Problemas y Reformas Económicas Soviéticas El caso de la Unión Soviética es realmente el más típico de los países que, alcanzando grandes éxitos en el proceso anterior, de pronto se encuentran con que el mundo ha cambiado y que como eso no lo habían previsto, de súbito sus aspiraciones de supremacía se tornan en un retraso verdaderamente inesperado, y para evitarlo, tiene que replantearse todo su esquema, al tiempo que se sumerje en su desintegración, lo que, por la posición que tenía ese enorme país, sus dificultades se proyectan directamente sobre todas las naciones de la Europa Oriental. En efecto. El proceso de aquel inmenso país es conocido: ante la fenomenal debacle de las tropas zaristas en el frente occidental, en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, los soldados, campesinos y pueblo de todo el imperio dominado por Rusia se volvieron contra el poder imperial, aplastaron a los mandos de su ejército y tomaron la opción revolucionaria seguida por Lenin, quién se propuso establecer una nueva sociedad a partir de la superación de la anterior; para estos efectos, procedieron a estatizar millones de empresas, las que fueron puestas bajo la doble administración gubernamental y de sus traba-jadores. Así nació la vía soviética del desarrollo económico y de la reestructuración social; la misma que explícitamente fue concebida por su creador como un tránsito hacia una sociedad superior, que en su criterio, era la socialista. En este plano, bueno es recordar que, para Lenin, el régimen organizado en su país (propiedad estatal de los medios de producción, sin supresión completa del mercado) no era otra cosa que el capitalismo de Estado, en tránsito al socialismo. En su aspecto económico, el nuevo régimen se propuso la industrialización de la Unión Soviética a base del establecimiento de grandes complejos productivos, cuyo núcleo fundamental fue la industria pesada (siderometalurgia, química pesada, petroquímica, centrales hidroeléctricas, complejo industrial-militar) proceso que se inició con la electrificación del país (a partir del Plan Goelro de electrificación nacional). Muerto Lenin, su sucesor Stalin prosiguió aplicando planes productivos sectoriales, para pasar luego al período de los grandes planes quinquenales, que arrancan conjuntamente con la colectivización forzada de los campos soviéticos, con que se entra al decenio de los años 30s. Lo que se busca con esa colectivización campesina (innecesariamente brutal) era organizar la economía agraria de modo que ella deviniera en un medio de financiamiento del gran proyecto estatal de emprender la carrera por erigir enormes plantas productoras de acero líquido, de grandes centrales energéticas, de complejos de química pesada y de equipo militar para la defensa. Como se trataba, en todos estos casos, de poner el énfasis en enormes centros industriales, la planificación centralizada bajo la dirección estatal pudo funcionar bastante bien, aunque su sector agropecuario comenzó un largo y persistente proceso de deterioro. En el plano político, el nuevo régimen desembocó en un estado policial despótico e intolerante (contrario a todo principio socialista). Luego vino la agresión nazista, que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial y que en los primeros momentos ocasionó el desmoronamiento del frente soviético (entre otras razones porque Stalin, en un rapto de locura autoritaria, había casi liquidado al Estado Mayor del Ejército Rojo con el mariscal Tukhachewski a la cabeza, al que acusó absurdamente de colaboración con el enemigo, procediendo a fusilarlo, al lado de miles de sus oficiales más brillantes). Pero, poco a poco la resistencia antinazi aumentó, con el efecto de que los invasores fueron detenidos y luego derrotados en las puertas de Moscú y Leningrado (hoy San Petersburgo) y en la calles de Stalingrado (hoy Volgogrado). La Economía Soviética de la Post-Guerra Al terminar la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética había logrado organizar bastante bien un enorme complejo industrial-militar, al que tenía adscrito institutos de investigación-desarrollo dedicados al propósito de incrementar la potencialidad bélica del Ejército Rojo; también contaba con centros productores de armas para sus fuerzas militares y para los países de Europa Oriental (en que se habían organizado estados a imitación del soviético y que estaban organizados militarmente en el Pacto de Varsovia). Con el pensamiento puesto en el objetivo de superar el poderío bélico de los países occidentales, liderados por los EE.UU. e