PARTE I
SOCIEDAD, ESTADO Y DERECHO



CAPITULO II
LOS ORÍGENES DEL ESTADO PERUANO. LA INFLUENCIA EUROPEA

 

 

Antecedentes históricos

En el siglo XVI comenzó la conquista de lo que hoy se conoce como Perú. Aquel acontecimiento nos produjo un profundo dolor: la cruel conquista, el fin del Estado inca, la catástrofe demográfica y económica, el culto andino perseguido como idolatría, por el fundamentalismo cristiano que llegó a nuestras tierras —americanas— para sacralizar y sacramentar la raza superior, la religión “superior”.134 
La espada y la cruz fueron los símbolos de esta santa alianza, la misma que produjo la catástrofe en nuestras tierras. Algunos teóricos sostendrán lo contrario. Sobre las ruinas de una cultura se impuso a sangre y fuego otra que tenía como símbolo mayor la cruz que aún hoy cargamos como una carga muy pesada. Nos referimos a nuestros males sociales, políticos, económicos, en fin, estructurales.135 Significó el inicio de nuestra peregrinación por el mundo de Occidente. Esta peregrinación, encuentro, choque de dos culturas, esta tragedia, genocidio, ha sido sin duda traumática.

En el siglo XVI los descubrimientos hechos por Colón y Vasco de Gama son grandes acontecimientos que van a ser cruciales para el desarrollo y el crecimiento de la sociedad europea occidental, que cambiaron la faz de la tierra; cada pueblo vivía, bien o mal, en su isla cultural. Después ya no fue así, no se lo permitirá su nueva realidad. Por un lado el nacimiento del imperio portugués y el español; y, por otro, el naciente capitalismo comercial en Holanda, Francia e Inglaterra, dos modelos económicos que se enfrentaran constantemente, luego del descubrimiento y la conquista de América.

El siglo XVI fue de destrucción.136 La superioridad de Occidente, que le permite invadir y no ser invadido, se debió también al conocimiento más desarrollado del arte de la navegación, la cartografía, la reproducción de lo escrito (la imprenta). Así como la mejor tecnología en las armas de fuego, el conocimiento de la pólvora, la mayor destreza en el arte de la guerra, el uso de armaduras de hierro, del caballo, incluso sus enfermedades, que las exportaron, fueron decisivas para diezmar a nuestras poblaciones sin defensas para estos males del viejo mundo.

El descubrimiento significó la expansión territorial de los reinos europeos cristianos —muchos hombres y poco espacio137 — los llevó a un reforzamiento del sentido de la autoridad. Autoridad que se estaba cuestionando en el viejo mundo con la reforma protestante, con la masificación de la publicidad de la Biblia, cuyo conocimiento ya no será —nunca más— patrimonio de una elite; el conocimiento y la verdad se abrió a más amplios sectores de las poblaciones religiosas. A partir de allí cuestionar la autoridad absoluta y divina del Papa estaba a un paso. Así comenzó la Reforma.

En América Central y del Sur la religión católica será hegemónica, por lo tanto mesiánica y tiránica.138 No aceptaban disputas sobre otros dioses, sólo será el Dios cristiano el único; cualquier cuestionamiento era tomado como herejía y por lo tanto perseguido y eventualmente terminaban en la hoguera, luego de un proceso por la Santa Inquisición. El centro de su preocupación institucional será la defensa de la fe, de una religión hegemónica y absoluta (fundamentalista en el lenguaje de hoy), que era la católica, en enfrentamiento directo con otras en el viejo continente: la judía-hebraica y la musulmana —que se asentó en España desde 711 hasta su expulsión en 1492. Producida la expulsión de los musulmanes (moros) de España fue necesario consolidar su éxito contra los que consideró sus enemigos espirituales: las otras religiones y las sectas. Los judíos, los musulmanes, y las sectas serían sus objetivos. Esta lucha se da también en el nuevo mundo. Los judíos son expulsados de España el mismo año del descubrimiento, los moros también. España perdió a los sectores de la población ibérica más importantes, los dedicados al comercio y a la banca, los judíos, y a quienes mejor cultivaban la tierra, los moros (más precisamente, los moriscos).

Se afianzó la fe, se habían sentado las bases de una sociedad parasitaria. Este modelo es el que se trasladaría a América y, sin duda, fue una de las causas de nuestras desgracias. La expulsión de las fuerzas productivas fue la razón para que surjan estudiosos que trataban de una de las más arcaicas naciones de Europa. Aun hoy, en la reciente Unión Europea, España y Portugal representan los países más atrasados.

