INOCULACIÓN,ENFERMEDAD Y MUERTE DE CARRIÓN
(CONTINUA)

 

Por alimentos, caldos, churrascos y vino.

Los días 29 y 30 de Setiembre y el 1º de Octubre, estuvo sometido al mismo régimen, á excepción de la primera fórmula que fué reemplazada por el jarabe yoduro de fierro, a la dosis de una cucharada en el almuerzo y en la comida. Además se le administró Vino de Peptona.

El día 2 en la mañana, tuvo lugar una junta, compuesta de los DD. Villar, Macedo y Chávez, que dio por resultado el tratamiento siguiente:

Clorato potasa ………………………….. 4 gramos

Agua …………………………............... 500 "

Tint, percl. Fierro ………………………. 8 "

Acido clorhídrico ……………………….. 10 gotas.

Una copita cada dos horas.

Inhalaciones de oxígeno, [30 litros diarios].

Pulverizaciones de ácido fénico en la habitación.

Régimen alimenticio, el mismo que en el día anterior y además jugo de carne y leche.

En el día 3, los vómitos que provocaba la ingestión de la Limonada Rusa, así como las diarreas que al mismo tiempo aparecieron, motivaron el cambio de medicación, que quedó reducida á lo siguiente:

Salicilato de bismuto, 2 gramos, dividido en 6 papeles, uno cada 2 horas.

Albuminato de fierro, un gramo, en 5 papeles, 1 cuatro veces al día.

Como tisana, agua gaseosa, nieve, helados, agua albuminosa y en fin agua con vino, que ha sido la mejor soportada.

Continuó este tratamiento: hasta las 12 a.m. en que fue trasladado a la Maison de Santé, donde se reunió á los pocos momentos de su llegada, una Junta, formada por los DD. Villar, Romero, Flores y Chávez. No obstante la opinión de la mayoría de la Junta, en favor de la transfusión sanguínea, fue aplazada la operación para el día siguiente, quedando sometido el enfermo al tratamiento siguiente: Inyecciones intravenosas de ácido fénico y 20 centígramos de albuminato de fierro cada 2 horas; se continuaron además las inhalaciones de oxígeno y las pulverizaciones de ácido fénico; como tisana, agua gaseosa y como alimentación, caldos y polvos de carne. Tal fue la última medicación que se opuso a la enfermedad de Carrión, cuya historia acabamos de describir a grandes rasgos.

El diario El Comercio, en su edición del día 5 de octubre de 1885, en la página 2 del Nº 15615 relata:

"El estudiante de Medicina Sr. Carrión que según anunciamos en días pasados se había inoculado el virus de la verruga, después de haber pasado el primer pe- riodo, en el segundo ha sido acometido por la fiebre de la Oroya y se encuentra bastante grave".

"Deseamos se restablezca".

En el Registro Estadístico de la "Maison de Santé" correspondiente al día domingo 4 de octubre de 1885, en las páginas 164 - 165, figura lo siguiente:

Entrees Octubre 4.- Carrión Daniel.- Nº 21

Nacionalité: Peruvian.- Proféssion: Estudiante de Medicina.

Age: 24. Condition: Garcon.- Maladie: Fiebre de La Oroya.

Sorties: 4 G.- 8 m.-6. Morte: le 5 Octubre.

Entrada principal del hospital francés "Maison de Santé" en 1885
Allí falleció Daniel A. Carrión, se le practicó la autopsia y salieron sus restos mortales hacia el cementerio general "Presbítero Matías Maestro"

 

Interior del hospital francés "Maison de Santé", en 1885

 

Defunción de Carrión

Velatorio en la "Maison de Santé"

 El cadáver de Carrión fue velado en el hospital francés el día martes 6 de octubre de 1885.

Aviso de defunción de Daniel A. Carrión

 En el diario "El Comercio" del día martes 6 de octubre de 1885, en la página 2 del Nº 15618 aparece el siguiente aviso:

 

"DEFUNCIÓN"

El hermano y demás relacionados del que fue Practicante de Medicina

Dn. Daniel Alcides Carrión

(Q.D.D.G.)

Suplica a sus amigos y a los que fueran del finado se dignen acompañarlo a la translación de sus restos del Hospital Francés al Cementerio General, mañana Miércoles a las 8 de la mañana.

Favor al cual quedaremos profundamente agradecidos.

Lima, 6 de Octubre de 1885."

2061

 

Autopsia a los restos de Carrion

El día Miércoles 7 de Octubre, mientras se velaba los restos del malogrado estudiante Daniel A. Carrión, en el hospital francés, se presentaron, por mandato del Subprefecto e Intendente de Policía del Cercado de Lima, Coronel Exequiel del Campo, los médicos legistas Drs. Ignacio La Puente, Leonardo Loli y Manuel M. Vega para ejecutar la necropsia de ley en el cadáver de Carrión.

