PARTE I
SOCIEDAD, ESTADO Y DERECHO


CAPITULO I
NACIMIENTO DEL CAPITALISMO

 

El estudio de la materia de esta tesis, que tiene que ver con la sociedad de nuestros tiempos, lo haremos sin aislarla de su contexto por lo que utilizaremos las distintas disciplinas que la puedan explicar en sus características más relevantes: social, económica, política y la pertinencia o influencia del modelo de sociedad en el campo de lo jurídico y de la concepción del Estado.

Marco y delimitación teórica

Pretendemos, con esta investigación, demostrar que los fundamentos teóricos, filosóficos, sociales, políticos, económicos y de derecho en la primera etapa del capitalismo, que fueron la base para la captura y luego la consolidación de la burguesía como clase en los límites de un Estado nacional, son —hoy por hoy— los instrumentos teóricos fundamentales [adecuados a la nueva realidad histórica] que la burguesía multinacional está usando para consolidarse y hegemonizar ya no a escala nacional, sino multinacional o de la sociedad global.7 

De esta hegemonía no hay duda ninguna, en esta etapa de la historia de la humanidad que los teóricos han dado en denominar la era neoliberal, período en el que los conceptos de la primera época están en franca revisión y adecuación a la nueva realidad. Ulrich Bech nos dice al respecto: ”La economía que actúa en el ámbito mundial socava los cimientos de las economías nacionales y de los estados nacionales, lo cual desencadena a su vez una subpolitización de alcance completamente nuevo y de consecuencias imprevisibles”.8 Otro autor contemporáneo nos dirá al respecto: “A partir de los años 80 apareció una nueva ortodoxia en el pensamiento económico occidental que consideraba al Estado y a sus intervenciones como un obstáculo para el desarrollo económico y social de las poblaciones”.9 

Intentaremos demostrar que el paradigma de la libertad y los demás derechos fundamentales del Estado de Derecho democrático son derechos, que en esta etapa neoliberal, están restringiéndose cada vez más o desapareciendo según se trate de un país desarrollado o no, del primer o del Tercer Mundo. Luigi Ferrajoli nos dirá: “Hacer verdadera la democracia, tomar en serio los derechos fundamentales del hombre tal como vienen solemnemente proclamados en nuestras constituciones y en las declaraciones internacionales quiere decir hoy poner fin a ese gran apartheid que excluye de su disfrute a las cuatro quintas partes del género humano. O sea, que no sólo lo que hemos gozado, sino que lo que hemos tenido ha desaparecido para estas poblaciones10 .

En los países del Tercer Mundo el neoliberalismo exige gobiernos fuertes —léase— autoritarios o dictaduras donde la vigilancia y el control son totales a la población. Los acelerados cambios que vienen ocurriendo en el mundo, la revolución tecnológica, la caída del muro de Berlín, la desintegración de la URSS, la ofensiva mundial del Neoliberalismo nos obliga a reestudiar los acontecimientos fundacionales del Estado burgués para poder retomar el hilo de la historia el cual nos ayude a explicar la realidad de nuestros tiempos.

Todo está en franco cuestionamiento, sin embargo, frente a la gran ofensiva ideológica transnacionalizada11 que nos habla de un fin de la historia y de teorías abstractas y atemporales.12 El italiano Gianni Vattimo en esa dirección llega a sostener que el fin de la modernidad y el fin de la ideología son momentos idénticos, en su libro Posmodern Criticism: Postmodern Critique, en David Woods, comp., Writing the future, Londres, 1990, p. 57.13 Nosotros, con la sabiduría de los viejos campesinos de mi tierra, tenemos que ir paso a paso, re-estudiando, re-descubriendo los ejemplos de las luchas populares, que fueron definitivas para la derrota de los poderes absolutos y monárquicos, para crear el Estado burgués, la toma de la Bastilla, el ascenso de Robespierre, las unificaciones alemana e italiana, la Comuna de París y otros hechos similares que cubren a Europa durante el siglo XIX. Centraremos el foco de nuestra preocupación intelectual en el capitalismo clásico en Europa, fundamentalmente porque nuestra herencia política, social, económica y jurídica peruana tiene sus orígines en ese continente, muy particularmente en la revolución francesa; además, porque ese país tuvo participación activa para la liberación de nuestro continente del imperio español. Por otro lado, porque no sólo se trató de la llegada de una nueva cultura, de inversiones, sino que jurídicamente nuestra tradición se encuentra entrelazada umbilicalmente con Europa.

América Latina y Perú, en particular, tendrán por tradición jurídica lo que los estudiosos del derecho comparado han dado en llamar la tradición jurídica del derecho civil (civil law) en contraposición al derecho anglosajón (common law inglés) y la tradición jurídica norteamericana. Por eso, el énfasis europeo en la primera etapa porque en la actualidad la influencia jurídica norteamericana ya no es sutil sino abierta y esto se explica por una mayor presencia de la economía norteamericana en nuestro país. 

Nos ocuparemos de América del Norte luego de la primera guerra mundial y del crack del 30. Veremos someramente la historia y la doctrina de un espíritu político que hoy constituye el centro de las decisiones políticas mundiales por su protagonismo imperial presente y porque sus intereses comienzan a tener presencia a partir de inicios del siglo XX y son hegemónicos, en Perú, a partir de la década de los 30. Además, porque su cultura jurídica va estar presente a partir de esa época con su influencia liberal en la Constitución de 1933 e indiscutible presencia en el período de 1990-2000, no cabe duda, perdurará por mucho tiempo luego de este período.

Consideramos que el punto de partida para estudiar la sociedad, al Estado y el derecho en el neoliberalismo será bajo la comprensión global de los procesos históricos. Así como la forma cómo el diseño de un nuevo tipo de Estado se va configurando dialécticamente, en función de los intereses y acciones concretas de la aristocracia, la burguesía y el pueblo a través de la historia. Dicho de otra manera, no es el componente ideológico el que antecede y condiciona la organización del Estado. Esto será el resultado de las transformaciones materiales de la base productiva, la lucha al interior de la sociedad y, como consecuencia, del interés del sector hegemónico, la burguesía, para proponer un conjunto de valores normativos, susceptibles de ser aceptados por el conjunto de la sociedad en un momento determinado lo que le da legitimidad. Comencemos con un breve estudio histórico.


