LUCES Y SOMBRAS DE LA
NEUROPROTECCIÓN EN LA ISQUEMIA CEREBRAL
José Castillo*
Resumen.-
La neuroprotección farmacológica intenta interferir en las múltiples alteraciones
bioquímicas secundarias a la isquemia, con objeto de limitar la lesión cerebral. La
disminución del flujo sanguíneo cerebral (FSC) por debajo de 10 mL/100g/min produce una
rápida muerte celular; sin embargo, entre este núcleo intensamente isquémico y el
parenquima cerebral normalmente perfundido, existe una zona denominada "penumbra
isquémica", que es el objetivo del tratamiento neuroprotector Los procesos
bioquímicos asociados a la isquemia cerebral afectan a las neuronas: neuroexcitotoxicidad
calcio-dependiente, radicales libres y apoptosis; a la glía: edema astrocítico,
disminución de la recaptación de aminoácidos neuroexcitadores y regulación de factores
de crecimiento; y a la microcirculación: inflamación, metaloproteasas y endotelinas.
Muchos de estos procesos bioquímicos condicionan el deterioro neurológico y el infarto
progresivo, con una mayor morbimortalidad. La neuroprotección ha demostrado su eficacia
en modelos animales, pero en clínica humana los resultados han sido más modestos.
Solamente la citicolina ha demostrado un discreto beneficio en ictus isquémicos tratados
en las 6 primeras horas en pacientes con afectación moderada. Se revisan las claves para
una utilización más racional de los fármacos neuroprotectores, así como el margen
terapéutico de los mismos.
Palabras clave: Isquemia cerebral aguda, neuroprotección.
Summary.-
Pharmacological neuroprotection attempts to interfere with the multiple secondary
biochemical changes to the ischemia, with the objective of limiting the cerebral lesion.
The reduction in cerebral blood flow (FSC) below 10 mL/100g/min produces rapid cellular
death; however, between this intensely ischemic nucleus and the normally perfused cerebral
parenchyma, there is an area called the "ischemic penumbra", which is the target
of neuroprotector treatment. The biochemical processes associated with cerebral ischemia
affect the neurons: calciumdependent, free radicals and apoptosis; to the glia: astrocytic
edema, reduction in the recapture of neuroexcitatory amino acids and regulation of growth
factors; and to the microcirculation: inflammation, metalloproteases and endothelins. Many
of these biochemical processes condition neurological deterioration and progressive
infarction, with a greater morbimortality. Neuroprotection has shown its efficacy in
animal models, but in human clinical studies results have been more modest. Only
citicoline has demonstrated reasonable benefits in ischemic stroke treated during the
first 6 hours in patients that are moderately affected. The key issues for a more rational
utilization of neuroprotector drugs are reviewed, as are their therapeutic margins.
Key Words: Acute brain ischemia, neuroprotection.
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El objetivo del tratamiento agudo del ictus isquémico consiste en la restauración de la
perfusión cerebral, en la prevención del desarrollo de complicaciones y en la
limitación de la lesión cerebral originada por la isquemia (Brott y Bogousllavsky,
2000). Dada la extraordinaria rapidez con la que se produce la necrosis celular en algunas
zonas afectadas, las intervenciones terapéuticas van dirigidas a la denominada
"penumbra", una zona de isquemia cerebral incompleta, en la cual las neuronas
están funcionalmente inactivas, pero todavía son viables (Astrup et al 1981). La
penumbra es una zona tiempo-dependiente, en la que, en el curso de minutos, horas o días,
el parénquima cerebral se va destruyendo progresivamente, como consecuencia de una
compleja sucesión de alteraciones bioquímicas. Esta destrucción progresiva es uno de
los mecanismos responsables del deterioro neurológico que experimentan una tercera parte
de los pacientes con ictus isquémico durante las primeras 48 horas (Castillo, 1999 b;
Castillo y Leira, 2001).
En diversos modelos experimentales de ictus, algunas medidas terapéuticas no
farmacológicas (Auer, 2001) y una gran cantidad de drogas han demostrado interferir en
las alteraciones bioquímicas secundarias a la isquemia y limitar la lesión cerebral
(Albers et al 2000); sin embargo, pocas de estas medidas farmacológicas han demostrado
efecto neuroprotector en clínica humana (De Keyser et al 1999).
A pesar de estos resultados, existe un progresivo convencimiento en el hallazgo de un
neuroprotector claramente eficaz para el tratamiento del ictus isquémico: el conocimiento
de los mecanismos básicos que conducen a la muerte neuronal es cada vez más exhaustivo,
la identificación precoz de los diferentes tipos de isquemia es posible y la apuesta de
la industria es abrumadora. El costo necesario para completar el desarrollo de un nuevo
neuroprotector se estima en 30-40 millones de dólares USA (Giroux y Scatton, 1996) y, a
pesar de ello, el 64% de los ensayos clfnicos en fase III realizados para el tratamiento
del ictus corresponden a un neuroprotector; estas cifras tienden a aumentar en número y
pacientes incluidos, en la calidad del diseño y en la reducción de retraso en la
inclusión (Kidwell et al, 2001). Todo ello justifica el optimismo y la esperanza de la
neuroprotección en el tratamiento del ictus isquémico.
