Indagaciones peruanas: El Legado Quechua                               

 

Raúl Porras Barrenechea

 

La Crónica India*


El descubrimiento y la conquista fueron narrados exclusivamente en los primeros lustros de la colonización, por cronistas castellanos. El choque entre las dos razas, los sucesos culminantes de Cajamarca y del Cuzco, se relataron únicamente por el vencedor. Se tuvo la versión española de la conquista, pero faltaba la versión india que explicase el derrumbe del Imperio y juzgase la derrota y sus causas desde el ángulo de los vencidos. Es cierto que algo de la voz y el sentimiento de aquellos pudo deslizarse en algunas de las crónicas castellanas o en las informaciones tomadas a los quipucamayos por Vaca de Castro, por Cieza de León, por el Virrey Toledo o por Sarmiento de Gamboa. Pero el hecho mismo del interrogatorio oficial, con su presión efectiva o tácita y la doble o triple transmisión de los testimonios a través del intérprete, el escribano y el funcionario informante, les quita a éstos su carácter primicio de espontaneidad. No importa aún que en determinadas ocasiones el propio elemento hispánico busque y favorezca la razón india, como en la época de Gasca, para rebajar la obra y sobre todo para menoscabar el poder y la influencia de los primeros conquistadores. Aun en la crónica de Cieza, que es el reflejo de ese estado de ánimo y no obstante el humanitarismo generoso del autor, que recoge muchas de las protestas y de los sentimientos del pueblo oprimido, no es el espíritu de éste el que se transparenta en su obra sino en la propia mentalidad del cronista, española y cristiana.

Es sólo en los primeros cronistas indios y mestizos de las postrimerías del siglo XVI en que empieza a escucharse la voz de la raza vencida. Estos son, naturalmente, muy escasos y con muy estrecha libertad para decir su verdad bajo un régimen colonial. Estrictamente son tres cronistas indios: Titu Cusi Yupanqui, Juan Santa Cruz Pachacutic Salcamaygua y Felipe Huamán Poma de Ayala, y un mestizo genial, el Inca Garcilaso de la Vega. En todos, aun en los indios puros, hay una huella indeleble de mestizaje español, de modo que puede considerárseles, como lo ha apuntado José Varallanos en relación con Poma de Ayala, como mestizos espirituales. Hay en ellos algunas influencias de la cultura hispánica y occidental –nociones históricas, sociales o religiosas– pero la mentalidad y el modo de sentir y raciocinar son profundamente indios y primitivos. Hablan quizás en español, pero piensan en quechua. Es la diferencia fundamental que los separa del Inca Garcilaso. El gran cronista cuzqueño es también profundamente indio por el querer y por su atávica simpatía a todas las manifestaciones del espíritu Inca, pero su mentalidad es inequívocamente la de un hombre del Renacimiento europeo, hasta por el gusto de la filosofía platónica y por su conciencia, que es la de un caballero cristiano y español. Garcilaso coincide en muchas de sus versiones con el sentir de los cronistas indios, apartándose con ellos de las versiones españolas, pero no puede incluírsele entre aquellos porque discurre y siente de muy diversa manera. Vive dentro de otro espíritu y de otra civilización. Habla y piensa subconscientemente en español.

El primer cronista indio en el tiempo es el Inca Titu Cusi Yupanqui, el audaz bastardo hijo del rebelde Manco Inca, que se alza con la mascapaicha imperial y continúa la ficción del Incario, luchando contra los españoles, en las soledades bravías de Vilcabamba. Este dicta en 1570, a un fraile español empeñado en catequizarlo, una relación de la caída del Imperio en Cajamarca y de la resistencia de su padre Manco Inca contra los españoles en la ciudad del Cuzco. Es la primera versión india de la conquista, y aunque trasladada al papel por un fraile español, fue escrita simbólicamente en la fortaleza de Vilcabamba en el único recinto libre de los Incas y antagónico de los españoles, que lo asediaban porfiada e inútilmente. El escrito de Titu Cusi Yupanqui tiene, en las formas externas, apariencias francamente sacerdotales y católicas, pero en el relato y en el fondo de sus apreciaciones han quedado intactas algunas auténticas esencias indias.

Juan Santa Cruz Pachacutic y Felipe Huamán Poma de Ayala (1567-1615), no obstante sus nombres mestizados, son los más legítimos representantes de la crónica india. Aunque ambos tratan de barnizarse de cultura occidental y de liturgia católica, con cierta socarronería y batiburrillo mental, permanecen esencial y distintamente indios en el espíritu supersticioso y agorero, en la credulidad para lo maravilloso, en el fondo cazurro y paciente, en el amor intenso por el estrecho terruño y por el folklore nativo, con una propensión ingenuamente racista, y en lo externo por la forma bárbara y confusa de la expresión, verdadera jerigonza o retorta de español y quechua, con predominio de la fonética y sintaxis india. Las crónicas de Santa Cruz Pachacutic y de Huamán Poma de Ayala son, en forma y fondo, las primeras crónicas bilingües.

La crónica india se escribe predominantemente en español, pero el indio que la escribe, no obstante su incorporación a la cultura occidental que significa el mismo arte de escribir y algunas nociones confusas de religión o de historia, piensa predominantemente en quechua. Son mestizos espirituales pero en los que predomina el atavismo indígena. Del español han recogido, sobre todo, la devoción religiosa, mezclándola con sus propias supersticiones y afición a los ritos y ceremonias. Santa Cruz Pachacutic, que asperja su crónica con invocaciones cristianas y jaculatorias y apóstrofes contra el demonio, nos relata compungidamente la fábula de Tonapa-Viracocha colocando sobre el rostro barbado del ídolo indio la máscara cristiana de Santo Tomás. "Pues se llamó a este varón Tonapa-Viracochampanchacan, ¿no será este hombre el glorioso apóstol Santo Tomás?". Pero detrás de estas ficciones destila su néctar la mitología india: Tonapa derrite los cerros con fuego, o convierte en piedras a los indios adversos, las huacas vuelan como fuegos o vientos, o, convertidos en pájaros, hablan, lloran o se espantan cuando ven pasar por los aires los sacacas o cometas presagiadores que envueltos en sus alas de fuego se refugian en la nieve de los cerros más altos. Huamán Poma, que al fin y al cabo no ha sido de una familia de bardos collaguas como Santa Cruz Pachacutic, sino sacristán y escribiente judicial, concede menos lugar a lo maravilloso indio, para copiar, a cada rato, trozos del credo y del catecismo o la lista de todos los pontífices romanos. Es en este terreno religioso donde la comunicación entre las dos razas y el mestizaje son más efectivos. El cronista indio cree no sólo en sus propios ingenuos mitos primitivos sino también en lo maravilloso cristiano, en el milagro. Toda la milagrería de la conquista se transfiere a la crónica india y resulta el verdadero deux ex machina de la acción, como en la crónica castellana. Los cronistas indios nos asegurarán que el Imperio se perdió, como lo había anunciado Huayna Cápac pero principalmente por la ayuda del apóstol Santiago, Viracocha montado sobre un caballo blanco y armado del terrible illapa o relámpago, o por la aparición de la Virgen, que, según el relato recogido por Huamán Poma y por el propio Garcilaso, echaba arena y rocío para apagar el incendio de las tiendas españolas en el sitio del Cuzco.

Frente a la arrogancia y a la fe en sí misma de la crónica castellana, la crónica india guarda una actitud fatalista. La única explicación del vencimiento del Imperio que surge de sus relatos es la de un designio sobrenatural. El propio Garcilaso nos asegura que los indios no combatieron contra los españoles porque la profecía de Huayna Cápac había anunciado la llegada de los hombres blancos y barbados y el término irremisible del Imperio. A la llegada de los españoles, los indios no pensaron en resistirles sino en llorar. Titu Cusi insinúa la tesis del engaño para huir de la explicación de la fuerza: los indios dejaron entrar a los españoles fiados en un pacto de no agresión que éstos no cumplieron después. "No me vencisteis a mí por fuerza de armas sino por hermosas palabras", pone en boca de su padre Manco Inca. Santa Cruz Pachacutic confirma la derrota de orden divino: "entendieron que era el mismo Pachayachachi Viracochan o sus mensajeros... y después como tiró las piezas de la artillería y arcabuces, creyeron que era Viracocha y como por los yndios fueron avissados que eran mensageros, assí no los tocaron mano ninguno, sin que los españoles recibiesen siquiera ser tocados".

Es indudable, sin embargo, que el espíritu inca buscó otros caminos para explicar su caída. Ningún pueblo se siente él mismo culpable de su derrota y tiende siempre a culpar a alguien, a individualizar la culpa. Los orejones del Cuzco descargaron su odio sobre el bastardo y usurpador Atahualpa. Titu Cusi dice sarcásticamente que Atahualpa pensaba matar a los españoles, pero que Pizarro "antes que los comiesen los almorzó". Pero la leyenda norteña, principalmete la quiteña, tratará de disculpar a Atahualpa y de imaginar la venganza de éste contra los españoles. Es indudablemente una versión india de origen quiteño la que recogieron Gómara y Zárate y más tarde adoptó Garcilaso, de un ataque de los indios de Rumiñahui a las huestes de Pizarro que se retiraban de Cajamarca y el apresamiento de once españoles, entre ellos el escribano Sancho de Cuéllar, que escribió la sentencia de Atahualpa y a quien los indios degollaron en el mismo lugar en que había sido ajusticiado el Inca. La leyenda, que surge siempre como una justificación más que como una venganza, agrega que los indios, más generosos que los españoles, perdonaron a los diez prisioneros restantes y firmaron con Francisco de Chávez un pacto de no agresión. El cadáver de Atahualpa fue desenterrado en Cajamarca y llevado procesionalmente a Quito, según la leyenda reparativa.

