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1. Evolución Histórica de las ideas sobre climatoterapia de la tuberculosis en el Perú Este trabajo relata cronológicamente los beneficios de la climatoterapia en la tisis, publicados en sucesivas épocas. Hay afán de reunirlos en una recopilación que puede ser de valor para los estudiosos de nuestro pasado médico. Parodiando a Montaigne podríamos decir «presento en este bouquet las mejores flores del jardín; yo no suministro sino el lazo que las une». Y al estudiar la climatoterapia de la tuberculosis en el Perú desde el punto de vista histórico, el investigador encuentra enseguida que la mayor parte, casi la totalidad, de los trabajos se refieren a los beneficios aportados por el clima de Jauja en la curación de esa enfermedad. Si bien es verdad que hubo otros pueblos del Perú como Tarata, Arequipa, las Islas Chincha, Santiago de Chuco, que se consideraron muy favorables en el tratamiento de la fimatosis, es Jauja el objeto de estudio de la mayor parte de investigadores y por ello es casi exclusivamente sobre el clima de esta ciudad que ha incidido nuestra búsqueda histórica. ¿De dónde nació el prestigio de Jauja en la curación de la tuberculosis? Esa pregunta fue el punto de partida de nuestra investigación y la que nos impulsó a revisar prolijamente todo lo escrito sobre la materia y cuya bibliografía, que pretendemos sea completa, ofrecemos al final de este trabajo. Era lógico que en la época en que no se conocía un tratamiento activo para la tuberculosis, el hombre, el médico, recurriera a la Naturaleza para que ésta le brindara su apoyo en el tratamiento de un flagelo tan antiguo como la historia misma. Así vemos que en la más remota antigüedad médica, Hipócrates en su Tratado de los Climas (los aires, las aguas y los lugares) y en Regímenes, libro II Cap. 37 y 38 hace recomendaciones de climatoterapia; Celso, Plinio y Galeno aconsejaron la climatoterapia de la tuberculosis. Galeno particularmente aconsejaba la altitud pues afirmaba que el aire de las alturas desecaba las ulceraciones pulmonares.
Posteriormente, en la Edad Media, aquel gran filósofo y médico que fue Avicena recomendaba el clima de la Isla de Creta para la curación de sus enfermos. Celso, en su Liber Paramirum, escrito en 1531, sostiene la influencia de los climas sobre las enfermedades respiratorias crónicas. Fallopio afirmaba que un mismo clima no es recomendable para todos los tísicos y que se debe tener en cuenta el factor constitucional. Van Helmont, en el siglo XVII, habla de la eficacia de las montañas en la curación de la tuberculosis. En el siglo XVIII, Baglivi, Hoffman y Dupré fueron partidarios de la climatoterapia. Al alborear el siglo XIX el gran Laënnec creyó en la eficacia de los climas marítimos y ya a mediados del siglo Behmer crea el Sanatorio de Gorbersdorf y Dettweiler el de Falkenstein, sanatorios de altitud, con los cuales se inicia la era verdaderamente sanatorial y desde luego, científica, en la curación de la tuberculosis. Si de manera escueta hemos referido los datos concer-nientes a la historia mundial de la climatoterapia, vamos a referir lo sucedido en nuestro país de manera amplia siguiendo el mismo orden cronológico desde la Época Incaica hasta nuestros días. Trataremos de ver cómo se han desarrollado en el Perú los conocimientos relativos a este aspecto de la tisioterapia. Indaga-remos como es que Jauja, aquella hermosa ciudad situada en uno de los más hermosos valles del centro del Perú, el valle del Mantaro, cobró fama que le fue indiscutida hasta el advenimiento de la era antibiótica. Quizás al final de nuestro relato encontremos que no hemos aportado mayores luces al descubimiento del origen de su fama, pero al menos habremos pasado revista y seguido paso a paso la evolución del pensamiento médico peruano en climatoterapia de la tuberculosis.
Época Prehispánica Los investigadores que se han ocupado de la medicina en la Época Incaica como Lavorería (95), Lastres (94), Dharcourt (57) no nos dan datos precisos de tisioterapia climática. Lo evidente sí es de que los incas tenían una intuición bioclimática y conocían lo que Monge ha llamado «la agresión climática» (118). Prueba de ello es lo señalado por Bernabé Cobo entre otros cronistas citados por Monge en sus trabajos mencionados antes, cuando dice: «atendíase en esta trasmigración a los que se trasladaban así de las recién conquistadas como de las otras, no se mudasen a cualesquier tierra así poco más o menos sino a los que fueran del mismo temple y calidades y muy conformes a los que dejaban y en que se habían criado...» refiriéndose a como disponían los incas de las tierras que de nuevo adquirían plantando en ellas indios extraños que llamaban mitimaes (37). Sabían pues que el cambio de clima les era perjudicial y Cabello Balboa afirma que los incas reputaban los climas «yungas» o de los llanos como «pestilentes» en oposición a los climas de altura que eran tenidos por saludables (28). Lo mismo afirma Monge (117) cuando describe la política sanitaria seguida en las guerras del incario. En realidad podemos concluir que si la tuberculosis era conocida de los antiguos peruanos, como lo demostrara García Frías en su estudio de la momia del jorobado encontrada cerca de Jauja (76), no tenemos ningún dato indicatorio de que ellos curaran esa enfermedad a través de un trasplante climático a la altura, aunque en forma indirecta es de pensar que así lo harían, pues ya reputaban y conocían perfectamente que los climas de los llanos eran «pestilentes» y, en cambio, los de altura eran saludables». Esta opinión corrobora lo afirmado por García Frías (75) cuando dice: «nadie sabe el origen de Jauja como ciudad de cura antituberculosa ni por qué circunstancias se produjo, nada indica que haya sido un médico o un personaje ilustre el que haya descubierto por experiencia propia o por tradición la acción benéfica de su clima...». El origen de la climatoterapia de la tuberculosis en el Perú se debe perder pues en las lagunas de la Historia del Incanato. Solamente podemos hacer deducciones como las que más arriba hemos manifestado. Y una de ellas sería la afirmación que hemos leído en alguna parte: que el Inca Túpac Yupanqui descansó un tiempo en Jauja para reponerse de su «debilidad pulmonar».
