
PARTE II
EL IMPERIALISMO NORTEAMERICANO Y LA OLIGARQUÍA PERUANA
EN EL SIGLO XX
CAPITULO III
EL GOBIERNO MILITAR : 1968-1980
Orígenes. Primera etapa: 1968-1976
Era el momento en el cual los militares estaban siendo formados en el Centro de Altos
Estudios Militares (CAEM), fundado en 1953, luego que en 1947 el Perú firmara el Pacto de
Río de Janeiro contituyéndose como miembro de la Junta Interamericana de Defensa. Este
pacto posteriormente va a ser firmado por Odría y por el presidente norteamericano
Eisenhower, en el que se definió el papel de las Fuerzas Armadas peruanas en la defensa
hemisférica contra el peligro comunista.272 Como dice Cotler ello significó
una remodelación de la institución castrense, en el estudio de las modalidades de
táctica y estrategias militares basadas en la realidad concreta de la situación
peruana. Desestimando los marcos teóricos de los textos castrenses franceses. Como
en lo que se refiere a pertrechos militares, que fueron renovados, y con ellos, la
consabida asistencia técnica de los asesores norteamericanos.273 Seguimos con
Cotler, citando a Villanueva274 nos dice que al CAEM se le adjudicó una
importancia decisiva en el desarrollo de un nuevo profesionalismo militar dedicado al
desarrollo y la contrainsurgencia.275 El concepto de guerra va a cambiar
radicalmente a partir de este período, la Doctrina de Defensa Nacional se va equiparar
con la Política General del Estado.
Este concepto de la guerra será entendido como que es total e integral, con
lo cual se expresan dos hechos evidentes: uno, que para obtener la victoria es preciso
emplear todos los medios y recursos de la Nación; otro, que la lucha se lleva a cabo en
los dominios político, económico, psicológico y militar...; es deber de los poderes del
Estado, por ser los únicos que tienen la autoridad y visión de conjunto, orientar e
impulsar el desarrollo del Potencial Nacional para ponerlo en condiciones de proporcionar
directa o indirectamente ese total de medios determinados como necesarios para garantizar
la seguridad integral de la Nación... el conjunto de medidas y de previsiones... para
alcanzar este fin, constituye el Plan de Preparación del Potencial Nacional para la
Defensa.276
El CAEM se dedicó, desde entonces, a estudiar la realidad peruana; ellos mismos
contrataron a la mejor de la intelectualidad peruana para sus cursos superiores. En esta
década, siguiendo los lineamientos ya expuestos por el fundador del CAEM, en 1957 el
ejército funda su Servicio de Inteligencia. Con este servicio el ejército recogería
datos de la realidad del país y con sus estudios teóricos arribarían a la conclusión
de que las condiciones de extrema pobreza son las que propician los movimientos populares
de la época; que el poder real no se encuentra en el Estado demoliberal, que aquello es
sólo una formalidad que no tiene sustento real, el verdadero poder está en los
latifundistas, exportadores, banqueros y en las compañías norteamericanas.
Alertan a sus mandos intermedios y tropa de que están en guerra, agregan, que la guerra
subversiva o la guerra revolucionaria es universal, ella avanza cada día, una pulgada o
un kilómetro, en todos los países del mundo. En el Perú, también. Es una guerra
tan temible, o más temible que una guerra nuclear. Ella amenaza los cimientos mismos de
la civilización occidental y cristiana y la obra de tantos siglos... el enemigo está en
todas partes y en ninguna... si se pretende luchar en forma clásica contra una guerra
subversiva, el mejor ejército será destruido invariablemente y un día el enemigo,
subterráneo e invisible... explosionará por todas partes y antes que se pueda apuntar...
