El asiento
del cacique del Rímac, sobre el que Pizarro fundó la Ciudad de los Reyes, el lunes 18 de
enero de 1535, era una zona poblada probablemente desde el Intermedio Temprano. Era ahí,
justamente detrás del actual Palacio de Gobierno, donde los "Maranga"
construyeron la bocatoma del río que fertilizó durante siglos las tierras que rodeaban
su extensa capital, cuyos restos, como informes túmulos de adobitos, yacen a ambos lados
de la avenida Venezuela, camino al Callao.
La explanada frente al Palacio de
Taurichusco, cacique-guardián de la compuerta en el río Maranga, fue escogida como punto
de partida para el trazo de la nueva ciudad. Lo que hoy llamamos Lima Cuadrada era, en
realidad, una encrucijada de caminos. A escasas cuadras, hacia el mar, en diagonal, pasaba
el camino inca de los llanos, cruzando el Rímac por el único puente de crisnejas que
encontraron los españoles, a la altura del actual puente del Ejército, según
Lizárraga. Un camino más antiguo, probablemente Wari (jirones Quilca y Miró Quesada),
unía el Callao con Cajamarquilla, cruzando al anterior en la Plaza de la Salud. Un tercer
camino, que formaba la base de un triángulo invertido con los caminos descritos, pasaba
frente a las actuales puertas de Palacio, uniendo puente de crisnejas con el camino Wari
en "Cinco Esquinas" (jirones Lima y Junín). Desde ahí salía la quinta esquina
rumbo a La Molina y Huarochirí. Por último, en la esquina de Pescadería con Arzobispo
nacía un ramal (jiron Ancash) que paralelo al río, en dirección de "Late",
controlaba quizá las demás bocatomas de los ríos que regaban el resto del valle.
Esta red vial básica se complementaba,
entretejiéndose, con los senderos que, como bordes de los canales de riego, daban acceso
a cada una de las parcelas de cultivo que los españoles llamaron posteriormente chácras.
No existe plano ni descripción de esta
Lima prehispánica, pese a haber visto pasar tantos conquistadores durante los dos años
previos a su fundación. En 1533, Hernando Pizarro la cruzó en su ruta a Pachacamac para
apresurar el envío del rescate de Atahualpa. Luego, centenares de ex-compañeros de
Cortés y Alvarado que se dirigían al Cusco, ya conquistado, en busca de las migajas del
Imperio Inca. Ninguno se detuvo para describirnos este obligado lugar de paso, debido al
acoso permanente de los generales Rumiñahui y Quisquis sobre quienes usaban el camino
inca de la sierra norte.
La noticia de la llegada inminente, no ya
de ex-compañeros suyos, sino del propio Adelantado Pedro de Alvarado, para conquistar los
"vacíos" dejados por Pizarro en su marcha al Cusco, es decir, Quito al norte y
desde Chincha al sur, lo obligaron a venir precipitadamente para fundar "su"
capital donde consideraba era el centro de su gobernación.
Para cumplir con las ordenanzas, en
relación a la fundación de ciudades, dictadas por Carlos V en 1523, Pizarro encargó a
Diego de Agüero la traza de la nueva ciudad. Agüero trabajó entre el 13 y 17 de enero,
seguramente siguiendo las indicaciones topográficas de Juan Tello de Guzmán, el más
entendido de los comisionados que días antes habían "reconocido el sitio del
Rímac".
Este primer plano de Lima, hecho en
pergamino, figuraba junto al Acta de la Fundación, en el Primer Libro de Cabildos, hasta
1649 en que desapareció.
Manuel Atanasio Fuentes, Enrique Torres
Saldamando y Jose Barbagelata han elaborado reconstrucciones históricas de este plano en
base a la "Historia de la Fundación de Lima" de Bernabé Cobo,
que conoció el documento.
La traza era un diámetro de 9 x 13
manzanas o "islas", divididas en cuatro solares, dejando en blanco una, frente a
Palacio, para la Plaza.
Al repartir "sus plazas, calles y
solares, a cordel y regla, comenzando desde la Plaza Mayor" se sobrepuso la
cuadricula a la trama pre-existente, produciendo deformaciones en todos sus contornos,
razón por la cual sólo 62 manzanas de las 117 proyectadas son cuadradas en la "Lima
Cuadrada".