Época Hispánica En esta etapa de nuestra historia tenemos datos más directos sobre la climatoterapia de la tuberculosis. Sabemos que el descubrimiento de Jauja se realizó el 16 de marzo de 1533 y que su fundación española fue efectuada por don Francisco Pizarro el 25 de abril de 1534, eligiéndola como capital del Perú. No había transcurrido un año de ese acontecimiento cuando Pizarro decidió trasladar la capital a las orillas del mar efectuándose así la fundación de Lima el 18 de enero de 1535. ¿Cuál fue la razón valedera para ese traslado? El padre Cobo (38) dice que se debió a la infertilidad de los animales, los cuales no se reproducían, opinión que comparte Monge (118) cuando manifiesta que en Potosí demoró 53 años en aclimatarse la raza blanca y nacer el primer hijo de españoles; pero, también es aceptable la opinión de Bardales (20) cuando afirma que el traslado fue debido a la necesidad de los españoles de estar cerca del mar y huir rápidamente si las necesidades de la guerra de la Conquista hacían necesario tomar tal determinación. El hecho es que al comenzar la Época Hispánica comienza también la fama de Jauja como poseedora de un clima excepcional para la curación de la tisis. En relación al origen de su fama, pensamos como Abel Olaechea (136) y García Frías (75), cuando afirman que habiéndose indicado el cambio de clima para la curación de la tisis desde la más remota antigüedad, fue natural que los enfermos de Lima viajaran a esa ciudad, que era la más importante del centro del país y la que ofrecía las mayores ventajas, para un cambio de residencia; además que los españoles ya conocían la bondad del clima de esa región pues Bartolomé de las Casas decía: «este pueblo de Xauxa es muy grande y está en dos hermosos valles; la tierra templada; pasa cerca un río poderoso; es tierra abundosa» (48). Zárate, citado por el Padre Agustino Manuel Monjas, quien escribiera la biografía del eminente crítico español Padre Francisco Blanco y de quien hablaremos más adelante, dice que Pizarro de acuerdo con el Padre Valverde, de triste recordación, escogió el valle de Jauja por estratégico y llano y su clima suave y saludable, el mejor que habían visto» (119). García Rosell en comunicación personal nos decía que en su opinión el envío de los enfermos a Jauja se debió a la afinidad que encontraron los españoles entre los Andes y los Pirineos, lugar donde se acostumbraba enviar a los enfermos de tuberculosis pulmonar. Debemos admitir con todo, que los primeros viajeros tuberculosos no fueron defraudados en las esperanzas puestas en el cambio de clima y la fama de las «curaciones», que, hablando con criterio moderno no fueron quizá sino estabi-lizaciones, fue extendiéndose de manera que se hizo de obli-gación desde aquella época el traslado de los enfermos a Jauja. Sin embargo, la tesis de la facilidad del traslado a Jauja como origen de la afluencia de enfermos no es compartida por Bardales. «El origen de la preponderancia y reputación de que goza el clima de Jauja, decía este médico jaujino en su Tesis de 1913, se pierde en la oscuridad de los tiempos. Los primeros enfermos asistidos eran españoles. El origen de su fama no fue la facilidad de la vía de comunicación (que no la había) sino el hecho de que se animaban a hacer el viaje de 68 leguas a caballo los que se encontraban en período incipiente del mal y por tanto curaban todos», lo cual hizo creer pronto en las maravillas del clima. La seria objeción que se le puede hacer a Bardales es que mal se podía conocer en esa época la tuberculosis en períodos incipientes cuando no existían siquiera los elementos del examen clínico y era solamente la observación de los síntomas de impregnación tuberculosa avanzada lo que hacía efectuar el diagnóstico. Más factible sería que fueran a esa ciudad no solamente tuberculosos, sino personas enfermas de cualquier otra afección pulmonar que viajaron con falso diagnóstico de tuberculosis. La primera referencia precisa en la Época Hispánica sobre el clima de Jauja como terapéutico nos la suministra el padre Cobo (38) en su Historia de la Fundación de Lima cuando dice: «su temperamento es tan sano y regalado que muchos van de esta ciudad [Lima] a cobrar salud y a convalecer a aquel valle». Esta obra fue escrita en 1639, lo cual nos dice que ya en esos tiempos su reputación era bastante conocida por muchos que iban a «cobrar salud». Y esa fama era pues debida a la observación de la bondad del clima serrano en general (con Jauja la ciudad más importante de la sierra y próxima a Lima) pues el mismo Cobo en la Historia del Nuevo Mundo (37) nos dice: «viven en ella (en la sierra) los españoles más sanos que en el resto del Perú; nunca pierden los colores que traen de España ni sienten la relajación y flaqueza de estómago que en las tierras calientes y húmedas». Y más adelante: «los que nacen en páramos y punas frigidísimas del 1º y 2º grado de sierra se curan y logran mejor que los nacidos en tierras templadas; antes vemos que donde más enteros están los indios y donde mejor se crían es en dichos temples». Otro cronista que nos informa sobre la bondad del clima de Jauja es Fr. Juan Meléndez, quien en Tesoros verdaderos de las Indias alude al «buen temple de Jauja»(112). Abelardo Solís, que ha escrito la Historia de Jauja (175) nos informa asimismo que el 28 de enero de 1761 llegó enfermo a Jauja donde murió poco después, el obispo de Popayán Mr. Diego del Corro. Su viaje se debió a sus deseos de cumplir sus visitas pastorales y al hecho de encontrarse enfermo ("proba-blemente este prelado padecía de tuberculosis pues aunque no se conocían las causas y diagnosis de esa enfermedad ya existía una como intuitiva apreciación de los beneficios y excelencias de ese clima"). Antonio de Ulloa (178) en 1792 decía: «la sierra no es temperamento de héticos; por el contrario el territorio bajo es propenso a ellos» y se mostraba de acuerdo con Unanue que afirmaba que la humedad de Lima tenía acción favorable en el desarrollo de la tuberculosis en esta ciudad (191). La minuciosa búsqueda efectuada no nos ha permitido encontrar algún otro dato referente a la influencia del clima en la curación de la tuberculosis pulmonar y que haya sido publicado en la época de la Colonia. Seguramente deben existir informes o artículos que yacen no catalogados y, por ende, olvidados en nuestras bibliotecas. Pero de todas maneras nos parecen sufi-cientes las citas que hemos suministrado para probar una vez más que en la Época Colonial era un hecho sentado el uso de la terapéutica climática en la curación de la tuberculosis, siendo Jauja la ciudad escogida para ella. El origen de esa fama debe ubicarse en los primeros años del Coloniaje y casi a continuación de la fundación española de esa ciudad en 1534. Los españoles se habían percatado tan bien de las excelencias del clima del valle del Mantaro que como refiere el Padre Monjas en la obra citada antes (119) se había establecido en Mito, pueblecito de la margen derecha del Mantaro, cerca de Jauja, un «sanatorio para los tuberculosos de Lima», pues se pensaba que este pueblo y el de San Jerónimo poseían un clima más saludable aun que el de Jauja. No hemos podido encontrar la fuente de la que el Padre Monjas toma la aseveración de que en Mito existió en la Época Prehispánica un sanatorio para tuberculosos; si así lo fuera el Perú podría reclamar la prioridad mundial en materia de fundación de sanatorios. Desgraciadamente el Padre Monjas suministra la información sin decir de dónde la tomó.
