Capítulo III Las políticas económicas nacionales La Política Económica Japonesa ante la Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el imperio Nipón vivió un período de profundas transformaciones (tal como había ocurrido a mediados del siglo XIX, cuando el Japón fue obligado a establecer relaciones comerciales con el exterior, luego del humillante ataque que sufrió a manos de la escuadra norteamericana mandada por el comodoro Perry). Esas transformaciones se orientaron: En primer lugar, contra los grandes monopolios familiares (o zaibatsus) los cuales fueron desintegrados y convertidos en diversas empresas; así ocurrió con alrededor de 20 grandes zaibatsus, que habían apoyado al militarismo japonés y que estaban dirigidos por 4 de ellos que, por lo demás, eran los más grandes, estos cuatro eran las siguientes: "Mitsubishi", "Mitsui", "Sumimoto" y "Yasuda"; asimismo, los grandes directivos fueron reemplazados por jóvenes y dinámicos empresarios con un espíritu definitivamente democrático, así como dotados de una alta formación, unida a una gran apertura al progreso y al cambio. Tiempo después, cuando los comandantes norteamericanos de ocupación se retiraron, ocurrió un fenómeno de reconstrucción de los viejos zaibutsus, pero ya sin la arrogancia de los antiguos monopolios imperiales y sin sus antiguos gerentes. En segundo lugar, las transformaciones se
orientaron contra el "feudalismo japonés" afincado en la tierra, con el
resultado que se abolieron los arrendamientos y se dotó de tierras a todos los
campesinos. En cuarto lugar, hubo transformaciones en la legislación tributaria del país, haciendo que ella se base casi íntegramente en la tributación directa y que sea simple y fácil de controlar, todo lo que fue acompañado por la sólida ética samurai, que viene desde de los tiempos de la restauración de los emperadores Meiji, el siglo pasado. En quinto lugar, las transformaciones tocaron la administración pública, que fue perfeccionada mediante la creación de ministerios económicos, destacándose de entre todos un superministerio, el MITI (Ministerio para el Comercio Exterior y la Industria) al que se adscribió toda la planificación de la producción industrial y el perfeccionamiento tecnológico de la producción manufacturera; en este ministerio, así como en toda la administración pública japonesa, se utilizan los criterios y experiencias sobre la conducción del Estado venidas de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, aplicados a las condiciones de la paz: así ocurre que se programó el desarrollo industrial a partir de los criterios estratégicos; y para que los planes sean efectivos, se procedió como en tiempos bélicos, pues, toda la política a futuro fue objeto de la concertación y la cooperación dirigida a llevar al Japón a la cabeza del mundo (esta cooperación consiste en la realización de procesos ordenados mediante consultas, discusiones y decisiones de aplicación absolutamente obligatorias). En sexto lugar, sucedió que desde 1951 se introdujo en la producción nipona el "Control Estadístico de Calidad", basado en un principio claro y simple que, sin embargo, no es normalmente seguido escrupulosamente en otras latitudes, como sí sucede en el Japón; este principio consiste en que es preciso estudiar muy cuidadosamente el proceso de la producción, para luego realizar un meticuloso seguimiento de su aceptación o rechazo por los demandantes, de modo de ir perfeccionando y uniformando la calidad de las mercancías finales (este proceso cumplido rigurosamente, dio lugar a que pronto fuera superada la imagen de las mercancías japonesas de la preguerra, que eran tenidas como verdaderas pacotillas); lo remarcable es que la institución que asumió esta doctrina del "Control Estadístico de Calidad" fue la "Unión de Científicos e Ingenieros Japoneses" en la que se impuso la técnica y los procedimientos de los "Círculos de Control de Calidad"; como expresión de tal dedicación, la "Unión de Científicos e Ingenieros Japoneses" ha establecido un codiciado Premio Anual de Calidad: el Premio "DEMIG", que es económica y científicamente el más valioso del Japón. A partir de las reformas emprendidas después de la guerra, y que fueron definitivamente el prerrequisito para el posterior desarrollo francamente impresionante del país oriental, operaron un conjunto de fuertes impulsores que en realidad resultaron siendo los condicionantes subjetivos del desarrollo. Vale repetir que el prerrequisito objetivo del salto adelante del Japón fueron las reformas que precedieron al fenómeno, en tanto que el acompañante subjetivo de ese fenómeno verdaderamente sensacional está constituido por un conjunto de aptitudes que movieron a todo el pueblo a construir una economía y una sociedad extraordinariamente dinámica, al punto de haber causado un revuelo en todo el mundo. Los componentes subjetivos a que aludimos son los que pasamos a señalar, así: 1) Primer Componente Subjetivo: El Inmenso Nacionalismo Japonés El Japón está constituido por un conjunto de islas que estuvieron durante milenios desligadas del resto del mundo, con una población que vivía de la pesca y del cultivo del arroz, con un comercio muy restringido y, por tanto, obligados a subvenir sus necesidades con un sentido autárquico, porque no estaba dentro de sus posibilidades