La huella indígena está más palpable en la confusión frecuente entre lo real y lo ideal y el amor del misterio que caracteriza a las mentes primitivas y se exhibe a menudo en las crónicas indígenas, sobre todo en algunas impresiones e imágenes casi surrealistas recogidas seguramente de boca del pueblo de la conquista. En Titu Cusi y en Huamán Poma hay algunas de estas primicias del alma india. Titu Cusi dice que los contemporáneos de su padre creían que los españoles "hablaban solos con unos paños blancos". Huamán Poma traslada la misma impresión: "de noche hablaban con sus papeles (quilca)". Titu Cusi dice que cundió la noticia de que habían llegado unos hombres barbudos que iban sobre animales con pies de plata, y Huamán Poma describe en esta forma al conquistador forrado de fierro: "Todos eran como amortajados, toda la cara cubierta y que se le parecia sólo los ojos y en la cabeza traían unas ollitas".

No falta en las crónicas indias un fondo de cazurro humorismo y de burla a lo español, como en el trozo anterior, no obstante las protestas reiteradas de profundo y absoluto lealismo. Huamán Poma es en este sentido el mejor exponente del indio posterior a la conquista. Multiplica sus alabanzas y dedicatorias al Rey nuestro Señor "que Dios guarde" y al Sumo Pontífice. Sostiene que la llegada de los españoles fue "ventura y primicia de Dios" y que éstos ganaron sin sangre la tierra, para deslizar, a renglón seguido, sus sátiras contra la organización colonial y decir que no hay Dios ni Rey para los pobres, porque están en Roma y en Castilla. En Huamán Poma hay sobre todo una perfecta adecuación entre la sorna íntima y el lenguaje. Burlonamente dice del encuentro de Cajamarca que los españoles "comenzaron a matar indios como hormigas". Idénticamente satiriza a indios y españoles. Así compara a los curas con zorras y a los caciques con ratones que roen noche y día, o dice de los collas que, "son todos, los hombres o mujeres, grandotes, gordos, sebosos, floxos, bestias, sólo es para comer y dormir". Pero bajo este exterior sonriente esconden su garra el resentimiento y la protesta, reprimidos por el ambiente. El se vuelve malicia intencionada en las caricaturas grotescas de la Nueva corónica y buen gobierno o dolor punzante y desesperanzado en el estribillo de Huamán Poma: "¡Y no hay remedio!".

Históricamente, la crónica india ofrece grandes irregularidades, sobre todo en lo que se refiere a cronología, orden y lugar de los sucesos. Huamán Poma de Ayala trastrueca fácilmente los hechos más cercanos y habla del Paraguay y de Tucumán como regiones marítimas. Pero, en cambio, traen los cronistas indios frescas aportaciones sobre el folklore y las tradiciones populares. Santa Cruz Pachacutic y Huamán Poma de Ayala, aunque confunden fechas y personajes, nos dan en su lengua nativa la versión más directa del cantar y la fiesta, la oración y el rito, expresiones auténticas del alma incaica.

Literariamente juzgada, la crónica india vacila en hallar una ubicación. No es castellana pura ni tampoco quechua. Desde el punto de vista español es, tal como la juzgó Jiménez de la Espada, una jerigonza bárbara, una indiana algarabía. Las palabras y las sintaxis se retuercen para acomodarse a la flexión característica del quechua. Las transgresiones de la i por la e y la o por la u, típicas de la fonética quechua, y una sintaxis particular son las notas más saltantes. Huamán Poma escribirá que su crónica es: "falta de inbinción y de aquel ornamento y polido estilo que en los grandes engeniosos se hallan". Santa Cruz Pachacutic dirá que Atahualpa, al saber la noticia de la muerte de Huáscar, "se hace falso tristi". La imperfección del estilo corre a veces pareja con la crudeza o impudicia de la frase, que llega a veces a la escatología del lenguaje, sobre todo en Huamán Poma que no escatima las palabras particularmente para zaherir a las indias que conviven con los españoles y se cargan de mesticillos. El indio arremete contra la "putiria" con su látigo de cuatro puntas.

En resumen, la crónica india se define por su tendencia a lo maravilloso indio y cristiano, por su actitud fatalista o cohibida ante las presiones externas, por su fondo íntimo de protesta no obstante el exterior halagüeño, por la ingenuidad primitiva de sus impresiones e imágenes, por su vaguedad e inexactitud histórica, compensadas por su amor al folklore y a la tradición popular y, en lo externo, por su mescolanza quechua-española y la crudeza bárbara de su estilo.

 

EL CRONISTA INDIO FELIPE HUAMÁN
POMA DE AYALA (¿1534-1615?)*

Si el Inca Garcilaso es la expresión más auténtica de la historia inca y cuzqueña –la visión dorada y suave del Imperio paternal–, en Sarmiento de Gamboa está la leyenda épica antagónica del señorío tiránico y turbulento de los Hijos del Sol, en Gutiérrez de Santa Clara la pasión y el estrépito de la guerra civil entre los mismos conquistadores y en Pedro Cieza de León la visión integral y ecuánime del Incario unida a los más nobles y humanos impulsos del colonizador. El indio Felipe Huamán Poma de Ayala, en cambio, hasta por sus nombres totémicos –huamán y puma: halcón y león– aparece póstuma y sorpresivamente, como una reencarnación de la behetría anterior a los Incas. Su Nueva crónica y buen gobierno no sólo trata de revivir épocas remotas, casi perdidas para la propia tradición oral en los fondos milenarios de la raza, sino que es también por la confusión y el embrollo de sus ideas y noticias, y por el desorden y barbarie del estilo y de la sintaxis, pura behetría mental.

Extravío y Hallazgo

El nombre de Huaman Poma de Ayala fue absolutamente desconocido para sus contemporáneos, y para la historia posterior hasta 1908. En este año el Director de la Biblioteca de Gottinga, Richard Pietschmann, descubrió en la Biblioteca de Copenhague, encuadernado en pergamino, el manuscrito Nº 2232 de la Colección Real que contenía, con numerosos dibujos, en 1,179 páginas, la crónica del indio peruano. Numerosas divagaciones y las inevitables sospechas de los detractores de España, han surgido alrededor del viaje de este manuscrito hasta Dinamarca. Markham, sobre todo, patetiza, según su costumbre: "Es un misterio cómo el libro con todas estas ilustraciones escapó a la destrucción y aún cómo se permitió su envío a España. Por fin esta obra importantísima se halló en manos compasivas". El presunto destierro, la fuga o la vía crucis del voluminoso códice, no fueron acaso sino la ocasional odisea de tantas otras producciones de la época, como la de los manuscritos de Cieza, Betanzos o Santa Cruz Pachacutic y del propio Sarmiento de Gamboa, el defensor de las tesis oficiales españolas, hallado después de tres siglos en Gottinga por el mismo Pietschmann. El manuscrito mártir no fue, sin embargo, ni quemado ni destruido, sino probablemente remitido a España para ser conservado en las cámaras imperiales, como una expresión curiosa de las civilizaciones primitivas de América. Me parece hallar la huella del camino seguido por la Nueva crónica, en una noticia que trae Gregorio Marañón en su elegante biografía del Conde Duque de Olivares. Este dice que la biblioteca del Conde Duque –en la que había numerosos manuscritos de América– fue comprada, en parte, por Cornelius Pederson Lerche, quien fue embajador danés en Madrid en 1650-53 y quien residió en dicha ciudad hasta 1662. Este los llevó a Dinamarca. ¿Estaría entre ellos el de Huamán Poma o pudo ser comprado, en otra forma, por el mismo biliófilo danés?

Los estudios de Pietschmann publicados en Nachrichten de la Real Sociedad de Goettingen, en 1908 y en las Actas del Congreso de Americanistas de Londres de 1912, revelaron la importancia del cronista autóctono y hasta entonces totalmente ignorado. Este no pudo ser cabalmente conocido e interpretado en el Perú, sino a partir de 1936, en que el manuscrito de Huamán Poma fue publicado en edición facsímil por el Instituto de Etnología de París. La historiografía peruana se empeña, desde entonces, por desentrañar y comprobar el enorme y confuso material aglomerado en las páginas apretadas y bilingües del grueso códice. Los profesores Tello, Varallanos y Lastres han estudiado particularmente el aspecto arqueológico, folklórico, jurídico y científico de la obra de Huamán Poma, abriendo el camino, aún difícil, de una estimativa total. La reciente edición boliviana, hecha por Posnansky, en que se traduce por primera vez íntegramente, a la letra impresa, el manuscrito únicamente reproducido en la edición facsimilar de París, puede contribuir eficazmente a ese esclarecimiento, necesario para nuestros estudios históricos.

La época en que esta crónica fue escrita puede situarse, a primera vista, entre los años 1567 y 1615. En el pórtico de la obra hay una carta del padre del autor Martín de Ayala al Rey de España, Felipe II, fechada en Concepción de Huayllapampa, a 15 de mayo de 1587 (págs. 5 a 7). En ella dice al Rey que su hijo, Teniente de Corregidor de la Provincia de Lucanas, ha escrito su historia empleando en su trabajo veinte años. Debería haberla comenzado, pues, en 1567. Pero hay indicios de que la obra se escribió más tarde.