Época Republicana Los trabajos son tan abundantes en esta época, y el pensamiento fue evolucionando de tal suerte, que nos ha parecido conveniente dividirla en varias etapas. a.- Jauja como panacea para la tuberculosis Von Tschudi en 1838 (198) nos describe su pasaje por Jauja alabando sus condiciones climáticas y refiriendo sus observa-ciones de cinco años según las cuales los indios de la sierra no mueren tísicos debido a la bondad del clima. Raymondi (161) también hizo observaciones favorables al clima de Jauja y efectuó estudios metereológicos de esa ciudad donde permaneció 2 días. Jorge Guillermo Leguía (98) dice que el canónigo Bartolomé Herrera se trasladó a Jauja en 1856 por una hemoptisis y por indicación de su médico, esperando alcanzar allí la curación por la influencia de aquel clima. Don Manuel Atanasio Fuentes publica en 1857 su Estadística General de Lima suministrándonos datos concretos. Dice que la atmósfera de Lima es poco renovada y favorece al desarrollo de la tisis. Y afirmaba «Jauja ha sido siempre el refugio de los tísicos y una dilatada experiencia ha demostrado los provechosos efectos de aquel temperamento». Ya sabemos a que se refería Fuentes al hablar de «una dilatada experiencia». Eran 200 años o más de búsqueda de la curación de la tisis por la migración a Jauja. Fuentes proporcionó una estadística de tuberculosos de Jauja de 1857: (71)
Estos datos los consigna Zapater en su tesis de bachiller (202) deduciendo el autor de la tesis con criterio estadístico rudimentario que se habían producido 12,5% de curaciones. En 1858 Archibald Smith publica en La Gaceta Médica de Lima sus observaciones sobre los climas de altura (174). Dice que los climas de menos de 12 000 pies de altura son útiles para aliviar a los «hemoptoicos». Opina que los naturales de las alturas no cogen la tisis aunque pueden atraparla si bajan a la costa. En forma mordaz se expresa de los limeños cuando dice que «los delicados hijos de la muelle Lima buscan una curación permanente de los primeros y bien caracterizados síntomas de la tuberculosis de los pulmones. Ellos abandonan las drogas confiados en el clima» expresión que nos hace ver su falta de convencimiento por lo menos total de la eficacia del clima en la curación de esa enfermedad. Pero por otra parte dice que a muchos enfermos se les suspendió la hemoptisis «apenas llegaron a Jauja». En el mismo año el Dr. Francisco Rosas, distinguido médico que con el correr de los años llegaría a ser Decano de la Facultad de Medicina, frente al grave problema de la afluencia de enfermos en Lima, decía que no le quedaba al médico y al enfermo sino una esperanza: «el cambio de clima en Jauja, Arequipa o Islas Chincha». Y con gran criterio avanzado para su época, proponía el nombramiento de una Comisión que la formarían un médico, un naturalista y un químico para que dictaminasen en que clima se encuentran las condiciones favorables y requeridas por la ciencia para la curación de la tisis (166). En 1860 el eminente José Casimiro Ulloa, Secretario de la Facultad de Medicina en su estudio Clima de Jauja y su influencia sobre la tisis (179) se pregunta de dónde proviene la influencia benéfica del clima de esa ciudad sobre la tisis y sugería la conveniencia de efectuar estudios históricos aprovechando la circunstancia de que el Dr. José Cobián viajaba a esa ciudad en procura de salud. Atendiendo el pedido de Ulloa, el Dr. Julián Sandoval, Presidente de la Sociedad Médica de Lima, dirigió el 20 de marzo de 1860 una carta al Dr. Cobián en la cual le manifestaba que aprovechando de su viaje por razones personales de salud y por llevar 50 soldados tísicos para el Hospital Militar que acababa de inaugurarse en esa ciudad, la Sociedad Médica de Lima le encargaba estudiar los siguientes puntos:
El Dr. Cobián permaneció algunos años en Jauja. Quizá hasta 1870 pero no hemos encontrado el informe que se le solicitaba y que hubiera sido muy valioso. Falleció en Lima en 1886. En el mismo año (1860) aparece el folleto del futuro Presidente del Perú don Manuel Pardo: Estudios sobre la provincia de Jauja. Pardo escribió este artículo desde el punto de vista geográfico y económico para justificar la necesidad de un ferrocarril de Lima a Jauja y citando las ventajas del clima de esa ciudad dice: «Jauja es el antídoto de la tisis, es el único temperamento de la superficie del globo que posee tan valiosa virtud». Opinión decididamente muy optimista que, como afirmara Zapater, debía a la bondad del clima la recuperación de la salud; Pardo reclamaba asimismo la construcción en Jauja de una ciudad sanitaria adelantándose así a lo que pediría García Frías, 74 años después en las columnas de El Comercio (74). Manuel Rosa-Fernández presentó en 1863 su tesis a la Facultad de Medicina de París, que tituló Profilaxis de la Tisis (164). De acuerdo con Tschudi y Smith, afirma que los indios no mueren tísicos pues la tisis es frecuente en el litoral y rara en las alturas de 1 650 a 3 330 m, y cuando los indios abandonan la altura contraen la enfermedad. Consideraba que los países más aceptados desde el punto de vista profiláctico son aquellos donde el aire es frío, despojado de humedad y rico en ozono y es de opinión de enviar los enfermos a alturas superiores a 1 000 m. En 1864 el Dr. Carlos Meyer al escribir sobre la atmósfera y el clima de los Andes dice que «en las tardes los tuberculosos de Jauja se revivifican y recobran el ánimo» (114). En 1866 surge la figura del que, con el transcurso de los años y hasta el final del siglo XIX, debía convertirse en el ardiente y empecinado defensor del clima de Jauja como panacea para la tuberculosis. Se trata de don José María Zapater quien presenta ese año su tesis de bachiller en Medicina y que tituló nada menos que Influencia perniciosa del clima de Lima en la tisis pulmonar tuberculosa (202). Tesis que en forma manuscrita consta en los Archivos de la Universidad de San Marcos y que fuera presentada a la facultad el 24 de diciembre de 1866 y sostenida ante un jurado que formaron los doctores Martín Dulanto y Miguel Colunga. Este manuscrito se compone de cuatro capítulos. En el primero se da una idea general del clima de Lima concluyendo que en esta ciudad hay «una mayor oxigenación de la sangre»; en el capítulo segundo se estudia la anatomía patológica del tubérculo pulmonar; en el capítulo tercero se estudia el clima de Jauja en forma somera manifestando que