VI

LA TERTULIA LITERARIA DE AREQUIPA

 

La radical reforma del régimen de estudios y de la concepción intelectual del Seminario de Arequipa, debida al obispo Chaves de la Rosa, no solamente determinó, como se ha visto, la transformación de ese centro de estudios en uno de los más prestigiosos y más abiertos a las nuevas corrientes pedagógicas en el Virreinato del Perú, sino que atrajo a sus aulas, como una consecuencia, al grupo más selecto de estudiantes del sur del país. No sólo de la propia ciudad de Arequipa y sus contornos, sino de Moquegua, Tacna y Puno, acudieron al Seminario de San Jerónimo quienes iban a descollar, andando el tiempo, en la política y las letras en la promisoria época de transición del Virreinato a la República. Profesores o alumnos, según la diferencia en las edades, iban a competir, tanto en la seriedad de los estudios como en el nacimiento de la conciencia nacional y en la formación del Perú independiente.

En las constancias de estudios de Melgar se unen así, significa-tivamente, muchos nombres ilustres.

El primero de todos es el de Francisco Javier de Luna Pizarro, nacido en Arequipa diez años antes que Melgar, en 1780, e incorporado al Seminario por el obispo Chaves de la Rosa, quien costeó sus primeros estudios y bajo cuya protección viajó al Cuzco para obtener la licenciatura en Leyes, Sagrados Cánones y Teología. Vuelto a Arequipa, fue catedrático de Filosofía en el Seminario e iniciador allí de los estudios matemáticos: "el primero que enseñó públicamente en Arequipa las ciencias exactas, y el que estimuló a los jóvenes a que se dedicasen a ellas, para cuyo fin trabajó un Discurso probando la necesidad del estudio de la Geometría y su útil y feliz aplicación a las demás facultades"1 . Cuando Chaves de la Rosa renunció a la regencia de la diócesis viajó con él a Lima, recibió las órdenes mayores, y luego, al volver a su ciudad natal, fue vicerrector y prefecto de Estudios del Seminario Conciliar de San Jerónimo.

Fue con ese carácter como el 24 de diciembre de 1807 firmó el acta del primer examen de Religión de Mariano Melgar, ingresado tres meses antes, y como asistió a la prueba del primer curso de Teología el 16 de julio del año siguiente2 . Hubiera continuado examinándolo si Chaves de la Rosa, al regresar a España, no lo hubiera llevado consigo en 1809. Desde entonces la vida los separó, y Melgar no pudo siquiera prever que el vicerrector de sus días de ingreso como manteísta iba a ser después el primer Presidente del Congreso del Perú e iba a alcanzar la mitra de arzobispo de Lima.

También firmó varias de sus actas en el Libro de Estudios el rebelde y brillante tacneño Francisco de Paula González Vigil. El 30 de octubre de 1809, becario del Seminario y encargado de la Prosecretaría, autorizó con su firma la constancia del examen privado de Religión de Mariano Melgar. El 16 de mayo, el 9 de agosto y el 16 de agosto de 1810, el 21 de enero de 1811 (en la certificación de la apertura del curso 11 de Filosofía), y luego el 2 de julio y el 20 de octubre de 1811, Vigil, siempre como prosecretario del Seminario, firmó las actas correspondientes a los exámenes a que presentó Melgar a sus alumnos. El 17 de agosto de 1812, como se ha visto anteriormente, la relación entre ambos fue distinta. Fue entonces Mariano Melgar, catedrático de Filosofía y Matemáticas, quien firmó con los otros profesores y con el vicario general del Obispado y rector del colegio, la certificación de estudios y conducta de González Vigil, quien "después de haber concluido los estudios de Gramática, Filosofía y Teología salió de este Colegio"3 para obtener su grado de doctor en el Cuzco. Entre los alumnos que dirigió Melgar por cerca de tres años en el curso 11 de Filosofía figuraron, como ya se ha indicado, su hermano Juan de Dios (que iba a ser quien publicara después, como una prueba de amor fraternal, la Carta a Silvia) y su sobrino Miguel del Carpio, que iba a tener brillante actuación como político e iba a ser el mecenas de la bohemia juvenil y romántica que encabezó Ricardo Palma4 . Pero los que más descollaron en los estudios fueron Anselmo Quiroz (más tarde combatiente en Junín y Ayacucho y general de la República) y Andrés Martínez (futuro político eminente y uno de los representantes más insignes del pensamiento jurídico de Arequipa). Uno y otro aparecen con una hermosa emulación en las actas de exámenes, disputándose los primeros puestos y con ello el derecho de llevar, colgada al cuello, la medalla de plata5 .