el aprovisionamiento externo. Esta situación fue mantenida durante la etapa feudal de su historia, con el añadido de que durante ese largo período se afianzó un fuerte comportamiento paternalista, o más bien digamos, un sentido justiciero, por parte de los samurai, que eran los caballeros o señores de la guerra pero que sin embargo no tenían tierras. Toda esta sociedad se vio conmovida cuando, a mediados del siglo pasado, los cañones del comodoro Perry de los EE.UU. obligaron al Japón a abrir sus puertas al comercio exterior, por decisión de los imperios extranjeros. Cuando esto ocurrió se produjo una violenta reacción de los samurai contra el Shogún (o mayordomo del Palacio que, de hecho, ejercía el poder efectivo porque el emperador Meiji estaba bajo su control y práctico secuestro) al que expulsaron para restaurar en el poder al emperador Meiji, mantenido en práctica prisión en el palacio imperial. Una vez efectuada la restauración, el emperador constituyó una fuerte administración pública, a partir de la incorporación en ella de los samurai que lo habían puesto nuevamente en el trono; y ellos, los samurai llevaron al Estado su alta ética y sus elevados principios, además de un enorme nacionalismo, que los condujo a construir un país poderoso. Pero algunos samurai pasaron a la gerencia de las nuevas empresas, que surgieron al lado de los zaibatsus (o corporaciones familiares) manejados por los antiguos señores de la tierra. Entre quienes habiendo sido samurai crearon industrias y bancos, estuvo un ex-funcionario público llamado Shibusawa Eiichi, que fundó un banco (el actual Dai Ichi Kangyo) y además varias centenas de empresas industriales (todas ellas sociedades de capital) pero que se aproximaban más a las de tipo comunitario porque en ellas, de hecho, los trabajadores operaban como socios con derecho a la cogestión (o de participación en la gerencia empresarial). Después de la Segunda Guerra Mundial, tras las reformas, se impusieron estas empresas de tipo comunitario, al estilo de las que habían sido fundadas o apoyadas por Shibusawa, en que junto al comunitarismo laboral, en cada unidad productiva está implícito el propósito común de sacar nuevamente adelante al país sobre todas las cosas. Este tremendo, enorme, invencible nacionalismo japonés fue el primer ingrediente de la reconstrucción, primero, y de la prosperidad, después, de la potencia oriental. 2) Segundo Componente Subjetivo: La Ética del Trabajo En el Japón hay clases sociales, por la
simple razón de que existen propietarios del capital y trabajadores desprovistos del
mismo; pero en el mundo laboral, el Japón se muestra como una sociedad más bien abierta,
en cuanto toca a que todos pueden efectivamente surgir a base de su capacidad, trabajo y
empeño. En sociedades así, existe lógica y
naturalmente una poderosa ética del trabajo. Para la sociedad individualista, surgida en
el medio oriente y que floreció en Europa, el trabajo es una maldición divina; en
cambio, para el japonés y el antiguo peruano no; para estos dos grandes pueblos el
trabajo es una condición indispensable para la realización humana. Si una persona cualquiera vive en una sociedad más o menos abierta, en la que puede alcanzar los más altos honores y consideraciones a base de su empeño, dedicación y trabajo, entonces, mira la laboriosidad como un camino natural de realización personal, como un medio lógico de vida plena y realizada. Eso ocurría también en el antiguo Perú (en el incario) debido a eso es que ahora entre los japoneses (como antes en el Estado Inca) el ocio era despreciable, más aún, era considerado contrario a la naturaleza humana. De ahí que la barbarie hispana nunca entendió al antiguo Perú, del mismo modo que los occidentales de hoy no entienden al Japón del presente. En todo caso, la práctica constante del trabajo, hasta el punto de hacer un culto de él, constituye el otro factor o ingrediente de la prosperidad nipona. 3) Tercer Componente Subjetivo: El Deseo Ilimitado de Aprender La agresión norteamericana de mediados de siglo pasado, por el que se designó el nacionalismo japonés, les enseñó a los nipones que el dominio de la técnica les permitiría impedir otra humillación como la sufrida, de modo que el emperador Meiji envió oleadas de jóvenes que fueron a estudiar a las Universidades europeas, en donde aprendieron las técnicas aplicadas en ese continente, a la producción; esos jóvenes volvieron a su país y establecieron industrias, sin cambiar su espíritu nacional. Después, los grandes empresarios nipones, aliados con los militaristas del país, llevaron al Japón a varias guerras de conquista sobre el continente asiático, y después, a la Segunda Guerra Mundial, que acabó con el desastre harto conocido. Luego vino la reconstrucción, con el renovado desplazamiento de técnicos, científicos y estudiantes que con un empeño enorme aprendieron nuevamente y reconstruyeron, modernizando, toda su industria; en ese sentido, copiaron los más modernos modelos extranjeros y luego procedieron a perfeccionarlos. Así se desarrolló en el país oriental un espíritu siempre dispuesto al aprendizaje y al perfeccionamiento. La tecnología es un patrimonio de la humanidad, que está allí y que se puede perfeccionar inacabablemente; como producto humano no puede pertenecer específicamente a nadie, y si las potencias la quieren monopolizar, queda la opción de copiar el modelo y mejorarlo; eso fue lo que hicieron los japoneses. Para ello debieron tener (tienen) un deseo ilimitado de aprender. Este es precisamente otro de los ingredientes de la prosperidad de esa nación. 