en esa ciudad hay una «menor oxigenación de la sangre». Toma datos de la estadística de Fuentes y aunque no lo dice claramente todavía es de opinión que la curación de la tuberculosis puede alcanzarse en Jauja aunque cita también otras terapéuticas bizarras como la alimentación grasosa y el ambiente «benéfico» del Anfiteatro de Anatomía. En ese año de 1866 la Facultad de Medicina había abierto un concurso obedeciendo al D.S. del 28 de Julio del mismo año por el cual se ofrecía un premio pecuniario al ganador del concurso sobre el tema que fijara la Facultad. Esta docta institución tuvo a bien fijar como tema: "Influencia de las alturas en la Profilaxis y curación de la tisis". El único trabajo que se presentó al concurso fue el del Dr. Juan Copello (43) médico italiano establecido entre nosotros y que publicó en 1867. Sin embargo, este trabajo no fue premiado y el concurso fue declarado desierto. Copello en su Memoria hace una revisión de la doctrina patogénica entonces reinante así como de las profilaxis «preventiva» y «terapéutica». Manifiesta que en los Andes «la tisis tuberculosa es casi desconocida». Con clara visión apuntaba: «no basta que se aconseje a los enfermos que se vayan a Jauja a respirar un aire más puro, más raro (sic) y más seco, sino que el alimento, el vestido, el ejercicio deben concurrir de consuno a ese poderoso resultado...» no conviene confiar sólo en el clima sino en las demás reglas higiénicas. También profetizaba: «estoy seguro que si la locomotora algún día pudiese llegar a Jauja, desaparecería la tisis de Lima no sólo por la facilidad de llevar a ese Edén del Perú los enfermos del primer período sino por la animación que daría al país y los consuelos que daría a los pobres enfermos. Jauja sería la Niza de América» y concluía « ya Celso afirmaba que no hay peor aire que el que da origen a la enfermedad». De la memoria de Copello se deduce que este autor no confiaba en la acción benéfica del clima por sí solo sino en la serie de variantes y distracciones que brinda el cambio de permanencia y en todo caso lo indicaba para el primer período de la enfermedad. Después de la memoria de Copello vuelve a aparecer en la palestra Zapater que ya se había establecido en Jauja, lugar de su nacimiento, y esta vez con un largo trabajo que ha devenido en clásico (203). Zapater fue una personalidad interesante; poco antes de recibirse de médico tuvo activa participación en la batalla del 2 de Mayo y luego de su grado trabajó como médico sanitario en uno de los cuarteles en que estaba dividida la ciudad. Viajó después a Jauja donde fue médico titular llegando a ser Director de la Beneficencia en 1878. En 1871 publica su famoso opúsculo que dictó normas mucho tiempo después de publicado. Se titulaba Sobre la influencia del clima en la enfermedad de la tisis pulmonar tuberculosa el cual fue reinsertada en la Gaceta Médica de 1876 (203). Dividido en ocho capítulos el opúsculo hace una revisión completa de los conocimientos de la época sobre la influencia del clima de Jauja en la curación de la tuberculosis. Hace un estudio de la situación topográfica de esa ciudad describiendo su geología, su atmósfera, temperatura, vientos, vegetación y estaciones. Estudia la ozonometría, y comparando el grado de ozonización en Lima y en Jauja, demuestra que en la capital el grado de ozonización es como 3 en día claro mientras que en Jauja es como 0 en las mismas condiciones; lo cual representaba para él un hecho favorable a la acción del clima de Jauja. Hace comparaciones con enfermos de Pancan y Huancayo, ciudades poseedoras de un grado de ozonización mayor de su atmósfera y señala, que los enfermos no se sienten tan bien como en Jauja. Las observaciones climáticas completas las extiende a Tarma y Chanchamayo. También estudia las modificaciones que experimenta el organismo según los climas y hace una comparación del fenómeno de la respiración en Lima y en Jauja comprobando que en esta ciudad el organismo deja de inhalar 37 grs. de 920 grs. de 02 en una hora y siendo el 02 desfavorable para la marcha de la enfermedad, deduce de ello una contribución terapéutica en apoyo de su tesis. Zapater nos da cifras muy interesantes haciendo el estudio comparativo de la mortalidad por tuberculosis en Lima y en Jauja en 1867. En Lima murieron 969 y en Jauja 31. Refiriéndose sólo a Lima dice que en 1857 hubo 562 muertos por tuberculosis contra 969 que hubo 10 años después. Calcula en 3 450 los enfermos por tuberculosis en Lima en 1867 y de ellos sólo el 6% viaja a Jauja ciudad donde la mortalidad es de 10,25 % contra 26,5% que tiene Lima. Es verdad que estas cifras no resistirían un simple análisis de acuerdo a los postulados modernos de estadística, pero por lo menos son un índice y revelan un esfuerzo del autor para dar cifras, cosa que era rarísima en su época. Después de estudiar la perniciosa influencia del 02 y del 03 en esta enfermedad, nos habla de los tísicos de Jauja manifestando que «si los climas influyen sobremanera en todos los seres organizados es incontestable que el hombre es el ser que sufre más sus impresiones». Opina que Jauja es como «un pequeño hospital de la ciudad de Lima para los que tienen la desgracia de ser atacados de la tisis pulmonar tuberculosa» y en forma patética dice «conmovedor es el espectáculo que ofrece un pobre enfermo al despedirse de sus familiares, de su tierra, de las diferentes distracciones que ella ofrece, en una palabra, de todo lo amado para venir a Jauja ciudad que presenta el aspecto más triste y desconsolador que imaginarse pueda pero, por el inestimable bien de la salud todo sacrificio es pequeño». Estos espectáculos que describía Zapater en 1871 han sido los mismos que se han repetido hasta hace pocos años cuando comenzó la declinación de la climatoterapia con la aparición de la terapia específica de la tuberculosis. Zapater, que era un gran observador, estudia el modo de curación según los períodos de la enfermedad que divide en tres: primario o de tubérculos incipientes; secundario o de reblan-damiento y terciario o cavernoso. Fruto es de sus observaciones la manifestación que hace de que los más curables son los del primer y segundo período. Estudia también los jaujinos contagiados en Jauja y afirma que «según el Sr. Paz, práctico muy antiguo en Jauja, la tisis pulmonar no era conocida en esta ciudad ahora 20 años y sólo de poco tiempo a esta parte se observa esta