integrados en la OTAN (Organización del Tratado Atlántico Norte) el gobierno de Moscú no sólo mantuvo sino que reforzó enormemente su formidable complejo industrial-militar, que en su desarrollo alcanzó logros verdaderamente espectaculares. En efecto. Muy poco tiempo después que EE.UU. derrotara al Japón, luego de atacarlo con armas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, la URSS sorprendió al mundo haciendo estallar su primera bomba atómica, con lo que demostró la eficacia de ingeniería militar sofisticada. Luego vendrían los logros de su cohetería de largo alcance (pues, los de corto y mediano alcance ya eran famosos desde los días de la Segunda Guerra Mundial) lo que culminó con la sensacional hazaña de poner el primer satélite artificial en órbita (el famoso «Sputnik», que asombró al mundo y que puso en ridículo al sistema coheteril norteamericano). Pero conjuntamente con esos éxitos, la producción básica soviética creció a una velocidad verdaderamente enorme, entre otras razones, porque como el gobierno de Moscú se hizo pagar reparaciones de guerra, trasladó a su territorio grandes fábricas alemanas, princi-palmente las dedicadas a la industria que estaba considerada como la prioritaria en el contexto de la planificación soviética. Además de eso, ellos mismos procedieron a construir nuevas instalaciones más perfeccionadas, correspondientes a la línea de la industria pesada, con el resultado de que año a año se alcanzaban nuevas metas en la producción de acero líquido, de carbón de piedra (y por tanto, también de coke siderúrgico) y de artículos petroquímicos. El crecimiento de estas ramas fue tan grande que, a pesar de sus ineficiencias, los índices globales de crecimiento fueron considerablemente altos: en la décadas de los años 50s y los 60s las tasas de crecimiento de la Unión Soviética sobrepasaron notablemente a las de EE.UU. El crecimiento de las industrias soviéticas privilegiadas por su planificación fue tan considerable, que hacia 1973 el poderío militar del país le disputó con ventaja la supremacía a las fuerzas armadas norteamericanas (que acababan de sufrir una verdadera derrota a manos de los guerrilleros vietnamitas, apoyados por el poderío moscovita). Ese año, el optimismo de los gobernantes del Kremlin llegó a su punto más alto, tanto, que en tales círculos se pensaba seriamente en enterrar al capitalismo en su conjunto. Los Problemas de la Economía Soviética frente a la Tecnología de Punta La obsesión de los fundadores del Estado Soviético, centrada en el acrecentamiento de las industrias representativas de la Segunda Revolución Industrial, y en cierta forma también, en su preocupación por seguir el proceso de industrialización al estilo alemán, hicieron que dejaran de lado la bioquímica, la genética y el estudio e investigaciones sobre la estructura de la materia. Uno de los momentos críticos de este sesgo fue 1934, en que se produjo un sustantivo debate entre el gran biólogo ruso (Presidente por entonces de la Academia de Ciencias) Vavilov y el horticultor Lysenko, en torno a temas referidos al mejoramiento de ciertas variedades de productos agrícolas; Stalin intervino desafortunadamente en el debate, inclinándose a favor de Lysenko y procediendo a apresar a Vavilov (quien después habría de morir en prisión) lo que determinó el abandono de los estudios de genética, con el efecto posterior de que, en el período de la Segunda Post Guerra Mundial, la URSS (tanto como Alemania) estaba totalmente al margen de los avances que se iban haciendo en el conocimiento de los genes y de la química molecular. Hecho que resultó fatal para el país porque, cuando a comienzos de la década de los años 70s, se funda la biotecnología, resultó del todo claro que los países liderados por Moscú estaban prácticamente al margen de los avances que se habían hecho en este campo, lo que no era posible superar sin efectuar un gigantesco esfuerzo. Pero el abandono de los estudios genéticos también contribuyó a que la agricultura del país acentuara su retraso, de manera que hacia los años 80s ya resultó evidente que la ineficiencia en la producción alimenticia soviética era de dimensiones catastróficas.En electrónica, el proceso no fue tan tremendo como en biotecnología, por la simple razón de que la industria bélica conducida por Moscú percibió más tempranamente que debían incursionar en este enorme y vastísimo campo. El hecho es que, a fines de la década de los 50s, los cohetes intercontinentales moscovitas, tanto como su aviación supersónica eran excelentes, con un sólo lado