La semiótica
considera todos los fenómenos culturales como fenómenos de comunicación. Y no sólo
eso. Los considera también como procesos de significación. Como ya se ha dicho, un
proceso comunicativo es, en efecto, el simple paso de una señal que tiene una fuente y
que, a través de un emisor y a lo largo de un canal, llega a un destinatario. Pero esta
condición sólo ratifica que la señal produce una reacción en el destinatario como
respuesta a un estímulo, y no que la señal tenga la capacidad de significar algo. Cuando
la comunicación se produce entre máquinas, por ejemplo, se tiene comunicación porque
hay un pasaje de señales de una máquina a la otra y la segunda reacciona frente a esa
señal, pero no se tiene significación. En cambio, cuando el destinatario es un ser
humano (y no importa que lo sea la fuente: basta con que ésta emita mensajes construidos
según reglas conocidas por el destinatario humano), estamos en presencia de un proceso de
significación que requiere una interpretación por parte del destinatario mismo.
En este sentido, tal como dice Eco en el Tratado de semiótica general (1975),
"la semiótica tiene que ver con cualquier cosa que pueda ser asumida como
signo. Es un signo toda cosa que pueda ser asumida como un sustituto significante de
cualquier otra cosa. Esta otra cosa no debe existir necesariamente, pero debe subsistir de
hecho en el momento en el cual el signo está en su lugar. En ese sentido, la semiótica
es, en principio, la disciplina que estudia todo aquello que puede ser usado para
mentir". A partir de estas definiciones, se puede decir que la semiótica tiene
frente a sí un campo de intervención extremadamente amplio: se ocupará del lenguaje
animal (partiendo de un límite no cultural hasta un límite superior y complejo), de la
comunicación táctil, de los sistemas del gusto, de la paralingüística, de la
semiótica médica, de cinésica y proxémica (gestos, posturas, distancias), de los
lenguajes formalizados (álgebra, lógica; química, por ejemplo), de los sistemas de
escritura, de los sistemas musicales, de las lenguas naturales, de las comunicaciones
visuales, de las gramáticas narrativa y textual, de la lógica de las presuposiciones, de
la tipología de la cultura, de la estética, de las comunicaciones de masa, de los
sistemas ideológicos. De todo, si se quiere. Pero de todo siempre desde el punto de
vista de la comunicación y de la significación.
En este punto,
comienza a ser claro el significado del binomio "arte y comunicación". Quiero
poner en claro que el arte, como condición de ciertas obras producidas con fines
estéticos y de la producción de objetos con efecto estético, es un fenómeno de
comunicación y de significación, y puede ser investigado como tal. Esto significa que
tendremos que partir de algunas premisas:
a) que el arte
sea un lenguaje;
b)
que la cualidad estética, necesaria para que un objeto sea artístico, también
pueda ser explicada como dependiente de la forma de comunicar de los objetos artísticos
mismos;
c)
que el efecto estético que es transmitido al destinatario también dependa de la
forma en que son construidos los mensajes artísticos.
Es obvio que cada una de estas premisas crea problemas. En el
curso de los últimos decenios, por cierto, cada una de ellas constituyó un tema de
debate, a veces hasta extremadamente intenso. Por ejemplo: afirmar que el arte pueda ser
analizado como fenómeno comunicativo ¿significa, quizá, que la comunicación (o mejor,
las teorías que se refieren a la comunicación) puede explicar el arte? A una
pregunta como ésta se puede contestar tanto afirmativa como negativamente. Si por
"explicar el arte" se entiende dar cuenta de los fenómenos artísticos
atribuyéndoles un juicio de valor, reconstruyendo las intenciones del artista, su
psicología, su relación con la sociedad, la ubicación histórica de la obra y demás,
la respuesta es no. Una teoría del arte sobre una base comunicacional no nos dice todo
sobre el arte y, sobre todo, no se ocupa de la formulación de los juicios de valor. En
cambio, si para "explicar el arte" se trata de dar cuenta de cómo están
construidos sus objetos para crear un sentido, para manifestar efectos estéticos, para
ser portadores de valores del gusto, y otros elementos más, entonces la respuesta será
un sí. Y no sólo eso: el análisis del fenómeno artístico como hecho
comunicativo podrá establecer científicamente otros tipos de disciplinas que están
relacionadas con los interrogantes anteriores. Será capaz, por ejemplo, de mostrar cómo
el mensaje artístico puede contener rasgos destinados a la propia interpretación. O
cómo puede tratar el material lingüístico de manera de renovar los códigos existentes
y producir innovaciones. O cómo en el mensaje existen caracteres portadores de valores
estéticos. Y otras más. En otras palabras: el punto de vista de la comunicación nunca
intentará decir si una obra de arte es "bella"; sin embargo, dirá cómo
y por qué esa obra puede querer producir un efecto que consista en la posibilidad de
que alguien le diga "bella". Y más aún: no tratará de explicar "lo que
quería decir el artista", sino, más bien, "cómo la obra dice aquello que
dice". En síntesis, para explicar las obras de arte en el sentido restrictivo
expuesto anteriormente, el punto de vista de la comunicación quiere limitarse sólo al
texto y no a los elementos exteriores a él (vida del artista, sucesos históricos,
psicología de los participantes en el intercambio de la comunicación, intuición del
crítico, "documentos" de la época, etc.). Naturalmente, es obvio que también
está excluido todo concepto idealista sobre la "inefabilidad" de la obra de
arte, es decir, sobre el hecho de que su significado sólo sea perceptible por medio de
una relación espiritual casi de médium con el objeto. A pesar de todo esto, aún quedan
problemas. Por ejemplo: no se da por descontado que el arte sea un lenguaje. Esta
afirmación debe ser demostrada. Y sólo puede serlo en la medida en que se pueda
verificar que las obras de arte responden a ciertos requisitos: que sean un
"sistema"; que tengan coherencia respecto al funcionamiento general de los
sistemas de signos; que estén constituidas por una forma y un contenido; que obedezcan a
leyes estables de la comunicación misma; que todos los sujetos del acto lingüístico
participen de los códigos eventuales en base a los cuales la obra comunica; que la
reformulación evidente de los códigos (típica de las obras de arte) también tenga un
fundamento explicable en el interior del sistema.
Por supuesto que los diferentes grupos y corrientes han contestado
en forma diferente a la pregunta sobre si el arte es un lenguaje o no lo es. Y esto ha
sucedido tanto en las escuelas propiamente semióticas y lingüísticas, como en las
disciplinas que sólo marginalmente encararon el mismo problema desde diferentes puntos de
vista. Por otra parte, una vez aceptada la idea, incluso con toda la variedad de
posiciones, de que el arte es un lenguaje (y de que cada arte es un lenguaje), queda
planteado el problema de cómo las artes se constituyen en sistemas lingüísticos.
¿Cada arte es un sistema autónomo y específico? ¿O cada una de las artes se diferencia
por la parte significante, pero el significado siempre está producido de la misma manera?
¿Y cuál es la relación de cada "específico" eventual con un sistema general
de comunicación y de significación? Y, finalmente, ¿cuál es la relación con el
sistema lingüístico que conocemos mejor, la lengua natural? Son una serie de
interrogantes a los que se intentará responder en forma clara y completa en lo que se
refiere a las posiciones expresadas por las diferentes teorías, pero, como se verá, los
interrogantes permanecen abiertos con mucha frecuencia. Es un hecho que la relación entre
arte y comunicación, en el estado actual de los estudios, está muy lejos de ser
definitivamente resuelta.