Desde las primeras páginas de la crónica se comprueba que ésta fue escrita, en su forma presente, no sólo después de 1587 sino después de 1600 y quizás entre 1613 y 1615. Así en la página 9 se alude a los virreyes que gobernaron el Perú después de 1600. Se nombra primeramente a los virreyes del siglo XVI, Cañete (1556-1561), Toledo (1569-1581), Enríquez (1581-1583), Conde del Villar (1585-1589), García Hurtado de Mendoza (1590-1595), y luego a los virreyes Luis de Velasco (1596-1604), el Conde de Monterrey (1604-1606) y el Marqués de Montesclaros que gobernó de 1607 a 1615. Esta página pudo, sin embargo, haber sido corregida y cambiada, pero hay otras referencias más claras. En la página 20 hay una alusión al Obispo del Cuzco fray Gregorio de Montalvo que gobernó esa diócesis de 1590 a 1592. En la página 435 se menciona el año 1613, en la 470, el año 1615, en la página 473 se habla de los legados del Obispo del Cuzco fray Antonio de la Raya, fallecido en 1606; en la 498 se cita el año de 1612, en la 515 el 1612, en la 518 el año 1608, en la 581 el 1610, en la 624 el 1608, en la 673 el 1613, en la 679 el 1611 y la visita del Obispo del Cuzco, en la 690 el año 1611, en la 696 al Obispo del Cuzco Lartaún (1573-83), en la 698 nuevamente al Obispo Antonio de la Raya (1598-1606) como ya fallecido; en la 700 al año 1611, en la 919 al año 1613, en la 930 al 1611 y en la 1104 al año 1614. No hay referencia alguna posterior a 1615. El Virrey Príncipe de Esquilache que entró a gobernar en diciembre de 1615 no es considerado en la lista de virreyes ni figura para nada.

No hay duda, pues, que el manuscrito actual se escribió entre 1613 y 1615. Pietschmann, quien ha estudiado el códice directamente, cree que toda la obra se escribió en 1613 (no menciona las referencias a 1614 y 1615). Según él, no hay en la grafía del cronista, esas variaciones de pulso y de caracteres que deberían existir en un manuscrito hecho en épocas sucesivas. El trazo es idéntico, desde el principio hasta el fin, sin vacilaciones ni decaimientos. Sin embargo, puede notarse que, salvo la lista de virreyes de la página 9, que pudo ser revisada, las referencias a años posteriores a 1600 sólo se presentan en la Segunda Parte o sea en el "Buen Gobierno". Podría establecerse, pues, que Huamán Poma escribiese la primera parte de su obra –la Nueva crónica– antes de 1600, para lo que recogería datos durante 20 años, y que se decidiera a escribir la segunda parte –el Buen Gobierno– precisamente el año 1613, mencionado en la página 435 en que termina la primera parte y comienza la segunda. El cronista copiaría entonces de nuevo el manuscrito, ya envejecido, de la primera parte para uniformarlo con la nueva. De ahí la identidad de la escritura observada por Pietschmann.

 

I

El Rastro Autobiográfico

La Estirpe de Los Yarovilcas. El Abuelo y El Padre

Se carece hasta ahora, absolutamente, de toda huella documental sobre la vida de Felipe Huamán Poma de Ayala. Los únicos datos biográficos que de él se saben son los que él mismo consigna en su crónica. Tenemos que creerle, provisoriamente, bajo su palabra, prescindiendo de sus errores, jactancias, contradicciones y absurdos frecuentes. Y la aclaración biográfica es tanto más necesaria, porque de ella depende la valoración de muchos juicios del cronista y hasta la sinceridad y certidumbre de sus noticias y testimonios.

El primer hecho desconcertante en la autobiografía de Huamán Poma es que se dice descendiente de una dinastía de los Yarovilcas de Huánuco, señores del Chinchaysuyo, muy anteriores a los Incas y antes por nadie mencionados, de cuya rancia nobleza se ufana el cronista. Los Yarovilca Allauca Huánucos fueron señores del Chinchaysuyo hasta que fueron conquistados por Auqui Topa Ynga, capitán del Inca Topa Inca Yupanqui (págs. 111 y 160). Túpac Yupanqui concedió los más grandes honores a los miembros de la antiquísima casta de los Yarovilcas, los que entraron a formar parte del Consejo del Inca y Guaman Chava Allauca Huánuco, quien fue el que "se dio de paz con el Inca" (75) fue designado "segunda persona" de éste y su Visorrey en todo el reino "como en Castilla al Excmo. señor duque de Alva" (341 y 1030). Este fue el abuelo del autor, aunque alguna vez le llama "mi bisaguelo" (948), y en otra "abuelo" de su padre (111). Los títulos que le concedió el Inca eran de Capac Apo, Incap rántin, taripac, Tahuantinsuyo runata, que equivalían a los de príncipe, duque, conde y marqués en España (341). Entonces, o más tarde, un hijo de Huaman Chava llamado Huaman Malqui casó con Curi Ocllo, hija menor del Inca Túpac Yupanqui, quienes fueron los padres de Huaman Poma. Así, se fundieron, según el cronista, las dos estirpes reales del Perú, la de los Yarovilcas Allauca Huánucos y la dinastía real de los Incas del Cuzco.

Huaman Chava-Yarovilca Allauca Huánuco –el abuelo del cronista–, fue para éste, un personaje de altísima prestancia en el Incario. Gobernó 50 años, como segunda persona del Inca Túpac Yupanqui y como Virrey y Capitán General de los Chinchansuyo y de todo el reino (341 y 111). Acompañaba al Inca en sus paseos (339), fue con él a las conquistas de Chile y de Quito y fue quemado vivo en el Cuzco por Pizarro y Almagro, quienes le exigían oro y plata (397 y 399). De éste último hecho no queda huella alguna en ninguna de las crónicas o documentos acusatorios de la conquista. El propio Huaman Poma afirma, en otro lugar de su crónica, que Huaman Chava "con guayna capac ynga acabó su vida" (166), lo que ofrece mayor presunción cronológica.

El cronista se ufana, a menudo, de la importancia de su abuelo y nos da su retrato, dibujado por él mismo, una vez con sus insignias de mando y su escudo con un halcón y un puma (165) y llevado, en otra, en andas imperiales, como los Incas, en la leyenda "Incaprantin Capac" (340). Nos dice también orgullosamente, que se sentaba en una tiana de plata finísima, y un codo más alta que la de todos los demás funcionarios reales (453). La mujer de Huaman Chava, abuela del cronista, fue Cápac Guarmi Pomagualca Chinchaysuyo, tan noble como su marido y de la misma casta de los Yarovilcas Allauca Huánucos (174). El cronista la retrata, con la uniformidad característica de sus dibujos, con la indumentaria de las Coyas –lliclla, acxo, chumbe y topo– diciendo que fue la "primera reyna y señora Capac Guarmi Poma Guallca Chinchaysuyo, muy bizarra y muy hermosa muger que de tan buena governaba todo el reyno" (173 y 174). De algunos otros datos confusos, se puede entresacar que Huaman Chava fue hijo de Cápac Apo Chava (741) y nieto de Yarovilca (111), y que tuvo un hermano menor Apo Huamán Poma, que fue señor de los Chinchaysuyos (453). También fueron sus parientes coetáneos Francisco Huamán Guachaca de Ayala y Juan Huamán Guachaca, principales de Andahuaylas "nietos legitimos" no se sabe de quien; don Martín Cápac Apo Quicyavilca de Ayala "sobrino legitimo" que gobernaba "la provicia de los angarays chocorbos de uaytara santiago yauyos y de cordoba vilcanchos" (809), y don Diego Quicyavilca hanan yauyo de Santiago de Quirahuaura, también principal con salario.

Huamán Poma se afana, también, por encumbrar la biografía de su padre, humilde cacique de Lucanas y sirviente de un hospital en la época española y hacerla más espectacular. Nos asegura que su padre, como su abuelo y seguramente a título hereditario, fue también "segunda persona del Inca" Túpac Yupanqui, su suegro, y su visorrey en todo el reyno (736), sin explicarnos cómo descendió después a la modesta categoría de curaca de la apartada región de Lucanas. Apunta, también, que "vido y comido con Topa Inga Yupanqui", con Huayna Cápac y con Huáscar, aunque para ello tenga que sostener que cuando murió, en tiempo de cristianos era ya "muy viejo de edad de ciento y cincuenta años". Huaman Mallqui, con otros grandes señores de las cuatro partes del Imperio, fue en 1532 a recibir a los españoles a Tumbes, de parte de Huáscar, "a darse la paz y besar los piés" del Emperador Carlos V, aunque bastaba para la importancia de la Embajada que estuviera sólo su padre (47, 376, 550, 957). Un dibujo reproduce la escena del abrazo del "Excmo. señor don Martin Guaman Mallqui de Ayala" con Pizarro y Almagro (375). Esta embajada, omitida por todos los cronistas presenciales de la conquista, consignada tan sólo por cronistas tardíos y sospechosos, como Montesinos y Torres Naharro, parece, como muchas de las afirmaciones de Huamán Poma, una leyenda popular que el cronista ha capitalizado en favor de su progenie. Garcilaso duda de que Huáscar pudiese enviar embajador alguno en la aflictiva situación en que le tuvieron, después de apresarle, los generales de Atahualpa y sugiere que la embajada pudo ser de la iniciativa privada de algún curaca compasivo, que se apiadó de la suerte de su señor.2   Pero un cronista tardío del siglo XVII, el padre Anello Oliva aporta una confirmación desconcertante y no exhibida hasta ahora por ninguno de los comentaristas de Huamán Poma. Dice el padre Oliva en su Historia del Perú: "Con este fin y blanco despachó Huáscar una embaxada a Huamán Mallqui Topa Yndio Orejón de la sangre real a don Francisco Pizarro pidiéndole que pues era hijo del sol y venía a deshacer agravios, deshiciese el muy exorbitante que padecía de su hermano Atahualpa. El governador respondió que ya iba de camino para ayudar con la verdad y justicia a quien la tubiese y favorecer a quien lo mereciese".3  Anello Oliva, contemporáneo de Huamán Poma, pudo conocer a éste y recoger de él, la inédita versión y aun el nombre de su padre como embajador de Huáscar a Pizarro. Huamán Poma se declara gran amigo de los jesuitas y Anello Oliva manifiesta en toda su obra, como los demás cronistas postoledanos, gran interés por las tradiciones populares indígenas.