4) Cuarto Componente Subjetivo: La Empresa es mi Casa y el Trabajador no es una Mercancía sino un Ser Humano La identificación del trabajador japonés con su empresa, por razón del trato familiar que recibe en su centro laboral, hace que en la práctica la considere su propia casa. Es obvio que ese logro es el resultado de la política de mantener la armonía en las relaciones humanas y del trato en el seno de la empresa, lo que permite, a su turno, que a partir de esto surja o se ponga de manifiesto una clara actitud participativa, que es un componente de suma importancia en el progreso espectacular japonés. Como este componente lo hemos tratado en otro capítulo, prescindiremos de insistir en el punto. La Crisis Energética y los Reajustes Japoneses El crecimiento japonés ha sido, indudablemente, el más espectacular del conjunto de países industrialmente más desarrollados, según se muestra en el cuadro Nº5, siguiente:
El cuadro Nº 5 muestra el sostenido desarrollo japonés en todos los momentos considerados, es decir, en las décadas de los años 60s y los años 70s, que en suma son 20 años de intensa expansión del PBI del Japón (que, de hecho, fue el más espectacular del conjunto de países más industrializados); vale apuntar que en la década de los años 70s las tasas de todos los países considerados fluctuaron hacia el descenso, pese a lo cual, es notable que en ese contexto las tasas japonesas prácticamente fueron el doble de las que tuvieron Europa y los EE.UU. En los años 80s también el Japón muestra tasas que, si se toman en su promedio ponderado, son igualmente superiores a las que exhiben Europa y EE.UU. Lo notable del caso nipón radica en que, cuando se produjo la crisis energética, el país oriental dependía en forma total del aprovisionamiento externo de materias primas; una dependencia tan grande tendría que haberse traducido en el aniquilamiento industrial japonés, cuando subió el precio del crudo, pero no ocurrió así, sino al contrario, a partir de ese momento el país asiático se convirtió en un reto para los países de mayor desarrollo relativo, ¿cómo se explica este fenómeno? Veamos desde el punto de vista económico, los efectos del alza de los precios del crudo fueron tremendos para el Japón, pues en 1974, su PBI experimentó un violento descenso de menos el 2,1 por ciento (-2,1%), pero lo notable de todo fue su fácil reacción ante el mal, ya que después de la recuperación de 1975, la economía japonesa volvió a sus habituales altas tasas de crecimiento, a partir del año 1976. La explicación de este proceso extraordinario se encuentra en la rápida política de reacondicionamiento emprendida por el gobierno de ese país, la que se ejecutó de la manera que pasamos a reseñar. Bajo la dirección del Estado y con la colaboración privada, se procedió a clasificar las industrias, de un lado, en las de tecnología de punta a las que se les impulsó para que en las nuevas condiciones ellas pudieran ser el soporte del impulso progresivo del país, y de otro lado, en industrias altamente consumidoras de petróleo y que fueron las que soportaron los efectos de la crisis. A sabiendas que estas últimas estarían en un proceso de decadencia, el gobierno japonés se propuso, en primer lugar, evitar que pasen a depender del exterior, y en segundo lugar, decidió conducir ordenadamente la declinación de las mismas, con vistas a evitar la propagación de sus efectos negativos. En este aspecto se actuó así: Es claro que la recesión condujo a la reducción de las ventas en las industrias de aluminio, naval, siderometalúrgicas, textiles, de ferti-lizantes, etc. (las que son altamente consumidoras de petróleo o sus derivados); en total se trata de 14 ramas industriales que en las nuevas condiciones era previsible que entrarían en deterioro. El Estado a través del MITI (Ministerio de la Industria y el Comercio Exterior) organizó a estas ramas en cárteles (a los que se les llamó «Los Cárteles de la Recesión») con la idea que entre todas estas industrias, integradas en cárteles, se fueran distribuyendo entre ellas los costos de su contracción común. Entretanto, se les extendió protección enfrente de la competencia externa, lo que les permitió regular la oferta interna de los productos de estas industrias, que en los años que van de 1977 a 1981 (4 años) redujeron su capacidad productiva de entre el 4 al 55 por ciento, y transfirieron a otras ramas productivas (luego de un reentrenamiento) 86 mil trabajadores. Con esto se dio una brillante demostración de la forma en que opera un Estado que, de acuerdo con el sector privado, conduce racionalmente la contracción productiva de las ramas industriales en crisis. En el caso japonés no se soltaron las compuertas del mercado libre para que esas industrias fueran devoradas, dañando irremisiblemente el aparato productivo nacional (en el Japón, que frecuentemente es tomado como ejemplo a seguir por ciertos liberales de ultranza, no se dejó libre el mercado cuando campeó la crisis; al contrario, el Gobierno intervino en forma total, controlando