débil: su evidente falta de precisión, dada su carencia de ordenadores adecuados. Para superar esta carencia, los técnicos y científicos del complejo industrial-militar emprendieron el camino ya conocido de copiar la tecnología extranjera (que es un procedimiento común y corriente en todas partes del mundo actual) para lo que establecieron empresas en Europa dedicadas a comprar todo tipo de productos y artículos electrónicos (generalmente no vinculados a la industria bélica) las que proveen a centros e institutos organizados para efectuar labores de investigación-desarrollo, a partir de lo cual, se constituyeron plantas productoras de componentes electrónicos, fundamentalmente dedicados a los equipos bélicos. Así pudieron dotar con equipos electrónicos a sus aviones Mig de combate, a sus submarinos nucleares y a sus misiles balísticos Sam. Pero la copia tiene la desventaja que, por una parte, no siempre es de calidad óptima, y de otro lado, sucede que a la velocidad que van los cambios, el copista siempre está detrás y, de hecho, a medida que los avances se aceleran, la brecha se va alejando. Este doble efecto negativo actuó desmejorando la posición tecnológica soviética frente a la tecnología más avanzada y sofisticada tanto asiática como norteamericana. Por eso es que, si bien en 1973 la Unión Soviética era prácticamente la primera potencia mundial en el terreno militar, al iniciarse la década de los años 80s, la guerra entre Siria e Israel realizada en suelo Libanés, demostró que los equipos electrónicos de los misiles y de la aviación militar de la URSS estaban en una clara desventaja ante sus adversarios occidentales. En materia de robótica ocurrió también
un fenómeno más o menos similar. Con el argumento de que en el río Kama la URSS
establecería una fábrica de camiones para uso civil, compró más de 1,500 millones de dólares en equipos
industriales del Japón y de los Estados Unidos; entre esos equipos llegaron unos 20
robots norteamericanos de la «Unimation Inc.». Los Desperdicios, la Ineficacia y la Economía «Subterránea» A mediados de la década de los años 50s, el que abría de ser uno de los primeros premios Nobel de economía, el académico holandés Jan Tinbergen, escribió (en su libro «Lecciones del Pasado») que la diferencia que había entre la planificación soviética y las de corte occidental, era que en la primera se empleaban más los medios directos en tanto que en las segundas se preferían los medios indirectos de la política económica (o sea que se utilizaban preferentemente la inducción, el acondicionamiento, la orientación, el manejo de las variables macroeconómicas, etc.). Pero ocurre que en forma directa es imposible controlar millones de empresas, desde organismos centralizados estatales. A partir de esa imposibilidad es obvio que, pasada la guerra mundial, los gerentes de las empresas del Estado actuaron de manera que el gobierno central les asignara más insumos (para tener siempre sus almacenes llenos) al tiempo que buscaban que se les fijaran metas de producción menores (para poderlas sobrepasar fácilmente); además, en sus esfuerzos por alcanzar las metas que la planificación les había fijado, los gerentes de esas empresas dejan de preocuparse de la calidad, cuando se trata de los artículos de consumo de la población (porque en el complejo industrial-militar sí existe un particular cuidado y control sobre la calidad del material que se entrega a las fuerzas armadas). Así es como se entró en el camino de la ineficiencia que marcó la economía soviética (tanto, que a fines de la década de los 50s, los informes oficiales ya señalaban persistentemente ese mal, que los gobernantes en cada caso se proponían combatir con seriedad). Esta ineficiencia se puso más de manifiesto cuando el ingreso monetario de la población se fue incrementando, y como consecuencia de eso, las gentes comenzaron a demandar cada vez más bienes, para encontrarse con que había contrariamente desabastecimiento de mercancías y que, además, lo poco que llegaba a los mostradores y escaparates era de mala calidad (no acorde con la posición de segunda potencia mundial de su propio país). Pero como toda economía encuentra sus compensaciones, allá también el mal encontró su salida en la forma de las industrias surgidas al margen del mundo legal (que en el Perú se le conoce como "informal" y que en Europa se le denomina "subterránea"). La explicación del fenómeno es la siguiente: para completar sus ingresos, los trabajadores de las empresas del Estado, luego de su jornada normal se dedican a producir mejores