enfermedad en los habitantes del lugar sin haber salido de él». «Y en ellos la marcha de la enfermedad es aguda, galopante». Concluye dando sus razones por las cuales el clima de Jauja es superior a todos los conocidos: la escasez de oxígeno y de ozono, la vegetación de la misma ciudad, la sequedad del clima. Se muestra partidario de la doctrina de la contagiosidad de la enfermedad (Koch no descubriría el bacilo sino 11 años después) citando las experiencias de Laënnec y Villemin y finalmente señala las diferentes precauciones que deben emplear los médicos al indicar los climas del valle que son distintos entre sí. Da las reglas generales para los enfermos durante la permanencia en Jauja y para su viaje a esa ciudad. Reglas que con ligeras variantes han sido seguidas durante la época de oro de la climatoterapia de tuberculosis en el Perú. Hemos citado largamente el opúsculo de Zapater porque consideramos que lo merecía. Fue el más importante y concienzudo trabajo realizado en su época y si bien el autor apasionado y por ende parcial consideró Jauja como la panacea de la tuberculosis, tuvo el mérito de dictar normas y efectuar por primera vez estudios meteorológicos completos de su ciudad. En 1875 don Antonio E. DOrnellas, destacado médico y profesor de la Facultad de Medicina, se ocupa también de la influencia del clima de los Andes sobre la tisis (55). Es un largo trabajo en el cual se insiste sobre la tesis de aquellos años de la frecuencia de la tuberculosis en las regiones bajas y su rareza en las zonas andinas. Hace la observación de que la tisis en la costa es más frecuente en los indígenas que vienen aquí a establecerse. A manera de anécdota señalaremos la manera como se hacía el viaje a Jauja en aquellas épocas: a lomo de mula, en pequeñas etapas, de manera que se empleaba 8 días en llegar a esa ciudad. DOrnellas hizo un estudio analítico detallado de la climatología de Jauja mencionando también el de las ciudades de Concepción, Huancayo y Tarma a las que considera menos eficaces que Jauja para la curación de la tisis. Todavía en 1875 continuaba en funcionamiento el Hospital Militar con 50 soldados tísicos y DOrnellas calcula en 200 el número de civiles que permanecían en aquella ciudad en procura de salud. Es decir que los 42 enfermos citados por Fuentes en 1857 se habían quintuplicado. DOrnellas permaneció poco tiempo en Jauja para sacar conclusiones definitivas, pero manifestaba haber conversado con 80 tísicos quienes en su totalidad habían mejorado: «algunos no tuvieron la menor hemoptisis, otros tosían menos y la mayor parte no tenía fiebre por la tarde». Los enfermos estaban más contentos, sentíanse más fuertes y comían con más apetito. Señala es el primero en hacerlo que los tres factores esenciales en tisioterapia son: «un aire reparador, una temperatura fresca y una altura considerable». "Esta última según DOrnellas, obra de manera general y de manera local preparando y determinando la dieta respiratoria", es decir el menor suministro de aire a los pulmones. Aconseja ya que la climatoterapia debe ser prolongada de 18 meses a 2 años para ser beneficiosa y dice que la mejor época para viajar es la estación de lluvias. Vemos pues que DOrnellas fijó normas precisas indicando ya una tendencia más científica y definida en la tisioterapia de altura. Don Francisco Almenara Butler, quien fuera después uno de nuestros más ilustres pediatras y que debía tener decisiva influencia en el medio y pensamiento médico de la época, publicó en 1879 sus estadísticas, según las cuales se demostraba que en el período de tiempo transcurrido entre 1872 y 1876 la tisis pulmonar era la enfermedad que en primera línea arrasaba con la juventud de la capital (4). Estas estadísticas tuvieron, a nuestro parecer, marcada influencia con el éxodo cada vez más creciente de los enfermos a Jauja. En 1885 don Melchor Chávez Villarreal presenta su tesis de bachiller en Medicina titulada «Estudio sobre la influencia del clima en la tuberculosis pulmonar» (47); en ella se refiere al clima como agente etiológico de la enfermedad sosteniendo que «los tubérculos pulmonares se forman con más frecuencia y progresan en su marcha en todo clima en que hay exceso de oxígeno en el aire inspirado». Sin embargo, se deduce que es más provechoso para el enfermo vivir en las alturas que en los llanos y «en continua agitación», a fin de que ingrese menos oxígeno al organismo. Chávez Villareal sostuvo sus ideas dos años después del descubrimiento del agente etiológico de la enfermedad, descubrimiento al cual hace mención muy ligeramente. Almenara Butler en el mismo año nos hace conocer que no solamente era Jauja la solicitada para la curación de la tisis sino también Matucana (5) ciudad en la cual se encontraban en gran abandono de higiene y cuidado médico la gran cantidad de enfermos que ahí concurrían en procura de salud. También en 1885, Avendaño sostiene que la tuberculosis es contagiosa «aún en la misma Jauja» (16). Don Juan Manuel Mayorga se refirió en su tesis de bachiller de 1892 a la influencia de la presión atmosférica sobre el organismo (111). Esta tesis ha sido una de las precursoras de los estudios que han surgido después sobre Biología del hombre en la altura y en ella nos refiere que la baja tensión de oxígeno existente en las alturas podría favorecer la curación de la tisis, pues el bacilo de Koch es estrictamente aerobio y al faltarle el O2 debe sucumbir. Menciona que sigue las ideas de Guilbert, médico francés que presentó su tesis a la Facultad de Medicina de París en 1862 estudiando La influencia de los climas de altura de Perú y Bolivia sobre la evolución de la tisis pulmonar tuberculosa. Este trabajo escapó a nuestra revisión, pues se encuentra en la Biblioteca de la Facultad de Medicina de París y cuando permanecimos en aquella ciudad ignorábamos su existencia. Pasan algunos años. El pensamiento médico se va sedimentando en este aspecto de la tisioterapia y así llegamos a la segunda etapa de esta época donde veremos que, con criterio más científico, el médico peruano busca la curación de la tuberculosis no ya enviando simplemente los enfermos a Jauja, con las indicaciones que habían señalado Zapater y DOrnellas, sino que ya se comienza a ver la necesidad del aislamiento de estos enfermos y al estar la climatoterapia en boga era lógico que el pensamiento de aquellos años se inclinara a la creación de los sanatorios de altura.