Capitalismo. Breve reseña histórica: 1789-1848

Durante la época feudal la forma principal de propiedad fue la propiedad agraria de los terratenientes. La clase dominante de los señores feudales terratenientes se empeñaba en consolidar y mejorar la organización de sus haciendas rurales recurriendo a la explotación de los campesinos. A la reacción feudal respondieron los siervos con sublevaciones en masa y guerras: la rebelión de las Jacquerie en Francia (1358), la de Wat Tyler en Inglaterra (1381), las guerras religiosas husitas en Bohemia (1417-1435), la guerra campesina en Alemania (1525), las guerras campesinas en Rusia (1773-1775) constituyen las manifestaciones más destacadas de la lucha de los campesinos oprimidos contra la explotación feudal en el período (proceso) de desintegración del feudalismo.

Hay que tener siempre presente que aún en pleno siglo XVIII, durante el período de la revolución Francesa “al final del Antiguo Régimen”, Francia continuaba siendo un país esencialmente rural; la producción agrícola dominaba la vida económica. De ahí la importancia del problema campesino durante la revolución.14 En este proceso de desintegración del modo feudal de producción, la gestación del capitalismo desempeñó un enorme papel el desarrollo del capital mercantil y usurario.

El desarrollo del comercio y del crédito en las ciudades medievales (aisladas al principio unas de otras, establecieron rápidamente contacto) dio lugar a que entre ellas se formaran potentes alianzas. Algunas ciudades alcanzaron fama comercial internacional como Génova, Venecia y Florencia en Italia; Bremen, Hamburgo y Lubeck en la región del Báltico; Nóvgorod y Pskov, en Rusia, etc. Las ciudades se especializaron en sus principales actividades económicas: las de Flandes e Inglaterra se dedican a la fabricación de tejidos de lana; Solingen, Nuremberg y otros, a la de artículos metálicos. Todo ello incrementaba las relaciones internacionales del comercio y del crédito facilitando la expansión del poder del dinero y la aparición de un potente sector de capitalistas mercantiles y prestamistas.

El amplio comercio que las ciudades mediterráneas mantenían con los países de Oriente contribuyó notablemente en su desarrollo. Pero, la conquista de Bizancio por los turcos, al promediar el siglo XV, motivó que las relaciones comerciales con Oriente se hicieran difíciles. A fines del siglo XV se produjeron los grandes descubrimientos geográficos. Cristóbal Colón alcanzó las costas de América, y con ello descubrió un continente,15 haciendo posible la penetración europea en el mismo.16 Vasco de Gama para llegar a la India inauguró una nueva ruta marítima bordeando África. Estos acontecimientos acabaron con las ventajas de las ciudades mediterráneas y de Italia, frenando en ellas el modo de producción capitalista.

Los éxitos de Cristóbal Colón y de Vasco de Gama impulsaron, al principio, el desarrollo del comercio exterior de España y Portugal: Las mercancías de las Indias, los metales preciosos de América (principalmente Méjico y Perú), así como los esclavos de África eran transportados a Europa por comerciantes españoles y portugueses quienes saqueaban y exterminaban los pueblos de Asia, África y América. “El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las indias orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria” del capital.17 Este concepto de acumulación Marx lo había tomado de Adam Smith, cuando se pregunta, ¿qué es el capital? Y cita al economista inglés Smith en francés “Une certaine quantite de travail amasse et mis en reserve”.18 Paul Baran en su Economía política del crecimiento la acercará a su concepto de excedente económico que define como: “El excedente real (sic) es la diferencia entre la producción real generada por la sociedad y su consumo efectivo corriente. Es, por lo tanto, idéntico al ahorro corriente o acumulación y toma cuerpo en los activos de diversas clases que se agregan a la riqueza de la sociedad durante el período correspondiente: instalaciones productivas y equipo, existencias, saldos en el exterior y atesoramiento de oro”. 19 

Aunque es claro en hacer una precisión respecto del concepto de plusvalía usado por Marx, al decir que el concepto de excedente económico “comprende obviamente una parte menor del producto total que la abarcada por la noción de plusvalía de Marx. Esta última como se recordará, consiste en la diferencia total entre el producto neto total y el ingreso real del trabajo. El excedente económico real tal como él lo ha definido —aquí expuesto— es simplemente la parte de la plusvalía que está siendo acumulada; en otras palabras, no incluye el consumo de la clase capitalista, ni los gastos gubernamentales en administración, establecimientos militares, etc.”.20 

Durante la primera mitad del siglo XVI España se convierte en una potencia mundial, dueña de extensas zonas en América y en la misma Europa. Sin embargo, las conquistas de España no fueron acompañadas del desarrollo interno de su comercio e industria. Seguía siendo un país feudal, con fronteras y aduanas en sus diferentes regiones, sin un mercado interior común, y el intercambio entre una ciudad y otra era muy restringido. La nobleza feudal, que era la clase que dominaba en el país, luchaba contra las ciudades en las que iban surgiendo capas de la burguesía y lejos de facilitar el desarrollo de la industria nacional, contribuía a su decadencia.21 

Las mercancías destinadas a las colonias españolas las proporcionaban otros países lo que favoreció el desarrollo burgués de éstos (Inglaterra, Francia, entre otros), al mismo tiempo que se acentuaba el atraso económico de la propia España por la necesidad de hacer ingentes gastos en ejércitos y guerras en Europa y la distribución de las riquezas americanas en la aristocracia. Sin inversiones productivas, salvo lo que se consideraba riqueza en aquel entonces, la propiedad de la tierra, todo esto entorpecio en España el desarrollo de la producción capitalista.

Españoles y portugueses no pudieron conservar su predomino en el comercio colonial. Después de ellos penetran en Asia, América y África los holandeses, los franceses e ingleses. El sistema colonial de los Estados de Europa Oriental se desarrolla entre los siglos X y XVI. En el siglo XVI se observó un intenso desarrollo del capitalismo industrial. Lo que se extendió con enorme rapidez fue la fabricación de paños que, a partir de 1530, se convirtió en la rama más importante de la industria exportadora inglesa. La primera revolución burguesa tuvo lugar en los Países Bajos, aunque no llegó a adquirir importancia europea. Mucho mayor fue la trascendencia de la revolución burguesa en Inglaterra a mediados del siglo XVII (1648, la que posibilita que los reyes ingleses reconozcan la Carta de Derechos o los Bill of Rights, de 1689) y de la revolución burguesa en Francia a fines del siglo XVIII (1789).