Pero con nadie parece haber tenido Melgar mayor vinculación, y de más resonancia no sólo literaria, sino cívica, que con otro ilustre arequipeño: José María Corbacho y Abril, nacido en 1785, o sea cinco años antes que Melgar6 . Desde sus días mozos, Corbacho puede decirse que anunciaba una figuración especial en la ciudad. Estudiante de Teología y Filosofía en el Seminario Conciliar de San Jerónimo, fue de los primeros en seguir también el curso de Matemáticas, impulsado por la reforma en la enseñanza del obispo Chaves de la Rosa. Becado a los doce años, al terminar sus estudios viajó a Lima con el apoyo que obtuvo de don José Salazar y Baquíjano, alcalde de Corte de la Audiencia, para graduarse en los Derechos Civil y Canónico en la Universidad de San Marcos, ejercer la práctica forense e incorporarse al Colegio de Abogados de Lima. Poco tiempo después volvió a Arequipa.

El nuevo obispo de la diócesis, monseñor Encina y Perla, le encargó uno de los cursos de Filosofía en el Seminario, casi al mismo tiempo que, al cabo de unos tanteos iniciales, se encomendaba el nuevo curso 11 a Mariano Melgar. Desde entonces la vinculación entre ambos ingenios, acrecentada por el encuentro cotidiano en las aulas y refrendada por afanes comunes en lo intelectual y en lo político, fue haciéndose viva y permanente hasta más allá de la muerte de Melgar7 . El 5 de setiembre de 1811 los dos firmaron, junto con el vicerrector y los catedráticos del claustro, un pedido al obispo (que reiteraron el 8 de octubre) para que se remediara la omisión y poca exactitud en la recaudación de rentas del colegio8 .

A pesar de la equivalencia de las cátedras y de la consideración oficial en el Seminario, Corbacho tenía sobre Melgar la ventaja evidente de unos años, la amplitud de las relaciones que le habían ganado su aprendizaje en Lima y sus grados en Derecho, y las circunstancias inherentes a una situación social más favorable. Unidos en unos campos, Corbacho fue al parecer iniciador e instigador en otros. José Gregorio Paz Soldán cuenta que fue Corbacho quien arrancó a Melgar de los laberintos y acrósticos de una poesía barroca ya en declive, pero en la que podía haber quedado envuelto, y lo inclinó al estudio de los clásicos griegos y latinos y al conocimiento de los nuevos caminos de la literatura española de su tiempo9 .

La información es verosímil, y tiene la importancia no sólo de indicar un cambio de gustos literarios, sino de atestiguar que ya Melgar había comenzado su producción poética. Que escribiera acrósticos o poesías banales de ocasión es secundario; Melgar acababa de cumplir los veinte años, y no porque fuera después un precursor de la poesía de sentimiento auténtico, de lirismo hondo y raíz nacional va a suponerse que en esos años juveniles no rindiera tributo a los convencionalismos y a los juegos retóricos.

