LA SEMIOSIS
(O ACCIÓN DE LOS SIGNOS)
III.1. La verdad y el signo
En una minuciosa investigación sobre la teoría de la verdad,132
Boehner se propone mostrar:
a) que el concepto de verdad durante el periodo del
escolasticismo estaba conectado con la teoría de la significación y de la suposición
y,
b) que esta tendencia alcanza su completo desarrollo en las
enseñanzas de Ockham a través de una resuelta y consistente aplicación de la teoría de
la suposición.
En efecto, el Venerabilis Inceptor no fue el primer
teólogo escolástico que adoptó la teoría de la suposición de los lógicos medievales.
Boehner reconoce trazas de esta teoría en escritos teológicos, no sólo en tratados
tempranos como la Summa Theologica de Alejandro de Hales sino también en obras de
San Buenaventura, de Santo Tomás y de Duns Scoto. Afirma que el uso más extendido de
esta genuina teoría escolástica se alcanzó en la teología y en la filosofía de
Ockham. En efecto, en los escritos de Guillermo es presentada por doquier y aplicada con
insospechado rigor, especialmente cuando se dedica a elucidar el concepto de verdad de las
proposiciones; es decir, a explicar el concepto de verdad lógica.
Pues bien, en esta investigación Boehner ofrece, en primer
lugar, una presentación histórica de esta teoría de la verdad. Para considerar las
enseñanzas del Venerabilis Inceptor a la luz de una pertinencia histórica trata,
primero, el concepto de verdad desarrollado y explicado por algunos prominentes
escolásticos del siglo XIII. Muestra así cómo, en tanto usan la teoría de la
significación y de la suposición, se dirigen u orientan hacia un planteamiento de la
cuestión que, de algún modo, culminó en la teoría de Ockham. En la segunda parte de su
estudio, Boehner desarrolla la teoría de la significación de Ockham y en la tercera
parte la teoría de la suposición (en realidad, estas dos últimas partes son sendos
estudios cuasiautó-nomos). Luego aplica ambas teorías al análisis de la verdad lógica.133
El Venerabilis Inceptor está de acuerdo con sus
predecesores en mantener que la relación de correcta significación o suposición es la
que constituye la verdad de las proposiciones. Ahora bien, con diferentes matices, está
en desacuerdo con ellos en la consideración de la exacta especificación de esta
relación. Cabe decir que, en los trabajos de Ockham, no hay evidencia alguna de la
existencia de la fórmula clásica de la verdad: adaequatio rei et intellectus. El
término adaequatio no juega ningún rol en su declaración de verdad.
La doctrina proveniente de la lógica aristotélica es aquella en
la que la cópula es, sirve para indicar la inherencia sustancial entre sujeto
y predicado. Como veremos, la doctrina de la suppositio será el pivote para una nueva
definición del significado predicativo del verbo ser. Aquí, la cópula
es significa solamente que el sujeto y el predicado están-en-lugar del mismo
objeto existente (en lenguaje actual: que tienen el mismo referente).
En la antigua lógica, por ejemplo, la semejanza es esencial. Si
digo el hombre es racional estoy ante un predicado esencial, la
/racionalidad/, es predicada como esencia inherente al hombre. En Ockham, la semejanza es
accidental. Aquella proposición es verdadera si y sólo si existen hombres y son
eventualmente racionales.
Toda una serie de proposiciones que la lógica anterior declaraba
verdaderas se tornan falsas. De este modo: La humanidad está en Sócrates,
Sócrates tiene la humanidad, Sócrates es hombre por la humanidad
y otras proposiciones de este tipo, son indiscutibles o necesariamente verdaderas bajo el
prisma de la lógica de la inherencia mientras que, desde la óptica suposicional, son
simplemente falsas porque no existe ningún objeto real por el que humanidad
pueda estar. Humanidad no hace referencia a ningún término real, esto es,
singular concreto. En cambio: Sócrates es hombre significa única y
simplemente que existe un objeto (aquí una persona) que puede ser indicado ostensivamente
con un pronombre demostrativo (esta persona) que es verdaderamente Sócrates y
verdaderamente hombre. Por lo tanto, esta proposición no significa que la humanidad está
en Sócrates, ni que el hombre está en Sócrates, ni que el hombre es una parte de la
sustancia o de la esencia de Sócrates o una parte del concepto sustancial de Sócrates.