Este fue el inicio del juicio que comenzó con este hecho y que será ampliado en el capítulo correspondiente.

Fachada del hospital Dos de Mayo - Lima
En la sala Nuestra Señora de las Mercedes se le hizo la inoculación a Carrión

 

 

Carmen Paredes,

enferma cuya sangre
fue
inoculada a Carrión

 

Dr. Evaristo Chávez,

practicó dos inoculaciones
del botón
verrucoso de un paciente
a cada
brazo de Carrión

 

SEPELIO DE LOS RESTOS DE CARRIÓN

 Transcribimos el artículo publicado en "La Crónica Médica Vol 2 - 1885 p. 435.

"SECCIÓN VARIEDADES"
Las exequias de Daniel A. Carrión.

Solemne e imponente cual corresponde a lo grandioso del sacrificio del apóstol de la Ciencia, cuyo nombre encabeza estas líneas, así fué la ceremonia que conmovida presenció la capital la tarde del día 7 del presente mes.

A las cuatro de la tarde de ese día se encontraban reunidos en la "Maison de Santé", lugar donde exhaló su último suspiro nuestro malogrado e inolvidable compañero, todo lo que tiene de más notable el cuerpo médico: los estudiantes de la Facultad de Medicina, alumnos de las distintas Facultades, una comisión de la Sociedad "Unión Fernandina", y un inmenso concurso de personas notables que habían ido a rendir su primer tributo de admiración, á quien tan bien había empleado los pocos años de su vida. Sobre su féretro se veían algunas coronas fúnebres, entre las que notamos una enviada por la Sociedad "Unión Fernandina", y otra por "sus compañeros".

Pocos momentos después se puso en marcha el cortejo fúnebre, siendo conducido el cadáver en hombros por sus condiscípulos, los estudiantes de la Facultad de Medicina, desde la Casa de salud francesa, hasta la plazuela de Santa Clara, habiendo llevado las cintas en este trayecto nuestros afamados prácticos, los doctores Mariano Macedo, Francisco Almenara Butler, Eduardo Sanchez-Concha, y Ricardo L. Flórez.

Llegado el cortejo fúnebre al Cementerio, pasó nuevamente el cadáver a los hombros de sus compañeros de tareas escolares, llevando las cintas los doctores Mariano Macedo, Manuel C. Barrios, Eduardo Sánchez Concha y Francisco Almenara Butler.

Antes de cerrarse para siempre la tumba que iba a encerrar reliquias tan sagradas, se pronunciaron discursos por los Dres. Macedo y Almenara Butler, y por los alumnos Casimiro Medina, Eduardo Showing, Enrique Mestanza y Manuel I. Galdo.

El Dr. Mariano Macedo

Señores:

No hay palabras que puedan expresar la abnegación heroica de Carrión, ni el dolor profundo del cuerpo médico, por la pérdida del obrero más intrépido de la ciencia. Carrión en su empeño de hacer un estudio completo de la verruga, quiso inocularse, observar en su propia persona los fenómenos de esta enfermedad, la muerte ha sido el resultado de su elevado propósito. Sólo las almas dotados de un amor delirante por la ciencia y de una profunda filosofía para despreciar la vida, cuando se trata del bien y de los grandes intereses de la humanidad, son capaces de realizar estos portentosos hechos. Carrión había reunido estas dos cualidades y con el sacrificio de su vida, deja resuelta la unidad etiológica de la verruga y de la fiebre de la Oroya.

Señores: El nombre de Carrión pasa á la historia y con iguales títulos que los venerables nombres de Jenner, Pasteur, Ferran y Freyre, se repetirá de siglo en siglo con la gratitud entera de los hombres de corazón.

 

El Dr. Almenara Butler

Señores:

No es el cadáver de una existencia cansada, ni la víctima de la lucha incesante de los elementos contra el hombre lo que acabamos de ver desaparecer tras esa lápida; son los restos de un joven audaz de 26 años, que con paso firme y sereno el rostro llama á la puerta de la eternidad, resuelto a penetrar por ella si su empresa sale mal; son los restos de un estudiante de medicina, que contestando al ¡quién vive! que da la ciencia moderna, toma su estandarte y se precipita en la senda desconocida, que para la felicidad de todos iniciaron Villemin, Pasteur, Koch y otros muchos sabios, y que sucumbiendo en la brecha ha dejado inscrito en nuestros corazones y en la historia de la medicina nacional su nombre de Daniel Carrión.