La tradición que representa a Corbacho como el mentor de Mariano Melgar en el estudio de los autores clásicos y el abandono de las frondas barrocas basta para colocarlo –sin atender a sus propias escasas producciones– en un lugar honroso de la poesía peruana de transición, a principios del siglo XIX. De corto vuelo lírico, sin la finura de sensibilidad que es la que verdaderamente hace al poeta, la actuación de Corbacho no fue por eso menos trascendente desde el punto de vista intelectual. Parece indudable que fue él quien encabezó en Arequipa el grupo, a la vez literario y político, que renovó el ambiente de la ciudad y del que Melgar fue secretario.

En el manuscrito de Poesías de Melgar que se conserva en la Universidad de Indiana hay anotaciones significativas de puño y letra del poeta. Así, en la composición "Sepa la cruel Melisa", Melgar escribe al final: "No me acuerdo los restantes (versos) Compatriota Corbacho." Encima de la fábula "El cantero y el asno" se lee: "Compatriota: hoy me he levantado con algunos síntomas de fabulista. ¿Qué dice V. de esto?, ¿y qué dirá esta tentativa?" Y al final de la fábula, y al margen, se añade: "Ud. dice qe. es mi amigo: pues operibus credite: crítica y chafadura, correcn. si lo merece. Que si hay algn. caletre no será la última, y si no le hay, salud y buen probecho, que callarse también es verso y á veces fabula.– Melgar."

Y encabezando la "Oda a la Soledad" hay otra anotación aún más expresiva, reveladora no sólo de la existencia misma, sino del nombre del grupo de jóvenes poetas: "Señores de la Tertulia Literaria: Diran Vms. que me he vuelto predicador; pero no es sino que días há, he dado en poner la verdad en verso." Al final, con la fecha: "Arequipa 29 de Marzo de 813", firma Melgar: "El Secretario", con su rúbrica. Pero con juguetona ironía añade luego: "Fé de erratas.– Plan. 3a. linea 15. Dice: El Secretario.–Léase: El Solitario.–Imprimatur.–tres rúbricas"10.

La "Oda a la Soledad", por lo demás, aunque de fecha tardía con relación a la que se supone fue la de fundación de la Tertulia Literaria (si es que se trata en realidad de fecha de la composición, y no sólo de la transcripción o de la copia), revela efectivamente una inclinación a los temas clasicistas y la influencia del tono ascético y de una buena parte de la poesía castellana. No están allí todavía la fuerza de creación, la expresión del acento personal, la forma más de acuerdo con el temperamento de Melgar. Pero como en el caso de su "Oda al Sueño", la imitación del tono y las formas clasicistas y su continuación renacentista se adaptan a los afectos personales del poeta. El "sueño deleitoso", por ejemplo,

imagen apacible
del eterno reposo,

hace recordar a Ovidio ("somnus,...mortis imago") o a Petrarca ("parente de la morte") o a Garcilaso el toledano (soneto XVII), pero sin embargo en Melgar la tristeza del tópico se anima con la esperanza del amor juvenil. El sueño es muerte aparente, pero también es un consuelo:

En ti el dolor y el tedio
que me asaltan de día
tienen fin y remedio.

......................................

Despierto será el llanto,
pero por fin dormido
gozaré de su encanto...

 

De pareja manera, en la "Oda a la Soledad" el viejo tema no se trata con una exageración desengañada, sino con la serenidad beatífica de fray Luis de León:

¡Oh Soledad amable!,
en ti vive el sosiego
que el hombre en otra parte busca en vano.

................................................................

¡Qué tranquilo se goza
cuando en paz dulce el corazón reposa!

Hay algo también de Herrera cuando, en la apacibilidad de ese sosiego,

como fieros lebreles
de su amo al pie tendidos,
yacen al pie del alma las pasiones;

pero hay más de fray Luis en la alabanza de "los pocos sabios que en el mundo han sido"

 

(si viniera aquí un sabio,
lleno de ciencia impía,
su engañoso saber corregiría),

y en el elogio a la "casa silenciosa", la santa paz del claustro, que es la versión cristiana del tradicional elogio al campo, que tuvo su dechado en el celebérrimo "Beatus ille" de Horacio.