las masas populares serán dueñas del poder por la fuerza y el terror, sumirán en la
esclavitud espiritual a todos aquellos que no fueron ganados por la doctrina
comunista.277
Estaba claro que la recomposición, la reestructuración de las Fuerzas Armadas de Perú
tenían como fin enfrentar la amenaza comunista, la defensa de la sociedad occidental y
cristiana, la defensa del poder y del Estado, su enemigo será la población civil, así
como los grandes males de la sociedad: los desniveles abismales de la distribución de la
riqueza, desempleo, analfabetismo, no desarrollo social, político y económico en las
poblaciones andinas, y en la costa negros y mestizos. Se trató de acto preventivo para
evitar un proceso revolucionario radical. Con el asesoramiento norteamericano se inauguró
una nueva etapa de la política hemisférica de seguridad y desarrollo, que en la década
de los 60 cambiará a una política conocida de Seguridad Nacional. Pero no sólo en
Perú, sino en toda Latinoamérica. Esta política se implementará para evitar gobiernos
de corte demoliberales radicales, reformistas radicales, prosocialistas, en todo el
continente al sur del Río Grande, en las Antillas y el Caribe e imponer a Juntas
Militares amigas a la sociedad occidental y cristiana. Los medios en esta lucha incluían
la tortura con la bendición de un sector de la Iglesia católica, la más conservadora.
En los cursos de formación de comandos dados por el ejército americano, hoy no hay duda,
se enseñaron disciplinas como la tortura a los futuros gobernantes de América Latina,
los militares. Siguiendo las viejas enseñanzas de la recordada institución de la defensa
de la fe cristiana, que en esa época era la defensa de la sociedad occidental cristiana:
la Santa Inquisición.
En los 2000, al trabajar en esta investigación, nos resistimos a entender la buena fe de
los intelectuales de izquierda, demócratas, progresistas, cristianos progresistas que
apoyaron incondicionalmente el proceso político militar el cual comenzó el 3 de octubre
de 1968, si tomamos en cuenta todo lo hasta aquí explicado para evitar resueltamente, en
términos de guerra, que los sectores populares las masas, puedan tomar el
poder, compartir el poder o disputar el poder. El golpe militar del 3 de octubre de 1968
no fue un golpe tradicional, eran las Fuerzas Armadas que actuaban en el escenario
político, económico, social e ideológico de manera institucional, por primera vez en la
historia republicana. Ésa será la base para entender la nueva etapa de la Doctrina de la
Seguridad Nacional en los 90-2000, que será el tema central de la tercera parte de este
trabajo.
En consecuencia, con el pronunciamiento militar del 3 de octubre de 1968 se inaugura un
proceso que pondrá fin al período de dominación oligárquica en la manera
tradicional, se aperturará una nueva forma de dominación en el Perú. Se trataba de una
experiencia reformista singular consolidando un proceso gestado en las décadas
anteriores; redefinió el cuadro de relaciones de fuerza abriendo un período de
transición en relación con la problemática de la forma de Estado en el país. Ambos
aspectos, mutuamente interrelacionados, determinaron a su vez alteraciones específicas en
las relaciones Estado-sociedad que se materializan en las instituciones que configuran el
aparato estatal. El complejo proceso político conducido por la Fuerzas Armadas desde 1968
fue la resultante de la crisis del Estado oligárquico expresada en la década del 60.