Hay que tener en cuenta que el mercantilismo no puede ser considerado como la doctrina única de la sociedad feudal (que se desarrollaba en su interior, como su negación, todavía no antagónica) común a todas sus clases o sectores sociales. No representaba, ni podía hacerlo, los intereses de los siervos ni de los campesinos que en Inglaterra habían sido expulsados de las tierras comunales. Tampoco reflejaba los intereses del proletariado industrial urbano que surgía y se desarrollaba. Las ideas económicas del pueblo se manifestaban en distintos sistemas de socialismo y comunismo utópicos que tenían a Tomás Moro (More) (1478-1535)22 y a Campanela (1568-1639) como a sus mejores representantes. El triunfo de la burguesía lo preparan las profundas transformaciones que se habían producido y que se estaban produciendo en la economía del último período del feudalismo.

En Inglaterra se había realizado la acumulación originaria del capital, cuyo comienzo se remonta al siglo XV. Estaba en marcha el proceso de desarrollo del capitalismo, tanto en la industria como en la agricultura. La expropiación a los campesinos de sus pequeñas propiedades en el campo y la apropiación de las tierras comunales y de su ganado especialmente el lanar, dio lugar a la aparición de grandes propietarios rurales. Las transformaciones agrarias producidas a fines del siglo XV y durante el XVI ayudaron a los landlords y a los colonos a enriquecerse. Utilizando las materias primas de origen nacional, y bajo la influencia de la política mercantilista, adquiere un gran desarrollo la industria textil.23 Durante todo el siglo XVI, Inglaterra había importado tejidos de lana finos de Francia, sin embargo, a fines del XVII, poseía una industria textil que le aseguraba la fabricación y exportación de los mismos. Después aparece y alcanza gran importancia la industria de algodón. Se desarrolla la industria minera y comienza a fabricarse hierro fundido, empleando carbón de hulla.

El auge industrial iba acompañado de condiciones favorables para el comercio exterior. Después de la victoria de Inglaterra sobre España en 1588, cuando fue destruida la escuadra española junto a las costas inglesas, se abrieron grandes perspectivas para la expansión del comercio inglés. Inglaterra logró aventajar a los Países Bajos y a Francia. La burguesía inglesa, entre otras tareas, se planteó la lucha contra el predomino de Holanda en el mercado exterior. En 1651 fue publicada el Acta de Navegación según la cual todas las mercancías destinadas a Inglaterra y procedentes de las colonias (Asia, África y América) deberían ser transportadas exclusivamente en barcos ingleses24 . Esto constituyó un terrible golpe para el predomino marítimo de Holanda y motivó la primera guerra anglo-holandesa (1652-1654) que terminó con la derrota de Holanda y la consolidación de la burguesía inglesa. En 1654, según un acuerdo con Portugal, todo el comercio colonial portugués fue a parar a manos de los navieros ingleses.25 

Con el pretexto de la lucha religiosa contra los católicos irlandeses, Cromwell organizó una expedición bélica contra Irlanda lo que terminó con el saqueo de la isla y la distribución de las tierras irlandesas entre la burguesía y la nobleza inglesa, así como entre los soldados y oficiales de su ejercito.26 La prolongada guerra civil, con tantas crueles batallas, terminó con el triunfo del parlamento y una gran reducción del poder real. La república inglesa dejó de existir, en vida de Cromwell, después de la derrota dada al pueblo irlandés. En su temor a las masas populares la burguesía inglesa, junto con la nueva nobleza, entregó primero todo el poder a Cromwell y luego restableció la monarquía, aunque limitando su poder mediante leyes del naciente capitalismo. La gestación del régimen de producción capitalista tuvo lugar en Francia en condiciones históricas distintas que en Inglaterra. Hasta fines del siglo XVIII Francia continuaba siendo un país feudal.

En Inglaterra, en el siglo XVII, había surgido ya la nueva nobleza la cual organizó la agricultura de acuerdo con los métodos capitalistas. En la Francia del siglo XVIII continuaba dominando la vieja nobleza que defendía las antiguas relaciones feudales. La clase de los nobles y su monarquía feudal se mantenían a expensas de la explotación de los campesinos. Los numerosos tributos y contribuciones constituían un gran peso que arrastraban las masas populares. Los campesinos vivían en una situación de verdadera miseria; los explotadores se beneficiaban con la mayor parte de las cosechas. La agricultura pasaba por un período de decadencia y un estado de crisis.

La Francia de entonces, que contaba con una industria muy poco desarrollada y una agricultura arruinada consecuencia de la explotación feudal, se había quedado muy retrasada con relación a Inglaterra. Además, la situación política de Francia se caracterizaba por un gran recrudecimiento del absolutismo; el poder real se ampliaba por todos los medios, el comercio exterior y la industria, que mediante los derechos de aduanas, las contribuciones, etc., representaban grandes ingresos para el erario.

A mediados del siglo XVIII la guerra entre Francia e Inglaterra por el dominio de los mercados exteriores y las colonias terminó con el triunfo de la última, que se impuso en el mercado mundial. Francia perdió sus colonias de América y la India. Inglaterra ocupó el primer puesto en la más importante de las industrias: la fabricación de paños.27 Lo que más frenaba el avance de la industria capitalista francesa era la agricultura, la cual permanecía bajo el yugo del régimen feudal. En tales condiciones el mercantilismo francés no pudo disponer en la economía del país el fundamento seguro que tenía el mercantilismo inglés.


A) Fin del Absolutismo

La aristocracia28 perdió su hegemonía por su ansia desenfrenada de riqueza y su terquedad por mantener privilegios ya insostenibles. Las guerras interminables, como las de aquella época, y el despilfarro de la corte habían puesto al Estado francés al borde de la bancarrota. Sacrificado todo su margen de endeudamiento el gobierno no tenía otro recurso que aumentar los impuestos a la aristocracia, entre otras razones, porque el pueblo y la burguesía tributaba ya excesivamente.

La aristocracia y la Corona tenían, así, proyectos económicos alternativos en 1789: el rey pretendía aumentar los impuestos a los nobles y al clero, y éstos no lo aceptaban. En esta confrontación el rey forzó las decisiones recurriendo a sus poderes teóricamente absolutos: “Sí, es legal porque yo así lo quiero”.29 Frente a ello, la aristocracia adoptó el dos de mayo de 1788 “una especie de Declaración de derechos: únicamente los Estados Generales podían establecer nuevos impuestos”. Los Estados Generales pedidos por la aristocracia, pertenecían a una forma de Estado totalmente distinta a la existente en aquel momento y significaban un notable desafío al poder del rey y al absolutismo. En su composición los Estados Generales reflejaban una estructura estamental de la sociedad, la misma que estaba dividida en tres niveles: Nobleza, clero y tercer Estado. Los dos primeros eran los que en conjunto se llamaba la aristocracia y vivían beneficiados con el sistema imperante: propiedad de la tierra, privilegios, excepciones tributarias, favores reales, etc.