Nada se sabe de la suerte de Huaman Mallqui, después de su aparatosa embajada, hasta 1539. El cronista afirma que su padre fue el fundador de la ciudad de Huamanga, en compañía de don Hernando Cacyamarca, aunque sabemos que la ciudad fue fundada de orden de Pizarro, por Vasco de Guevara, en 1539. Al establecerse la ciudad recibiría unas tierras en Santa Catalina de Chupas (1050). Declara, también, que su padre sirvió al Rey, al lado de Vaca de Castro, contra don Diego de Almagro el Mozo y estuvo en la batalla de Chupas (Chupaspampa uaraco urco) (413 y 736). También habría servido al Rey en las insurrecciones de Gonzalo Pizarro y de Hernández Girón. En la primera, afirma que, después de la defección de Juan de Saavedra, teniente de Gonzalo en Huánuco y de la salida de éste de la ciudad para incorporarse al servicio del Rey, Gonzalo envió un capitán con "300 hombres" para que quemase Huánuco. Los indios, a cuyo frente se hallaba el "capitán general segunda persona del ynga, capac apo don martin guaman malque de ayala allauca huanuco yarovilca, el excmo señor destos rreynos y otros capitanes", defendieron entonces la ciudad contra el rebelde (421). La jactanciosa afirmación del cronista se halla, esta vez, rectificada por la propia crónica del Palentino, que en esta parte le sirve de guía para su relato. El cronista español consigna que Gonzalo envió, en esa ocasión, a Francisco de Valladolid, con sólo quince soldados, para tomar el pueblo, pero que no pudo hacerlo porque "todos los indios estaban alzados y de guerra".4 La hazaña disminuye en proporciones.

El servicio más importante prestado por su padre a la causa del Rey de España, y a la vez el hecho más decisivo en la biografía del cronista, es el ocurrido en la batalla de Huarina, entre las fuerzas de Gonzalo Pizarro y las del Rey acaudilladas por Diego Centeno. En esta batalla, dice el autor, hallándose el capitán Luis Avalos de Ayala, combatiendo en el bando de su Majestad, cayó del caballo e iba a ser victimado por Martín de Olmos, cuando surgió Huaman Mallqui, quien desjarretó al caballo del contrario y "le mato al dicho traydor martin de olmos" (16).5  "Por este servicio –dice el cronista– ganó onrra y merito y se llamo ayala" (16). Después de entonces el antiguo Virrey Yarovilca se llamó don Martin Huamán Mallqui de Ayala, nombre símbolo de fidelidad, pues "los yndios guanocos (son) fieles como en castilla los vizcainos" (341 y 1030) y los Ayala eran vizcaínos.

El hecho parece, a primera vista, incierto. El Palentino afirma que Martín de Olmos, capitán del bando de Gonzalo, se pasó al bando del Rey, antes de la batalla de Huarina, en la que no pudo, por tanto, combatir contra Avalos de Ayala, si éste militaba también en el bando del Rey, como afirma Huamán Poma.

Huamán Poma nos refiere además que Luis Avalos de Ayala, fue uno de los defensores de Lima en 1536, cuando, a raíz del alzamiento de Manco Inca en el Cuzco, los indios pusieron cerco a la ciudad de los Reyes. Según Huamán Poma, el capitán Avalos de Ayala, mató personalmente a Quiso Yupanqui, el jefe de los sitiadores, que corría como un gamo y a quien Avalos sorprendió en una acequia (393). Quiso Yupanqui era hijo de Túpac Yupanqui y por lo tanto hermano de Curi Ocllo y tío del autor, pero esto no amengua el entusiasmo de Huamán Poma por el capitán Avalos (393 y 1032). Más tarde, nos dice el cronista, fue capitán de a caballo de la Gasca (425).

El error de estas noticias de Huamán Poma sobre el capitán Avalos de Ayala, es patente. En ningún documento de las guerras civiles se halla el capitán Avalos, en el Perú, antes de 1548. Por diversos testimonios puede afirmarse que éste vino a Indias con el Licenciado la Gasca, que pasó con éste a Buenaventura y luego con Benalcázar a Quito. En 1548 o sea un año después de la batalla de Huarina, ingresa al Perú y asiste al lado de la Gasca a la batalla de Xaquixaguana en que es derrotado Gonzalo Pizarro. Ejerce luego una comisión en Charcas, llevando el oro del Rey de Potosí a Lima. Sirvió, enseguida, en el bando real en las sublevaciones de Sebastián de Castilla y Hernández de Girón. En ésta última, juntó 200 soldados, a los que proveyó de lo necesario y mandó como capitán de infantería. Estuvo en el ejército de los Oidores contra Girón, en Pachacamac y le siguió hasta el valle de Villacuri. El Palentino menciona a Avalos en esta batalla, entre los amigos del Oidor Santillán y Garcilaso le cuenta entre los heridos de esa desastrosa jornada. En una información hecha en 1578 se dice que el capitán Avalos "fue herido de un arcabuzazo en el brazo izquierdo y mano del cual quedó manco". Perdió también toda su ropa, plata y cabalgadura. Siguió sin embargo, en el servicio real, hasta la batalla de Pucará en que fue derrotado Hernández Girón y donde "se señaló mucho". Fue enseguida a Lima y luego a Potosí donde recibió como prisioneros al Adelantado Sanabria del Río de la Plata y a Juan Núñez de Prado, gobernador de Tucumán y los condujo a Lima, entregándolos al Marqués de Cañete. En 1559 se le encuentra en Arequipa firmando con don Pedro Luis de Cabrera, el gordo pariente de Garcilaso, un contrato de transporte de maíz de Cuzco a Arequipa en unas recuas de llamas que poseía.

Por sus señalados servicios al Rey envió al Virrey una cédula en 18 de agosto de 1559, recomendando a Avalos para que se le diese alguna renta.6 El Conde de Nieva Otorgó por esto a Avalos, en 29 de abril de 1563, una merced de 5 000 pesos de oro situados en la Caja Real de Potosí, sobre indios vacos y por dos vidas. En 1578 había muerto y su hijo, Luis Dávalos de Ayala, reclamaba la herencia. En 1608 solicitaba la merced real en Lima, el nieto, capitán Juan Avalos de Ayala, hijo de otro Juan de Avalos que fue hijo segundo del viejo capitán.

Estos documentos no dejan lugar a dudas y descubren el enredo mental del cronista. El capitán Avalos de Ayala no estuvo en el sitio de Lima (1536) ni fue herido en la Huarina (1547). Llegó un año más tarde de este suceso y siete años despues cayó herido en Villacuri (1554) o en Chuquinga según otros documentos. Es posible que en este trance le auxiliara Huaman Mallqui, pues los indios Lucanas intervinieron en esta campaña. En cuanto al capitán Martín de Olmos, que según Huamán Poma estuvo a punto de matar a Ayala en la batalla, estuvo en Chuquinga en el mismo bando que Avalos o sea en el campo del Rey.

El episodio más dudoso de la biografía paterna es el referente a la vinculación sui generis que, desde la batalla de Huarina, o de Chuquinga tuvo el capitán Avalos con Huaman Mallqui y su familia. El cronista nos habla de un hermano suyo, mestizo, llamado Martín de Ayala, quien fue hijo del capitan Luis Avalos de Ayala y de la madre del cronista doña Juana Curi Ocllo. Huamán Poma elude explicar la forma y el tiempo en que el capitán Ayala sedujo a su madre, pero de sus propias afirmaciones y de la cronología se deduce que estas relaciones se contrajeron, hallándose ya unida a Huaman Mallqui, quien ajeno a las susceptibilidades occidentales, tomó esta colaboración como un gran honor, que el cronista comparte, según se desprende de sus continuas alabanzas al caballero Ayala y a su linaje (1107). La familia Huamán vivió agradecida y guardó con respeto el nombre de don Luis Avalos de Ayala, pero lo que es más pintoresco, Huaman Mallqui, el cónyuge agraviado, adoptó el nombre de su competidor conyugal y lo trasmitió a sus hijos.