No existen referencias de otros planos de
Lima para el siglo XVI, salvo el caso muy especial de Felipe Guamán Poma de Ayala. Este
es una perspectiva de Lima realizada, según Porras Barrenechea, entre 1567 y 1615, que
muestra, a ojos llenos de benevolencia, en primer plano la primitiva Catedral, derribada
en 1602, que efectivamente era paralela a la Plaza; hacia el fondo se vería el Portal de
Escribanos; a la derecha quizá el Palacio de Gobierno y en la esquina superior derecha
una rechoncha torre de Santo Domingo.
Se podrían hacer reconstrucciones
sucesivas, mostrando el desarrollo urbano de la Lima primitiva, en base a la descripción
de los caminos de ronda que, año tras año, aparecen en los Libros de Cabildo.
El más antiguo plano de Lima, aunque
parcial porque muestra algunas manzanas alrededor de la Plaza y al otro lado del río
solamente, fue hecho en colores, en 1611, por mano anónima, para acompañar al expediente
en el litigio de la ciudad contra Rodrigo de Mendoza, sobrino del virrey, Jefe de la
Escuadra y General del Callao, que se había apropiado de la "Plaza Real", lugar
detrás de Palacio donde se encontraba la picota y que servía también para feria de
mulas y caballos.
Otro plano parecido, aunque de inferior
calidad, fue levantado en 1626 por Cristóbal de Espinoza. Muestra a Su Majestad la forma
de defender Lima, emplazando cañones en torres y conventos.
Entre uno y otro plano, en 1613, el
marqués de Montesclaros, tío del usurpador de Mendoza, comisionó al escribano real
Miguel de Contreras para levantar un "Padrón de los indios del Lima", indicando
nombre, edad, oficio, lugar de procedencia, anotando minuciosamente la ubicación exacta
de los escasos 2,616 indios que encontró. Como censo fue un fracaso, seguramente por
haber sido levantado con fines tributarios, ya que para la fecha Cobo estimaba 5,000
indios y Fray Buenaventura de Salinas y Córdova 6,000. Sin embargo, la detallada
descripción urbana del diligente escribano sirvió para que, 332 años después, en 1945,
Juan Bromley y José Barbagelata pudieran hacer una reconstrucción muy aproximada del
plano de Lima de esa fecha. Este plano (N° 1) calza perfectamente con la descripción que
hace de la capital del Virreinato, por esa misma época, el ex-anónimo Judío Portugués
(Pedro de León Portocarrera, según Guillermo Lohmann Villena). Muestra una Lima que ya
ha alcanzado su máxima expansión territorial, la que, ceñida por murallas o no,
mantendría hasta comienzos del siglo XX.
El primer plano total de Lima, más
detallado y completo que los sucesivos inmediatos, es el que, a todo color, dedica
Bernardo Clemente Príncipe al Vicario General de la Merced, en 1674 (N° 2). Este plano,
jamás impreso hasta ahora, que se encuentra en la Biblioteca del Congreso de Washington,
detalla monumentos, calles, huertas y caminos de acceso a la ciudad, ofreciendo multitud
de datos desconocidos.
En la noche del viernes 13 de febrero de
1579, Francis Drake, en su viaje que se convertiría en la segunda circunnavegación
terrestre, atacó sorpresivamente a la escuadra surta en el Callao, llevándose una nave
cargada de plata y cortando las amarras de otras once. Esta aventura del favorito de
Isabel Tudor, y futuro destructor de la Armada Invencible, inició una polémica sobre la
defensa de Lima que iba a durar más de un siglo. Los limeños preferían una armada
poderosa en el Pacífico, costeada y mantenida por la corona. En cambio, la metrópoli
recomendaba la construcción de una muralla alrededor de Lima a costa de los limeños.
El Callao, mucho más vulnerable que
Lima, construyó su muralla en 1639, tras una serie de intentos fallidos de defensas en
forma de casas fuertes, plataformas, trincheras y cinturones de parapetos.