El tercer Estado, compuesto por el pueblo y la burguesía, tenían las cargas y los perjuicios.30 El año de 1614 había sido el último año en el cual los Estados Generales estuvieron reunidos en Francia. En ese entonces el rey era un soberano sin los poderes que adquirió durante el siglo XVII. Por lo tanto, los Estados Generales eran una suerte de co-gobernantes dentro del Estado embrionario31 que existía aunque, en lo formal, sus decisiones no eran imperativas en el reino. El ascenso de la monarquía absoluta, es decir, la centralización32 del poder en manos del rey fue relegando a segundo plano la influencia política de las instituciones intermedias.

Por lo tanto, al llamar nuevamente a los Estados Generales, en 1788, la aristocracia pretendía recuperar el poder que había ido perdiendo durante siglo y medio. Por otro lado, los Estados Generales daban la capacidad de decisión a la aristocracia. Estaban constituidos por tres órdenes, equivalentes a los tres estamentos antes mencionados: cada orden tenía igual número de representantes; deliberaban separadamente y cada uno tenía derecho de voto. Por lo tanto, nobleza y clero adquirían automáticamente dos de cada tres votos, ganando unidos a los representantes del tercer Estado.

El recurso de esta institución, luego de casi 200 años de postergación, beneficiaba claramente los intereses de la aristocracia y perjudicaba por igual a) al absolutismo, b) al pueblo, y c) a la burguesía. No era, por tanto, un afán de democratización sino un intento aristocrático de manipular las instituciones a favor de su proyecto político. Sin embargo, la burguesía logró utilizar los Estados Generales en provecho de sus intereses, generando la revolución Francesa con su ayuda.

B) El pensamiento filosófico de la Ilustración

Los filósofos de la revolución Francesa fueron herederos del pensamiento de Descartes quien “... enseñó la posibilidad de dominar la naturaleza por la ciencia, estos pensadores en el desarrollo de las ideas, que era la síntesis del pensamiento filosófico, precedente, que a su vez significa un cambio sustancial en la ideología predominante, expusieron con brillantes los principios de un orden nuevo”. Opuesto al ideal autoritario33 y ascético de la Iglesia y del Estado del siglo XVII, el movimiento filosófico ejerció sobre la inteligencia francesa una acción profunda despertando, primero, y desarrollando, después, su espíritu crítico proporcionándoles ideas nuevas.

Eduardo A. Zannoni escribirá al respecto: “A su vez, el Renacimiento coincide con la ruptura de la imagen científica-natural del mundo. El orden cristiano feudal se convulsiona al embate de los descubrimientos que demostraban que la imagen bíblica del mundo no coincidía en ningún aspecto con la realidad viviente. Cuando Nicolás Copérnico a fines del siglo XV y principios del XVI publica De Revolutionibus orbium coelestium reemplazando la imagen geocéntrica del mundo por el universo heliocéntrico, cuando Johannes Kepler enuncia sus leyes sobre la órbita de los planetas; y, finalmente, cuando Galileo con su telescopio logra demostrar prácticamente la exactitud de la imagen heliocéntrica del mundo, el Santo Oficio —como custodio de la moral y de la fe— reacciona ante la herejía que destruía las convicciones religiosas convencionales. En 1611 el libro de Copérnico aparece en el índex y la Inquisición obligó a Galileo, luego de someterlo a diversos tormentos, a maldecir y abjurar de su ‘falsa opinión respecto al movimiento de la tierra’”.34 

La Ilustración sustituyó en todos los dominios con el principio de la razón,35 —al de autoridad y tradición— bien se tratase de ciencia, de creencia, de moral o de organización política y social”.36 Entre los filósofos y las obras más importantes que van a revolucionar la ideología feudal predominante podemos mencionar El Espíritu de la Leyes, de Montesquieu (1748); El Emilio y El Contrato Social, de Rousseau (1749); el Tratado de las Sensaciones, de Condillac (1754); El Discurso Sobre la Desigualdad entre los Hombres, de Rousseau (1755), entre otros. No hay que olvidar que el primer volumen de la Enciclopedia, bajo el impulso de Diderot, se publicó en 1751. Soboul escribirá: “En la primera mitad del siglo XVIII se desarrollaron dos grandes corrientes de pensamiento: una de inspiración feudal, ilustrada por El espíritu de las Leyes de Montesquieu, en la que los parlamentos y los privilegiados toman sus argumentos contra el despotismo; otra filosófica, hostil al clero, a veces a la propia religión, pero conservadora en política. En la segunda mitad del siglo estas dos corrientes subsistieron aunque aparecen nuevas ideas más democráticas, más igualitarias.

Si Voltaire pretendía hacer reformas en el cuadro de la monarquía absoluta y dar el gobierno a la burguesía acomodada; Rousseau, quien había salido del pueblo, expresó el ideal político social de la pequeña burguesía y del artesanado. Este pensador fue contra la corriente del siglo, desarrolló la teoría de la soberanía popular, daba todo el poder a todo el pueblo. El papel que le reservaba al Estado era reprimir los abusos de la propiedad individual, mantener el equilibrio social por medio de la legislación respecto de la herencia y el impuesto progresivo.37 Estas ideas pusieron irremediablemente a Rousseau frente a frente a Voltaire y a los enciclopedistas y, principalmente, frente al Conde de Montesquieu (quien reservaba el poder para la aristocracia38 ) y a Voltaire ( quien reservaba el poder para la alta burguesía).

En el plano de las ideas económicas los fisiócratas sostenían la tesis de que el Estado se había constituido para garantizar el Derecho de propiedad; ellos exigían un gobierno fuerte, cuya fuerza esté subordinada a la defensa de la propiedad; argumentaban también que el Estado no había de tener más que una función represiva.39 Sin duda, si la sociedad burguesa se impuso primero en Europa y en el mundo se debió esencialmente al triunfo de la economía capitalista. Las modalidades de esta conquista han variado en cada nación.