Es interesante a este respecto comparar la "Oda a la Soledad" de Mariano Melgar con la composición al mismo tema de quien, siete años mayor que él y educado también en el Seminario, fue igualmente su amigo: Benito Laso11 . La poesía de Laso es el menosprecio de la agitación de la ciudad para alabar la placidez de la vida del campo. Como en la poesía salmantina, o en los consejos moralistas de los Argensola y de Quevedo, repite las frases horacianas uniéndolas a veces a un robusto sentido campesino:

¡Qué envidiables placeres
los del hombre que aislado
labra la tierra y pace su ganado;
y entre honestos quehaceres
ocupa el tiempo del calor y el frío,
y que Padre y Esposo
en constante reposo
es dueño de su amor y su albedrío!

........................................................

El amor y ternura
con que su bien amada
le presenta la fruta sazonada,
la hortaliza madura,
y la leche que ordeña con sus manos,
su vigor afianza
y le da la esperanza
de pasar la vejez con días sanos...

En cambio, Melgar no hace simplemente el elogio del campo. Dentro de su concepción cristiana, lo esencial para él no es la serenidad exterior, sino la interior, que algunas veces no se encuentra en el campo. Por eso, dirigiéndose a un "Batilo" que bien podría ser su amigo Laso, aunque según precisó Francisco Mostajo fue en realidad el seudónimo de José María Corbacho12 , Melgar exclama:

Oí al dulce Batilo
cantar al prado hermoso,
yerbas y flores, fuentes y ganados.
Allá busqué mi asilo,
pero me fue engañoso;
no se calmaron todos mis cuidados.

Benito Laso formó parte también de la Tertulia Literaria. En el cuaderno manuscrito de Poesías de Melgar, de la Universidad de Indiana, se incluye una "redondilla" glosada en cuatro cuartetas:

(Tengo gravado en el pecho
un tanto de tu beldad,
y otro por ser mas dichoso
se tiene el original),

que lleva al pie la anotación: "Del D. D. José Benito Lazo"13 . Es una reveladora muestra de otra de las formas habituales de la poesía americana de la época: no ya la imitación de los clásicos griegos y latinos ni las odas solemnes, sino los juegos de redondillas y de décimas, en los que se glosa con ingenio una estrofa inicial.

El procedimiento era frecuente en la métrica española desde mediados del siglo XV, tuvo especial cultivo durante todo el llamado con razón Siglo de Oro y se multiplicó en ejemplos hasta entrado el siglo XVIII. La arquitectura tradicional de la glosa española por lo común tiene dos partes: un tema, propio o ajeno del autor, generalmente en redondillas, y luego su desarrollo o glosa, generalmente en décimas, cuya línea final es cada uno de los versos del tema. Así se hallan ejemplos innumerables veces, tanto en la poesía culta como en composiciones populares y anónimas, hasta que el gusto se perdió en España al avanzar el siglo XVIII, con los nuevos modelos del llamado período neoclásico.

Tomás Navarro Tomás, en su detallado estudio sobre la métrica española, ha señalado cómo al avanzar el siglo se manifiesta una crisis de las estrofas octosílabas, redondillas, quintillas y particularmente de las décimas, privadas de su antiguo apoyo en el teatro. La poesía neoclásica cultiva sobre todo el endecasílabo y el heptasílabo, con las formas estróficas de liras, silvas, canciones, epístolas en tercetos. Las décimas se puede decir que sólo se usan en epigramas, en poesías festivas y en los llamados versos "de repente" o de improvisación; pero el descenso más notorio fue el que afectó a las glosas, que quedan desterradas del campo literario para refugiarse "en las esferas de la poesía semiculta"14 .