Ante la tenaz resistencia monárquica de
invertir en una escuadra, que seguramente hubiera amparado más sus intereses que los de
los limeños, esto, luego de cada ocasional incursión de los émulos de Drake,
desarrollaron su ingenio en diversos proyectos defensivos, de los cuales citamos ya el de
1626, que convertía los conventos de Lima en fortines erizados de cañones. No faltó
alguien que propuso convertir a Lima en una isla, dividiendo el cauce del Rímac para
volverlo a unir aguas abajo, o aquel que soñaba rodear Lima con una serie de ciudadelas
fortificadas con torreones y almenas. La presencia cada vez más insistente de piratas,
muchos de los cuales, de paso, han dejado bellísimas descripciones y algunos mapas de la
costa peruana, obligaron a los limeños a solicitarle al presbítero Jean Raymond Coninck
(que firmaba escuetamente Doc. Juan Ramón) un plan para amurallar la ciudad y
"razonar los medios de costear económicamente tal fábrica".
Coninck llegó al Perú en 1647, desde su
lejana Holanda, vistiendo la sotana jesuita, llegando a ser, sucesivamente, gracias a su
inteligencia y preparación, Capellán Mayor de Palacio, docto en la Escuela Náutica,
catedrático de Matemáticas en San Marcos y, por último, Cosmógrafo Mayor del
virreinato, en cuya virtud, comenzó a publicar en 1680 los calendarios-guías del Perú o
"Conocimiento de los tiempos". Fue un erudito que se carteaba con las academias
del Viejo mundo, quien al morir dejó, como herencia a su amigo el P. Louis Feuillée,
más de ochocientos tratados técnico, un planisferio, así como instrumentos
matemáticos, astronómicos y geodésicos. Herencia que nunca recibió por oposición de
los jesuitas.
El plano de Lima, con el proyecto de
murallas de Coninck, fue enviado al Consejo de Indias en 1682, desde donde, un año
después, regresó corregido por el Mariscal Duque de Bournonville, fortificador de
Bruselas. Este experto en arquitectura militar, ante las continuas críticas de Coninck,
confeccionó un tercer plano en 1685.
Mientras esta morosa especulación
teórica cruzaba el Atlántico de ida y vuelta, los limeños al enterarse del saqueo de
Veracruz, en 1684, así como de la presencia del corsario Davies en las costas chilenas,
decidieron apresuradamente construir, al fin, sus murallas protectoras.
La obra, que duró de junio de 1684 a
diciembre de 1687, se hizo con la participación de autoridades, corporaciones, gremios,
órdenes religiosas, corregimientos e, inclusive, con el aporte de personas adineradas a
quienes se les ofreció título nobiliarios, ante la constante amenaza de Davies que,
mientras tanto, se dedicó a saquear Arica, Pisco, Cañete, Guacho, Huaura, Huarmey,
Casma, Santa, Saña y Paita.
El resultado final, luego de tanta
polémica, fue un híbrido de las ideas de Coninck, las de un ingeniero Venegas Osorio,
corregidor de la saqueada Saña, que había llegado en tiempos lejanos como
"Visitador de las Fortificaciones de Tierra Firme y costas del Mar del Sur" y
las, mucho más pragmáticas, del maestro de la obra, el alarife Manuel de Escobar. Casi
no hay templo limeño que no haya conocido su mano entre 1660 y 1690.
El término de esta monumental obra,
única en Lima por su carácter participatorio, llenó de legítimo orgullo a sus
constructores, y así, junto a los exagerados elogios literarios, en que destaca Lima
"Inexpugnable, Discurso Hercotectónico" del Dr. D. Pedro de Peralta y Barnuevo,
aparecen las artes gráficas ofreciendo dos grabados de Lima amurallada, del padre
mercedario Pedro Nolasco Mere.
Este insigne grabador llegó a Lima en
1663, donde de seis años después tomó el hábito mercedario. Cuando en 1674 trataba de
regresar a Europa, acompañado como Capellán a la viuda del Conde de Lemos, fue apresado
en Panamá por orden del nuevo virrey. Conde Castelar, remitido al Callao en la nave
capitana, en la que permaneció dos años, hasta que enfermo fue trasladado a la cárcel
de Lima, desde donde, todavía en 1678, clamaba por su libertad. El motivo de esta
prisión fue la invasión, por parte de Luis XVI, de los Países Bajos, que desató la
guerra de España entre 1672 y 1678, cuyos ecos se relejaron en Lima con la súbita
prisión de franceses el sábado 3 de noviembre de 1674, relatada en el "Diario
de Lima" de Mugaburu.