Pero sí significa que Sócrates es verdaderamente un hombre (no en el sentido de que
Sócrates sea este predicado hombre sino en el sentido de que hay algo por lo
cual este predicado está y ocurre que este predicado está en lugar de Sócrates). El
modo de entender la naturaleza de la cópula pone a Ockham en situación de
podar como falsas toda una serie de afirmaciones metafísicas relacionadas con
la teoría aristotélico-medieval de la sustancia.
Todo esto se basa en un presupuesto epistémico-metafísico:
sencillamente no tenemos cómo saber por experiencia si el mundo, tal como es en sí
mismo, está necesariamente ordenado o no. Tampoco hay modo alguno de saber si Dios ha
creado ideas o esencias a las que, por ejemplo, este
hombre como individuo necesariamente se asemeja, ya que lo único evidente son los
individuos singulares. En esta contingencia, la mente no imita a la naturaleza sino que
construye proposiciones y las compara con una realidad (hecha de individuos). Ya no hay
semejanzas metafísicas (que convienen a una lógica intensional de species) sino signos
que se unen o desunen (que convienen a una lógica extensional de términos) . El concepto
ya no es species, imagen de la realidad, sino algo así como una intención-signo. El
concepto, equiparado a la intención-signo, vale-por (está-por) lo que no es, por lo que
en absoluto se le parece. Luego, a pesar de que en Ockham se encuentran nociones ya
conocidas antes, la mayor parte de las veces, gracias a este original enfoque, su manera
de explicarlas es novedosa.
Volveremos sobre esto.
Ahora bien, retomando nuestra disquisición, la verdad y la
falsedad sólo pueden ser predicadas acerca de proposiciones mentales, orales o escritas
(no de realidades). Son segundas intenciones. Además, verdadero y
falso son términos connotativos; así, el connotatum del término
verdadero es la coincidencia suposicional del sujeto y del predicado y el
connotatum del término falso es la ausencia de dicha coincidencia. De esta
manera, verdadero es un predicado predicable sólo de proposiciones que
connotan la coincidencia de suposición de sujeto y predicado mientras que
falso es un predicado predicable sólo acerca de proposiciones que connotan la
ausencia de esa coincidencia.
Como segunda intención, verdadero es un predicado
predicable acerca de proposiciones y connota que sujeto y predicado están-por lo mismo.
Una definición similar podría ser dada de la segunda intención de falso.
Así pues, de acuerdo a Aristóteles, tampoco se puede decir que un término no-complejo
(o parte de la proposición) es verdadero o falso. Solamente de una proposición y de su
equivalente en suposición personal (cf.III.5), se puede predicar verdad o falsedad.
Verum o falsum predicados acerca de la proposición
significan o expresan la correspondencia entre la proposición y el hecho; esto es, entre
la proposición como signum y el hecho como significatum. Si, por lo tanto, la
proposición significa el estado de la cosa o la cosa tal como es, entonces la
proposición es verdadera; si significa el estado de la cosa o la cosa tal como no es,
entonces la proposición es falsa.
En este asunto, Ockham está seguro de ser fiel a Aristóteles
cuando el Estagirita refiere el predicado verdadero o falso sólo
a proposiciones, sean habladas, escritas o mentales. Las proposiciones están compuestas
de términos hablados, escritos o mentales. Los términos en una proposición tienen
cierta suposición y la suposición está a su turno referida a la significación.
No es casual que el Venerabilis Inceptor inicie su gran Summa
articulando la sintaxis aristotélica de lo complejo a lo simple: los argumentos se
componen de proposiciones y las proposiciones de términos. Pero la consideración
sintáctica del término como parte de la proposición remite de inmediato a las
divisiones de los términos en cuanto a su significación y se ve en la necesidad,
en razón de los insolentes, de abordar las definiciones de signo:
se abre así el horizonte específicamente semántico.
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132 Boehner,
Ph., Ockhams Theory of Truth, en 1958: 174-200.
133 Boehner, Ph., Ockhams Theory of Signification;
Ockhams Theory of Supposition and the Notion of Truth, en 1958: 201-267. |
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