En cambio, en América hay un proceso diferente: las décimas, ya sea sueltas o en el desarrollo de las glosas, no sólo continúan, sino aumentan. Desde México al Río de la Plata, y en islas del Caribe como Cuba y Santo Domingo, las décimas proliferan en los certámenes universitarios, en cartelas de elogio o de duelo, en sátiras políticas; y en países como el Perú, en los listines en que se anuncian las corridas de toros. El ecuatoriano Juan Bautista Aguirre escribe en décimas su entusiasmado y muchas veces repetido Elogio de Guayaquil. Manuel y Dora Zárate, que han estudiado la décima y la copla en Panamá y han recogido una nutrida colección de glosas de diferentes épocas, llegan hasta anotar que lo que el romance para España lo ha sido la décima para América, como instrumento casi natural de expresión que domina el campo de la producción poética popular15 . En el Perú son numerosísimas las décimas de tema político en los años decisivos del tránsito del siglo XVIII al XIX; y de la difundida afición a las glosas hay una prueba muy reveladora en la Sátira del argentino Manuel Joseph de Lavardén, que en 1786 defiende a Juan Bautista Maciel de las críticas de un poeta limeño que entonces vivía en Buenos Aires, y se burla de la abundancia de versificadores ramplones en Lima, donde

cualquier mulatillo palangana
con décimas sin número remite
a su padre el marqués una banana,
y como el vulgo bárbaro repite
sus glosas por la calle, se persuade
que con Quevedo y Góngora compite16 .

En el manuscrito, de letra de principios del siglo XIX, que obtuvo en Arequipa Patricio Ricketts y en el que, copiado en Chuquibamba en esa misma época, es hoy propiedad de Alberto Tauro, se reúnen, sin nombre de autor, composiciones de uno o varios poetas arequipeños escritas en ese mismo género17 . Su número es tan grande que no se pueden considerar como muestras aisladas, sino como una forma poética constante. Su desarrollo además es tan variado que llegan hasta a ampliar el sistema habitual de la glosa española: el tema se expresa en una cuarteta (no necesariamente en redondillas) y se desenvuelve unas veces en décimas, en una ocasión en décimas dobles, otras veces en otras cuartetas, en un caso en quintillas; y hasta en un juego de destreza ("Contados tengo los días", del manuscrito Tauro) las estrofas no acaban, sino comienzan, con un verso del tema.

Hay un ejemplo muy interesante en el manuscrito de Patricio Ricketts. Una hermosa estrofa inicial:

Si hay tras de la muerte amor,
después de muerto he de amarte,
y aunque esté en polvo disuelto
seré polvo y polvo amante

(que hace recordar el dramático soneto de Quevedo que termina: "Polvo seré, mas polvo enamorado"), aparece glosado tres veces, en décimas distintas. La variación abre ancho campo a la investigación, porque la misma estrofa ha sido muchas veces parafraseada y glosada en América, no se sabe si antes o después, en lugares distintos como la República Argentina y Panamá18 .

¿Son, como parece, muchas o algunas de esas composiciones atribuibles a Mariano Melgar? Al dar la primera noticia del manuscrito Ricketts, Francisco Mostajo –conocedor insuperable de la vida y la obra del poeta arequipeño– observó con sorpresa que se trataba de "una forma popular nueva en el poeta de los yaravíes"19 . La variedad del tono, las evidentes diferencias formales, el hecho de que haya en el caso señalado tres desarrollos del mismo tema, inclinan a sospechar que no se trata de un solo autor, sino de un grupo de poetas afines. ¿Serían los poetas de la Sociedad o Tertulia Literaria arequipeña? ¿Serían sólo de Arequipa, o la composición del manuscrito Tauro con el encabezamiento "Décimas del doctor Mogrovejo" (que pudo ser Antonio Mogrovejo, cura de la doctrina de Santa Ana de Chuquibamba a finales del siglo XVIII, o quizá un deudo suyo)20 puede hacer pensar en un grupo regional más extenso? Se puede recordar también que en un apéndice a la antología La glosa en el Siglo de Oro, de Hans Janner21 , se recoge una glosa anónima con versos alternados en quechua y español, que es una nueva prueba del gusto por estos ejercicios poéticos en el Perú de comienzos del siglo XIX.