artículos que los de su propio centro laboral, para luego comercializarlos en las "tolkushkas", que son mercados ilegales, pero permitidos, los cuales funcionan como grandes campos feriales ubicados en las afueras de las ciudades. Pero no solamente existen las "tolkushkas" sino que también se ha generalizado el procedimiento de sobornar a los funcionarios para tener acceso a los servicios sociales, pagándolos (a pesar de ser gratuitos) como si se tratara de bienes de calidad; por ejemplo, si alguien necesita ser atendido en una clínica especializada y no puede entrar en ella, entonces les lleva a los médicos de la institución mercancías que no se encuentran en el mercado oficial o que, si las hay en las tiendas oficiales, resultan siendo de mala calidad; así resuelven ilegalmente el problema de la utilización de los servicios oficiales apetecidos. Es verdad que en todas las economías de mercado existen este tipo de actividades (que en el Perú, ya lo dijimos, toma la denominación de "informal") pero en la Unión Soviética el volumen de ellas tomó dimensiones particularmente grandes, al punto que se estima que, hacia 1980, cubrían algo así como el 20 por ciento del PBI del país (según estimaciones del IRS, de los EE.UU.) que es prácticamente el doble de la proporción que sus similares tienen en la economía norteamericana. Es de apuntar que las "tolkushkas" se aprovisionan principalmente de las mismas industrias oficiales, en las que se permite que los trabajadores de la misma fabriquen productos de alta calidad (mejores, por supuesto, que los que van a las tiendas oficiales) en los días domingos, festivos y también los sábados ( a quienes prefieren trabajar estos días se les llama "shabaniks"). Por su trabajo, los shabaniks cobran un salario más alto y frecuentemente reciben una paga en especie (porque, en todo caso, ellos lo prefieren así). El Desencadenamiento de los Problemas Actuales de la Economía Soviética De lo que hemos apuntado líneas arriba, se desprende que en la URSS existían prácticamente tres economías diferenciables:
Sin embargo, cuando se desencadenó la crisis energética de 1973, los gobernantes de Moscú se llenaron de gozo porque como su país es exportador del crudo (además de oro y diamantes), el valor de sus ventas en el exterior se multiplicó muy considerablemente, con el efecto de que sus adquisiciones de instalaciones y equipos se incrementaron rápidamente; y todo lo hicieron con un criterio, como si dijéramos, de gigantismo: construyeron, por ejemplo, toda una ciudad dedicada exclusivamente a la producción de automóviles con la tecnología italiana de FIAT, a la que se llamó ciudad Togliati (en homenaje y recuerdo del gran líder comunista de la Italia postbélica), con este mismo criterio, se impulsó el establecimiento de enormes plantas industriales en Siberia, que por este motivo se cubrió de altas chimeneas, en ciudades con instalaciones de todo tipo. Es verdad que con esas enormes plantas importaban también los de alta tecnología, pero en todo caso, ellas no eran lo predominante, porque primaban en el conjunto instalaciones que correspondían a las industrias del pasado: siderometalúrgica, petroquímica, carbón y química pesada. Frente a ellas, las industrias sofisticadas y de punta eran importantes, pero insuficientes. En electrónica, pongamos por caso: el complejo militar-industrial de toda la URSS cuenta con algunos institutos bien equipados en los que se realizan labores de investigación-desarrollo, además de dos o tres fábricas de este tipo de producto. En comparación con esto, sólo en California, hay cientos de plantas electrónicas alrededor de univer-sidades norteamericanas de primera línea, del mismo modo que en el Asia hay miles de este tipo de plantas, y en ellas se trabaja a un ritmo verdaderamente febril. Ocurre una situación similar en biotecnología, campo en el que por cada centro o instituto soviético hay decenas o aun centenas en el Japón, los EE.UU. y Europa Central. Las dramáticas consecuencias de estas desventajas se pusieron de manifiesto en 1982, cuando la misilería hebrea destruyó a los SAM de la última generación en sus propias instalaciones de tierra y a los MIG en pleno vuelo, tan sólo porque contaban con microordenadores más avanzados y con programas mucho más elaborados. El choque que esto produjo en los mandos moscovitas fue tremendo, porque puso en cuestión todo el sistema misilístico, aéreo y defensivo del Pacto de Varsovia, que corría el riesgo de ser literalmente barrido en las primeras horas de una terrible e hipotética guerra ultramoderna. Esta