Al padre Nolasco Mere se le debe la más
bella iconografía limeña del siglo XVII: una Santa Rosa de Lima, en 1670, para la obra
de Meneses Arce sobre esa Santa; en 1674 la primera "Verdadera efigie del Santo
Cristo de los Milagros"; en 1675, desde la cárcel, la fachada y el claustro
principal del Convento de San Francisco para la obra de Suárez de Figueroa, en elogio a
la inauguración de dicho templo; en 1692 grabó a un ex - judío convertido en fraile
mercedario, cuyo pase se consideró un milagro, y en 1697 grabó en una gran lámina, el
tumulto levantado Catedral para las honras fúnebres de la reina madre Doña Mariana de
Austria. Según el historiador Rubén Vargas Ugarte, Nolasco Mere escribió también,
después del terremoto de 1687, un tratado, ilustrado con láminas, sobre la manera de
sustituir los muros por tabiques "que comenzaron a usarse desde entonces". Es
decir, es nada menos, que el descubridor de la limeñísima quincha.
En 1685, mientras Lima levantaba sus
murallas, el padre Nolasco Mere grabó dos sucesivos planos de Lima amurallada para
mostrar al Consejo de Guerra en España lo que aquí se hacía. Ninguno de los pianos
incluía el arrabal de San Lázaro, o Rímac, que no venía al caso, pero si ofrecían la
longitud de la fortificación (nueve millas) y el autor de la misma (Coninck) en el primer
plano, aunque no en el Segundo. ¿Discusiones entre el sabio jesuita y los coautores de la
obra, Venegas y Escobar, lo alejaron del proyecto?
Ambos planos, dibujado en perspectiva
"hipodámica" el primero e "isométrica" el segundo, son distintos
tanto en la magnitud de los fosos como en las dimensiones y características más simples
en los baluartes del Segundo plano, indudablemente en busca de mayores economías, posible
origen del alejamiento de Coninck. Pero, desde el punto de vista de calidad artística y
de valor documental, el último plano de Nolasco Mere, por su realismo y profusión de
detalles, es superior al primero, cuyas manzanas, simples esquemas, no son sino un
ocasional relleno intermuros. Es fácil suponer que el artista, insatisfecho de su primera
obra, quizá arrancada precipitadamente de su tablero, aprovechó en la segunda
oportunidad que le dieron, por razones puramente fortuitas, en relación a economías en
los baluartes, para crear la mas bella imagen de Lima colonial, cuyos méritos
están muy por encima de los fines puramente informativos a que estaba destinada.
El primer plano de Nolasco Mere fue
adornado con imágenes santas y animales fantásticos por el grabador holandés Joseph
Mulder (N°4) para la obra del corregidor de El Cercado, Francisco de Echave y Assu,
La Estrella de Lima, convertida en Sol, sobre sus Tres Coronas (Santa Rosa, San Francisco
Solano y San Juan Evangelista), el beato Toribio Alfonso de Mogrobexo, su Segundo
Arzobispo, publicada en Amberes en 1688. La presencia de San Juan Evangelista en este
grabado, en homenaje a la beatificación del santo Arzobispo limeño, se debe a que, en
1541, la Catedral de Lima se convirtió en Metropolitana bajo la advocación de ese santo,
por bula de Paulo III. Al Segundo plano de Nolasco Mere los científicos Jorge Juan y
Antonio de Ulloa hicieron agregar un barrio "de Abajo el Puente", totalmente
equivocado, más algunos caminos imaginarios de acceso, para publicarlo en 1748 en la
relación de su viaje a la América Meridional, de donde se ha reproducido (N° 5). A su
vez, este último plano fue calcado sin la perspectiva, pero sí con todos sus errores y
fantasías, por el geógrafo (?) Jacobo Nicolás Bellin para publicarlo en la primera
traducción francesa de la obra de Juan y Ulloa. Con ligeras modificaciones, este plano de
Bellin apareció en todos los tratados geográficos, científicos o de viajes, hasta casi
mediados del siglo pasado, coma un homenaje de casi dos siglos, seguramente sin quererlo,
al humilde grabador mercedario, que maltratado por Lima le lego, sin embargo, su más
bella y duradera obra gráfica.