Esa reverencia y culto por la fe y la religión cristiana en el caso de Perú de nuestros tiempos la expresará el historiador Raúl Porras Barrenechea, quien reprochando a Ricardo Palma (un crítico de la inquisición) y muy particularmente, refiriéndose a su obra Los Anales de la Inquisición de Lima, dijo: ”En lo que Palma persistió estéril e injustamente fue en su posición anticlerical. Como historiador no podía ignorar139 el noble y paciente esfuerzo civilizador de la Iglesia en el Perú. El historiador de la Inquisición tenía más presente, sin embargo, el fanatismo del Santo Oficio que la cantidad de las misiones y la libertad de los teólogos que difundieron la personalidad humana de los indios”.140 (Énfasis nuestro.) Si Palma hubiera conocido estas expresiones le habrían merecido una respuesta igual o más dura por tratarse de un peruano que aquella dirigida al Sr. José María Sbardi, director de una revista del siglo pasado que se publicaba en España, contestando a una crítica que le hiciera el Sr. García Rodrigo, crítico de esa revista quincenal, allí Palma dijo: 

Si hay algo de duro en mi contestación culpa no es mía, sino de quien, con la destemplanza de su estilo, me ha obligado a corresponderle en la misma moneda.

Defienda el señor García Rodrigo cuando quiera y pueda á la Inquisición: considere si le place, á ese Tribunal como bienhechor de la humanidad, áncora de la religión y lumbrera del progreso; más, para exigir de los otros respeto por sus doctrinas y creencias, debió principiar por respetar las ajenas, y por tratar con cortesía á quien no le dio motivo para ser obsequiado con chocarrerías de mal género.141 

En el siglo XVI comenzó la crisis contemporánea del Perú. La independencia y la formación del Estado liberal en nuestro continente corresponden con las exigencias de las diversas formas de dominación que desde el exterior han sufrido las sociedades latinoamericanas. Primero fue la dominación colonial,142 luego la semicolonial; y, después las distintas formas de sometimiento en que han estado (están) inmersas nuestras sociedades. Esta primera observación marca una diferencia fundamental en lo que respecta a la formación de los estados modernos latinoamericanos con relación a los procesos clásicos europeos.

Mientras que en la Europa del siglo XVIII y XIX el Estado liberal y las instituciones de la democracia representativa tuvieron formas de existencia real, en América Latina estas formas fueron impuestas a una estructura socioeconómica que estaba muy lejos de corresponderles. En América latina y, muy especialmente en el Perú, la independencia no rompió substancialmente las formas serviles de la sociedad colonial, no se constituyó un grupo dirigente, una burguesía nacional, ni logró conformarse el Estado-Nación.

Esta situación tiene un origen diferente que la experiencia europea. En las experiencias clásicas europeas el Estado liberal fue el resultado de los procesos económico-sociales-jurídicos y políticos que le precedieron sentando las bases materiales de su existencia. En América latina las formas liberales constituyeron una importación impuesta por las propias condiciones debido al paso de la colonialidad a la semicolonialidad, en función de las necesidades del proceso inicial de “implantación del modo de producción capitalista” bajo condiciones y modalidades particulares. No hay que olvidar que las relaciones serviles de producción, o los rasgos de una feudalidad propia de la colonia, la descentralización política, la nula o casi inexistencia de un Estado-Nación impidieron el desarrollo de un modo de producción capitalista en América del Sur.

En nuestros países los procesos de independencia que dieron lugar a las nuevas repúblicas formalmente liberales no sólo no estuvieron acompañados de las transformaciones sociales que sentaran las bases de un nuevo ordenamiento político, sino que en la mayor parte de los casos significaron una prolongación y consolidación de las estructuras heredadas de la colonia. Se restauró el orden del latifundio-colonial bajo la forma política de la República.

Halperin Donghi expresará al respecto: ”La revolución... apenas si ha tocado la situación de las masas indias de Méjico, Guatemala y el macizo andino; en las zonas de densa población indígena, el estatuto particular de ésta tarda en desaparecer aun de los textos legales, y resiste aún mejor en los hechos”.143 

Las nacientes repúblicas heredaron la estructura económica orientada a la extracción de los recursos para el centro dominante o la metrópoli, claro se trataba de otro centro Francia e Inglaterra, y desde los años 30 de este siglo una preeminencia y —hoy— hegemonía indiscutida norteamericana. La estructura social estaba basada en la división estamental y aristocratizante de los distintos sectores sociales, en la que las capas altas se identifican, racialmente, con los conquistadores —eran españoles—, quienes explotan y oprimen a la inmensa mayoría de la población que se encontraba sometida al servilismo y a la esclavitud.