precios, importaciones y oferta, para superar y vencer racionalmente la crisis recesiva deteriorante). Paralelamente, estas ramas tuvieron un especial tratamiento estatal mediante créditos blandos, preferencias fiscales, apoyo de sus programas indemnizatorios y reubicación racional (previo reentrenamiento) de sus trabajadores desplazados. Conjuntamente con la reducción de las capacidades productivas de estas ramas, se llevaron a cabo programas cuidadosamente formulados para introducir novísimas tecnologías en sus procesos productivos, orientados a reducir el consumo de petróleo e incrementar sustantivamente la productividad de sus trabajadores. El resultado es que se les revitalizó, y en muchos casos se les transfirió al exterior, como Taiwan, Corea del Sur, Filipinas e Indonesia. Mientras las ramas en declinación, agrupadas en los "Cárteles de Recesión", fueron organizadas para su contracción, revitalización y traslado al exterior, las nuevas industrias de punta, conocidas como «Intensivas en Conocimientos» fueron colocadas como la base del nuevo perfil industrial de las islas japonesas, de modo que se hicieron planes de todas las dimensiones para asegurarles una alta intensidad de crecimiento y desarrollo. Para asegurar el desarrollo intenso y continuado de las industrias de punta no sólo se hicieron previsiones de inversión (lo que supuso estimar y programar ahorros y fuentes de financiamiento), sino que se remarcó la importancia que para estos efectos tiene la educación como un medio para preparar a toda la población, no solamente para que pudiera conducir las nuevas industrias sino también para que estuvieran en condiciones de sobrevivir y expandirse. La educación sufre constantes reajustes en el Japón; estos reajustes se orientan:
Resumiendo, podemos decir que el éxito japonés es el resultado de conjuncionar las políticas Industrial, Educativa, Laboral, de Investigación Científica y Tecnológica y de la Comercialización, con los esfuerzos tanto públicos como privados para mantener sostenidamente el progreso general del país. La Reconversión Industrial Continuada del Japón Como lo señalamos líneas arriba, los efectos negativos de las alzas del precio del crudo, iniciadas en 1973, fueron particularmente arrasadoras para el Japón que, como es sabido, depende del exterior en cuanto a su aprovisionamiento de materias primas (entre las que el petróleo ocupa una posición muy relevante). Enfrentando a la nueva y grave situación, el pujante imperio se propuso reducir drásticamente el consumo de energía tradicional, para lo que decidieron realizar grandes ajustes tecnológicos en todo su aparato productivo: el televisor Triniton fue vuelto a diseñar (para que consuma menos energía) y el chasís de los automóviles fue modificado (para disminuir el empleo de metales); los automóviles pequeños (que utilizan menos gasolina y menor cantidad de metales) fueron perfeccionados; las acerías y las fábricas productoras de cemento cambiaron sus procedimientos, de modo que de inmediato redujeron el consumo de combustible en un 20 ó 30 por ciento (lo que, junto con la robotización, hizo que el producto japonés sea de una gran competitividad); en fin, todo el aparato productivo del Japón fue puesto en la perspectiva de la alta tecnología (o sea, aquélla que emplea la robótica, la electrónica, la bioingeniería, las telecomunicaciones y los ordenadores). En el Japón ya es tradicional la coordinación muy estrecha que existe entre el gobierno y todo el sector productivo, siendo el organismo encargado de esta función el Ministerio de Comercio Internacional e Industria (MITI) que tiene la misión de regular el comercio exterior en función de las orientaciones de toda la industria japonesa y de observar detenidamente el desarrollo tecnológico internacional, lo que le permite orientar el proceso nacional con vistas a superar a las potencias extranjeras competidoras. De su lado, las empresas mantienen informado al MITI sobre sus planes productivos y de sus avances tecnológicos, que se fundan en la visualización del futuro proyectado hacia el siglo XXI, en que el Japón se ha propuesto convertirse en la primera potencia mundial, con una población en que todos los adultos hayan pasado o estén pasando por la universidad y en que se pretende que todos sus habitantes tengan una alta formación, para lo que se reajusta constantemente todo el proceso educativo, a base de directivas provenientes tanto del gobierno como de las universidades líderes del país. Es a partir de estos procedimientos que las grandes empresas japonesas llevan a cabo sustantivos cambios en sus planes productivos y en sus procedimientos tecnológicos, tal es el caso, de Hitachi que volcó sus mayores esfuerzos a la producción y mejora de ordenadores y semiconductores, lo mismo hizo la Fujitsu que, además, emprendió el camino de la fabricación en gran escala de robots industriales; la Kawasaki en competencia con la anterior se lanzó a la fabricación de robots (rama en la que, con esfuerzos, asumieron la primacía) la Toray, tradicional empresa química, se cambió rápidamente al giro de la biotecnología y bioquímica, enfrentándose en este campo a la inmediata competencia de la Ajinomoto; así sucesivamente. En todos estos casos, la preocupación nipona se centró en dos aspectos claves, que son: en