La excepción solitaria, a este tráfico
de la obra de Nolasco Mere, fue su compatriota el científico Amedée Frezier quien,
asombrosamente, después de apenas 15 días de estadía en Lima, del 24 de setiembre al 9
de octubre de 1713, confecciona el plano de Lima más exacto del siglo XVIII (N° 6) para
publicarlo en uno de los más sabrosos libros de viajes, por su visión social y
sicológica de la población limeña.
Este plano muestra las murallas sin foso,
tal como realmente se hicieron, con la misma deformación a la altura de la Portada de
Cocharcas que muestra el plano de Dupard (N° 10) 140 años después, que empleó
instrumental más exacto, además del barrio de San Lázaro sin los errores de los pianos
anteriores.
En el siglo XVIII Lima, "Capital y
Emporio de estos Reinos del Imperio Peruano", entró en un proceso de franca
decadencia debido a una conjunción de factores naturales y políticos que atentaron
contra la hegemonía y monopolio que la habían enriquecido anteriormente: las plagas de
sojo que acabaron con el autoabastecimiento de trigo, la baja de la producción minera de
plata y azogue, la creación de los virreinatos de Santa Fe y Buenos Aires, la
destrucción de Lima y desaparición del Callao por el terremoto de 1746, la cancelación
del régimen de encomiendas que tanto había enriquecido a muchos limeños y la
desaparición del sistema de armadas o convoyes que, previo pago de derechos de
exportación, obligaba el paso de todas las mercaderías sudamericanas por el Callao.
Así, los impresos limeños dejan de
tener grabados, los planos cuando son necesarios se calcan y las artes graficas
prácticamente desaparecen. En todo el siglo XVIII sólo se produce un plano, en 1787,
"fabricado por don Josef Ximenez" que existía en la Municipalidad, donde
afortunadamente alguien lo calcó antes de ser sustraído en 1862. Bromley y Barbagelata
lo reproducen en su obra de 1945.
Son las grandes expediciones científicas
del siglo XVIII las que aportan a la cartografía limeña una visión regional totalmente
nueva de Lima. Jorge Juan y Antonio de Ulloa nos entregan el más antiguo de estos planos
(N° 17), frecuentemente copiado durante todo el siglo. Luego vendrían los nunca
publicados planos del viaje del botánico Hipólito Ruiz, realizados entre 1777 y 1788. El
"Plano del Fondeadero del Callao de Lima..." (N° 18) levantado por los
oficiales de las corbetas Descubierta y Atrevida, de la expedición científica de
Alejandro Malaspina, en 1790 y publicado en Madrid en 1811. El plano del piloto de la
armada Andrés Baleato de 1793 que incluye un "diseño orizontal" de las ruinas
de Pachacamac y que se encuentra en el Museo Naval de Madrid. Por último, cierra la serie
de estos planos "portulanos" el levantado, en 1807, por don Francisco Javier de
Mendizábal y Manuel de León que se encuentra en el Servicio Histórico Militar de
Madrid.
A fines del siglo XVIII, luego de la
rebelión de Túpac Amaru II, la corona emprendió un tardío programa de obras públicas
en Lima, que no tuvo la suerte de ser registrado en plano alguno, obras que comprendían:
el nuevo camino al Callao (avenida Colonial), el cuartel de Santa Catalina y el Panteón.
Al no existir planos originales de Lima
correspondientes a la época de la Independencia, el infatigable ingeniero José
Barbagelata hizo una reconstrucción histórica de la Lima de 1821 (N° 8) para el libro
de Fernando Gamio Palacio La municipalidad de Lima y la Emancipación.
Es interesante comparar este plano con la
otra reconstrucción de Lima de 1613, hecha por el mismo Barbagelata (N° 1), para
constatar el casi nulo crecimiento del área central de la ciudad en más de 200 años.