perspectiva persuadió a los altos mandos del Ejército a admitir los cambios que desde los años 60s estaban siendo planteados por los intelectuales y técnicos, preocupados por las dificultades que se les iban alzando en el camino. Paralelamente con la constatación señalada, se agudizó el gran problema soviético de la alimentación que, como se sabe, es ahora un recurso estratégico de primerísima magnitud. En efecto, al concluir la Segunda Guerra Mundial, las potencias occidentales (EE.UU y Europa Occidental) se propusieron convertirse en grandes productores de los alimentos de consumo más generalizados; aún más: todos ellos se fijaron como objetivo contar con grandes depósitos de alimentos, así es que en casos de emergencia, no dependieran en este plano de sus compras en el exterior; para esto tendieron a elevar constantemente la productividad de sus tierras agrícolas y, eventualmente, a incrementar fuertemente su agricultura hidropónica (agricultura sin tierras) con el resultado que en un plazo relativamente breve pasaron del autoabas-tecimiento a la sobreproducción. En la URSS se omitió tener en cuenta este aspecto tan importante de toda estrategia moderna, de modo que pese a los esfuerzos de ampliación de las áreas bajo cultivo, la producción de alimentos (principalmente de trigo) decayó notablemente, porque no se puso énfasis en la productividad de las áreas utilizadas. Es verdad que en materia genética muchos progresos se hicieron, como es el caso de los frutales rastreros y que pueden resistir bajísimas temperaturas, así como la obtención de variedades de plantas resistentes al frío y aptas para florecer y fructificar en las estepas siberianas, pero eso no resultó suficiente, porque para lograr una producción constante había que expandir sustantivamente los invernaderos y, por este camino, emprender la ruta de la agricultura hidropónica, con lo que habrían podido producir alimentos aun en invierno (usando los invernaderos) e incrementar la productividad de las labores agrarias (con la agricultura hidropónica que es particularmente de alta productividad). El efecto de no haber seguido una política agrícola como la señalada, dio los resultados conocidos, consistentes en que la URSS, que en sus inmensos trigales de Ucrania había sido en el pasado uno de los grandes productores de cereal a escala mundial, deviniera en com-prador del grano en el propio mercado de su archienemigo, los EE.UU., el que por supuesto le ofreció su trigo en condiciones muy especiales de comercialización (porque estaba en su interés convertir a la URSS en dependiente suyo en materia alimenticia) con lo que se demostró que las reservas alimenticias son un poderosísimo recurso estratégico. Otro indicador de los graves problemas por los que atravesó la economía soviética es el desgranamiento de los países que se organizan militarmente en el «Pacto de Varsovia», en que estaban los países de la Europa Oriental que organizaron su economía teniendo como modelo al régimen establecido en su país por Stalin. Tal desgranamiento (que culminó con la disolución del Pacto de Varsovia) puso de manifiesto las graves debilidades de aquella potencia, tanto en el campo militar como en el económico. El Glasnots y la Perestroika Ante la gravedad de la situación del país, el gobierno de entonces, dirigido por Mijail Gorbachov, se embarcó en una política de vastas reformas de todo el sistema, con vistas a hacerlo más susceptible de participar en la competencia creativa o de habilidad en el manejo de las tecnologías más sofisticadas o de punta. Algunos de los aspectos de esta vasta política de profundas reformas del sistema son los que pasamos a puntualizar, de la manera más breve que nos sea posible:
Pero como todos estos proyectos de reformas fueron conducidos por los dirigentes soviéticos con suma ineficiencia, en lugar de los cambios progresivos ocurrió la desaparición de la URSS, por el desmembramiento de esa enorme unificación de pueblos y países distintos que había sido la URSS. Toda vez que desapareció la URSS, opera ahora la Federación Rusa con menor potencialidad. La desertificación de los países pobres Al terminar la Segunda Guerra Mundial, una inmensa ola democrática y reivindicativa recorrió el mundo, incluidos los países pobres, coloniales y ex-coloniales. Estos últimos se lanzaron a la búsqueda de su liberación, surgiendo vastos movimientos populistas, que alzando las banderas del mejoramiento social, exigieron una mayor cuota de poder político, al tiempo que en todas partes se elevaban voces reclamando el control de