En Francia, la burguesía revolucionaria pudo llevar hasta el fin la destrucción de la sociedad antigua. Para hacerlo reunió a las clases populares, además, tuvo que poner en primer plano el principio de igualdad de derechos, que en su desarrollo no deja de contener aspectos contradictorios.40 Esta naciente sociedad capitalista se concibió como un Estado democrático y una sociedad igualitaria. No obstante, hoy podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que fue la revolución de la igualdad de los burgueses y de su unidad nacional, el viejo sueño de la igualdad real para el goce, antes que la igualdad formal ante la ley. Aquel intento fue grandioso, pero destinado al fracaso por sus contradicciones, aunque bien es verdad que aquella revolución hizo temblar al mundo, su eco aún no se ha extinguido. La burguesía,41 que triunfó a escala nacional y que luego se extendió a Europa y el mundo, hoy ha a llegado a su plenitud, arropan al globo. Se produce un salto cualitativo donde los principios y los valores del capitalismo clásico liberal —que crecieron y se consolidaron en la unidad de los estados nacionales— son impedimentos para la consolidación y el triunfo de una nueva clase burguesa transnacional y de un modo de producción que habría llegado a su plenitud (y que no es lo mismo que la Historia haya llegado a su fin) a escala global. En relación con los valores, “lo cierto es que el valor solidaridad se ha diluido en la individualidad y que esta individualidad asume progresivamente formas más radicales que la individualidad hedonista y la individualidad narcisista de nuestros días”.42 

Hoy se endiosa a la economía de mercado,43 esta nueva clase social multinacional reclama como ideología hegemónica y excluyente, como ayer, los principios económicos de la economía clásica liberal: dejar hacer, dejar pasar (laisser faire, laisser passer), con la intervención mínima del Estado, defienden que la economía debe estar en manos privadas.44 Uno de los padres del neoliberalismo, Friedrich A. Hayek en su libro El camino de servidumbre, texto de defensa política del principio de la libertad burguesa que emergió en el siglo XVIII y XIX, dirá: “Ninguna persona sensata debiera haber dudado que las toscas reglas en las que se expresaron los principios de la economía política del siglo XIX eran sólo un comienzo, que teníamos mucho que aprender aún y que todavía quedaban inmensas posibilidades de avance sobre las líneas en que nos movíamos. Pero este avance sólo podía lograrse en la medida en que ganásemos el dominio intelectual de las fuerzas que habíamos de utilizar. Existían muchas evidentes tareas, tales como el manejo del sistema monetario, el control del monopolio y aun otras muchísimas más, no tan evidentes pero difícilmente menos importantes, que emprender en otros campos, los cuales proporcionaban, sin duda, a los Gobiernos enormes poderes para el bien y para el mal; y era muy razonable esperar que con un mejor conocimiento de los problemas hubiéramos sido capaces algún día de usar con buen éxito de esos poderes”.45 

El Estado, en la concepción burguesa clásica [como se entenderá], no es ya —dicen los teóricos neoliberales, levantando su doctrina como fundamentalismo— una alternativa; ha llegado la hora del Estado transnacional, del Estado burocrático corporativo global donde el concepto de libertad cede paso al concepto de seguridad de los ciudadanos, de la sociedad y del Estado. Un Estado (in)sensible a las preocupaciones de la sociedad. La prioridad: acumulación de capital in extremus o la maximización de la utilidad, a escala multinacional, donde los estados nacionales se tienen que poner al servicio de los mercados comunes regionales e internacionales, donde las reglas de la libertad del mercado, posibilite la utilización de materias, tecnologías, ciencias, mano de obra, en cualquier lugar del mundo sin restricciones de ninguna naturaleza. Vivimos la época de una nueva burguesía, sin patria, sin fronteras, sin sentimientos, sin emociones solidarias, sólo sensibles y emotivos a la acumulación sin precedentes de utilidades en pocas manos nunca antes vista en la historia previa.

Es el período del neoliberalismo salvaje, ya no se trata de la expoliación y la ruina total de una clase trabajadora en particular, se trata de la ruina y la expoliación de la clase trabajadora, de la pequeña burguesía, de las burguesías nacionales a escala global. La repercusión de esta nueva etapa del capitalismo también se expresa en todas las esferas del conocimiento y en el Derecho,46 en particular.

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 7
 

MONTES, Pedro. “Las viejas teorías nunca mueren”. En El desorden neoliberal. Cap. I, 2.a edición, Editorial Trotta, 1996, pp. 43-60.

 8
 

BECK, Ulrich. Qué es la globalización, falacias del globalismo respuestas a la globalización. 1.a edición, Barcelona, Paidos, 1998. [El énfasis es nuestro.]

 9
 

NAVARRO, Vicenç. Neoliberalismo y Estado de Bienestar. 1.a edición, Barcelona, Ariel Sociedad Económica, 1997, p. 61. [El énfasis es nuestro.]

10

FERRAJOLI, Luigi. Derechos y garantías, la ley del más débil. Madrid, Editorial Trotta, 1999, p. 31 ss. 

11





 

 

Terry Eagleton escribirá: “En los últimos 20 años ha habido un resurgimiento de las ideologías en el mundo, si no cómo llamar al fundamentalismo islámico, el nacionalismo revolucionario en algunas latitudes en franca confrontación con los poderes imperiales, el fundamentalismo cristiano en su vertiente evangélica, en nuestras sociedades. Durante Reagan y M. Thatcher sus gobiernos fueron regímenes ideológicamente agresivos y explícitos, en algunos sectores de izquierda se proclama la caducidad del concepto de ideología”. Además, él se pregunta: “¿Cómo explicar este absurdo? ¿A qué es debido que en un mundo atormentado por conflictos ideológicos, la noción misma de ideología se haya evaporado sin dejar huella en los escritos posmodernos y posestructuralistas? La explicación teórica de este problema... sostengo —dice— que tres doctrinas claves —empirismo, escepticismo epistemológico, reformulación de las relaciones de racionalidad, intereses y poder— del pensamiento postmoderno han convergido en el descrédito del concepto clásico de ideología”. En Ideología. Argentina, Editorial Paidos, 1997, p. 13. 