El progreso y el adelanto que de un siglo a esta parte viene haciendo la Medicina, adquiriendo descubrimiento tras descubrimiento, atenuando las fuerzas ciegas que mortifican la hombre y conservando mejor y por más tiempo la vida humana, ha tocado también á nuestra puerta y ha hallado también hombres, que dotados de un temperamento científico quieran encargarse de hacer, como alguien ha dicho, más justa y más humana la ley de la vida.

A los experimentos en Europa y en algunos Estados de América, sobre el cólera y la fiebre amarilla, enfermedades de esos suelos, á las inoculaciones de Ferran y de Freyre, debían seguir las de las verrugas, enfermedad propia del Perú, y Carrión quiere encargarse de ello, comenzando en sí mismo las inoculaciones, sin esperar ver primero el camino que le trazara la práctica preventiva de la Patología comparada por los efectos de los principios morbosos humanos en los animales inferiores. ¡Brillante aurora del sabio futuro, que realiza en sí mismo la reflexión profunda del inmortal Cuvier cuando dice: "El hombre no será bien conocido si no se le estudia en el hombre".

No es este el recinto ni la oportunidad de medir las proporciones científicas de la experiencia emprendida en su misma persona, por Carrión; tiene el país centros médicos y profesores distinguidos que hablarán en su oportunidad de tan temeraria empresa, y á ellos queda el encargo de recoger el hermoso legado que ha dejado Carrión con su muerte, para fundar sobre él la historia clínica y patológica de las verrugas en su gran faz de la fiebre de la Oroya.

A nosotros, hermanos en el arte con la noble víctima, solo nos queda por hoy el dolor de llorar tan temprana muerte, lamentándonos que naturaleza tan bien organizada, para el ejercicio del magisterio del médico, haya desaparecido dejando segadas las esperanzas que su familia y el cuerpo médico tenían derecho a abrigar, vistas sus prendas personales y su amor a la ciencia.

Daniel Carrión, tú que has muerto por algo mas grande que el interés material, tú que has sabido honrar á tu patria legando á su medicina el experimento de tu muerte por una enfermedad, que hoy sabemos que es inoculable, recibe allá en la eternidad el galardón de tu empresa humanitaria.

Adiós para siempre, caro amigo y distinguido discípulo".

 

El estudiante de Medicina Sr. Manuel I. Galdo

Señores:

Al golpe del rayo que sin cesar atormenta y enluta el corazón de la humanidad ha caído herido nuestro estimado amigo y compañero.

Su existencia joven y lozana que ayer no mas era una promesa del porvenir, no es hoy sino la triste reliquia del pasado.

Tan pronto el fatigado viajero reclina la frente bajo la apacible y frondosa copa de la palmera, como a la fúnebre y melancólica sombra del ciprés.

Al separarse de nuestro lado en la flor de sus días, nos deja una brevísima pero elocuente lección de su anhelo por contribuir al engrandecimiento de la Medicina Nacional; mediante un acto heroico iluminado por los resplandores de la gloria.

Dotado de un espíritu superior, Daniel Carrión poseía una verdadera modestia, esa compañera inseparable del genio. Tocaba al término de sus labores en la Facultad, siendo su preocupación constante conocer las leyes de una enfermedad alarmante en el suelo de su Patria. Deseaba obtener su primer grado académico y eligió para objeto de su tesis el estudio de ese problema, que por su importancia científica roza con las más arduas cuestiones debatidas en el Mundo Médico.

Resolvió pues, con singular empeño formular en ella el resultado de sus propias observaciones, experimentando en su organización los fenómenos cuya explicación permanecía aún velada en la región de las hipótesis.

Pero señores, este designio ha sido abatido por la fatalidad que siempre combate las grandes empresas del hombre. Sin embargo, esa tesis no está incompleta: en las últimas páginas que aun le restaban, se consignará la necrología del autor como la prueba más incontestable de su argumento.

Y vosotros, jóvenes amigos, que habéis venido a sellar la tumba de nuestro compañero con el inestimable homenaje del dolor sincero, notad que no estamos solos en esta mansión solitaria. Ahí está la grandiosa imagen de la ciencia, que ha detenido la marcha de su vuelo triunfante a las puertas de este sepulcro, para consagrar la memoria de la noble víctima que se inmolara por su nombre y grandeza.

Amigo querido: adiós. Duerme tranquilo el sueño de la muerte. Vive feliz la vida de la inmortalidad en el seno de lo Infinito.

En el Campo Santo sus restos fueron inhumados en el Cuartel Santa Ana, en el nicho N 185 Letra C.

Así han sido honrados por sus compañeros de profesión los restos del que al morir ha legado a su patria un nombre inmaculado y a la Medicina Peruana una de sus brillantes páginas."

 

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