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La Narrativa "Moral": Marmontel

Una nube sombría parece haber cubierto en buena parte de los siglos XIX y XX la figura y la obra de Jean François Marmontel (1723-1799) al punto que ya no existen ediciones modernas de sus obras ni en su mismo país de origen. Su nombre queda ahora en el archivo de los eruditos y sus obras casi olvidadas, en los anaqueles de las rarezas del siglo XVIII. Sin embargo, para los latinoamericanos, Marmontel sigue teniendo una significación latente en la historiografía literaria o ideológica vinculada al impacto de la cultura francesa en la formación de las nacionalidades, surgidas en el Nuevo Mundo a comienzos del siglo XIX. La literatura comparada registra su nombre entre los más preclaros receptores de la imagen latinoamericana en las letras francesas, de lo cual es testimonio fehaciente un libro suyo en dos volúmenes titulado Los Incas ou la destruction de l’empire du Pérou (París, chez Lacombe, 1777) el cual mereció en su momento cerca de 50 ediciones y una difusión universal gracias a su traducción al castellano (1822), al inglés (1777), al italiano (1778), al alemán (1783), a más de la adaptación al inglés, en forma de ópera.

Podrían ser válidas para el caso de Marmontel en el Perú la que señaló M. Defourneaux sobre la suerte del mismo autor en España (1), quien afirma que sus tres obras más significativas y que le dieron fama: su novela Belisario, los Cuentos Morales y Los Incas fueron rigurosamente condenadas por la Inquisición, pero no obstante suscitaron los juicios más favorables y entusiastas en una minoría ilustrada de autores españoles.

En efecto, rastreando en las bibliotecas peruanas inventariadas de la época y en las historias de la Inquisición de Lima, de Medina y de Palma (2) se puede hallar con cierta insistencia la mención de las obras de Marmontel en poder de los notables ilustrados limeños censurados por la Inquisición, como Santiago Urquizu, el Padre Diego de Cisneros, don José Baquíjano y Carrillo, Manuel Lorenzo de Vidaurre, José Faustino Sánchez Carrión, etc., ideólogos de fines del XVIII y comienzos de XIX.

Vale anotar que si bien no es muy frecuente la referencia en los procesos a Los Incas o los Cuentos morales, en cambio aparece con especial énfasis la persecución inquisitorial de la novela Belisario, que parece la lectura clandestina predilecta, tanto como la Enciclopedia francesa, las Cartas de Abelardo y Eloísa, la Enriada, La doncella de Orleans y la Zaira de Voltaire, La religiosa de Diderot y Le sopha de Crébillon.

No hay mención de los Contes moraux ni del Belisario ni de Les Incas, en el Mercurio Peruano de 1791-94. En cambio sí existen, desde fines del XVIII, sus rastros en algunas bibliotecas de los ilustrados limeños como el Marqués de Soto Florido (1732-1792) y a comienzos del XIX, en la de un prócer de la Independencia, como Sánchez Carrión.

Belisaire (1767) es en verdad un cuento moral y político más extenso que los otros escritos por Marmontel. En menos de un año se editaron en toda Europa más de 40,000 ejemplares de esa obra. Generó una polémica entre adversarios y defensores, una verdadera querella literaria e ideológica. Es curioso anotar que años después un autor suizo-alemán Heinrich Tschokke escribió una bibliografía novelesca de Olavide, en alemán, y le puso por título; Olavides (sic), der neue Belizar (Olavide, el nuevo Belisario) (3).

No había concluido la polémica antedicha, cuando Marmontel dio comienzo a la composición de Les Incas (1777) obra destinada a combatir el fanatismo religioso. De tal suerte Les Incas son la continuación natural de Belisaire, pero en más alto nivel y situación más concreta, pues señala el fanatismo que inspiró a las huestes conquistadoras españolas en México y en el Perú.