12 FUKUYAMA, Francis. El fin de la historia y el último hombre. Barcelona, Editorial Planeta, 1992.
13 Citado por Terry Eagleton, op. cit., p. 14.
14 SOBOUL, Alberto. La Revolución Francesa. 1.a reimpresión, Madrid, Editorial Tecnos, 1972, p. 50 ss.
15






 

 

El término descubrimiento, según el Diccionario de la Real Academia Española significa: “Hallazgo, encuentro, manifestación de lo que estaba oculto o secreto o era desconocido”. Era un continente desconocido para los europeos, no era desconocido para los pueblos americanos, que según los últimos descubrimientos arqueológicos se sabe que comerciaban entre ellos desde el sur del continente hasta el norte, el Caribe y las Antillas. Es más, existían grandes civilizaciones y culturas con conocimiento del cosmos, de arquitectura, aleación de metales preciosos (oro y plata), de medicina, de hidráulica, de agricultura, artesanía, entre otros conocimientos y en algunos mucho más desarrollado que los europeos, por ejemplo en las trepanaciones craneanas que se hacían en Perú; además de los conocimientos de física hidráulica que explican cómo los antiguos peruanos llevaban el agua hacia zonas elevadas. Actualmente existen tales canalizaciones de agua para admiración de la humanidad, domesticación de una planta venenosa como la papa a un producto alimenticio. Por lo tanto fue un descubrimiento para los europeos, pero no para los americanos. La expresión más feliz hoy sería el encuentro de dos culturas.

16 
 

EQUIPO DE REDACCIÓN PAL. Colección Historia Universal. Tomo VI: “El Renacimiento, Reforma y Contrarreforma”. Bilbao, Editorial Bolsillo Mensajero, 1986, p. 52 ss.

17 
 
 
 

MARX, Carlos. El Capital. T. I, Buenos Aires, Ed. Cartago, 1965, pp. 601-602. Además, MARX, Carlos. Manuscritos: economía y filosofía. 15.a reimpresión, Madrid, Alianza Editorial, edición de bolsillo, 1995, p. 68 ss. LANGE, Oscar. Economía Política. 9.a reimpresión, Fondo de Cultura Económica, 1980, p. 256 ss. MANDEL, Ernest. El Capital, cien años de controversias en torno a la obra de Karl Marx. 2.a edición, México, Siglo XXI Editores, 1998.

18
 
 

SMITH, Adam. La riqueza de las naciones. Volumen II, edición francesa en 5 volúmenes, París, hecha por Garnier, 1802. SMITH, op. cit. Madrid, Alianza Editorial S. A., 1997, p. 312: “Cierta cantidad de trabajo acumulado y puesto en reserva”, citado por Carlos Marx, op. cit., p. 69.

19
 

BARAN, Paul. La economía política del crecimiento. La Habana, Editorial de Ciencias-Instituto Cubano del Libro, 1971, p. 39.

20 BARAN, op. cit., p. 1.
21

Los historiadores que más adelante citaremos se encargarán de confirmar estas aseveraciones.

22

MORO (MORE), Tomás. Utopía. 11.a reimpresión, Madrid, Alianza Editorial, colección libro de bolsillo, 1997.

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En el caso de Francia, SOBOUL, op. cit., p. 44, las clasifica como: “sectores de crecimiento rápido: las “nuevas” industrias vivificadas por una técnica de progreso y por importantes inversiones, la industria del carbón, la metalurgia, los nuevos textiles... las telas de indianas multhusianas aumentan a un 738 por 100 de 1758 a 1786. La industria antigua se aprovecha de la prosperidad nacional y la sedería tiene el aspecto de una industria nueva: en Lyon el número de oficios crece en 185 por 100, de 1720 a 1788; en el Delfinado la producción de las sedas torzales en un 400 por 1000 (en peso), de 1730 a 1767”. Es evidente que los avances científicos y su aplicabilidad en las nuevas tecnologías o los grandes descubrimientos tecnológicos de esos tiempos, que se utilizaran en el proceso de producción capitalista naciente, va a producir una revolución, que se denominará: la revolución industrial. Paul Baran, op. cit., p. 22 expondrá: ”Hacia fines del siglo XIX, la primera fase de la industrialización del mundo occidental estaba próxima, a completarse. Las consecuencias económicas de la explotación plena de la técnica entonces disponible (basada esencialmente en el carbón y en el vapor) fueron no sólo una tremenda expansión de la industria pesada, un vasto incremento de la producción y una revolución en los medios de transportes y comunicaciones, sino también un cambio monumental de la estructura de la economía capitalista. [Énfasis nuestro.]

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Jurídicamente este documento da nacimiento al proteccionismo del emergente estado nacional, que luego va a ser la guía de los estados nacionales que surgen en la era de la modernidad.

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LEWIN, Boleslao. La rebelión de Tupac Amaru y los orígenes de la emancipación americana. Tomo I, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, I.C.L., 1972, p. 32. Él dirá: “El dominio lusitano de esta reducida península, hoy uruguaya, facilitó mucho la penetración británica en la región austral de la América hispana, puesto que, ya los tratados entre Inglaterra y Portugal de 1654 y de 1661 otorgaban a los británicos el derecho a un limitado comercio libre con el Brasil, parte de cuyo territorio —según la tesis portuguesa era precisamente Colonia del Sacramento. Sin embargo, fue el tratado de 1703, que lleva el nombre de su negociador Methuen, el que definió la situación, ya que gracias a él, el reino lusitano se convirtió de hecho, en una colonia económica de Gran Bretaña”.

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Como podrá observarse la confrontación inglesa e irlandesa es antigua 

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Se producía el nacimiento de un fenómeno político de la modernidad, que no ha concluido, el fenómeno del imperialismo —un centro y sus enclaves coloniales (periferie), o sea, a partir del fortalecimiento del Estado-Nación emergente, en la primera etapa del capitalismo. Estos conceptos paradigmáticos de los pensadores de la Ilustración hoy son desechados por el neoliberalismo, en tanto constituyen frenos a su expansión global. El Estado clásico, intervencionista y social, está siendo abandonado por ineficiente y burocrático, por un nuevo Estado con mínima injerencia en la sociedad. Y el concepto nación ha desaparecido de la faz de la tierra por su gran contenido ideológico; se le sataniza en cuanto es una expresión de resistencia de los pueblos contra el nuevo fundamentalismo neoliberal del capitalismo salvaje, que hoy pugna por el control absoluto del mercado mundial —“sin colonias”— sino como “partes” de la aldea global, controlado por una modelo de democracia de nuevo tipo, el neoliberal.

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Por aristocracia entendemos a los dos estamentos privilegiados de aquella época: la nobleza y el alto clero.

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LEFEVRE, Georges et al. La Revolución Francesa y el Imperio (1787-1815). Capítulo I., México, Fondo de Cultura Económica, p. 41.