El padre del cronista sirvió también al Rey en la revolución de Hernández Girón. Huamán Poma repite varias veces, según su costumbre, que los indios Lucanas dirigidos por su padre y por Apo Uasco Changa y Guamán Uachaca Lurinchanga, principales de la provincia de Andahuaylas, combatieron contra el rebelde después de la batalla de Chuquinga y le derrotaron en el sitio de Huachahuapiti Huancacocha, junto a Huatacocha (págs. 409, 431 y 736). Según el cronista, quien recoge indudablemente tradiciones populares indígenas de su provincia, su padre y los principales que le acompañaban vencieron a "trecientos españoles y cien yanaconas mestizos y mulatos del bando de Hernándes de Girón en el alto de Uachauapite, junto a Uatacocha Uraya Uma Uancacocha" (433), obligando al rebelde a huir a las montañas de Jauja, donde, según las mismas tradiciones indias que recoje Huamán Poma, fue apresado por los indios Jaujas. Un grabado presenta a Huamán Malqui amenazando con su lanza a Hernández Girón que huye con otros españoles. En todas estas noticias, referentes al paso de Hernández Girón por los Lucanas y a su brillante e inesperado triunfo de Chuquinga, que hirió la memoria popular indígena, resalta la inseguridad y la tendencia legendaria de la tradición oral que el cronista transmite.

Los indios Lucanas convirtieron el episódico combate del alto de Huachahuapiti, habido después de Chuquinga, como la derrota decisiva de Hernández Girón, después de la que éste huye a Jauja, eludiendo la batalla de Pucará, a la que se refiere después, y en que el rebelde fue efectivamente deshecho. La prisión del rebelde realizada por capitanes españoles se atribuye a los caciques indios de Jauja (434 y 435), en especial a Choquillanqui, uno de cuyos hijos fue amigo de Huamán Poma y le favoreció en uno de sus viajes (1120).

Los indios Lucanas, según el Palentino y otros documentos, tampoco se limitaron a atacar a Hernández Girón, después de la batalla de Chuquinga. Atacaron a los dos bandos, al del mariscal Alvarado que defendía al Rey y al que le mataron treinta hombres y al del rebelde Hernández Girón, cargando sobre ambos después de la batalla y robándoles sus equipajes. Huamán Poma convierte este acto de represalia indígena en un servicio a la causa del Rey.7 

Todavía Huaman Mallqui, indio colaboracionista toma parte en la prisión de Túpac Amaru en Vilcabamba realizada por el capitán Martín García de Loyola, de orden del Virrey Toledo. El cronista afirma que el Virrey le nombró por capitán de Vilcabamba y que en esa circunstancia ganó merced de armas y salario de dicho Virrey, la que confirmaron los Virreyes don García Hurtado de Mendoza y don Luis de Velasco (903). No está claro, sin embargo, por la confusión de las frases del cronista, si la capitanía y las mercedes fueron otorgadas a Huaman Mallqui o al capitán Dávalos de Ayala, su asociado conyugal. Me inclino a lo segundo.8 

La última etapa de la vida de Huaman Mallqui transcurre en el Cuzco y en Huamanga. De Virrey y "segunda persona" del Inca el desafortunado descendiente de los Yarovilcas, Allauca Huánucos, señores del Chinchaysuyo, desciende a ser mayordomo y mandadero, primero del Hospital de Naturales del Cuzco y luego del de Huamanga. En uno y otro sirvió treinta años "de sacar servidores y limpiar la casa y comprar de comer para los pobres del hospital" (736 y 819). "Y acabó su vida muy viejo de edad de ciento y cincuenta años" (76 y 1078).

De su unión con doña Juana Curi Ocllo tuvo Huaman Mallqui de Ayala cuatro hijos varones, Felipe, Francisco, Juan y Melchor y una hija llamada Isabel Huamán Poma de Ayala (76 y 740). Doña Juana tuvo a su vez un hijo mestizo, el padre Martín de Ayala, hijo de don Luis Avalos de Ayala. El cronista no hace mención mayor de sus demás hermanos, pero el Palentino nombra a un clérigo llamado Francisco Huamanes de Ayala, a quien Hernández Girón envía desde Guamanga, como emisario suyo ante el Arzobipo Loayza para convencerlo a su favor. El clérigo engañó a Lope Martín y llegado el Arzobispo, éste le hizo prender y le remitió enseguida a España junto con otro clérigo alborotador llamado Baltasar de Loayza.9  Huamán Poma, buen alegador de sus servicios familiares al Rey, calla todas estas cosas. Es indudable, sin embargo, por la coincidencia de nombres, que se trata de un hermano suyo mestizo por el hecho de ser clérigo. Este hermano que actuaba ya en 1556, como eclesiástico, debió ser mayor que Felipe el cronista.

 

El padre Martín de Ayala

La figura del padre Martín de Ayala, medio hermano del cronista, recordada con veneración por éste, tiene especial importancia, porque influyó en su formación intelectual y moral y porque, a base de las referencias biográficas de su hermano, se puede restaurar algo de la propia biografía del cronista y principalmente los jalones cronológicos que le faltan.

Huamán Poma da una serie de rodeos para explicar la filiación de su hermano uterino. Dice en una parte, que era "entenado" de Huaman Mallqui (15), en otra que era hijo de Juana Curi Ocllo y en otra que Luis Avalos era "padre de dicho santo hermitaño Martín de Ayala" (16). En ningun momento nombra juntos a su madre y al capitán Ayala, previniéndose acaso de las invectivas y epítetos soeces que en el texto de su crónica dedica a las indias que conciben de los españoles y paren infames mesticillos. El mestizo Martín de Ayala "hijo de un caballero principal y nieto de Topa Inga Yupanqui" (733), se distinguió desde niño por su vocación religiosa y tendencias ascéticas. A los siete años comenzó a servir en el Hospital de Naturales del Cuzco y a los doce, recibió el hábito de ermitaño (15 y 733). En la época del Virrey Enríquez (1582) entró a la conquista de los Chunchos y Andesuyos de Manari, con Martín Hurtado de Arbieto con el deseo de encontrar el martirio, pero escapó a la matanza de los indios, que se sublevaron por las exigencias de oro de los españoles, contrayendo únicamente una enfermedad propia de la región selvática, por la que daba gracias a Dios.10 Volvió en seguida al Cuzco y luego fue sacerdote y clérigo de misa en Huamanga de cuyo hospital fue capellán. Huamán Poma exalta el espíritu de caridad y la piedad de su medio hermano, con delectación de hagiógrafo. Dormía en una estera, se disciplinaba duramente, usaba cilicios y tenía un gallo en la cabecera de su lecho para que le despertase a la hora del alba para orar y visitar a los enfermos. No levantaba la vista del suelo, no osó nunca mirar a las mujeres, no dijo jamás una mala palabra y en su amor por todos los seres no permitía que se matase ni a un piojo (18). Los pájaros acudían a cantarle y recibir su bendición y los ratones se quedaban extáticos al verle en oración. El padre Martín repartía grandes limosnas, amaba y auxiliaba a los indios y limpiaba a los enfermos, "en las noches le enseñaba a su padrastro don Martín de Ayala y a su madre, y a sus ermanos penitentes el santo mandamiento" (18 y 599).

Huamán Poma elogia también el desinterés de su hermano, quien no quiso ser nunca cura doctrinante ni enriquecerse a costa de los indios como aquellos lo hacían, sino convivir con los padres del hospital. El obispo del Cuzco, fray Gerónimo de Montalvo, impuso, sin embargo, al padre Martín de Ayala, la obligación de servir un curato en el pueblo de Gran Canaria, próximo a Huamanga, donde los indios tenían contiendas con el encomendero don Gerónimo de Oré. El padre Ayala se negó a ir por no dejar a sus enfermos del hospital, pero amenazado de excomunión, tuvo que cumplir la orden episcopal. Sólo estuvo unos "pocos meses", como interino, en el pueblo de Canaria y entre voces y llantos de los indios se regresó a Huamanga a su hospital y capellanía donde murió, "a los pocos meses". Le enterraron con mucha honra en la iglesia de San Francisco en la capilla de Nuestra Señora de la Limpia Concepción, donde más tarde fueron enterrados sus padres. Su retrato, junto con el del piadoso Administrador don Diego Beltrán de Caicedo, fue colocado en el Hospital. En varios grabados de la crónica aparece el clérigo Martín de Ayala (14, 17 y 19).

De estas referencias se pueden deducir algunas fechas útiles para la reconstrucción de la vida de Huamán Poma. Es probable que el mestizo Martín de Ayala, hijo del caballero Avalos y de Curi Ocllo, naciera en el Cuzco hacia 1551. Huamán Poma nos dice que su hermano entró a servir al Hospital de Naturales del Cuzco a los siete años de edad. Por Garcilaso y las Noticias Cronológicas del Cuzco, sabemos que el Hospital se fundó por el capitán Garcilaso de la Vega, que la primera piedra se colocó en 1555 y que vino a funcionar completamente en 1560.11  Suponiendo que Martín de Ayala entrase en 1558, a la edad de siete años, habría nacido en 1551. La entrada a Vilcabamba, con Martín Hurtado de Arbieto, parece haber sido la emprendida en 1582 para someter a los indios manaris. Estas fechas se confirman por la afirmación del cronista de que su hermano estuvo unos meses por mandato del obispo Montalvo en el pueblo de Canaria y que murió, meses después, en Huamanga "de edad de cuarenta años". El obispo fray Gerónimo de Montalvo sólo gobernó la diócesis del Cuzco de 1590 a 1592. En consecuencia, Martín de Ayala, nombrado por Montalvo en 1590, falleció en 1591, a los cuarenta años de su nacimiento, que hemos ubicado entre 1550 y 1551.