A partir de 1895 se desencadenó una polémica que en realidad ha durado hasta la época actual cuando se descubrió la terapia específica de la tuberculosis. En ese año un editorial de La Crónica Médica (6) anunciaba la pronta creación de un hospital para tuberculosos en algún lugar de la quebrada de Huarochirí. La Junta de Gobierno de entonces, con fecha 5 de mayo nombró una Comisión Mixta a fin de que busque en la quebrada de Matucana un lugar aparente para levantar un hospital de tuberculosos. El personal de aquella Comisión estaba integrado por los Drs. Francisco Almenara Butler y Remigio Errequeta, los cuales en su informe y luego de aducir una serie de razones científicas a tono con el pensamiento médico de la época, opinaban que el futuro hospital debía construirse en la falda de una montaña sobre la margen derecha del río Rímac entre Matucana y San Mateo, o sea, precisamente en Tamboraque y con un criterio avanzado para la época, donde todo se hacía empíricamente, decían que el plano del futuro hospital debía ser confeccionado por médicos higienistas e ingenieros trabajando conjuntamente. La respuesta a este informe no se hizo esperar y el Dr. Ignacio De la Puente en el mismo año y revista (159) publicó un artículo en el cual atacaba ácremente el informe de la Comisión Mixta manifestando que las deyecciones y esputos de los enfermos de Tamboraque serían arrastradas por las aguas del río y traídas a Lima constituyendo así un serio peligro para la capital. No terminaban ahí sus críticas, más adelante preguntaba «cuáles eran los prodigios del clima de Tamboraque, cuáles eran las personas curadas y qué formas de tuberculosis podrían asistirse ahí». También con criterio avanzado el Dr. La Puente manifes-taba que «ningún clima era específico de la tuberculosis»; «que las alturas no convienen a todas las formas que puede revestir la tisis», siendo por tanto errónea la creencia que había ciertos climas de acción eficaz contra la tuberculosis. Terminaba proponiendo la creación de un hospital para tuberculosos en la isla de San Lorenzo (primera idea de sanatorio marítimo entre nosotros) aduciendo su cercanía a la capital, su poca altitud y su clima templado. Así las cosas, continuaron en una ardiente polémica ya que Almenara contestó (7) alabando la eficacia de los antisépticos que ya estaban en boga y proponiendo el sistema de filtraciones para eliminar los desperdicios antes de que llegaran al río a lo que De la Puente contestaba (160) insistiendo en la creación del sanatorio en San Lorenzo y además «otro en Jauja, valle delicioso, clima espléndido y acreditado como bueno» con lo cual se contradecía en parte, pues ya había afirmado antes que no existía clima para la tuberculosis. Es en La Crónica Médica, afamada revista científica que ha publicado los mejores artículos de nuestro pasado médico, donde apareció en 1896 la tesis de bachiller en Medicina de don Rómulo Eyzaguirre, el cual habría de ser después un esclarecido pediatra y sanitarista. Sus ideas a la par que las de Almenara Butler tuvieron decisiva influencia en el pensamiento climatoterápico de la tuberculosis pulmonar. En su valioso trabajo titulado La tuberculosis pulmonar en Lima. Tratamiento higiénico. Sanatoria, Eyzaguirre (62) enjuicia severamente las causales de la enorme cifra de tuberculosos en Lima. Después de hacer una revisión histórica acerca de la etiología y patología de la tuberculosis y de señalar la frecuencia de la mortalidad por esa enfermedad en Lima a base de las cifras consignadas en la tesis de bachiller del prematuramente desaparecido Dr. José T. Alvarado (1892) y después de abordar el contagio y la curabilidad de la tuberculosis, examina el tratamiento sanatorial estudiando la organización de los sanatorios en diferentes partes de Europa. Se refiere Eyzaguirre al clima de altura manifestando que «no hay altura específica para la curación de la tuberculosis» y agregando estas sabias y proféticas palabras: «en cualquier clima, en cualesquiera altura, dad una aglomeración, dad individuos mal vestidos, mal alimentados, con habitaciones mal ventiladas, dad el bacilo y os haré una colonia de tuberculosos». Sin embargo, Eyzaguirre se muestra partidario de la construcción del sanatorio en Tamboraque aconsejando una prolija desinfección de los excretas para evitar el peligro a Lima que había señalado De la Puente; no era de la idea de construir un sanatorio en Jauja y recomendaba que se construya en la isla de San Lorenzo un sanatorio marítimo para niños escrofulosos y linfáticos, nueva idea de sanatorio marítimo pero para una forma determinada ya de tuberculosis. Ese año, 1896, se hace cargo de la presidencia de la Academia de Medicina uno de los más reputados clínicos peruanos de todos los tiempos. Nos referimos a don Leonardo Villar quien en su discurso de toma de posesión del alto cargo académico dice «la práctica de enviar enfermos a Jauja data de tiempo inmemorial; no se sabe quién o quiénes la iniciaron». Luego considera que los elementos favorables en la climatoterapia son: la elevación sobre el nivel del mar lo cual resta 02 al Bacilo de Koch eminentemente aerobio, la sequedad, el estado higrométrico, la electricidad. Concluyó su importante discurso pidiendo la instalación de un sanatorio en el trayecto del ferrocarril de La Oroya, que ya se había inaugurado y en un lugar de clima seco, sin fuertes corrientes de aire y de poca tensión eléctrica. Villar era partidario de enviar sus enfermos a Jauja reconociendo que nunca los médicos se habían puesto de acuerdo en reconocerle sus beneficios tisioterápicos. Por coincidencia, otro de nuestros geniales clínicos de siempre don Ernesto Odriozola hizo oír su voz ese mismo año, manifestando en el discurso de apertura de las labores de la Universidad de San Marcos que «los climas de altura son los más eficaces en la curación de la tuberculosis» y continuaba «hace 26 años o más que multitud de enfermos concurren a la quebrada (del Rímac) no viendo peligros para Lima con la construcción de un sanatorio en ese lugar» (132). Un año después, en 1897, Eyzaguirre continúa clamando contra nuestra «indiferencia de musulmanes» (que no la hemos perdido) y pidiendo que se aísle a los tuberculosos si no en un sanatorio especializado, pues la idea parecía abandonada por lo menos en salas especiales de los hospitales generales, ya que existía en la época una marcada promiscuidad, ocasionando un elevado porcentaje de contagiados entre los enfermos generales y el personal asistencial (63). Eyzaguirre era por esos años el pionero de la asistencia especializada de los tuberculosos. En su artículo Jauja y Tamboraque publicado ese año (64) critica el clima de Jauja, sosteniendo que no hay clima específico para la tuberculosis y que, por lo tanto, no habría ninguna ventaja en construir tan lejos el Hospital. Califica las ideas de Zapater de 1871 de «anticuadas» pero reconociendo que «los climas y alturas, antiguos monarcas han pasado con las mutaciones científicas al humilde rango de vasallos, pero en verdad buenos vasallos y excelentes servidores». Otro tanto podríamos decir hoy, sesenta años después de haber sido escritas esas frases. Y en relación a Tamboraque, basándose en los informes de Almenara y en el posterior del Dr. Federico Remy, quien estudiara climatológicamente el valle de Jauja, es de opinión que se debe construir el sanatorio en aquella ciudad, es decir, Tamboraque, dice Eyzaguirre, tiene requisitos principales que encontramos muy