La sociedad peruana se manifestó en la crisis mediante la insurgencia de nuevas fuerzas
sociales dinamizadas en torno a un lento proceso de modernización. Este proceso se puso
en marcha desde las décadas anteriores remontando la modalidad primario-exportador de
acumulación, dinamizando a los modernos sectores industriales y financieros; operando
cambios en las prioridades y en las formas de articulación del capital extranjero dentro
de la sociedad. Una clase dominante preñada de anacronismos se resistía al cambio
político y controlaba el Estado por la vía de la exclusión: pero en su propio seno
y en dinamizados sectores medios encontró variantes de conflicto que en forma
sistemática debilitaron los mínimos de consenso del bloque en el poder. Las
movilizaciones campesinas de los años 60, invasiones de tierras en las grandes ciudades y
tierras agrícolas en el campo, luchas que estaban siendo conducidas por un líder
pequeño burgués, pero entronizado en el mundo andino: Hugo Blanco, creó pánico en los
terratenientes, principalmente, andinos; el amplio proceso migratorio y la explosión
urbana agrietaron el viejo orden político amenazando su perspectiva futura con el inicio
de acciones armadas como la de 1962 y la de 1965 (Movimiento de Izquierda Revolucionaria
[MIR]) y el Ejército de Liberación Nacional [ELN]) estos últimos mediante la
modalidad de guerra de guerrillas. El MIR tenía una plataforma política, un programa
esencialmente agrario para la solución de los problemas del Perú. Estos grupos armados
fueron rápidamente controlados, diezmados o derrotados, por el ejército peruano que
contó con asesores norteamericanos.
Era la primera vez en el siglo XX que un sector de la población, pequeña burguesía,
radicalizó sus posiciones y optó por el camino más sacrificado, el de las acciones
armadas para la captura del poder. La dirigencia principal de esta población provenía
esencialmente de las escisiones juveniles al interior del partido aprista peruano, quienes
estaban desilusionados por la convivencia o la traición de sus dirigentes nacionales. Las
respuestas reformistas liberales de los años 60 y el ambiguo juego político de los
modernizados sectores industriales no lograron imponer sus términos ni ampliar una base
de consenso luego de llegar al gobierno el partido Acción Popular con su jefe político
Fernando Belaúnde (1963-68) a lo que se le debe agregar su incapacidad para resolver la
crisis del sistema. Todo ello explica en buena medida el margen de juego que el general
Juan Velasco Alvarado encontró el 3 de octubre de 1968, representante de las fuerzas que
irrumpían en el escenario de una manera institucionalizada con su propia programa:278
una reforma agraria, una reforma de la empresa privada en organizaciones comunitarias, la
supresión de la autonomía universitaria, incautación de los diarios más conservadores
e influyentes, la instrumentalización de un aparato que dio estructura de partido a la
población pero dirigido por el Estado que fue el Sistema de Movilización Social
(SINAMOS) que cooptó a los sectores más progresistas y de izquierda, incluso radical
para orientar y dirigir el programa a la clientela política del gobierno militar. Para
neutralizar a los sectores progresistas de los trabajadores y contrarrestar la influencia
del partido aprista en los trabajadores del país, principalmente los de Lima, fundaron su
propia central sindical.
El gobierno militar, con su programa de reforma agraria, le arrancó a los sectores
izquierdistas una de sus banderas principales. El objetivo primario de esta reforma, que
llevó a cabo primero en las haciendas costeñas, tenía el propósito de minar el sólido
norte, bastión político del partido aprista, antiguo enemigo que había que liquidar en
tanto que de sus filas habían surgido los sectores radicalizados en la década del 60. La
reforma tuvo éxitos limitados, se fundaron tanto en la sierra como en la costa a efectos
de minimizar los efectos de la intervención de las grandes y medianas propiedades
agrarias, las Sociedades Agrícolas de Interés Social. El resultado neto fue el
estancamiento productivo lo que produjo en el caso de la sierra peruana la movilización
migratoria masiva a las ciudades costeras. En las ciudades se intentó la reforma de la
empresa creando las Comunidades Industriales donde debían convivir el capital y el
trabajo no como sectores antagónicos sino como aliados productivos para el incremento de
la riqueza. Este experimento, no tuvo la aceptación del sector empresarial,
boicoteándolo para, finalmente, ser eliminado, ya en la segunda etapa de este proyecto
institucional de las fuerzas armadas, con Morales Bermúdez.
El gobierno del General Juan Velasco Alvarado resolvió, a su modo, la crisis de la
dominación oligárquica; forzó la recomposición del bloque en el poder al excluir a los
agroexportadores, a los gamonales y a la tradicional facción financiera ligada a éstos.