En todo caso, en la Tertulia Literaria de Arequipa parece haberse reunido un equipo entusiasta y juvenil, al que la seriedad de los poemas, o las angustias ciertas o imaginadas de su vida amorosa, no impidieron reír o sonreír, a veces a costa de ellos mismos. Las anotaciones donosas de Melgar dirigidas al "compatriota Corbacho", o la ironía de llamarse no "el Secretario", sino "el Solitario", revelan que sabían alternar burlas y veras en sus gratas tertulias. Y junto a epigramas como aquel en que zahiere a un hoy desconocido "Doctor Prado", o el detonante "¡Que reviente!" con que termina la octava de un Brindis, se pueden colocar –si son efectivamente de él– las décimas de la burlona composición "Enfermedades de poetas y sus remedios", del manuscrito que perteneció a Martín Ureta22 :

Por esta vez quiero ser
Hipócrates de poetas,
y dar algunas recetas
para quien las quiera hacer.

Unos pierden la mañana

en glosar y más glosar;

y para ellos receta la cascarilla. Otros se hinchan con sus versos; otros padecen calenturas de acrósticos y para ellos recomienda dietas y colirios. Pero hay veces también en que para el mal no ve remedio:

Hay quien canta y desvaría,
con ardor extravagante,
lo que quiere el consonante
y no aquello que él quería.
A éste sanan la sangría,
el láudano y la paciencia;
pues si porque halla cadencia
deja su idea y se apura,
morirá en la calentura
que ocasiona su dolencia23 .

Por poca trascendencia que tengan estos versos, sirven para probar lo olvidado a menudo: que a los veinte años Mariano Melgar también sabía sonreír.

 

Notas

 

1 Relación de los méritos y exercicios literarios del presbítero Licdº Francisco Xavier de Luna Pizarro (Sevilla 1809); citado por Alberto Tauro en Francisco Javier de Luna Pizarro. Estudios políticos (Lima 1959), pág. XV.

2 Libro de Estudios del Seminario de Arequipa, fs. 105 y 110.

3 Ibid. El examen privado de Teología de Mariano Melgar e Ildefonso Menéndez, en f. 128. La certificación de estudios y conducta de González Vigil, en folio 147.

4 Ricardo Palma, en La bohemia de mi tiempo (Lima 1899), traza una afectuosa semblanza de Del Carpio. En El Comercio, Lima, 9 de setiembre de 1853, página 4, "M.R. Palma", como firmaba entonces, publicó uno de sus primeros versos juveniles: "A Melgar", con carta-dedicatoria a don Miguel del Carpio, "por la protección y consejo que nos brinda" (a los jóvenes escritores).

5 Libro de Estudios, cit., fs. 139 y 141.

6 Sobre Corbacho pueden verse: José Gregorio Paz-Soldán, Necrología del Sr. Dr. D. José María Corbacho (Lima 1844); Santiago Martínez, Arequipeños ilustres (Arequipa 1938), págs. 63-68; Francisco Mostajo, "La poesía y el Dr. J.M. Corbacho", en Mercurio Peruano, núm. 200, Lima, noviembre 1943, págs. 519-534; Javier de Belaúnde "José María Corbacho", en Mercurio Peruano, núm. 382, Lima, febrero 1959, págs. 43-56; Guillermo Zegarra Meneses, Arequipa, en el paso de la Colonia a la República (Arequipa 1973), págs. 193-197.

7 En la Oda con motivo del traslado de los restos de Melgar al cementerio de la Apacheta de Arequipa, publicada en El Republicano, Arequipa, 2 de noviembre de 1833, que se mencionará más adelante, Corbacho elogia y despide a Melgar como al amigo

"que unido en dulce vínculo conmigo

en la niñez viviera,

que en mi estudioso afán me acompañara

y que conmigo contra sí mirara

de la persecución la mano fiera".