Marmontel tuvo el acierto de poner en acción el pensamiento de Montesquieu:

"La Religión proporciona a quienes la profesan, un derecho de reducir a la servidumbre a aquellos que no la profesan. Esta manera de pensar animó a los destructores de América y a sus crímenes. Sobre esta idea ellos fundaron el derecho de reducirlos a la condición de pueblos esclavos; y así éstos que fueron absolutamente ladrones y cristianos, eran muy devotos". (4)

Voltaire había sostenido algo parecido o semejante, en su Cándido. Hubo en Los Incas y en Belisario, no sólo una admonición elocuente en favor de la tolerancia, sino también el planteo de la cuestión de los votos religiosos de los bienes eclesiásticos y de su empleo. De otro lado, Les Incas, según Lener, "es la mejor novela épica o poema en prosa que nuestra literatura (la francesa) ha producido desde el Telémaco de Fenelon hasta Los Mártires de Chateaubriand". (5)

Marmontel demoró 10 años en escribir su obra y según él mismo dice:

"Tiene demasiada verdad para ser un poema y mucho de poesía para ser una historia. No he tenido la pretención de hacer un poema. Dentro de mi plan, la acción principal no ocupa sino poco espacio" ... (prefacio de Les Incas).

Para la confección de su "novela" Los Incas (6), Marmontel debió acopiar una información bastante amplia, para su época, acerca de las culturas inca y azteca, tomada al parecer de Garcilaso el Inca, Herrera y Las Casas, entre otros autores. Lo característico en Los Incas es la extraña mezcla de elementos aztecas e incaicos en una misma trama, con prescindencia no sólo de la noción del tiempo sino también de la noción de espacio. No importa nada que lo mexicano suceda en el Perú o que lo peruano suceda en México, ni significa nada, en la inspiración marmonteliana, la enorme distancia que media geográficamente entre un pueblo y el otro, ni las diferencias esenciales de sus circunstancias humanas e históricas. En esa actitud de desconocimiento de precisiones y de transmutación de las realidades espaciales y temporales, no es único Marmontel. Participan de la misma el propio Voltaire ya mencionado, quien mezcla elementos de diversas procedencias americanas tanto como otros autores que los habían precedido como Sieur du Rocher (L’indienne amoreuse) y Gomberville en Polexandre (1627) y también los artistas ilustradores y dibujantes que agregan a una realidad hipotética (según puede verse en las ilustraciones que acompañan el texto de Marmontel y otros libros de la época) elementos y arreglos caprichosos y deliciosamente ingenuos.

No debe descartarse el criterio de que en esa obra (aparecida 12 años antes de la Revolución liberal en Francia y en el mismo año de la Revolución de las colonias inglesas de Norteamérica) Marmontel, al igual que Rousseau, Voltaire y Diderot, en la misma Francia, y antes que Defoe y Swift en Inglaterra, intentó realizar un texto de ataque a la situación social francesa, que ya era crítica en ese momento.

Los Incas o la destrucción del imperio del Perú es obra de un género mixto y un tanto arbitrario. Tiene elementos de historia, bastante confusos y en desorden. Sobre todo el primer tomo, incorpora datos y noticias, a veces sin correlación y sin respeto por la cronología, del proceso de la conquista en las Antillas, Centro-américa, México y Tierra firme, a base de los testimonios de Bartolomé de las Casas y Antonio de Herrera. En el segundo tomo, la acción se desarrolla entre Panamá y el Perú; el retrato se hace más novelesco pero con personajes históricos, como Pizarro y Almagro y ficticios como Alonso de Molina y Cora, la virgen del sol, en distintos ambientes, predominando el Cuzco, con sus palacios y el templo del Sol. Alonso de Molina era homónimo de uno de los 13 compañeros de Pizarro en la isla del Gallo.

El episodio novelesco principal, o sea el coloquio amoroso entre Molina y Cora, que tuvo gran resonancia literaria entre innumerables creadores europeos, con múltiples variantes, termina con la muerte de ambos protagonistas. La fuente principal es sin duda Garcilaso de la Vega Inca y también los cronistas Cieza, Agustín de Zárate, y en gran medida, Benzoni. Se agrega además un episodio en las islas del Mar del Sur, principalmente en Tahití, utilizando los relatos de Bougainville, de Leonel Wafer y Des Brosses. (7) En otros momentos, se menciona también como fuente geográfica a La Condamine. La cronología del relato abarca desde el descubrimiento (1492) hasta la muerte de Pizarro (1541).