los recursos naturales que estaban en manos extranjeras. Habida cuenta que la guerra fue realizada en nombre de la libertad y la democracia y que los países pobres hicieron un aporte verdaderamente sustantivo al triunfo de los aliados (con soldados y recursos) los centros coloniales debieron ceder; así se produjo el fenómeno de la descolonización africana y asiática. Estos procesos liberalizadores se vieron acelerados por el impulso proveniente de los grandes alzamientos armados de liberación nacional, tales como el de Argelia, el Congo, China, Corea, Vietnam, etc. Las viejas y corroídas potencias fueron cediendo, así es que se dio el fenómeno de la desaparición de los restos del antiguo e histórico dominio colonial. Pero surgió una nueva forma de dependencia asimétrica: el dominio económico y tecnológico, bajo cuya sombra se efectuó el desenvolvimiento de los países pobres del mundo en el período de la Post-Guerra Mundial. El Desarrollo Dependiente de la Post-Guerra Es harto sabido, que incluso antes de que la Segunda Guerra Mundial fuera concluida, los EE.UU. diseñaron el nuevo orden económico que debía surgir bajo su conducción, para lo que en 1944 se acordó constituir el Fondo Monetario Internacional (FMI), hecho que fue seguido en su establecimiento por otras instituciones financieras, tales como el Banco de Reconstrucción y Fomento o Banco Mundial (BM) el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y otras. Estas instituciones asumieron la función de facilitar el financiamiento de las inversiones internacionales, las que se orientaron al establecimiento de industrias terminales en los países pobres. A la sombra de este modelo, surgieron complejos productivos completamente dependientes de los centros internacionales de poder, en dos sentidos o aspectos: (1) en primer lugar, en el sentido de que los centros productivos establecidos debían importar de los países centrales insumos o bienes de utilización inter-media, para mantener en operaciones sus industrias básicas, produc-toras de dichos artículos materiales; y (2) en segundo lugar, se hizo de modo que, en el aspecto tecnológico, estos centros productivos nece-sitan o dependen completamente de la tecnología extranjera, porque como los equipos (o instrumentos de trabajo) y los procedimientos tecnológicos vienen de fuera, al tiempo que en su manejo y perfeccio-namiento no participan los países pobres del mundo, el resultado es que éstos resultan dependiendo tecnológicamente de los países más poderosos. El hecho es que la nueva situación dio lugar al incremento de las tasas de crecimiento del PBI, de los países pobres, pero a fines de la década de los años 50s, la misma comenzó a sufrir una lenta inflexión descendente. Simultáneamente, ocurrió que la balanza de pagos de los EE.UU. que antes y en el curso de la Guerra Mundial había sido superhabitaria devino pronto en deficitaria, lo que se agudizó al culminar los 50s. A estos dos fenómenos complementarios se unió el problema surgido a raíz del triunfo de la guerrilla cubana dirigida por Fidel Castro, que estableció en la isla un régimen desafiante enfrente mismo de los Estados Unidos. La respuesta del gobierno norteamericano consistió en montar la política que denominó "Alianza para el Progreso", consistente en conceder líneas de crédito a Latinoamérica para inversiones de carácter social, con el ánimo de que las mismas se destinen al mejoramiento de la situación de las capas más pobres del subcontinente latinoame-ricano. Es obvio que esto iba contra todos los principios de conducción de la Hacienda Pública, según las cuales, los créditos externos sólo se justifican cuando se orientan hacia inversiones económicas que no requieran bienes de procedencia nacional, puesto que si pueden ser producidos internamente, pues entonces, lo que cabe es buscar créditos internos y no externos. Pero de todas maneras se aplicó esta nueva política, aunque está contra los principios; en realidad, con ella sólo se buscaba ayudar a la potencia norteamericana mediante el aumento de las compras a los EE.UU., como efectivamente ocurrió (con lo que se demostró que esta política iba dirigida a resolverle a esa nación sus problemas de balanza de pagos y no a mejorar la situación de los países pobres ). Bajo esos signos es que se desenvolvió la década de los 60s, en que desciende el coeficiente de Formación Bruta de Capital Fijo de los países pobres, específicamente de los de América Latina, a causa de que el modelo de establecimiento de industrias terminales que dependen del exterior se va agotando; en