primer lugar, la búsqueda permanente de la simplicidad (para lograr la reducción en el empleo, tanto de la energía, como de los insumos metálicos) y en segundo lugar, el cuidado muy esmerado del detalle, para así lograr el perfeccionamiento de la calidad del producto obtenido. Es válido insistir en que el Ministerio de Comercio Internacional e Industria (MITI) es el que establece las principales orientaciones en cuanto a los reajustes tecnológicos que se deben emprender. Esto implica que el Estado, a través del MITI, les indica a las empresas (y ellas cumplen estas indicaciones) cuáles ramas productivas deben reducirse o desaparecer, y correlativamente, señala las ramas productivas que deben ser creadas, organizadas o impulsadas. En cumplimiento de sus funciones, el MITI diseña el futuro configurando los logros y avances tecnológicos que deberá alcanzar el Japón, en competencia con las otras potencias mundiales; así es como, por ejemplo, ya aventajaron a los EE.UU. en el manejo de la estructura de los ordenadores (hardware) y ahora se han propuesto sobrepasar a las potencias occidentales en el software ( o sea, en las instrucciones a los ordenadores); dado que para estos propósitos es preciso dominar absolutamente el lenguaje de las computadoras (a partir de lo cual se emprende la formulación de la programación de las computadoras realmente originales) lo que ahora se está buscando es la incorporación de miles de especialistas encargados de la enseñanza y la conducción del trabajo de producir programas diversos, al mismo tiempo que se ha organizado el espionaje tecnológico japonés en el extranjero y también, por supuesto, en las costas del Pacífico de los Estados Unidos (en el famoso "Silicona Valley") en que ella se orienta a la captación de paquetes de nuevos programas para su empleo en las islas niponas. En el campo de la robótica, el MITI ha dado la directiva de alcanzar y sobrepasar a las potencias occidentales en el diseño y construcción de robots inteligentes (para lo que se busca potenciar los cerebros ordenadores, dotándolos de propiedades equivalentes al oído y la sensación) que ya existen pero que hay que perfeccionar, a la par que se organiza su producción en serie; estos robots inteligentes reemplazarán a los obreros especializados de las industrias sofisticadas. En biotecnología se ha dado la directiva de operar en tres direcciones definidas, que son: en primer lugar, en el plano de las técnicas referidas a la escisión de genes y su reinserción; en segundo lugar, en los nuevos ambientes en que se desarrollarán las bacterias programadas para producir determinados bienes, y en tercer lugar, en la obtención de las sopas o alimentos apropiados para hacer posible la supervivencia, reproducción y producción de las bacterias programadas para los efectos. En materia de ordenadores, el MITI ha planteado a la industria nipona el diseño y fabricación del ordenador de la quinta generación que tendrá la propiedad de procesar informaciones numéricas y no numéricas, que empleará la voz (es decir que hablará) en lugar de responder a través de pantallas que transcriben palabras escritas, que tomará decisiones y emitirá juicios y que, por tanto, devendrá en el compañero del hogar, del trabajo y aun de los deportes y las distracciones; este ordenador, verdaderamente fantástico, considera el (MITI ) , pondrá al Japón en la condición de la primera potencia mundial del siglo XXI. Para hacer posibles estos ambiciosos objetivos, con el concurso financiero del gobierno y las empresas, se ha construido toda una «Ciudad de la Ciencia» en que habitan alrededor de 10,000 científicos e ingenieros de la más alta calificación, que están dedicados enteramente a la creación o a la producción de verdaderas riadas de novedosas invenciones. También el sistema educativo en su integridad está sometido a un fenomenal y continuo proceso de cambios y perfeccionamiento, orientado a la formación masiva de gentes cultas, pero también altamente especializadas en normas proveedoras o participantes de la alta tecnología y que, por tanto, sean capaces de crear e innovar. En todo caso, el siglo que viene será testigo de hasta qué punto estas ambiciones tienen concreción o no. Las fluctuaciones norteamericanas La crisis energética de 1973 cogió de sorpresa a los grandes y poderosos empresarios transnacionales de los EE.UU., aquéllos que habían construido el mundo de la segunda postguerra mundial y que, por ello mismo, eran admirados por todas las mentes colonizadas del mundo. Esos grandes empresarios eran también los gigantes de las finanzas, que tenían como antecesores a los grandes capitanes de las industrias, que hicieron y surgieron en los inicios mismos de la Segunda Revolución Industrial ( o sea, en la segunda parte del Siglo XIX); pero a diferencia de esos sus antecesores, los grandes gerentes de las transnacionales y de las altas finanzas estaban totalmente desvinculados de la producción directa y de los asuntos tocantes a la tecnología, porque su mayor preocupación (y también, por supuesto, su formación profesional) estaba centrada en los aspectos financieros y administrativos de la vida empresarial (lo que es precisamente típico en la formación universitaria de la Escuela de Administración de la Universidad de Harvard). Estos grandes personajes ni