Los historiadores, como el contemporáneo Louis Baudin (8), han repudiado el relato de Marmontel como inverosímil y fantasioso. Entre los literatos la obra tuvo mayor fortuna, pues se convirtió en una fuente de inspiración a propósito de la figura de Cora, cuyo arquetipo se repitió hasta mediados del siglo XIX, (9) y en lo demás, parece haber impresionado en algunos aspectos a Chateaubriand. Su actitud general es anti-española, contra el conquistador y el fanatismo que trajo consigo y a favor de los indígenas americanos. Contribuyó a consolidar la "leyenda negra" contra España.

No debe descartarse que Los Incas (1777) debe parte de su intención crítica a la lucha contra el fanatismo y la intolerancia ya promovida por Voltaire. Es reveladora dentro de su trama novelesca la huella de Alzire (1736) con el idilio entre un español y una india, y de Candide (1736), con el deslumbramiento de la riqueza del país incaico. Sin esos antecedentes y estímulos, confirmados por la amistad y la identificación ideológica que unía a ambos autores, tal vez hubiera sido distinta la concepción peruanista de Marmontel.

Marmontel en Los Incas se basó también en algunos relatos de viajes por el Mar del Sur, como por ejemplo, la pintura voluptuosa de la estada de algunos españoles en la isla Christine, inspirados como hemos visto en Des Brosses, y en el Voyage autour du monde de Bougainville (10) con su descripción de Tahití, "Isla encantada" y sus relatos sobre la atracción y costumbres de sus mujeres y también de otros elementos tomados de Leonel Wafer. (10)

Lo maravilloso domina en la descripción de una hambruna en el mar, la erupción de un volcán, una tempestad en las regiones ecuatoriales. Está presente lo pintoresco, el color local, un tanto exótico, que era ya usualmente utilizado entonces.

Pero principalmente el asunto muestra ingredientes sin duda tomados de Garcilaso de la Vega el Inca (ya conocido por las versiones francesas de 1633 y 1658), de Bartolomé de las Casas (en traducción francesa desde 1687) y la Historia de la Conquista de México de Antonio de Solís (con traducción al francés en 1704). Se puso en boca de indios aztecas e incas peruanos parlamentos dignos de filósofos racionalistas y en realidad se utilizó a aquellos como voceros de las ideas de la Ilustración y también de las ideas políticas de progreso, reforma, libertad y tolerancia. Marmontel constituye la summa de las nuevas ideas imperantes (desde Buffon a Montesquieu y Rousseau) y las vuelca por boca de personajes de una sola pieza y de psicología convencional.

No obstante que Marmontel reconocía que en Los Incas había escrito "una novela que tenía a la historia por fundamento y a la moral como propósito", y confesaba que habría de encontrarse en ella "poco de verdad", sus juicios encubren un propósito subversivo y acusatorio. Valen sin duda para Europa tanto su severidad para pronunciarse sobre los vicios de la colonización española cuyos actores son casi fieras ("tigres", "loups", "lions") y no es difícil deducir que esas calificaciones iban dirigidas cautelosamente también contra las clases dirigentes de su propio país.

El impacto de los Cuentos Morales.

Pero existe otro sector de la obra de Marmontel, que muestra también significación peruanista: la de sus Cuentos morales y Nuevos cuentos morales (11) y también la novela breve Belisario ( Belisaire ) a la cual se considera del mismo corte de los cuentos morales. Estas breves narraciones tuvieron en su época una gran acogida, a juzgar por sus sucesivas ediciones. Pero mayor buen suceso merecieron las mismas en el extranjero. Comenzaron a ser escritas desde la época en que Marmontel dirigía el Mercure de France (1758-1760) y a la raíz de la polémica que Marmontel sostuvo con Diderot, acerca del arte de novelar y a propósito de las novelas "morales" del inglés Samuel Richardson, Pamela, Clarissa y Grandisson, traducidas al francés por el abate Prévost. Marmontel estaba de acuerdo con la intención "ética" de aquellas, aunque no en su técnica un tanto engorrosa y fatigante. Ello le dio la posibilidad de ensayar una narrativa "moral" pero más breve, ágil y amena que las novelas inglesas de igual índole.