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“El Tercer Estado comprendía a las clases populares de los campos y de las ciudades. Además, no es preciso trazar un límite claro entre esas diversas categorías sociales, la pequeña y la media burguesía, compuestas esencialmente de artesanos y de pequeños comerciantes. A estas clases medias se unían los miembros de las profesiones liberales: magistrados no nobles, abogados, notarios, médicos y cirujanos. De la alta burguesía salían los representantes de las finanzas y del comercio importante; en primer lugar están los armadores y financieros; los cobradores de impuestos generales y los banqueros. Arremetían contra la nobleza por la fortuna, aunque tenían la ambición de pertenecer a ella adquiriendo un cargo y un título nobiliario. Lo que más allá de esta diversidad social constituía la unidad del Tercer Estado, era la oposición a los privilegios y la reivindicación de la igualdad civil”. SOBOUL, op. cit., p. 38-39.

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Es el nuevo Estado-Nación que está naciendo, el mismo que adquirirá carta de ciudadanía luego de la Revolución Francesa.

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No hay que olvidar que una de las características del Estado feudal en lo político administrativo fue la descentralización. La estructura de la nobleza exigía que cada uno de los señores administrara su feudo.

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Ensayo la hipótesis de que en este principio religioso (en que se basó la Santa Inquisición, que de santa no tuvo nada) se encuentra el fundamento de los gobiernos contemporáneos.

34

ZANNONI, Eduardo A. Crisis de la razón jurídica. Buenos Aires, Argentina, Editorial Astrea, 1980, p. 24-25.

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 “En lo político, el Racionalismo y el Iluminismo comenzarán a formular las tendencias a reducir los asuntos políticos a la calidad de asuntos meramente humanos, terrenales o mundanos... O, a justificar la autodeterminación absoluta del Estado, su soberanía frente a cualquier poder, como lo propone Bodin. O, en fin, a imponer al Estado sobre los intereses de la sociedad, de los individuos que la componen, como interés suyo, del cual deriva la legitimidad de su existencia, como lo sustenta Locke. Por eso, en Maquiavelo encontraremos a ese pragmatismo político que hace que el hombre de Estado, el Príncipe, no dependa sino de sus propias fuerzas; en Bodin y en Hobbes encontraremos un Estado autonomizado de la divinidad y de los demás poderes mundanos, es decir, un estado soberano y absoluto; y en Locke, un Estado que se subordina a los intereses particulares de los individuos y no existe como organización que se impone soberana e impersonal sobre tales intereses, de manera que no se confunda con ninguna de ellos. Finalmente en Rousseau se hallará al pueblo soberano que es denominado así en cuanto se distingue de los individuos privados y que como tal se constituye en Estado... El derecho, como recuerda Alf Ross, se despojó de su atuendo teológico y adoptó el ropaje de ciencia pura, auxiliado por el método matemático-deductivo que fue el gran descubrimiento de la época”. ZUNNONI, op. cit., pp. 26-27. FRANCISCO CABALLERO HARRIET, en Temas Pretexto... para una reflexión, Facultad de Derecho de San Sebastián, U.P.V.-E.H.U., País Vasco, Coleccion Laboratorio de Sociología Jurídica, 1993, pp. 52 y 53, escribirá: “..., el Derecho Natural racionalista moderno surgió como consecuencia de la débil respuesta jurídica que los usos, costumbres y cánones (todos ellos sometidos a un largo proceso de laicización), y el propio Derecho Romano, daban a una época en profunda revolución socioeconómica marcada por una forma nueva de comprender las relaciones mercantiles y la circulación dineraria. Son, por tanto, los requerimientos y exigencias de la naciente sociedad burguesa los que determinan la adopción del método racionalista de la Escuela del Derecho Natural moderno en el que la “Razón” juega el papel de eje vertebral y es sinónimo de perfección (no olvidemos el culto que durante el Siglo de las Luces se le tributa a la Razón, hasta el punto de calificarla como “diosa”) y universalidad, y confiere legitimidad a la legislación positiva envasada en los grandes códigos del siglo XVIII”. CABALLERO HARRIET, nos remite a G. GUSDORF, L’ávenemnt des sciences humaines au siécle des lumiéres, París, 1973, p. 508 y 509, señala que R. DERATHÉ resume la doctrina del Derecho Natural en el Siglo de las Luces de esta manera: “Toda teoría del Derecho Natural reposa sobre la afirmación de que existe, independientemente de las leyes civiles y antes que todas las convenciones humanas un orden moral y universal, una regla de justicia inmutable, la “ley natural”, a la cual todo hombre está inclinado a conformarse en relación con sus semejantes. Esta ley que tiene su fundamento en la naturaleza misma del hombre es tan inmutable como las verdades eternas, y, como tiene su autoridad en la recta razón, se impone igualmente a todos los hombres.” CABALLERO HARRIET, Francisco. Temas pretexto... para una reflexión. País Vasco, Colección Laboratorio de Sociología Jurídica, Facultad de Derecho de San Sebastián, UPV-EHU, 1993, pp. 52-53.

36 SOBOUL, op. cit., p. 57 ss.
37  Ibíd., op. cit., p. 58-59.
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ALTHUSSER, Louis. Montesquieu la política y la historia, el mito de la separación de poderes. Madrid, Editorial Ciencia Nueva S.L., 1968. En este capítulo el autor, luego de desmitificar la teoría de la Separación de Poderes, siguiendo a Eiseenmann, dice: “que en realidad no se trataba en Montesquieu, de separación sino de combinación, de fusión de enlaces, de los poderes”. A nosotros nos interesan las expresiones del mismo Montesquieu cuando se refiere a los dos poderes y a las tres potencias, a lo que Althusser dice: “estas tres potencias son: el rey, la nobleza y el pueblo... se trata ante todo de un problema político de relación de fuerzas, en vez de un problema jurídico que concierne a la definición de la legalidad y sus esferas”. Más adelante hace una pregunta: “¿Con ventaja para quién se hace el reparto? La nobleza gana con este proyecto dos ventajas considerables: en tanto que clase, se convierte directamente en una fuerza política reconocida en la cámara alta; y también, tanto por la cláusula que excluye del poder real el ejercicio del juicio, como por la que reserva este poder a la cámara alta cuando se trata de nobles, se convierte en una clase cuyo futuro personal, posición social, privilegios y distinciones quedan garantizados, contra las empresas del rey y del pueblo. De tal suerte los nobles estarán al abrigo del rey y del pueblo en su vida, en sus familias y en sus bienes. No se podrá asegurar las condiciones de perennidad de una clase decadente a quien la historia arrancaba y disputaba ya sus viejas prerrogativas.
La contrapartida de estas seguridades es otra seguridad, pero esta vez para uso del rey. La seguridad de que el monarca será protegido por la muralla social y política de la nobleza contra las revoluciones populares... Yo no veo que nada de todo lo dicho nos aleje de la inspiración fundamental del teórico de la monarquía y del despotismo”. ALTHUSSER, op. cit., pp. 83-90 ss. Véase MONTESQUIEU. El Espíritu de las Leyes. España, Editorial Tecnos, 1972, Segunda Parte, pp. 135-198, especialmente el Libro IX, pp. 135 ss y el Libro XI, pp. 149-172.

