A LOS MAGISTRADOS DE LA

CORTE SUPERIOR DE JUSTICIA DE LA LIBERTAD

 

Señor Presidente de la Corte Superior de Justicia de La Libertad,

Respetables Magistrados del Distrito Judicial de La Libertad,

Señores Abogados circunstancialmente presentes, que dan mayor prestancia al acto,

Personal Ejecutivo, Administrativo, y

Público Asistente:

En mi niñez, las clases de historia de mis venerables maestros, dictadas en mi originaria ciudad imperial del Cusco, me hicieron comprender la portentosidad de nuestros antepasados, que edificaron Sacsayhuaman y Machu Picchu. Nos enseñaron cómo los Mochicas y Chimúes, con valentía resistieron el sitio de más de 10 años del ejército Inca en Chan Chán y nos hablaron de su osadía cuando, siglos antes de Colón, cruzaban el Océano Pacífico, en frágiles embarcaciones de totora, hasta la Polinesia, en épocas en que los Europeos temían adentrarse en el Océano Atlántico, por creer de que la tierra era cuadrada con un abismo infestado de monstruos marinos que los devorarían.

Con esto, me llenaba de orgullo, igual que con otros episodios que marcaron en mi memoria signos de admiración.

¡Sí! Apreciados trujillanos. Sería imposible olvidar aquélla lección sobre el joven militar liberteño que cambió la historia de América. Me refiero a ese heroico desobediente que fue Andrés Rázuri, quien en lugar de cumplir con la orden de retirada del Batallón Húsares de Junín decidió más bien ¡El contraataque!, convirtiendo a los patriotas en vencedores de la Batalla de Junín, pese a que se hallaban al borde de la rendición, justo en la antesala de Ayacucho, donde se puso fin a tres siglos de expiación y esclavitud.

Fue en Trujillo, transformado en su fortín, donde las alicaídas huestes de Bolívar se rehabilitaron, adoptando la condición de invencibles en esas epopéicas batallas, lo que mereció la gratitud anticipada del Libertador y de su brazo derecho, nuestro colega abogado huamachuquino doctor José Faustino Sánchez Carrión, con quien el 26 de Marzo de 1824 crearon esta Corte, con categoría de Suprema para el territorio liberado.

Al estar aquí, me parecía observar en sus pasillos a sus primeros Magistrados presididos por el Dr. Manuel Lorenzo Vidaurre, hombre inmáculo a quien, también, extiendo mi homenaje, y quien, al independizarse Lima, pasó a ser Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Capital.

Por ello, sería deshonesto con mi conciencia si no admitiera que al venir a Trujillo, se me incrementa la ansiedad de nutrirme de su secular pasado jurídico, como también de su presente que encarnan ustedes y los integrantes del foro, conocimientos, experiencias y sugerencias, que os aseguro sabré trasladar a la excelsa y comprometedora tarea de la Comisión Ejecutiva del Poder Judicial, en la que honrosamente ocupo la Secretaría Ejecutiva, con mi espíritu coincidente con el vuestro, de incidir en el fortalecimiento del Sistema Judicial, ambicionando con humildad verlo consolidado en sustento del bienestar y prosperidad nacional.

En este contexto de inquietudes, acudí temprano a la tumba de un prominente trujillano, brillante en la cátedra y grandioso en la Magistratura, que falleciera hace 40 años, el 21 de noviembre de 1958, siendo Presidente de esta Ilustre Corte Superior de Justicia. Con ese reverencial homenaje al doctor Segundo F. Estrada Alva, he querido tributar mi identificación hacia los Magistrados y abogados en la defensa libre, que acarician y aportan al anhelo de un Poder Judicial con plena credibilidad, respetabilísimo y hacedor de un futuro promisor para los 25 millones de peruanos.

 

Muchas gracias.

Trujillo, Noviembre de 1998.