ese entonces, el déficit de la Balanza de Pagos de los EE.UU. se acrecienta por razón de que la ineficiencia de su aparato productivo se hace mayor, frente sus competidores europeos y asiáticos, en tanto que su endeudamiento se hace cada vez más grande. Al terminar la década de los años 60s y comenzar la década siguiente, de los años 70s, el proceso ha concluido, porque en los países pobres ya se han establecido todas las industrias productoras de bienes finales, como una simple prolongación de las que tenían las corporaciones transnacionales en sus centros de poder internacional. Entre tanto, en el campo agropecuario (o alimenticio) la depen-dencia de los países pobres se hizo enorme enfrente de los países poderosos, debido a que éstos han impuesto una política de largo aliento destinado a destruir, en los países de menor desarrollo, este sector productivo esencial en todas partes del mundo. El hecho es que al iniciarse la década de los 70s, la situación de los EE.UU. sufre un gran vuelco, no solamente porque esa potencia se retira en derrota de la guerra de Vietnam (que dicho sea de paso, fue la primera gran debacle militar que este país sufrió en la larga historia de sus guerras externas) sino también por el deterioro económico norteamericano, derivado de la continuada caída de su eficiencia productiva, y que se expresa en el creciente déficit en su Balanza de Pagos. Esta situación hace crisis en 1971, cuando el Presidente de los Estados Unidos decreta unilateralmente la desmonetización del oro (o sea, que el dólar norteamericano dejó de tener su antiguo y tradicional respaldo en oro, para pasar a ser una moneda sin ningún valor intrínseco y sin obligatoriedad de su cambio oficial por oro). Pero esto trajo como secuela, que la conducta del FMI cambie en cuanto toca a la política que impone a los países pobres porque, a diferencia del pasado, su preocupación mayor no será ya la búsqueda del equilibrio económico internacional, sino más bien el desequilibrio sesgado en favor de la economía norteamericana. En función de esto, el FMI propicia, en primer lugar, el acrecentamiento de la deuda con ese país, con lo que se persigue, de un lado, que aumenten las compras de origen norteamericano; en segundo lugar, que a la larga el Tercer Mundo se convierta en tributario de tal potencia (que por este camino ha devenido en una nación rentista y parasitaria) y, que florezca en los medios oficiales de los países pobres una mayor corrupción que docilice nuestros aparatos estatales, con vistas a su aherrojamiento de los mismos a las potencias externas; en tercer lugar, el FMI orientó su preocupación a ahondar nuestros desequilibrios básicos, de manera que se enriquezcan más todavía los grandes potentados, para que empleen sus grandes ingresos en comprar bienes de consumo típicos del exterior; correlativamente, se busca el mayor empobrecimiento de la población común para hacer que por este camino (debido a la profunda caída de la demanda global de los productos nacionales) la industria nacida en los años anteriores desaparezca, porque la "Tercera Revolución Industrial" supone la supresión de este tipo de centros productivos (ahora los países más poderosos no buscan ampliar sus exportaciones de insumos sino de productos terminados); con la caída de la demanda y la contracción de las compras externas de insumos, el FMI busca también que los países pobres tengan liquidez disponible para pagar las obligaciones derivadas del endeudamiento externo (hecho este de importancia, debido a que como ya lo señalamos, EE.UU. ha devenido en país rentista y de economía en gran medida parasitaria). Como era de esperarse, a raíz de los problemas internacionales, los países pobres mostraron dificultades en sus economías y, para conjurar sus males reunieron a los créditos del exterior, pero como los préstamos se manejaron mal, por esta vía no se resolvió ningún problema sino más bien aumentaron los que habían. De otra parte, la crisis energética de 1973 favoreció, en sus inicios, a los países pobres productores de petróleo, algunos de los cuales se lanzaron a una tardía industria-lización siderometalúrgica y petroquímica, para lo que adquirieron equipos relucientes, pero que respondían a una tecnología que empe-zaba a ser obsoleta. Ocurrió, durante estos años, el caso curioso de que países expor-tadores de petróleo como México y Venezuela también acrecentaron sus deudas con el exterior, lo que vuelve a ratificar el hecho de que ella fue más bien creada deliberadamente, puesto que no era necesaria. La Crisis Tendencial de