Nacionalizó antiguos enclaves mineros y petroleros así como importantes
servicios públicos directamente manejados por el capital norteamericano. Se perseguía en
ellos un cambio que incidiera en la base material de sustento de estos sectores del poder
tradicional forzando, como correlato, un proceso que potenciara y dinamizara los sectores
modernos de la burguesía industrial y financiera. La conformación del gobierno, en cuyo
seno subsistieron tendencias contradictorias desde 1968, hizo posible un juego de
presiones que partiendo de los gremios de la burguesía y de los grandes diarios
impactaban en la cúpula militar y agudizaban la lucha de tendencias.
Se sentaron así las bases para el desarrollo de un profundo conflicto entre el Gobierno
Militar y los sectores terratenientes, gamonales y exportadores mencionados. El Estado
fortaleció notoriamente su capacidad de intervención en la economía. El poder
expropiado a los sectores tradicionales en el agro, la banca ligada a los
agroexportadores, la minería, el petróleo, los servicios, etc., quedó bajo control
estatal y permitió asociar, en lo concreto, a algunos sectores de la burguesía. Con una
parte de estos nuevos sectores de poder es que el velasquismo va a gobernar, pero sin
dejar de existir las serias contradicciones con los sectores desplazados; renuentes a la
creación de un Estado centralizado y la ampliación del mercado interno, nunca
renunciaron a la posibilidad de recap-turar su viejo poder decidiendo enfrentar el
proyecto velasquista dentro y fuera del gobierno. Hasta 1973 se intentaron obtener virajes
en el gobierno mediante la presión y la persuasión, la penetración de la cúpula y el
logro de canales internos de representación en su seno.
Las sucesivas victorias de la tendencia radical, que encabezaba Velasco,
arrinconaron progresivamente a los líderes militares que lo enfrentaron; el proceso de
profundización que se operó en torno a esta pugna incluyó un discurso ideológico que
recusaba el capitalismo y medidas como la Ley de Propiedad Social o la
expropiación de los diarios,279 parece convencer a los empresarios y a los
políticos de viejo cuño de la necesidad de enfrentar decisivamente el proyecto
velasquista, el cual refuerza el poder del Estado y pretende movilizar a las masas en su
apoyo (SINAMOS).
272
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Un asesor de la Central de
Inteligencia Americana (CIA) será el teórico para esta etapa de lucha contra el
comunismo en el plano de las ideas. Este personaje es W. W. Rostow con su libro: Un
manifiesto anticomunista. Él también se encargará de divulgar la teoría del
desarrollo. |
273 |
COTLER,
op. cit., p. 329 ss. |
274 |
VILLANUEVA, El CAEM y... |
275
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STEPAN,
Alfred. The new
professionalism of Internal Welfare and Mili-tary Role Expansion. En Autoritarism
Brasil, Origins Policies and Future. EE. UU., Yale University
Press, 1973. |
276
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DEL CARMEN MARÍN, José.
Preparación para el Alto Mando, preparación y ejecución de la Defensa
Nacional. En Revista Militar del Perú. Volumen I, número 628, volumen 2, N.os
635-636, pp. 1-15, 1956. Se trataba de escritos del fundador del CAEM, citado por Julio
Cotler, op. cit. |
277
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GALLEGOS, Enrique. ¿Debe
preocuparnos la guerra subversiva?. En Revista de la Escuela Superior de Guerra.
Año VII, enero-marzo, N.º 1, Lima, pp. 18-20, 1960. Citado por Julio
Cotler, op. cit. |
278 |
HALPERIN DONGHI, op. cit., p. 619
ss. |
279
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Discurso orquestado a partir de
los sectores intelectuales de izquierda coptados por el velasquismo que quieren
profundizar las reformas, sin tener presente el objetivo estratégico del
Gobierno militar. |
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