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He aquí, el origen ideológico del fundamentalismo neoliberal que ahora pretende reducir la presencia del estado en la sociedad civil, precisamente, a fines represivos, en los que se han dado en denominar Estados de Protección o de Seguridad. 

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Luigi Ferrajoli dirá, refiriéndose a los derechos fundamentales que surgieron de la Revolución Francesa y Americana, al hacerse la distinción entre los conceptos de persona y ciudadano, que hasta hace muy poco tiempo se les consideraba iguales y que muy recientemente se hace la distinción y expone que: “...la categoría de la ciudadanía corre el riesgo de prestarse a fundar, antes que una categoría de la democracia basada en la expansión de los derechos, una idea regresiva y a la larga ilusoria de la democracia en un solo país, o mejor en nuestros ricos países occidentales, al precio de la no-democracia cuya credibilidad está plenamente ligada a su proclamado universalismo. Como sabemos muy bien esos derechos han sido siempre universales sólo de palabra, pues si normativamente desde la Declaración francesa de 1789 se han proclamado como derechos de la persona, de facto han sido siempre derechos del ciudadano”. FERRAJOLI, op. cit, p. 57.

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No es la misma burguesía, hoy es la burguesía financiera multinacional de las grandes corporaciones transnacionales. Francisco Caballero Harriet dirá: “... el modelo de empresa multinacional, en la segunda mitad del siglo XX, se erige como instrumento fundamental de la mutación del liberalismo keynesiano ceñido al marco del Estado-Nación en neoliberalismo, inspirado en la escuela de Chicago, de ámbito internacional, o lo que es lo mismo, del capitalismo nacional en el que el Estado planifica y dirige la economía en capitalismo salvaje global en el que los Estados se someten al dictado del mercado”. CABALLERO HARRIET, Francisco. “Estado, derecho y globalización”. En Anuario de Filosofía del Derecho. Tomo XVII, España, Boletín Oficial del Estado, Ministerio de Justicia, Ministerio de la Presidencia, Nueva Época, 2000, p. 25. 

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CABALLERO HARRIET, Francisco. Temas..., p. 18 y 98.

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ALBARRACÍN, Jesús et al. La larga noche neoliberal. 2.a edición, Barcelona, Editorial Incaria, Instituto Sindical de Estudios, pp. 25-26, 1994. Se hace una distinción entre mercado y economía de mercado. Así expone: “El neoliberalismo trata de confundir el mercado y economía de mercado cuando no son sinónimos. El mercado, es una institución que ha existido antes del capitalismo y probablemente sobrevivirá mucho tiempo después de que éste haya desaparecido, pues será imposible su erradicación completa mientras exista escasez. Por el contrario, la economía de mercado es una forma particular de organización social cuyo objetivo fundamental no es directamente la satisfacción de las necesidades, sino la producción de mercancías para la venta con el propósito de obtener un beneficio. El mercado ocupa un lugar central en la economía de mercado, pero menos importante es la propiedad privada de los medios de producción, el carácter mercantil de la fuerza de trabajo, que no es la sociedad la que decide conscientemente qué, cómo, y para quién producir, sino sólo los que poseen capital, etc.
El objetivo de la ofensiva neoliberal no es, por tanto, el mercado, sino la economía del mercado, esto es el capitalismo... En la actualidad, desde el punto de vista ideológico, cuando se habla de mercado se está hablando también de propiedad privada, de mercado de trabajo, etc., es decir, en general se está haciendo ideología capitalista. De hecho, uno de los mensajes del neoliberalismo es que un verdadero mercado libre no puede funcionar sin la existencia de empresarios privados, esto es, que mercado y economía de mercado es lo mismo”.

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Sus ejes fundamentales son los siguientes: “El mercado es uno que permite asignar los recursos productivos escasos de forma que la producción sea la máxima posible y la más adecuada a las necesidades de la sociedad. La demanda de los bienes expresa las necesidades y orienta las decisiones de los empresarios, que contratan factores productivos en el mercado libre y con ellos producen los bienes necesarios para hacer frente dicha demanda. Oferta y demanda generan unos precios de equilibrio, que son indicadores de la escasez de cada uno de los bienes. Con los ingresos que obtiene de la venta de los productos, el empresario retribuye a todos los factores que han intervenido en la producción, esto es, se distribuye entre salarios, rentas e intereses y si es eficiente, todavía quedará un excedente que es su beneficio... Si el mercado funciona libremente, cualquier perturbación que se produzca tenderá a ser corregida. Si un empresario se equivoca en sus decisiones de producción, ofreciendo un producto para el que no existe una demanda suficiente en el mercado, obtendrá una pérdida y, o corrige su actuación, o desaparecerá. Además, el Estado deberá intervenir en la economía para garantizar que el sistema funcione correctamente. La economía de mercado es, pues, un mecanismo casi perfecto, combina la máxima eficiencia en la satisfacción de necesidades con la máxima libertad de los individuos”.

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HAYEK, Friedrich A. Camino de servidumbre. 2.a reimpresión, Lima, Alianza Editorial, colección libro de bolsillo, 1990, p. 46. En este libro el autor defiende el liberalismo económico. No el clásico como acabamos de ver, sino en una nueva perspectiva, con un nuevo alcance —él no lo llamó neoliberalismo—, lo siguió llamando liberalismo en oposición al Estado intervencionista, la planificación y el socialismo, que aquí —en su libro— son estudiados como males del liberalismo económico y por lo tanto del Estado liberal. Se le considera uno de los padres intelectuales del neoliberalismo. 

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Véase REICH N. Mercado y Derecho. Barcelona, Editorial Ariel, 1985, p. 321, citado por Francisco Caballero Harriet en Globalización, Estado y Sistema Penal, manuscrito de próximo libro por publicar, p. 14. Este autor dice: “La crítica a las empresas multinacionales puede reducirse a su único argumento fundamental que consiste en que, estas formaciones permiten, por su dimensión y movilidad, la constitución de esferas de poder económico que se sustraen a las medidas de control de los estados y, consecuentemente pueden operar en un espacio libre de Derecho”

  

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