los Países Pobres Para el proceso económico mundial, el año 1982 es ya de orden histórico, porque ese año no solamente declinó violentamente la producción siderúrgica y automotriz norteamericana, por causa de la tremenda competencia que le hace a la misma su similar del Japón, sino también porque el 20 de agosto de ese año estalló la crisis crediticia del Tercer Mundo, pues México anunció unilateralmente la suspensión del pago de los servicios de su deuda externa, simplemente porque su monto excedió sus posibilidades económicas. La tremenda conmoción que causó ese hecho sirvió para poner de relieve la enormidad de las obligaciones financieras de todos los países pobres, que por razón de su cuantía, ponen en alto riesgo al propio sistema financiero inter-nacional, por aquello de que cuando se debe poco el deudor es el que se preocupa, mientras que si la deuda es gigantesca el que se preocupa (o debe preocuparse) es el acreedor bancario. De acuerdo con las estadísticas de la OCDE, los países del Tercer Mundo y del bloque socialista de Europa Oriental tenían en 1982 una deuda externa que sumada llegaba al monto de 626 mil millones de dólares, que era tres veces superior al valor que tenían seis años antes (en 1976) y cerca de 7 veces más que el valor que habían tenido en 1971. Es decir que, para disfrutar de los servicios de los créditos pactados, el sistema bancario se había aprovechado de las dificultades que cundían en el mundo para empujar a continentes enteros a la condición disminuida de deudores, todo esto, para solventar los desequilibrios existentes, tanto en la Balanza de Pagos como en los déficit de las finanzas públicas de los EE.UU. Respecto de esto, vale apuntar que hacia 1982 el país más endeudado del mundo era Estados Unidos que, para entonces, había acumulado deudas en el período 1973-1982 por el monto de los 460 mil millones de dólares. El hecho es que México tenía obligaciones por el orden de 80 mil millones de dólares, cifra que es enorme e inconcebible para un país exportador de petróleo. Inconcebible pero explicable: los grandes capitalistas locales, en complicidad con el sistema bancario, llevaban dinero mexicano al exterior, con el resultado de que faltaron recursos, lo que a su vez presionó en el sentido de contraer obligaciones (deudas) en el exterior, a pesar que México es exportador de capitales a los EE.UU. De esto dedujo el gobierno mexicano que el sistema bancario privado estaba contra el país, así es que decidió nacionalizarlo, cosa que procedió a efectuar el primero de setiembre de 1982. El comentario que sobre el punto hace Darrel Delamaide ("El Shock de la Deuda" Ed. Planeta, 1984) refiriéndose al anuncio del Presidente López Portilla en el Congreso Mexicano alrededor de esa medida estabilizadora, es el que sigue: «El Presidente castigaba a los bancos por vender el país. Ellos consentían que los ciudadanos antipatriotas transfiriesen miles de millones de dólares fuera de México, dijo. López Portillo añadió que en los dos o tres años anteriores habían huido de México 22,000 millones de dólares de capital. Calculó que los depósitos mexicanos en los Estados Unidos eran de 14,000 millones de dólares, y que las inversiones en bienes raíces alcanzaban los 25,000 millones de dólares. Los bancos, continuó, han hecho posible este estado de cosas. Nadie más. Ahora el Estado pasaba a ser el dueño de los bancos». Todo el pueblo mexicano, y no solamente los congresistas de pie, aprobaron la determinación del presidente López Portillo cuando tomó la decisión de cortar la vía de evasión de recursos de capital del país. De esa manera trató de cerrar los canales de corrupción, que habían dado lugar a la descapitalización nacional. En este punto, nuevamente se puso de manifiesto una constante invariable: corrupción y endeudamiento corren siempre unidos, sólo que hay países en los que la corrupción es mayor que en otros. Entre éstos está el Perú, según lo señala el mismo Delamaide ("El Shock de la Deuda"), cuando escribió que: "El Zaire, Perú y Turquía quedaron señalados como claros ejemplos de corrupción y mala administración económica". En realidad, la deuda fue uno de los factores desencadenantes de una crisis que para los países pobres es de carácter endémico; el otro factor, igualmente decisivo (tal vez el más decisivo) está vinculado con el hecho de que este gran grupo de países no está embarcado en los grandes cambios tecnológicos, traídos por la Revolución Científica y Tecnológica o la Tercera Revolución Industrial.
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