Así surgieron sucesivamente sus "cuentos morales" a partir de 1760. Se estaba esperando en ese momento un nuevo rumbo en la narrativa francesa, que empezaba sus aciertos con el Cándido de Voltaire, El sofá y La noche y el momento de Crébillon y La religiosa de Diderot. Marmontel pretendía además superar definitivamente la etapa de la novela libertina y desenfadada y sustituirla por los relatos "morales". Asimismo reaccionaba contra la moda de los cuentos "orientales", fomentados por la lectura de Las mil y una noches, obra que había traducida y adaptada al francés por A. Galland.

Los primeros "cuentos morales" de Marmontel, principalmente los de ambiente antiguo, habían ya aparecido en la revista Mercure de France desde 1755 a 1759, con gran éxito de público. La primera edición en libro reúne 15 relatos en 1761 y siguen nuevas ediciones con mayor número de cuentos en cada una. Se suceden exitosas traducciones al italiano, alemán, inglés y en otros idiomas. Un siguiente libro de Nuevos cuentos morales apareció en 1790 con semejante gran acogida.

Olavide, lector fervoroso de Marmontel

El impacto del Belisario y de los Cuentos morales fue notable en toda Europa y seguramente influyeron también en el ánimo innovador y reformista del limeño Pablo de Olavide, desde cuando éste ejercía las funciones de Intendente de Sevilla y Director de las nuevas colonias de Sierra Morena en las décadas de 1760 y 1770. No ignoró Olavide la nueva modalidad de crear narraciones cortas de tipo "moral" que todavía no eran comunes ni se habían generalizado en España, pero tampoco dejó de conocer la fuente común de esa narrativa "moral" que fue el inglés Samuel Richardson, (1698 - 1761) exaltado por Diderot, con sus extensas novelas también "morales" como Pamela, Clarissa Harlowe y Charles Grandisson, las que fueron inmediatamente traducidas al francés por el Abate Prévost en 1758.

Por lo demás, hay cierto paralelismo entre las vidas de Marmontel y de Olavide. Participan ambos de las nuevas ideas y tanto el uno como el otro se honran con la amistad de Voltaire, de Diderot, de D’Alembert y de otros ilustrados franceses; sufren persecuciones por sus ideas: Marmontel encarcelado en la Bastilla y Olavide condenado a presidio por la Inquisición. En sus comienzos literarios cultivan el nuevo teatro. Finalmente, les tocó también la infausta suerte de sufrir las persecuciones de la época del terror en Francia y debieron buscar refugio en las provincias.

Podría aplicarse a Olavide, el elogio que hace S. Lenel, el mejor biógrafo de Marmontel (12): "un gran espíritu abierto a las ideas nuevas en literatura, en filosofía y también en política y obstinadamente cerrado a las doctrinas y utopías que él creía peligrosas para el buen gusto, las buenas costumbres y la tranquilidad social".

Los Cuentos morales de Marmontel, recogen diversos problemas individuales, sociales y educativos, como los deberes de los padres y madres en relación con sus hijos, la relación de los maridos y sus esposas, el delito de la seducción. Pintan las costumbres sociales, los sentimientos familiares mostrados tales como son o deberían ser. La invención es algo secundario y ante todo domina el propósito moralizante perseguido por el autor. Por lo tanto, el cuento siempre entraña una especie de tesis, a la cual se agrega un corolario. A fin de lograr el atractivo literario y la amenidad, se recurre a los finales felices y convencionales; el matrimonio alcanzado después de las dificultades, la reconciliación después del conflicto, el triunfo del amor filial o paternal.