8 Solicitud en el Archivo Arzobispal de Arequipa. La firman: "Lic. Eusebio Nieto, José Francº Ureta, José María Corbacho, Mariano Melgar, José Manuel Paredes"; y la refrenda "Francº de Paula Vigil, Pro-Sº del Colegio".

9 José Gregorio Paz- Soldán, Necrología, cit.

10 Poesías de Dn. Mariano Melgar. Cuaderno 2.º, manuscrito en la Universidad de Indiana, cit. Reproducido por Estuardo Núñez en "Un manuscrito autógrafo y desconocido de Mariano Melgar", en Fénix, órgano de la Biblioteca Nacional, núm. 19 (Lima 1969). En el manuscrito con poesías de Melgar que perteneció a Juan María Gutiérrez y que se conserva en la Biblioteca del Congreso de la Nación, en Buenos Aires, la oda A la Soledad está precedida por una nota en paréntesis: "(Estando el autor en ejercicios espirituales dirigió esta oda moral a una Socied. de varios aficionados a la poesía, de la que él era secretario)."

11 De Benito Laso se ha dicho unas veces que había nacido en Puno y otras que era de Tacna. Según Santiago Martínez, Arequipeños ilustres, cit., páginas 305-306, nació en Arequipa y fue bautizado en la catedral de esa ciudad el 20 de mayo de 1783.

12 Francisco Mostajo, La poesía y el Dr. J. M. Corbacho, cit. En el citado legajo manuscrito con poesías de Melgar que perteneció al erudito argentino Juan María Gutiérrez hay una anotación marginal que dice también que "Batilo" era Corbacho.

13 Poesías de Dn. Mariano Melgar. Cuaderno 2.º, cit.

14 T. Navarro Tomás, Métrica española (ed. Madrid 1972), pág. 335.

15 Manuel F. Zárate y Dora Pérez de Zárate, La décima y la copla en Panamá (Panamá 1953), pág. 23.

16 Julio Caillet Bois, "La literatura colonial", en Historia de la Literatura Argentina, t. I (Buenos Aires 1958), pág. 241. La sátira de Lavardén "apareció por primera vez en los Estudios biográficos y críticos... de Juan María Gutiérrez, pág. 56".

17 Las poesías atribuidas a Melgar, o afines a él, de los manuscritos de Patricio H. Ricketts y de Alberto Tauro, han sido reproducidas en la edición de la Academia Peruana de la Lengua de las Poesías completas de Melgar (Lima 1971). El manuscrito Tauro tiene en una de sus páginas la anotación "Copiado de la colección de un aficionado de Chuquibamba".

18 Véase, por ejemplo: Juan Alfonso Carrizo, Antecedentes hispano-medioevales de la poesía tradicional argentina (Buenos Aires 1945), pág. 178; Manuel F. Zárate y Dora Pérez de Zárate, La décima y la copla en Panamá, cit., pág. 441.

19 Francisco Mostajo, "Panorama bibliográfico de las poesías de Melgar", en Revista Universitaria, núm. 38 (Arequipa 1953), pág. 151.

20 Antonio Mogrovejo fue párroco de la doctrina de Santa Ana de Chuquibamba a la muerte de Alvaro Cabero en 1780. Ver: Memorias para la historia de Arequipa, ed. Víctor M. Barriga, tomo II (Arequipa 1946), pág. 6.

21 Hans Janner, La glosa en el Siglo de Oro (Madrid 1946).

22 En Pedro José Rada y Gamio, Mariano Melgar y apuntes para la historia de Arequipa, cit., págs. 194-196. La versión es muy incorrecta y ha sido enmendada en lo posible en la edición académica de las Poesías completas de Melgar, págs. 433-437.

23 Eduardo Ugarte y Ugarte, acucioso investigador arequipeño, que ha reunido un importante archivo de documentos de la época, ha encontrado numerosas noticias de la vida intelectual de Arequipa en los años de Mariano Melgar; muchas aún inéditas y otras publicadas y comentadas por él en revistas de Arequipa.


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