La realidad histórica muestra que en sociedades desintegra-das, debido a la presencia de diversas formas productivas y la existencia de formas serviles en un modo de producción que muchos estudiosos han dado en denominar semifeudal, fue imposible la existencia de un Estado que pretenda representar al interés general. La defensa de los intereses generales requiere, necesariamente, de una clase dirigente social y homogénea, cuya base material es el mercado nacional, así como la existencia de ciudadanos libres de toda atadura servil o patriarcal.

Los dos elementos básicos que caracterizaron la realidad de las nacientes repúblicas latinoamericanas fueron: la subordinación externa y la presencia de las relaciones precapitalistas negaron, en la práctica, la posibilidad del Estado liberal. Mariátegui, refiriéndose al Perú, dirá: 

Pesan sobre el propietario criollo la herencia y educación españolas, que le impiden percibir y entender netamente todo lo que distingue al capitalismo de la feudalidad.

Los elementos morales, políticos, psicológicos del capitalismo no parecen haber encontrado aquí su clima (el capitalismo no es sólo una técnica; es, además, un espíritu. Este espíritu que en los países anglosajones alcanza su plenitud, entre nosotros es exiguo, incipiente y rudimentario). El capitalista, o mejor el propietario criollo tiene el concepto de la renta antes que el de la producción. El sentimiento de aventura, el ímpetu de creación, el poder organizador, que caracterizan al capitalista auténtico son entre nosotros casi desconocidos.144 

A esto se tiene que agregar la subordinación exterior que determinó la inexistencia de una soberanía propia; además debemos sumar la subsistencia de las relaciones precapitalistas, todo ello impidió la existencia de formas y de procesos institucionales democráticos capitalistas.

 

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134
 

NEIRA, Hugo. Hacia la tercera mitad, Perú XVI-XX, ensayos de relectura herética. 2.a edición, Lima, Editorial SIDEA, p. 31 ss, 1997.

135
 
 
 
 
 
 
 

Que subsisten hasta nuestros días. Nuestra peregrinación en el “mundo occidental” nos ha costado, nos está y probablemente, todavía nos seguirá costando demasiado para salir de nuestras padecimientos y sufrimientos como pueblo, como cultura, nación (es) y Estado (s).
Este capítulo lo estoy terminando en el otoño del 2000 cuando tres astronautas, un norteamericano y dos soviéticos, con la tecnología soviética, han despegado de suelo soviético la primera nave espacial tripulada para la estancia en una base en el espacio. La revolución que mi padre no soñó y que nosotros no nos damos cuenta. ¡Los Colones, los Magallanes, de nuestros tiempos! Desde allí, ¿la humanidad conquistará el universo? Si nos apoyamos en la historia no hay duda ninguna que así será.

136 Ibíd., pp. 32-35.
137
 

El reino de Castilla tenía, en el siglo XVI, aproximadamente 4 000 000 de habitantes; Holanda cerca de 1 800 000 y Portugal no casi 2 000 000. 

138
 
 
 

Véase LOHMANN VILLENA, Guillermo. Inquisidores, virreyes disidentes, el Santo Oficio y la sátira política. 1.a edición, Fondo Editorial del Congreso del Perú, 1999. PALMA, Ricardo (1897). Anales de la Inquisición de Lima. 3.a edición facsimilar ampliada, Madrid, Ediciones del Congreso del Perú, 1997. EYMERICH, Nicolav. Manual del inquisidor. París, Editorial Mouton, 1973. BENNASSAR, Bartolomé. Inquisición española: poder político y control social. 2.a edición, Barcelona, Editorial Crítica, Grupo Editorial Grijalbo, 1984.

139
 
 
 
 

Esta aseveración de unos de los más renombrados historiadores peruanos de nuestros tiempos, nos obliga a reescribir nuestra historia, la que hicieron los precedentes “investigadores” en este campo, era y ha sido la Historia Oficial. En este trabajo estudiamos a Hugo Neira, que lo tomamos muy en cuenta, a cada paso, por ser irreverente con la Historia Oficial. Citada por MILLONES, Luis. Los Anales de la Inquisición de Lima. Lima, Ediciones del Congreso de la República, prólogo a la obra en facsímil de Ricardo Palma, p. XV, 1997.

140

PALMA, ibíd.

141

PALMA, carta de 4 de septiembre de 1880, op. cit., p. 260.

142
 

Tulio Halperin nos dice que fuimos conquistados por “una de las más arcaicas naciones de Europa”. HALPERIN DONGHI, Tulio. Historia contemporánea de América Latina. 14.a edición, Madrid, Alianza Editorial, p. 7, 1993. 

143

DONGHI, op. cit., p. 143.

144
 

MARIÁTEGUI, José Carlos. Textos básicos. 1.a edición, Perú, Tierra Firme, Editorial Fondo de Cultura Económica, selección, prólogo y notas de Aníbal Quijano, p. 60, 1991.

 

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