siquiera pudieron imaginar los tropiezos (o crisis) de la economía norteamericana de los años 70s y 80s. 1) La Crisis Energética de 1973 Como es sabido, después de la Segunda Guerra Mundial y su correspondiente postguerra (década de los años 50s) en que los Estados Unidos vive un espectacular período de auge, que luego es seguido por un período de fuerte reducción de su crecimiento en la década de los años sesentas (en que se observa un práctico estancamiento) que pareció que sería superado en la década de los años setentas, en cambio de lo cual ocurrió la crisis energética de 1973, que conmovió toda la economía mundial. Habida cuenta que, como del crudo se obtienen 30,000 subproductos que se emplean en todas las actividades y que son el fundamento de la tecnología desarrollada en la Segunda Revolución Industrial, la consecuencia del fenómeno fue que todas las industrias fueron remecidas desde sus cimientos. La respuesta a la crisis energética de los grandes gerentes y de directivos de las corporaciones norteamericanas fue totalmente inadecuada, tanto, que su catástrofe resultó totalmente clamorosa. Un ejemplo puede darnos una idea de lo que decimos: la United States Steel Corporation, que es la empresa más gigantesca del país norteño dedicada a la producción siderúrgica, cuando se produce la conmoción, en lugar de lanzarse a cambiar su tecnología basada en el empleo del petróleo, su alta gerencia se embarca en un minucioso estudio de la situación financiera y adopta la decisión de tomar los recursos de la gigantesca empresa para emplearlos en la adquisición de papeles de las industrias petrolíferas, con el resultado que, cuando afluyeron los productos siderúrgicos más baratos del Japón, la United States Steel Corp. arroja enormes pérdidas, que no pueden ser absorbidas por las ganancias que sus títulos petrolíferos tuvieron; entonces, para salvarse recurre al gobierno el que, haciendo un enorme esfuerzo (y para proteger la imagen nacional) ayuda a la Corporación con los recursos públicos; no obstante ello, en la década de los 80s la gigantesca empresa siderúrgica entra en franco proceso de decadencia. Las fallas en la conducción del enfrentamiento de la crisis petrolífera por parte de los gerentes norteamericanos (y también de la alta dirección política del país) dieron lugar al estancamiento recesivo de esa potencia: las tasas de incremento de la productividad del país bajan de un promedio del 2,7 por ciento anual que tuvo en los años anteriores, a sólo el 0,3 por ciento que mostró en el período 1973-1975; siendo los dos años siguientes al de la crisis energética los que muestran las tasas de crecimiento del PBI negativas (lo que es verdaderamente insólito en el proceso norteamericano de la Segunda Postguerra). Otros indicadores habrían de poner de manifiesto el sacudón negativo del 73; tales indicadores son:
2) ¿Hay Desindustrialización Norteamericana? En todo caso, la situación se presentó de un modo tal, que en todos los medios profesionales se planteó la discusión sobre si la potencia norteamericana vivía o no en un período de desindustrialización. El economista Galbrait escribió sobre la Era Postindustrial, que los servicios irían reemplazando a las actividades industriales productivas de bienes físicos. También se puso en debate el hecho que en la Era Postindustrial habría desocupación por causa de la sustitución de la mano de obra humana por los robots y las máquinas-herramientas de control digital; estos debates, sin embargo, fueron aplacados por algunos estudios sistemáticos demostrativos del hecho que, contrariamente, la tecnología de punta más bien daría lugar al incremento de la ocupación, lo que fue ratificado por la experiencia del Japón, en donde la actual Revolución Científica y Tecnológica ha dado lugar a que mejore la ocupación y que se reduzca el coeficiente de desocupación a su mínima expresión. De los círculos especializados, las discusiones se desplazaron al plano político, en que los demócratas sostenían que habiendo desindustrialización había que proteger al sector manufacturero de la competencia externa, hasta que por un proceso deliberado de reindustrialización estuviera el país en condiciones de enfrentar con éxito la competencia con sus similares del extranjero. Los republicanos, en cambio, plantearon una política consistente en la sola búsqueda del equilibrio externo (o sea, la superación de los déficit de la Balanza en Cuenta Corriente, mediante restricciones en las importaciones de mercancías extranjeras, prohibición de compras en el exterior y diversos otros) y el aumento de las exportaciones norteamericanas de bienes materiales (mediante el incremento del endeudamiento de los países pobres, la imposición internacional del ultraliberalismo comercial, la reducción en el exterior de las tasas arancelarias, los créditos "atados", la supresión de trabas administrativas en el exterior para las compras en los EE.UU. etc.) pero también, y principalmente, de servicios, ya que en el plano de los bienes del sector manufacturero los EE.UU. han ido perdiendo su capacidad competitiva. Esta política de práctico abandono del proceso de reindustrialización se impuso, porque los republicanos ganaron sucesivas elecciones a los demócratas. Como la política comercial republicana fracasó (puesto que no pudo lograr el equilibrio de la Balanza de Pagos de su país) el gobierno de Washington procedió a emplear profusamente los recursos financieros (para resarcirse de sus déficit) tales como el aumento de las tasas de interés o la especulación, para sustraer recursos principalmente de las áreas pobres, con vistas a solventar sus dificultades externas. Pero tampoco esto les ha dado resultados suficientemente positivos a los gobernantes norteamericanos, que no han podido impedir que año tras año el país norteño pierda terreno como potencia económica internacional. 