Estas comprobaciones cronológicas demuestran que la relación marital entre el capitán Avalos de Ayala y la mujer de Huaman Mallqui tuvo lugar después de la batalla de Huarina (1547). Demuestra también, salvo que Huamán Poma haya mistificado su edad, que el cronista era diez o veinte años mayor que su hermano mestizo. Pietschmann y todos los biógrafos sucesivos de Huamán Poma, han creído que el cronista era menor y que la india Curi Ocllo llevó su vástago mestizo al casarse con Huaman Mallqui.


La tierra y el momento natal

El primer problema biográfico sobre el cronista es el relativo a su nacimiento. Es sabido que escribió su obra entre 1613 y 1614, según queda demostrado. En varias partes finales de su obra el cronista afirma tener ochenta años. Es cierto que en la página 1096 hay una corrección por la que parece declarar ochenta y ocho años, pero se descubre que puso primero setenta y ocho y corrigió luego ochenta, olvidándose de borrar el ocho anterior. Por lo demás en varias páginas inmediatas declara tener 80 años. En la página 962, dice que no puede ir a España a hablar con el Rey, "por ser viejo de ochenta años y enfermo". En la página 1094 dice que al llegar a su pueblo estaba muy viejo que "sería de edad de ochenta años todo sano y flaco y desnudo y descalso" y en la página 1108 dice "soy biejo de ochenta años" y en la 1109 vuelve a decir que era "tan biejo de ochenta años". De modo que no hay duda respecto a la edad que el cronista ha querido declarar o sea 80 años en 1614. En consecuencia debió nacer en 1534 o 1535.

En el caso de ser cierta esta suposición, se halla de acuerdo con otra afirmación suya contenida en su crónica y que no ha sido tomada en cuenta por sus biográfos. Posnansky, por ejemplo, considera que debió nacer antes de la conquista, aproximadamente hacia 1526. La referencia aludida del propio H. P. dice así: "porque yo no nací en el tiempo de los ingas para saber todo que de estas cordilleras lo supe" (846). Hay que convenir, pues, en que nació después de 1533 en que cayó el Imperio de los Incas.

Pietschmann ha planteado también la inverosimilitud de que la madre del cronista Curi Ocllo fuera hija del décimo inca Túpac Yupanqui porque, de haberlo sido, ésta tendría al dar a luz a Felipe, 69 años, según la cronología de Sarmiento y 112 años según la cronología del propio Huamán Poma. Según Sarmiento de Gamboa, Huayna Cápac sucesor de Túpac Yupanqui gobernó 60 años y 9 corresponden al período de Huascar y Atahualpa. En consecuencia la presunta princesa Curi Ocllo habría dado a luz a Huamán Poma de más de 70 años de edad y Martín de Ayala de 87. Pero, ni aún adoptando cronologías más favorables resulta posible la paternidad de Túpac Yupanqui. Según Blas Valera, Huayna Cápac reinó 42 años y murió en 1523. Habría comenzado por lo tanto a reinar en 1481. En este caso dando por nacida a la madre de Huamán Poma en 1480, no obstante que Túpac Yupanqui tenía 85 años, habría concebido a Huamán Poma a los 53 y a su hermano Martin a los 70. Todos los datos cronológicos defraudan, pues, la tesis de la directa progenie real de la madre de Huamán Poma.

El segundo problema biográfico relativo al cronista es el del lugar de su nacimiento. Unos le hacen natural de la región de Huánuco de donde eran originarios por lo menos sus padres y su abuelo, últimos representantes de la dinastía de los Yarovilcas. José Varallanos12  supone que Huamán Poma naciera en Huánuco el Viejo y que, después de la insurrección de los indios de esa región contra Martín de Alcántara y Gómez de Alvarado entre 1537 y 1542, Huaman Mallqui fuese trasladado, principalmente por sus servicios en la batalla de Chupas, a la región vecina de Lucanas. Esta suposición podría enlazarse con la afirmación del cronista de que su padre se batió, defendiendo a Huánuco, contra las tropas rebeldes de Gonzalo Pizarro en 1546 ó 47. La tesis más aceptada hasta ahora es la de que el cronista nació en el pueblo de San Cristóbal de Suntunto o Sondondo, dependiente de Santiago de Chipao, en la provincia de Lucanas (hoy distrito de Cabana). El corregimiento de Lucanas perteneció a la diócesis del Cuzco hasta 1615 en que se creó el Obispado de Huamanga, al que se incorporó la región de Lucanas, que había estado siempre dentro de la jurisdicción civil de la ciudad de Huamanga.

Es el mismo cronista quien se encarga de señalar el pueblo de San Cristóbal de Suntunto como el lugar en que tiene sus casas y sementeras. El nos dice que a los 70 años, después de largas peregrinaciones llegó el autor a su casa en "la provincia de los andamarcas soras lucanas y pueblo medio y caveza de San cristobal de suntunto nueva castilla de santiago chipao" (pág. 1094), "donde tenía sus casas y sementeras" (1096) y donde había sido "señor principal, cabesa mayor y administrador protector, tiniente general de corregidor de la dicha provincia de los indios andamarcas soras lucanas por su magestad y principe deste rreyno" (1096). En la última página de su crónica dice a manera de colofón que la obra fue "acavada por don felipe huaman poma de ayala principe autor de las indias del Reyno del pirú de la ciudad y medio de san cristobal de suntunto nueva castilla en la provincia de los andamarcas lucanas", etc. Esta última indicación parece indicar nacimiento, pero induce a dudar de la avanzada edad del cronista, porque de ser nacido en Lucanas y no en Huánuco, a donde su padre debió vivir hasta 1539 ó 1542, tendría menos años de los que afirma.

Lo que no parece dudoso es que vivió buena parte de su vida en San Cristóbal de Suntunto y en sus alrededores y que fue teniente de corregidor de la región de los Lucanas Andamarcas en que se halla dicha población (367 y 809). El padre del cronista, en su carta al Rey de 15 de mayo de 1587, le escribe desde "la Concepción de Guayllapampa de Apcara, provincia de los lucanas y soras jurisdiccion de la ciudad de guamanga" (7). El mismo cronista al referirse a su padre dice que era "de la provincia de los lucanas y soras andamarcas del pueblo de la santa maria de pena de francia de gualcabamba de suntonto y de santiago de chipao" (819). La vida del cronista oscila entre estos pueblos de la región de los Lucanas. San Cristóbal de Sodondo se halla a media legua de Guayllapampa de Apcara. "de la otra parte del río, a la vera de éste, en una ladera no muy llana". Entre los tres pueblos de Cabana, Huaycanacho y San Cristóbal de Sondondo reunían apenas 509 indios tributarios en 1586.13 Concepción de Guayllapampa de Apcara, hoy simplemente Aucara, era cabecera del repartimiento y de la doctrina, y se había fundado, atrayendo a los indios dispersos y formando una "reducción", en la época de Toledo. Distaba 52 leguas del Cuzco y 32 leguas de Huamanga, por caminos muy ásperos, "cuesta arriba y cuesta abajo", todos de tierra doblada. En la actualidad Aucara tiene mil habitantes y Sondondo, 447.14 

La región de Lucanas o de los Rucanas Antamarcas, en plena cordillera de los Andes Centrales del Perú, es una de las regiones más desoladas y apartadas de la serranía peruana. La tierra es en su mayoría fría, llana y seca, de páramos desolados, apenas traficados por algunos pacos huidizos y de pequeñas quebradas, de ancho apenas de dos leguas por donde discurren los pequeños afluentes del Pampas, formador del Apurímac y en las que los indios tienen sus pueblos, sementeras y ganados. Llueve insistentemente de octubre a abril y el viento o guayra, acrecido en la infinidad vacía del páramo, se lleva, a veces, la paja que cubre las casas de los indios.

La región inmediata a Sondondo es casi toda quebrada, pero, saliendo de ella, está la tierra llana y fría por la que se desciende a la costa, a la región de Nazca o se va hacia los Aymaraes, al Este, o al páramo inmenso de Parinacochas, al Sur. El accidente geográfico más notable es el volcán Carhuarazo, que quiere decir nieve amarilla, y que se levanta, con su pico nevado, a dos leguas de San Pedro de Chipao. No obstante este apartamiento, el antiguo camino de Lima al Cuzco por los llanos, pasaba por la región de Lucanas y cruzaba precisamente, por la plaza del pueblo de la Concepción de Guayllapampa. Esta pudo ser la primera incitación al viaje que recibiera el cronista indio. En la época incaica los Rucanas –Atun Rucanas y Rucanas Antamarcas– se distinguen por ser cargadores de las andas imperiales en que el Inca recorría sus dominios. Los Collaguas cargaban al Inca cuando éste iba de paseo, pero los Lucanas lo llevaban cuando iba de viaje por el Imperio o marchaba a la guerra. Antamarca quiere decir pueblo de cobre y Lucanas se hizo sinónimo de "pies del Inca". En Cabana, pueblo principal de los Lucanas, hubo una población antigua con calles y caminos "antes que los Incas los señoreasen". Los indios Rucanas "son de buenas facciones y de buenos entendimientos y inclinados a saber leer y escribir y saber las cosas de los españoles", dice una información de 1586, y los Rucanas Antamarcas son "de mediana estatura, de buenos entendimientos en comparación de otros de otras provincias inclinados a saber leer y escribir". He allí otro indicio de la vocación ilustrada de Huamán Poma. Vivían en casas bajas y pequeñas de piedra y de adobes, enlucidas con tierra y cubiertas de paja. Las casas de los caciques o de indios principales eran algo mayores que la de los indios ordinarios, denunciando los instintos jerárquicos que revelara en su obra el cronista Lucana. La ocupación principal de los indios era la de labrar sus tierras, vecinas a los pueblos, y pastar sus ganados de pacos y de llamas. Sus cultivos eran de maíz y papas, ocas, frejoles y zapallos y se procuraban la coca y el ají, trocándola por la carne de sus ganados. El tributo al Rey lo pagaban en llamas, puercos, maíz, trigo y papas.15 

La región de los Lucanas, fuera de las rutas del comercio y del tráfico incaico y colonial, situada al margen de los dos caminos de los llanos y de la sierra, en una vía trasversal, sólo tuvo relativa importancia histórica en el momento de las guerras civiles: por ella traficaron las huestes de Pizarro y Almagro antes de la batalla de las Salinas y en plena región de los Lucanas se libró la batalla de Chuquinga entre el mariscal Alvarado y el rebelde Hernández Girón, en cuyo epílogo intervinieron los indios Lucanas y el que dejó huella intensa en la memoria popular.