Sólo en el largo y pacífico gobierno de
Ramón Castilla, entre 1855 y 1862, acompañado de un significativo aumento de los
ingresos fiscales por la venta del guano, se crearon las condiciones no sólo para
emprender muchas obras públicas sino, también, labores necesarias para estructurar el
Estado, por lo que en 1855 se decretó levantar la carta Geográfica y planos de las
ciudades. Los frutos de esta política fueron: el primer mapa del Perú levantado, en
1862, por el Dr. Mariano Felipe Paz Soldán; en 1857 el plano de los alrededores de Lima
del ingeniero Luis Mariani y el magnífico plano de Lima del ingeniero Antonio María
Dupard (N° 10), publicado en 1859.
Contagiados por este fervor
cartográfico, dos ilustres limeños produjeron sendos planos: el que mandó dibujar
Manuel Atanasio Fuentes al litógrafo Julio Jullia (N° 9), adornado con seis grabados
limeños, para publicarlo en la primera edición de su Estadística de Lima, de 1858 y que
según Barbagelata sería una copia de un perdido plano del presbítero Matías Maestro.
Otro es el que dibujó, en 1862, el coronel Mariano Bolognesi (N° 11), hermano del héroe
de Arica, que sirvió para hacer aprobar al Municipio la nueva nomenclatura de calles que
hasta hoy lleva Lima.
En 1872 el gobierno del coronel José
Balta contrató con Enrique Meiggs la destrucción de las murallas, a cambio de la
urbanización y venta de los terrenos sobrantes que resultaran al remplazarlas por un
boulevar. Con este fin se contrató con el ingeniero Luis Sadá un plano del
"ensanche" de Lima, verdadero plano regulador, que figura en la obra de
Barbagelata con el N° 19. A su vez, este imitador de Hausmann, en 1975 contrató al mismo
Sadá para que hiciera un nuevo proyecto, un poco más económico en áreas públicas,
aprobado durante el gobierno de Manuel Pardo. La historia de la destrucción de las
murallas quedó registrada en dos planos de P. V. Jouanny. Uno, grabado en Hamburgo en
1872, con las murallas intactas y otro, grabado en París (N° 12), en 1880, que muestra
restos de la muralla, en parte aún existentes, que Meiggs dejó, incumpliendo su
contrato, por no ser negocio urbanizar en esa zona pobre de Lima.
A cambio de todo lo saqueado en Lima, las
fuerzas chilenas dejaron dos planos, uno realizado pocos días después de declarada la
guerra (N°19), mandado hacer por el Ministro de Marina chileno y otro después de algunas
semanas de la invasión de Lima (N° 20), levantado por orden del Ministerio de Guerra en
campaña. El primero, con fines obviamente bélicos fue calcado del plano de Mariani de
1857, y el segundo, con sabe Dios qué finalidades, es un collage de los planos de
Jouanny, Mariani, Baleato (de 1793) y algo de la imaginación de su autor, Augusto Orrego.
La guerra, al empobrecernos, impidió
nuevamente cierta continuidad en el desarrollo de planos. Durante años se siguió
copiando los de la época de Castilla, para publicarlos en las guías, demografía y
sociologías de Lima.
A fines de siglo, con la formación de la
Sociedad Geográfica de Lima, el Ministero de Fomento y el Cuerpo Técnico de Tasaciones
renace la cartografía urbana. Para el Arancel de 1896, el último de los nombrados
elabora un plano en que todavía las áreas, a uno y otro lado, de las avenidas Grau y
Alfonso Ugarte seguían en proyecto (N° 13).
Comparando este último plano con el de
Santiago M. Basurco muestra en detalle y que Tizón "urbaniza", ya existía
desde el gobierno de Balta. Los proyectos de moda, que ambos muestran, eran las avenidas
Interior y Central.
Por esa misma época, Alejandro Garland
incluye en su libro "El Perú en 1906" un plano de los valles del Rímac y
Chillón (N° 22) y Federico Costa y Laurent otros del Rímac solamente (N° 21), planos
que revelan cierto interés por conocer las áreas que servirían para la expansión de
Lima. El segundo, especialmente, que incluye las áreas en proceso de urbanización de
Lima, Callao y balnearios como un claro anticipo del proceso que Lima iniciaba, aunque muy
lentamente todavía, como se observa en el plano de Spalding de 1919 (N° 23).