3) Los Cambios Originados por la Revolución Industrial Pero los grandes cambios generados por la revolución científica y tecnológica han introducido profundas modificaciones en toda la vida económica, como el uso de otras fuentes energéticas y el empleo de nuevos materiales. En el primer plano, sucedió que a raíz de las alzas petrolíferas iniciadas en 1973 se tendió a la sustitución del petróleo por el carbón y por los medios no convencionales generadores de energía; paralelamente, la nueva tecnología se formuló de manera que funcionara con un mínimo de energía (o que ella se reciclara); en el segundo plano, las cosas se plantearon de manera que muchos materiales como el acero fueron reduciéndose en su empleo por obra de su reemplazo por otros materiales. Como todos esos cambios ocurrieron al mismo tiempo que los países árabes efectuaban grandes inversiones en sus territorios, para establecer industrias con tecnología anterior, las obligaciones financieras de los mismos con el exterior aumentaron enormemente. Así se tuvo una situación según la cual, al iniciarse el año 82, la demanda del crudo había descendido al tiempo que los países integrantes de la OPEP necesitaban mayores recursos, razón por la cual aumentaron las ofertas del crudo; esto dio lugar a que el precio de esta materia prima bajara de los 34 dólares el barril al nuevo nivel de sólo 26 dólares. Esta baja marcó el punto de inicio de la declinación del poderío de la OPEP e hizo pensar en el comienzo de un período de auge en la economía norteamericana, al menos eso es lo que pensaron que ocurriría los grandes gerentes que aún permanecían a la cabeza de las más importantes corporaciones. Pero las predicciones quedaron totalmente frustradas por la realidad dado que el PBI de los EE.UU. cayó bruscamente el año 1982 a menos de 2,6 por ciento. Lo que había sucedido es que ese año afluyeron al mercado norteamericano grandes masas de mercancías japonesas provenientes de su alta tecnología; tal es el caso, por ejemplo, de la industria automotriz, que en el Japón se había robotizado totalmente hacia comienzos de los años 80s, al mismo tiempo que fabricaban vehículos de mejor calidad, más pequeños, que emplean menos combustible y por tanto se vendían a menos precio que el producto norteamericano. Hecho similar sucedió con los productos provenientes de la industria siderometalúrgica y de la productora de navíos, todas las cuales estaban completamente robotizadas en el Japón, en tanto que sus similares de los EE.UU. lo estaban parcialmente. Para evitar la debacle total de esas poderosas ramas productivas, el presidente norteamericano debió viajar al Japón para pedir que las empresas de esa nación autolimitaran sus envíos hacia el país norteño, lo que salvó transitoriamente a esas áreas productivas, en las que hasta hace poco EE.UU. era la mayor potencia indiscutida del mundo occidental. 4) Los Nuevos Centros Industriales de los EE.UU. A pesar de ello, sería incorrecto pensar que en los EE.UU. se ha perdido la capacidad de competir. De modo alguno; allá hay áreas de punta en todos los campos y de gran prosperidad, como es el caso de la costa del Pacífico, en que florece el «Valle de la Silicona», que no sólo muestra un enorme dinamismo en las ramas de la electrónica y telemática, sino también en la biotecnología y los nuevos materiales. Las empresas de la alta tecnología que prosperan en esa región tienen dos particularidades muy relevantes, que son: En primer lugar, los directivos y gerentes de las unidades productivas de punta no son los poderosos financistas que simbolizaron a las grandes corporaciones transnacionales, sino técnicos de la más altas calificaciones o científicos de élite (entre los que se encuentran muchos premios Nobel, que jamás pensaron ser ejecutivos de una gran empresa). Estos nuevos personajes son la negación de los relucientes ejecutivos del pasado que se formaban en la Escuela de Administración de Harvard (a la que se culpa del retraso relativo de las industrias de punta del país norteño) pues representan a los nuevos ejecutivos con especial formación científica y tecnológica, que estudian en univer-sidades como la de Stanford, el Instituto Tecnológico de California o la Universidad de California. n segundo lugar, los centros de la nueva industria no son ahora ni los puertos, ni los nudos ferroviarios o carreteros como en el pasado, sino las grandes universidades que forman a científicos de muy alta especialización y que realizan continuas e importantes investigaciones, que rápidamente pueden ser incorporadas a las actividades pro-ductivas. Pero, si bien muchas universidades de ese país impulsan el progreso, las empresas jerarquizadas que aún operan en EE.UU. no han mostrado la suficiente flexibilidad para permitir la rápida difusión de la tecnología de vanguardia. Otra debilidad evidente de la sociedad norteamericana es su sistema educativo, que no se ha extendido suficientemente y que no logra resultados espectaculares en materia de la excelencia que los nuevos tiempos requieren. Sobre estos problemas hay conciencia, pero parece ser que no la suficiente como para que los males sean superados en la medida que se precisa para impedir la relativa decadencia tendencial de la economía norteamericana. 