La fórmula es la misma en las novelas cortas y "morales" de Olavide, aunque con distintos pero semejantes asuntos. Ya hemos tenido oportunidad de estudiarlas con más amplitud en un libro que reveló su existencia (13). Señalamos ahora por eso meramente la coincidencia y el impacto que tuvo la lectura de Marmontel en Olavide, tanto como la fuente común inglesa en que sus cuentos o relatos se inspiraron.

Finalmente existe otra coincidencia interesante que revela la relación entre Marmontel y Olavide. Es conocido que Olavide había acogido en Sevilla (y antes en Madrid) las representaciones de ciertas piezas teatrales (comedias musicales y óperas cómicas) debidas a Grétry y a Duni. -Estos dos músicos alcanzaron por los años de mediados del XVIII, notable acogida en Francia, como desde antes en Italia, y, tuvieron íntimo y permanente contacto con Marmontel, sobre todo Grétry, a quiénes aquel proporcionó los libretos de sus propias obras: El Huron (con asunto de Voltaire), Lucile Silvain, El amigo de la casa, Zemira y Azor, El falso mago, esto es, no sólo sus propias obras de teatro sino también algunos argumentos de los Cuentos morales del propio Marmontel.


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1  Marcelin Defourneaux, Marmontel en Espagne, sobretiro de Marmontel, De la Enciclopedie a la Contre-Revolución, Univ. de Clermont-Ferrand, 1970.

Ricardo Palma, Anales de la Inquisición de Lima, en Tradiciones peruanas completas, Madrid, Aguilar, 1964, José Toribio Medina, Historia del Tribunal de la Inquisición de Lima, Santiago, Fondo Medina, 1956, 2 vols.

3  Véase: Estuardo Núñez, El Nuevo Olavide, Lima, Talleres Gráficos P. Villanueva, 1970.

Montesquieu, L’esprit des lois, tomo XV, cap. IV.

S. Lenel, Un homme de lettres au XVIII siecle: Marmontel, París, Lib. Hachette, 1902, 572 p.

6  J.F. Marmontel, Les Incas, ou la destruction de l’empire du Pérou, 2 vols. París, Lacombe, 1777. La primera versión castellana apareció sólo en 1822 y en París, por Francisco de Cabello o Jaime Bausate y Mesa (París, Masson e hijo, 1822, 2 vols.).Ultimamente ha aparecido una nueva edición castellana (bilingüe): Lima, Instituto Francés de Estudios Andinos y Universidad de San Marcos de Lima, 1991, 416 pp. Esta nueva edición ha sido a tiempo muy zarandeada, con razón, por Enrique Carrión O., de la PUCP, en Histórica, vol. XVI, N° 2, diciembre de 1992.

7  Marmontel probablemente utilizó las versiones francesas de Garcilaso de la Vega Inca de 1633 y 1658, P. Cieza, A. Zárate y G. Benzoni.

8  Louis Baudin, L’empire socialiste des Incas, París, 1928.

9  Como muestra de la fortuna del asunto de Cora, La virgen del Sol, se anota que apareció en Inglaterra una ópera titulada La virgen del Perú, en 1792, y otra Cora en París; inspiró también a Kotzebue, La sacerdotisa del sol; Cora y Alonso de Méhul (1790) y a Sheridan, Pizarro o la conquista del Perú, drama. Dio lugar también a una pieza inglesa de Thomas Morton, Columbus: or, a World discovered, historical play, London, W. Miller, 1792, en 5 actos: el segundo transcurre en Cajamarca y el primero y los demás en el Templo del Sol, en Cuzco; se trata de una adaptación de Les Incas y sobre todo, de la historia de Cora y Alonso.

10  Charles Des Brosses, Histoire de navegations aux terres australes, París, 1756, 2 vols.; Louis A. de Bougainville, Voyage autour du monde, París, 1771; Leonel Wafer, A new voyage and description of the isthmus of America, London, 1699.

11  J. F. Marmontel, Contes moraux, Amsterdam, 1761; París, 1765; Nouveaux contes moraux, París, 1790; Belisaire, Vienne, J. Thomas, 1767.

12  S. Lenel, obra cit.

13  E. Núñez, obra cit.


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