aceptables y decididamente preferentes: defensa de los vientos, situación en una colina, aire puro, suelo seco y absorbente, escasas lluvias, atmósfera seca, temperatura moderada, vientos suaves, nebulosidad pobre, gran intensidad luminosa, vertientes de agua potable, vegetación sostenida y posible formación de parques así como viaje rápido y seguro» ya que el Ferrocarril Central solamente llegaba a La Oroya y todavía no a Jauja. En ese mismo año, como refiere Vilanes Palacios en su Tesis de Bachiller (195) los médicos del Hospital Dos de Mayo presentan un Informe pidiendo la creación de un Sanatorio de Tuberculosos, Informe que fue firmado por los nombres ilustres de Leonardo Villar, Nemesio Fernández Concha, Juan Cancio Castillo, Ernesto Odriozola, Manuel Irujo, Manuel Velásquez y Manuel Montero. La preocupación de los médicos de la Beneficencia encontró eco en la más alta institución médica del país, la Academia de Medicina, la cual con fecha 7 de enero de 1900 nombra una Comisión para el estudio de la tuberculosis encargándole lo relativo a Sanatorios al Dr. Juan Ernesto Corpancho (172). Don Pedro Gallagher, Director de la Beneficencia de Lima, daba cuenta, por otra parte, del Decreto Supremo del 5 de enero del mismo año por el cual se nombró otra comisión para el estudio de la tuberculosis (72). La Memoria de la Beneficencia de Lima correspondiente a 1900 consigna el Proyecto Gallagher que debía tener trascendencia en los años venideros y que consistía en la proposición de invertir «por vía de ensayo» S/. 40,000 soles para la construcción de un hospital para tuberculosos en un punto de que el Hospital de Tarma habilite salas para tuberculosos. Es decir, ya se afianza la idea del aislamiento de los tuberculosos en lugares especiales, aunque siempre con el criterio climático reinante. El 29 de enero de 1991 el Dr. Luis Pesce, distinguido médico italiano y un acucioso investigador de nuestra patología nacional, dirige al presidente de la Beneficencia Pública de Lima un memorándum sobre la conveniencia de establecer un sanatorio para tuberculosos en Jauja. Este Informe permaneció inédito y lo hemos podido ver en su texto original gracias a la gentileza del Dr. Hugo Pesce, hijo del autor del memorándum que publicamos más adelante (153). El Dr. Pesce proponía la creación del sanatorio en Jauja por su clima favorable a la curación de la tuberculosis «reconocido en el Perú y en el extranjero»; y por su hermosa campiña, la que daría lugar a la formación de colonias agrícolas en donde los tuberculosos curados podrían rehabilitarse. Idea genial, ya que es un vislumbre de los sanatorios de postcura; por su fácil acceso: había ferrocarril a La Oroya y luego a lomo de bestia a Jauja por el camino de Cachi-Cachi. Indica que el sanatorio estaría destinado a los enfermos del 1º y 2º grado, y se eliminarían a los enfermos cavitarios y a los portadores de lesiones cardiovasculares. Señala con gran precisión dos lugares de Jauja que a su juicio pueden dar cabida al sanatorio: Tambo y Paca. Esta última zona le parece ideal: la laguna con su evaporación corregiría la extrema sequedad «que se le reprocha al clima de Jauja», además habría la ventaja de tener abundante agua de vertiente, con desagües que irían a morir en la laguna de Paca. El Dr. Pesce hace notar que en 1871 se votó una partida de S/. 20,000 para la construcción de un sanatorio, suma que por un milagro increíble pudo ser consignada treinta años después en el presupuesto de 1900. Concluía diciendo que el Perú debía celebrar el advenimiento del nuevo siglo con la fundación del primer sanatorio para tuberculosos en Sudamérica. De otro lado, ese mismo año, la Memoria de la Beneficencia Pública conoce el informe de una comisión especial que propone el pueblo de Bellavista para la creación de un servicio de tuberculosos y un sanatorio «en forma» en Jauja, cuyas condi-ciones climáticas son «universalmente conocidas», y en forma provisional proponían se construya un segundo sanatorio en Tamboraque (72). Este informe del 27 de febrero de 1901, que firmaron Gallagher, Becerra, Sosa y Arancibia, fue aprobado por la Junta General y Particular el 5 de julio del mismo año. Se autorizó la compra del terreno en Tamboraque y se hicieron gestiones ante el ferrocarril a fin de que autoricen la rebaja de pasajes; se ofició a Francisco Almenara Butler para que informe de la bondad del proyecto en su calidad de médico y al Sr. Arancibia en su calidad de ingeniero (141). Almenara Butler, en su informe del 24 de agosto de 1901, reafirma su opinión de construir el sanatorio en Tamboraque, y recuerda además su propuesta formulada en 1895, en unión de los Srs. Espinoza, Bambarén y Romero, de construir dos salas con 100 camas para tuberculosos en Lima. Posteriormente, ya en 1902, el Dr. Rómulo Eyzaguirre, siempre a la expectativa, aplaude la idea de Gallagher de haber reactualizado el proyecto (65) de construir un sanatorio, al haber propuesto en 1900 que se inviertan S/. 40,000 soles para la construcción y S/. 1,000 soles mensuales para el sostenimiento. A los cuatro meses, se poseían S/. 80,000 soles para el sanatorio, pero se encarpetó la idea en espera del Informe de la comisión de la Academia de la Medicina del 7 de enero de 1900, y debido también a la disputa que decidiría si el sanatorio debía ser construido en el llano o en la altura, y si era en la altura, si debía estar en Jauja o en Tamboraque. Eyzaguirre se oponía a la creación del sanatorio en Jauja, alegando que las condiciones ya no eran las señaladas por Zapater hacía treinta años, y pensaba que debía construirse en Tamboraque para evitar a los enfermos el difícil paso de la altura. Era de opinión que ninguna influencia dañina tendría la reciente inauguración de una fábrica de carburo de cal en Tamboraque. En estas condiciones, el 15 de mayo de 1902 el director de la Beneficencia de Lima se dirigió a la Facultad de Medicina solicitándole su ilustrado dictamen. El 31 de mayo de ese año la facultad nombró una comisión que formaron tres de nuestros más distinguidos maestros de la época: los Drs. Odriozola, Avendaño y Dulanto. La comisión se trasladó a La Oroya, pernoctando en Tamboraque y luego de tres días de observación en aquellas zonas redactó un informe que entregó a la facultad el 15 de noviembre de 1902 (133). Este informe es uno de los documentos más completos que hemos encontrado y merece que nos detengamos un poco en él. Después de hacer una revisión del problema de la tuberculosis en el mundo entero y luego en el Perú, donde ya arrasaba en forma pavorosa, los especialistas examinan los diversos medios de profilaxis de la época, y manifiestan que para el aislamiento de los enfermos, un sanatorio especializado es una de las primeras medidas a tomar. Recuerdan que el 25 de enero de 1871 el presidente Manuel Pardo había destinado S/. 