5) Las Dificultades Externas Norteamericanas El comportamiento de la economía norteamericana nos dice que durante la década del 80s hubieron dos años en que la economía de los EE.UU. tuvo tasas de crecimiento negativo (lo que sucedió en 1980 y 1982) y 8 años de crecimiento bastante moderados. En promedio (aritmético) la tasa de crecimiento anual de los diez años correspondientes a los que van de 1980 a 1989 fue de 2,7 por ciento anual, que obviamente es pequeña y que nos dice que esa economía está en «estancamiento secular», suceso que en un mundo tan diná-mico como el que tenemos hoy es verdaderamente grave, pues, rela-tivamente nos muestra una decadencia secular en comparación con otros países. Una expresión adicional de la decadencia relativa de ese país se muestra en el Cuadro Nº 7, que nos da razón de sus déficit de su Balanza de Pagos en Cuenta Corriente. Cuadro Nº 7
El cuadro Nº 7 relieva el hecho de que, a partir de 1982 en que se produce la más espectacular caída del PBI norteamericano, el Saldo Negativo de la Balanza de Pagos en Cuenta Corriente de ese país rápidamente se elevó de menos 8,7 mil millones (en 1982) a menos de 46,3 millones en 1983, hasta menos de 107,1 mil millones de dólares en 1984, para mantenerse por encima de los 100 mil millones de dólares como saldos negativos desde 1984 para adelante. Los enormes saldos negativos de la Balanza en Cuenta Corriente de ese país expresan que su competitividad enfrente del Japón y de Europa ha decaído fuertemente y se ha mantenido en declive. Pero también el Cuadro aquél pone de relieve que el dólar estadounidense se encuentra sobrevaluado (o se puede decir, igualmente, que en condiciones en las cuales la industria del país norteño perdía competitividad, su divisa mantuvo una paridad artificial, pues debió haberse ido devaluando). Tal sobrevaluación ha sido mantenida solamente para dar una apariencia de solidez del dólar, que hasta el presente es utilizado como una moneda de pagos y equivalencia internacional. Pero una situación tan artificial como ésta no puede mantenerse indefinidamente, sin que se produzca en algún momento una fuerte caída de la divisa norteamericana, hecho que marcará el momento del quiebre en la evolución económica norteamericana. 6) La Desocupación Hay otro hecho que las cifras ponen de relieve: es el fenómeno de la desocupación absoluta, que en los Estados Unidos se ha mantenido en niveles fuertemente altos, según se registra en el cuadro Nº 8 siguiente: Cuadro Nº 8
Estimaciones diversas apuntan en el sentido que, para los Estados Unidos, las tasas de desocupación que sobrepasen el 5,0% de la PEA son sumamente críticos, de donde se sigue a la luz del cuadro Nº8 la situación laboral de ese país se ha movido en proporciones muy malas, puesto que desde 1983 la desocupación no bajó del 5,5%, siendo el promedio aritmético de su desocupación absoluta del 6,9% en los 7 años consecutivos que van de 1983 a 1989. En las perspectivas de la economía moderna, para encarar con eficacia el mal de su desocupación, los EE.UU. deben resolver dos de sus otros problemas económicos, que son: (1) de un lado, el retraso relativo de sus industrias de alta tecnología; y, (2) de otro lado, la superación de su déficit de Balanza en Cuenta Corriente (en el entendido que importar bienes y servicios es importar desocupación, en tanto que exportar los mismos es exportar desocupación). 7) La Alta Tecnología en el Desarrollo Económico Las cifras estadísticas nos informan que el sector más dinámico de la economía norteamericana es el que está comprendido en el amplio campo de la alta tecnología. Según Isaac Minian ("Cambio Estructural y Producción de Ventajas Comparativas"): «De 1978 - 1984 la tasa de crecimiento promedio de la industria norteamericana fue de más o menos el 2,8% anual. En ese mismo período, las industrias de la alta tecnología mostraron una tasa de crecimiento del 14,0% anual, o sea, de 5 veces más que el promedio general». Las tasas diferenciadas de crecimiento anteriores explican, por otra parte, que las industrias de alta tecnología pasaron de cubrir el 6,1% de todo el sector industrial (en 1977) al 12,9% (en 1984). A mediados de la década de los 80s, las
industrias de la información cubrían el 3,3% del PBN de los EE.UU. (que es el
equivalente del valor generado por toda la industria automovilística de ese país). Hacia
1990 la industria de la información es la más importante del total industrial. 8) Aspectos Positivos y Negativos del Proceso Norteamericano En resumen, puede apuntarse que la economía norteamericana muestra aspectos positivos (fuertes) y aspectos negativos (o débiles), en el entendido que hasta hoy predominan estos últimos; ambos aspectos son los que siguen: 8.a) Los Aspectos Positivos (o
Fuertes)
8.b) Los Aspectos Negativos (o
Débiles)
|