El plano panorámico, en homenaje al
centenario de la Batalla de Ayacucho (N° 16), dibujado por Julio E. Berrocal, es el
último plano en que Lima sigue siendo el área antiguamente amurallada, más unos cuantos
alrededores todavía despoblados. Aparecen ya los grandes ejes, como la avenida Arequipa,
que servirán de canales por donde se inundará toda el área del valle.
En 1927, de acuerdo al plano del Cuerpo
Técnico de Tasaciones (N° 24) la expansión se ha iniciado vigorosamente. Los planos se
van estirando hacia el sur, conforme Lima va creciendo en esa dirección, tratando de
engullir a sus balnearios.
A partir de los años siguientes es
imprescindible recurrir al Servicio Geográfico del Ejército para contar con planos más
o menos exactos, como lo hace el Cuerpo Técnico de Tasaciones en 1935 (N° 25) y como se
ve en el plano "Lima y alrededores" de ese Servicio (N° 26).
Confeccionar planos a partir de esa fecha
dejó de ser la labor genial de algún grabador para convertirse en obra colectiva de una
institución especializada. Esta institución se inició en 1904 coma Sección
Topográfica de la Escuela Militar haciendo planos de Chorrillos y alrededores. Desde 1907
se llamó Servicio Topográfico del Estado Mayor General, que levantó los alrededores de
Lima y de Ancón. A partir de 1912 toma el nombre de Servicio Geográfico del Estado Mayor
General, convirtiéndose en el órgano oficial para proporcionarle cartas al Ejército y,
como tal, confecciona planos de Puno, Moquegua, Canta, Chiclayo y uno de Lima a escala
1:100,000.
Entre 1916 y 1920 una comisión especial
del Servicio Geográfico, a manera de gran entrenamiento, hizo un plano de Arequipa y
alrededores, con procedimientos e instrumentos modernos de precisión, en 9 hojas a escala
1: 20,000. En 1921, se le encomendó la Carta National, rebautizándolo como Servicio
Geográfico del Ejército. Actualmente coma Instituto Geográfico Nacional (I.G.N.)
trabaja con ayuda del Servicio Aerofotográfico Nacional, la NASA, la "Defense
Mapping Agency Topographic Center" de Washington y otras instituciones
internacionales especializadas.
Todavía, y como un último esfuerzo
individual, de 1941 a 1962, la Municipalidad de Lima encomendó, al tantas veces
mencionado ingeniero José Barbagelata, la confección de cinco planos-guías de Lima, de
los que se ofrece el de 1943 (N° 27). En su época constituían el decorado obligado de
muchas oficinas públicas.
En 1954, usando como base las hojas del
Servicio Geográfico Militar, la Oficina Nacional de Planeamiento y Urbanismo elaboró un
plano básico de Lima en el cual, año tras año, se fueron agregando las nuevas
urbanizaciones, hasta que se dejó de lado el sistema al comprobarse la inutilidad de
tratar de atrapar a la ciudad en su rápida expansión (N° 28). Hoy, ya no se puede
representar a Lima en una hoja más o menos manejable. Para hacerlo hay que suprimir
muchas calles. En el plano que se presenta (N° 29) que es un "calendario",
forma clásica de presentar los planos en el pasado, de 1983 nos muestra los cerros,
imposibles de urbanizar, como un abanico claro alrededor una Lima que ocupa ya totalmente
el valle que le prestó su nombre, hace ya casi 450 años.
Para terminar, la fotografía satélite
(N° 30) es la nueva forma de ver Lima: verdes prados en "rojo" y grises
arenales en "celeste". La vía satélite nos trae imágenes "limeñas"
que seguramente nuestros hijos sabrán manejar y utilizar más inteligentemente que
nuestros planificadores, para que mañana, en el año 2000, con 12 millones de habitantes,
no le robemos el "rojo" a los valles vecinos.
Lima, diciembre de 1983.
JUAN GUNTHER DOERING

|
|