20,000 soles para la construcción de un sanatorio en Jauja y que desde 1861 funcionaba en aquella ciudad un hospital para militares tuberculosos que albergaba 50 soldados. La idea del sanatorio en Jauja se abandona hasta 1895, año en que la Comisión Almenara-Errequeta propone Tamboraque y, a su vez, La Puente propone la isla de San Lorenzo. Los miembros de la comisión hacen ver, además, que el 25 de setiembre de 1897 una comisión de la Beneficencia integrada por José A. de La Puente, Pedro Oliveira y Federico Palacios, dictaminó acerca del pedido de ayuda efectuado por la Beneficencia de Jauja. Esta comisión opinó que lo deseable era la creación de un hospital especial en aquella ciudad para descargar los hospitales de Lima de la gran afluencia de enfermos. Termina su revisión histórica del informe citando el Proyecto Gallagher y el exhaustivo informe del Dr. Pesce, documentos que hemos analizado líneas arriba. Por su parte la Comisión Odriozola-Avendaño-Dulanto está de acuerdo con la creación de un sanatorio para aislar a los tuberculosos de las salas de los hospitales y poderles dar una mejor alimentación. Pero, adelantándose a su época, proponen la creación de dispensarios ambulantes para enfermos, sanatorios para enfermos pobres y de formas iniciales, y salas especiales en los hospitales para los casos avanzados. Debemos decir de paso, que ya se habían hecho en Lima algunos intentos de aislar a los tuberculosos en las salas especiales de los hospitales generales. Existía un rudimento de aislamiento en la sala San Luciano del hospital de Santa Ana. Se proponía la creación de un pabellón anexo del hospital San Juan de Dios de Bellavista, que también comenzaba a ganar adeptos como lugar de cura de la tuberculosis pulmonar, y estaba en proyecto la creación a la espalda del Hospital Dos de Mayo de los primeros pabellones de tuberculosos (126). La comisión nombrada hacía una revisión completa del problema dispensarial, sugiriendo la construcción de dispensarios entre nosotros, en una época en que los primeros dispensarios ingleses apenas tenían trece años de fundados y en Francia se creaba recién el primer dispensario que era dirigido por Calmette, en Lille. Como acápite final del informe, y después de estudiar las características, la orientación y la ubicación, y a base de sus observaciones en Rumichaca, Huiscapuquio, Huaina Cancha y Tamboraque, los especialistas concluían recomendando este pueblo para la construcción del sanatorio. Trazaron someramente un plan técnico y solicitaron que el nombre del futuro sanatorio fuera el de Juan M. Byron, joven médico peruano que había fallecido en Nueva York poco tiempo después de terminados sus estudios, víctima de una inoculación por el bacilo de Koch. Tomando como base este informe, la Beneficencia de Lima adquirió un terreno en Tamboraque para construir en ese lugar el sanatorio, como anunciaba don Domingo Olavegoya en la Memoria de la Beneficencia de 1903 (141). Por los años que estamos refiriendo el Padre Francisco Blanco García, religioso agustino y distinguido crítico español, vino desde la península atraído por la fama de Jauja, a fin de curarse la afección pulmonar que había contraído. Durante su permanencia en aquella ciudad, donde encontró mejoría para su enfermedad, el padre Blanco y el padre Monjas, que lo acompañaba y que escribiera posteriormente la biografía del primero, realizaron observaciones interesantes, tras las que manifestaron que el clima de Jauja era único y que bastaba salir de aquella ciudad para no encontrar las condiciones necesarias en la curación de la tisis (119). En ese mismo año aparecen dos tesis de bachiller en Medicina que tratan de la influencia del clima en la tuberculosis. La de don Francisco Aguayo (1), quien en su capítulo Consideraciones patológicas nos dice que la humedad favorece el desarrollo de la tisis como medio de conservación del bacilo y por acción directa sobre el organismo, haciéndolo susceptible a las afecciones catarrales de las vías respiratorias. Hace notar que en los departamentos de clima seco, la gripe y la tuberculosis no se manifiestan tanto como en los de clima húmedo. El otro trabajo es el del que fuera después reputado dermatólogo don Felipe Merkel, quien en el capítulo II de su tesis (113) Diferencias entre el clima de la sierra y de la costa dice que el clima tiene un papel secundario y que el factor determinante es la aglomeración llevada a grado máximo en cuarteles y hospitales. En 1904, don Luis O. de Piérola, en su tesis de bachiller (156), pide la construcción de una enfermería-sanatorio en Chosica o en sus inmediaciones. De otra parte, ya funcionaba en Tamboraque una Casa de Salud construida por el Sr. Proaño y destinada a «convalescientes y débiles» (127). El Sr. Enrique Barreda, Director de la Beneficencia en 1904, informa de «la simpática iniciativa» del Sr. Gallagher referente al sanatorio en Tamboraque. Al mismo tiempo se nombra por la citada institución una comisión más con fecha 2 de mayo y compuesta por los Srs. Moreyra y Riglos, Becerra y Delgado, la que dictamina que el lugar ideal para el sanatorio es Jauja y que en Tamboraque se podía construir una estación de pasaje o casa de tránsito para treinta enfermos (21). En ese mismo año hubo dos informes más, ambos favorables a Jauja como lugar para el sanatorio. Blas Elías de ORELLANA, médico titular de Jauja, dice que se puede curar la tisis habitando varios años en la ciudad y sometiéndose a las prescripciones médicas «porque el clima solo no lo va a hacer todo». Samuel Izaguirre, también de Tarma, habla del inconveniente de las «heladas» que pueden provocar hemoptisis (citas de Olaechea) (90 y 142). La Memoria de la Beneficencia de Lima de 1905, cuyo director en ese año era el Sr. Carlos Elías, publica el Informe del 7 de diciembre de 1904, suscrito por la comisión que se formó ese año y que recaía sobre el expediente iniciado por el Sr. Pedro Gallagher el 1º de diciembre de 1900, relativo a la creación de un sanatorio para tuberculosos. A base de este Informe (58), la Beneficencia acordó construir definitivamente el sanatorio en Jauja y designó al Sr. Caballero para que efectúe la compra del terreno. El Sr. Caballero, en informe del 2 de setiembre de 1905, manifiesta que sus gestiones para la compra del terreno son infructuosas y propone que el Estado expropie un terreno en Tambo, a 1 kilómetro de Jauja, zona que considera la más adecuada. Un año después, ya estamos en 1906, la Beneficencia de Lima menciona en la Memoria anual los informes técnicos del Ing. Gianella y del Dr. Gerardo Bravo, estando pendiente la expropiación del terreno en Tambo-Jauja, merced a la correspondiente resolución gubernativa (58). Por otra parte, la Beneficencia, ansiosa de descongestionar los hospitales de Lima de los enfermos tuberculosos, había conseguido habilitar veinte camas en el Hospital de Tarma para recibirlos; la misma gestión hecha en el Hospital de Jauja obtuvo como respuesta que mejor sería construir un pabellón, pues ya no había sitio para ellos en el hospital de esa ciudad. Por tanto, se abandona la idea de enviar enfermos a Jauja, pues ya la Beneficencia tenía planeado construir un sanatorio especial en esa ciudad. En 1907, después de estas discusiones interminables, cambia bruscamente la idea de construirse un sanatorio. El 2 de diciembre de ese año se realiza una histórica sesión en la Beneficencia de Lima, la cual era presidida por don Domingo Almenara. Esta sesión fue publicada en versión taquigráfica por El Comercio, edición de la mañana del 17 (173). Haciendo un extracto de los principales hechos ocurridos en aquella sesión, manifestaremos que el Presidente informó que la Beneficencia había decidido construir un sanatorio, pero como recientemente el Dr. Abel Olaechea, en su calidad de médico adscrito a la Dirección de Salubridad del Ministerio de Fomento, había presentado un Informe que el gobierno había hecho suyo, deseaba que en aquella sesión se aclarase si se construía el sanatorio y, de hacerlo, en qué lugar se levantaría. ¿Sería en Jauja o en Tamboraque?
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