Nacido en la región de Huánuco o en la de los Lucanas, Huamán Poma manifiesta, en toda su crónica, un interés predominante por esta última región, en la que indudablemente trascurrió la mayor parte de su vida y andanzas. Un comentarista regional, Abraham Padilla B., ha señalado atinadamente en la crónica del indio Lucana alguna de las muchas referencias a los lugares y tradiciones de la región y a los pueblos vecinos Huayllaripa, Pampachiri, San Pedro de Queca y a los nevados Carhuarazo y Rasuvilca, pertenecientes todos a la región de los Lucanas. También ha comprobado que la mayor parte de sus referencias a funcionarios coloniales se contraen a personajes contemporáneos de la región de Lucanas.

 

La educación y el recorrido vital

Nacido en Huánuco hacia 1534, o en Lucanas, hacia 1556, el cronista Huamán Poma de Ayala creció y se educó seguramente en el Cuzco y en Huamanga. En un dibujo (pág.14) aparece la familia de Huamán Poma constituida por el padre don Martín de Ayala y la madre doña Juana Curi Ocllo recibiendo a su hijo Martín de Ayala, de doce años de edad, en el hábito de ermitaño. Al pie del dibujo dice: "En la ciudad del Cuzco". Tres páginas más adelante aparece otra escena familiar en la que figuran, el padre y la madre del autor, su hermano el padre Martín de Ayala y el propio don Felipe de Ayala. Al pie dice: "En la ciudad de Guamanga" (17). Este último dibujo induce a una seria duda sobre la edad de Huamán Poma. El hermano Martín, nacido hacia 1550, aparece como un hombre maduro y como sacerdote de misa y el cronista como un niño de 12 a 15 años de edad. Es clara la deducción de que el cronista es menor en seis o siete años que su hermano el clérigo. Esto conduciría a pensar que Felipe Huamán de Ayala pudo nacer hacia 1556 y que por lo tanto al escribir su crónica no tuviese 80 años sino tan sólo 59 ó 60. La honra de Huamán, como marido burlado, convalecería apreciablemente, porque su matrimonio con Curi Ocllo sería entonces posterior a la aventura de ésta con el caballero español Avalos de Ayala. No hay, sin embargo, hasta ahora, elementos suficientes para dirimir la cuestión.

El propio cronista afirma que fue su hermano Martín quien le enseñó las primeras letras a él y a sus hermanos, "por donde se bino a escrivirse la dicha primer coronica" (15), y que también enseñó los mandamientos y la doctrina evangélica a su padrastro don Martín Ayala, a su madre y a sus hermanos (pág. 18). Como se ve la enseñanza no presupone mayoría de edad por cuanto el clérigo enseñaba también a sus padres.

Es probable que los primeros años y parte de su juventud trascurrieran en la provincia de Lucanas y en San Cristóbal de Suntunto. El padre era ya, según el cronista, cacique en 1554, cuando la batalla de Chuquinga. Después pasarían al Cuzco para atender la educación del hijo mestizo Martín de Ayala. El padre obtendría entonces un puesto en el Hospital de Naturales del Cuzco. Los recuerdos personales o familiares del cronista relativos al Cuzco se refieren casi todos a la época del Virrey Toledo. No hay ningún recuerdo directo u original de época anterior. El cronista parece haber visto entrar a Túpac Amaru al Cuzco, haber presenciado la escaramuza que se hizo en la plaza de San Francisco antes de la partida de la expedición de Martín Hurtado de Arbieto a Vilcabamaba y hasta haber asistido a la ejecución y al entierro de Túpac Amaru en 1571. Su relato de estas escenas tiene colorido personal y detalles característicos, como el de haber visto a Toledo montar en su jaca riscosa, o asomarse a una ventana a la calle desde la casa del vecino Diego de Silva para ver pasar a Túpac Amaru preso con esposas en las manos y una cadena de oro al cuello, llevado por el capitán Martín García de Loyola (pág. 445). También pueden ser impresiones recogidas de labios de su padre o hermano.

La estada en el Cuzco puede haberse prolongado hasta 1580, porque el cronista se refiere con simpatía al Obispo don Sebastián de Lartaún, quien gobernó de 1573 a 1583. También parece haber escuchado predicar en quechua al célebre cronista y doctrinero de indios el padre Cristóbal de Molina el autor de las Fábulas y Ritos de los Incas, porque le cita en su obra como cronista y además parodia o transcribe un sermón suyo, en quechua muy antiguo, según afirma Posnansky. También el cronista demuestra conocer los barrios de la ciudad y la disposición general de ésta. Su plano del Cuzco (pág. 1041), sin ser un modelo de fidelidad, no tiene los caracteres imaginarios de los planos de otras ciudades. En ellos se establece aproximadamente la posición de las dos plazas, Aucaypata y Cusipata, la posición de Curicancha y de Carmenca y las iglesias de San Cristóbal y San Blas.

Después de una estada en Concepción de Huayllapampa (1587), la familia Poma de Ayala debió trasladarse a Huamanga y vivir al lado y bajo la protección del hermano mestizo y a la vera del hospital del que aquél era capellán. Además de las primeras letras y de la doctrina cristiana el clérigo iniciaría a su hermano Felipe y a sus hernanos Diego, Juan, Melchor e Isabel en el estudio de las humanidades más elementales. Felipe se aficionaría al estudio de la historia sagrada y de la antigua historia europea. También debió ayudar al hermano mayor eclesiástico en sus oficios sagrados, porque guardó fielmente el recuerdo de oraciones y jaculatorias y cierto tono de homilía que aparece, frecuentemente, a lo largo de su crónica y deja percibir un tufillo de sacristía.

Los Huamán Poma, a estar a los datos del cronista, debieron de gozar de una holgada posición en el régimen colonial como caciques principales. El declara que en su juventud "solía andar (vestido) de seda y de cumbe", que "se regalaba como señor", que era dueño de vastas tierras en el campo de Santa Catalina de Chupas cerca de Huamanga y que su hacienda valía veinte mil pesos (1094).

 

La época en que le tocó vivir al cronista, durante su juventud, fue especialmente dura para los habitantes del Perú, sobre todo para los de la región andina en que residía. Fueron años de grandes calamidades y epidemias generales que causaron enorme estrago entre los indios. Hubo peste de catarros en 1577, epidemia de viruela y sarampión en 1585, gran escasez de alimentos en 1586 y tres años después, en 1589, una peste de tumores o bubas en el Cuzco que diezmó la población. Los cadáveres no cabían en las iglesias y cementerios y los enfermos desbordaban las salas de los hospitales.16  El cronista se educó en el dolor y la piedad adherido a estas casas de sufrimiento. La administración española resultó impotente para contener esos flagelos y para someter a la mucha "gente suelta" que ambulaba por los caminos y las ciudades del interior. Las minas de Huancavelica atraían a todos los aventureros y cuando se descubrió la riqueza de Castrovirreyna, hacia 1591, Huamanga estuvo a punto de despoblarse. Los indios de Lucanas y Parinacochas enviaban fuertes contingentes humanos para el trabajo de las minas de Huancavelica y Castrovirreyna.

Es probable que Huamán Poma se hallase en Huamanga el año 1601 cuando fue ejecutado por acusaciones calumniosas de insurrección, y en realidad por rivalidades provinciales, el noble caballero don García Solís Portocarrero, antiguo corregidor de Huamanga y Huancavelica, cuya cabeza fue colocada en el rollo de la plaza principal.17  Es un suceso que dejó huella profunda en el alma popular y en la memoria del cronista, que se refiere a él múltiples veces como ejemplo de injusticia y rigor españoles contra los propios compatriotas (549, 917, 934 y 1050).

No se sabe exactemente la época en que se inició la vocación aventurera de Huamán Poma. La sumaria instrucción recibida por éste le destacó sobre el bajo nivel cultural de los demás indios y le hizo apto para algunas funciones administrativas. Es posible que viviera algún tiempo, como intérprete, en los estrados coloniales en Lima o en el Cuzco, donde aprendería su rudo castellano y su vocación burocrática. El mismo lo dice: "me e criado en palacio en casa del buen gobierno en la audiencia y e servido a los señores bisorreyes, oydores, presidentes y alcaldes de corte y a los muy ylustres yn cristos Sa. Obispos" (701). Sin embargo, su libro no describe un conocimiento profundo de la vida cortesana virreinal.

