA en el trato de sus socios en América Latina o una política exterior secreta de un organismo de Control y de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de Norteamérica? 
426



 

 

 

 

 

A las Fuerzas Armadas durante el segundo gobierno de Belaúnde (1980-1985) se les había encargado “el orden interno de las provincias ayacuchanas”. Ésa era la zona que escogió Sendero Luminoso para iniciar sus acciones armadas. “Hasta 1983, los muertos a causa de la violencia política en el país llegaron a la cifra de 165 y los heridos a 199. Sólo durante los doce meses del año siguiente los muertos ascendieron a 2282 mientras los heridos apenas a 372, una guerra sin prisioneros y sin heridos. Sólo muertos: 20, 30, 50 como se iba sumando en los lacónicos comunicados militares... Al terminar 1984 las bajas superaban a 4500 muertos, la gran mayoría clasificada como senderistas y civiles, entre los cuales sólo menos de un centenar eran soldados y policías... Entre agosto de 1985 y setiembre de 1986 las cifras oficiales indicaban 1737 de los cuales 979 eran presuntos terroristas y 676 eran civiles [Fuente: Centro de Documentación e Información de APRODEH (Asociación Pro Derechos Humanos). Desco, Resumen Semanal, Banco de Datos]. Al terminar este año la cifra acumulativa de muertos bordea los 7000. Allí están incluidos muchos jóvenes, pero también menores de edad, hasta niños, sin olvidar los ancianos. [En 1992, cinco años después, esta cifra superó los 30 000 muertos por violencia política. Una guerra que ha arrasado con poblaciones enteras en Ayacucho... El ingreso del ejército, en 1983, significó la práctica de las “desapariciones” y el empleo de fosas comunes o “botaderos” de cadáveres.” (Énfasis nuestro) FLORES GALINDO, Alberto. La tradición autoritaria, violencia y democracia en el Perú. Lima, Editorial APRODEH, 1999.
427
 
 
Este general EP en la entrevista que le hiciera la revista QUÉ HACER, N.° 20, enero de 1983, p. 50, había dicho: “Maten 60 personas y a lo mejor allí hay 3 senderistas... Y seguramente la policía dirá que los 60 eran senderistas”. Alberto Flores Galindo, op. cit., p. 37.
428  TAPIA, Las Fuerzas Armadas..., p. 71.
429

 TAPIA, op. cit., p. 65. En marzo del 2001 el Poder Judicial le abrió proceso penal por narcotráfico al eje de la dictadura fujimorista, Vladimiro Montesinos. Según todos los indicios de la investigación que lleva a cabo el Congreso de Perú se incorporaría por igual delito a Fujimori.

 

3Regresar