El indio ladino, "cerviendo de lengua" (701), debió comenzar a recorrer algunas partes del territorio con algunos visitadores a quienes se encargaría de satirizar más tarde. "No hay visitador que no sea ladrón", afirma en su obra. El mismo declara haber servido al lado del clérigo Cristóbal de Albornoz, visitador de doctrinas, quien fue más tarde Chantre en el Cuzco e intervendría en la fundación de Huancavelica y en la segunda fundación de San Francisco de la Victoria de Vilcabamba. El canónigo Albornoz fue, en 1571, uno de los visitadores eclesiásticos de la provincia del Cuzco, en compañía de Joan de Palomares, en la célebre visita del Perú del Virrey Toledo.18  Por esa época escribió Albornoz una Instrucción para descubrir todas las huacas del Perú con sus camayos y haciendas (1570-75?) que conserva manuscrita el erudito ecuatoriano Jijón y Caamaño. Pero Huamán Poma parece referirse a alguna otra visita de Albornoz como "visitador general" o eclesiástico. En compañía de Albornoz, quien fue "santo hombre temeroso de Dios y bravo jues" anduvo Huamán Poma, destruyendo y quemando ídolos, quebrando huacas y castigando hechiceros (280 y 676). Fue su iniciación como folklorista. Se acaba muchas veces adorando lo que se ha quemado.

Además de intérprete, Huamán Poma se jacta de haber sido cacique principal, cabeza mayor, administrador del sapsi,19   protector de los indios y teniente general de corregidor en la provincia de los Andamarcas, Soras y Lucanas. Pietschmann anota, sin embargo, fundándose en las Relaciones Geográficas de Indias, que en 1586 nadie guardaba noticia de los Huamán Poma como caciques de Lucanas. El padre del cronista en su carta a Felipe II fechada en Concepción de Huayllapampa a 15 de mayo de 1587, declara no obstante, que su hijo era en esa fecha cacique y teniente de corregidor. En la Relación Geográfica, hecha de orden real en el propio pueblo de la Concepción de Huayllapampa de Apcara el 27 de enero de 1586, se menciona como curacas principales del repartimiento a don Esteban Pilconi, don Juan Chuqi Guarcaya, don Hernando Caquismarca, don Francisco Husco, don Diego Luna, don García Mollo Guamani, don Diego Quispilla "y otros principales indios". Los intérpretes son el mestizo don Juan Alonso de Badajoz y el indio Pedro Taypimarca, citado alguna vez por Huamán Poma (518). Es posible que los Huamán Poma contasen entre esos indios principales indeterminados, pero lo es también que, por lo menos en esta época, el cronista no ejercía autoridad. En diversas partes de su crónica Huamán Poma cita como principales de Lucanas a estos mismos Uscos, Quispes, Guarcayas, Pilcones, Lucas, y Mollos, Guamanis, aunque, los considera como indios sometidos a la influencia del corregidor (495, 776, 783, 789, 872 y 1050).

La época en que Huamán Poma fue cacique principal y teniente de corregidor se podría establecer averiguando cuándo fue corregidor de Lucanas Antonio de Monroy. El cronista refiere que este corregidor le apresó en la cárcel de la provincia, le hizo varios capítulos de acusación junto con el buen cura Saravia y el Vicario Rota y le echaron de la región (930 y 931). Me inclino a creer que esto sería entre 1594 ó 95. Entonces comenzarían sus viajes.

La mayor parte de los biógrafos del cronista indio aceptan las afirmaciones de éste relativas a sus largas andanzas por el Perú. Estas habrían durado veinte o treinta años y habrían abarcado gran parte del Virreinato. El padre del cronista, o sea él mismo, afirma que las relaciones y testigos de la crónica habían sido tomados "de los quatro partes destos rreynos". El doctor Tello asiente que viajó "por todo el territorio del Perú".

El peregrinaje de Huamán Poma fue, en mi opinión, mucho más corto de lo que generalmente se cree. De los propios datos y referencias de su crónica se puede extraer la conclusión de que, aparte de su infantil residencia en el Cuzco, su vida trascurrió casi íntegramente en las provincias correspondientes al obispado de Huamanga y que hizo en dos o tres ocasiones viajes a Lima por la ruta de Huancayo o por el camino de los llanos que unía a su ciudad natal con Lima a través de Nazca y de Ica. No conoció absolutamente el nombre del Perú, ni en la costa ni en la sierra, ignoró Cajamarca y el Callejón de Huaylas, Arequipa, Puno, Arica y Charcas y naturalmente la región amazónica, es decir las dos terceras partes del Perú.

Huamán Poma dice que decidió dejar su tierra natal y hacerse pobre para conocer las miserias y padecimientos de los indios y defenderlos ante la justicia. Su espíritu de protesta, del mismo modo que su cultura más adelantada le distanciarían pronto de las autoridades provinciales. Era un personaje incómodo para los funcionarios abusivos y los frailes licenciosos. Su facultad de escribir peticiones y memoriales constantes defendiendo a sus hermanos de raza, provocaría conflictos frecuentes. Alrededor suyo iría formándose un sentimiento colectivo, principalmente, encarnado en los jóvenes. El propio cronista afirma que iba haciendo escuela de rebeldía y que tenía muchos discípulos a quienes había enseñado a leer, a conocer la doctrina cristiana y a defender a los pobres (495). El principal de ellos fue Cristóbal de León, a quien el corregidor castigó y puso en un cepo y después le quemó su casa y desterró. (494, 495, 498, 680, 690, 930, 937, 1097 y 1109). Enemistado y perseguido por los corregidores y por los malos curas para mantener la tranquilidad de su grey y la pacífica succión de las pobres ubres indias, el apóstol en ciernes tuvo seguramente que vivir mudando continuamente de pueblos dentro de su misma provincia.

La única región que verdaderamente conoció y recorrió Huamán Poma fue la de Huamanga y no en toda su extensión sino en las partes más próximas a la provincia de Lucanas y a su pueblo San Cristóbal de Suntunto. En la segunda parte de su obra, en la que pormenoriza los abusos de los corregidores, curas y caciques contra los indios, la mayor parte de los casos que refiere se contraen a hechos ocurridos en la provincia de Lucanas. Un número menor de referencias mencionan lugares geográficos de la provincia de Aymaraes, vecina de la de Lucanas, de la provincia y ciudad de Huamanga y de la región minera de Castrovirreyna y de Huancavelica, en la que Huamán Poma tuvo algunos parientes y la que le interesó profundamente por la situación de los indios, muchos de ellos comprovincianos suyos, destinados al trabajo de las minas.20 

El resto de la experiencia geográfica de Huamán Poma lo constituye el itinerario de Huamanga a Lima, por Huancayo o por Ica. En su descripción de las ciudades del Perú se demuestra claramente esta deficiencia viajera del cronista. Sus descripciones de las ciudades que no ha visto, las de Nueva Granada y Quito, las ciudades del norte del Perú, Cajamarca, Paita, Trujillo, Saña o las del sur situadas fuera de su órbita como Arequipa, Arica, Potosí y Chuquisaca y las ciudades de Chile y Río de la Plata son enteramente ficticias, tanto en el plano topográfico como en las descripciones literarias. De las ciudades desconocidas para él apunta generalidades y convencionalismos sobre sus habitantes o lugares comunes históricos sin ninguna nota personal. Su observación más frecuente es la de llamar rebeldes y mentirosos a los habitantes de las ciudades que alguna vez se rebelaron contra el Rey, como la ciudad de Quito, por ejemplo, imputar poca caridad a los de tierras mestizas y declarar gentes de mucha honra y de mucho amor a los pobres a los de las ciudades que le eran gratas por su composición étnica.

Se reconoce inmediatamente la originalidad y la percepción directa del cronista cuando se trata de ciudades o pueblos que efectivamente ha conocido, como cuando dice de Cañete que es "tierra caliente yunga de mucha fruta y de pan y vino y mucho pescado y camarones"; o de Pisco que es "una villa bonita pegado al mar que bate el agua y de mucha frescura de la mar y linda vista"; de Ica "que es villa grande de hanan yunga y de lurin yunga, de abundancia de fruta y del vino como agua lo mejor del rreyno y muy barato la botixa" y alrededor de la villa todo poblado de aldeas; del pueblo de Nazca que tiene el mejor vino de todo el reino comparado con el vino de Castilla "clarisimo, suave, holoroso y de las huvas con mollares, tamaño como cirguelas"; donde hay mucho vino poca agua y siempre tiene nuevas de todo el mundo; de la villa de Castrovirreyna, donde "no an asertado a la madre de la mina"; de Huancavelica en cuya plaza suenan las bofetadas a los indios y prendieron un dia al corregidor García Solís Portocarrero, o de Huamanga en cuya plaza está la cabeza del pobre caballero don García, y tiene monasterios, conventos y ocho iglesias y los vecinos que en ella habitan "son muy noble gente y pulidos y cristianícimos" quitados de las revueltas que algunas veces hacen. De la descripcion de la ciudad del Cuzco ya hemos hablado. Son, como se ve, experiencias vividas. En cambio yerra apenas se entromete en regiones desconocidas, como cuando dice que la frigidísima ciudad de Chuquiavo, hoy La Paz, es tierra "muy linda de temple" o de Tucumán que es "tierra de mucho pescado" y el Paraguay es "tierra en medio de la mar" (1070 y 1072).


* Publicado en: La Prensa, Lima, 20 de noviembre de 1946.


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