Citotoxicidad en la isquemia cerebral.-
La obstrucción de una arteria origina un gradiente de presiones en el parenquima afecto.
La disminución del flujo sanguíneo cerebral (FSC) en una determinada zona del
parénquima cerebral por debajo de 10 mL/100g/min produce una rápida muerte celular
(Pulsinelli, 1992). Sin embargo, entre este núcleo intensamente isquémico y el
parénquima cerebral normalmente perfundido (FSC>50 mL/100 g/min), existe una zona
moderadamente hipoperfundida, cuya extensión depende del mejor o peor funcionamiento de
la circulación colateral (Heiss y Graf, 1994; Castillo, 2000). Recientes estudios de
tomografía por emisión de positrones (PET) han logrado diferenciar en la zona
hipoperfundida dos regiones con pronóstico claramente diferenciado: una ligeramente
hipoperfundida (FSC>22 mL/100 g/min) en la que el riesgo de convertirse en infarto
sólo sucede en circunstancias especialmente adversas (zona oligohémica), y otra,
denominada de penumbra isquémica, con una perfusión cerebral críticamente disminuida
(FSC< 22 mL/100 g/min), pero en la que el consumo de oxígeno es todavía suficiente
para preservar la supervivencia tisular (perfusión de miseria) (Fig. 1). La mayor parte
de esta zona de penumbra en la fase aguda del ictus isquémico progresará a infarto
cerebral si no es adecuadamente controlada (Baron, 2001; Heiss et al 2001).
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Fig. 1: La
obstrucción de la arteria cerebral media (flecha corta) origina un gradiente de
presiones. En la zona central, con FSC < 10 mL/100 g/min, se produce una rápida muerte
celular. Rodeando a este núcleo intensamente isquémico, existe una zona de
"penunmbra" cn FSC < 22 mL/100 g/min. Más periféricamente en la zona de
oligohemia, con FSC > 22 mL/100 g/min, el riesgo de convertirse en infarto sólo sucede
en circunstancias adversas. |
En esta zona de penumbra,
el aporte de oxígeno es insuficiente para mantener un adecuado metabolismo oxidativo de
la glucosa, lo que origina la producción de acidosis láctica y la consiguiente
disminución de ATP, que es la fuente energética necesaria para mantener en correcto
funcionamiento las bombas iónicas de las membranas celulares (Castillo, 1999 c). El
ácido láctico formado depende de la cantidad de depósitos tisulares de glucosa y
glucógeno en el momento de instaurarse la isquemia. La persistencia de hiperglucemia
después del desarrollo del fallo bioenergético origina una excesiva acidosis
(Forbergrová et al 1992).
A partir de aquí, los procesos bioquímcos conducentes a la destrucción del parénquima
cerebral serán diferentes a nivel de las neuronas, de la glía o del componente vascular,
por lo que será necesario discutirlos separadamente (Fig. 2).
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Fig. 2: La
cascada isquémica es desencadenada por la deplección energética y, habitualmente,
termina en la destrucción celular inmediata o retardada (apoptosis). En algunas
circunstancias también se pueden poner en marcha mecanismos de reparación celular. |
La cascada isquémica neuronal.-
El fallo de las bombas de Na+ y de K+ origina una rápida
deplección del K+ intracelular, con la consiguiente despolarización neuronal.
Este hecho condiciona la apertura de los canales de Ca2+ voltaje-dependientes y
el desbloqueo de algunos canales de Cal+ receptores-dependientes (por medio de
la extrusión del Mg2+). Estos mecanismos ocasionan un incremento de la
concentración del calcio iónico intracelular ([Ca2+]i) de
aproximadamente el doble de su valor inicial, concentración que no es capaz de iniciar el
proceso de la muerte neuronal, pero sí de originar una brusca despolarización de la
membrana (Pulsinelli, 1992; Heiss y Graf, 1994; Choi, 1988; Ginsberg, 1997).
La intensa despolarización de la membrana neuronal condiciona el aumento de la
liberación de cantidades excesivas de glutamato y de otros aminoácidos excitadores
(Choi, 1988; Ginsberg, 1997; Choi y Rothman, 1990). El glutamato estimula receptores de
membrana ionotrópicos, fundamentalmente el AMPA y el NMDA, y receptores metabotrópicos.
La estimulación del receptor AMPA consigue una mayor despolarización de la membrana al
aumentar la [Na+]i incrementando la liberación de más glutamato,
ocasionando edema celular y abriendo nuevos canales no específicos voltaje?dependientes
permeables al Ca2+. Además, la activación del receptor AMPA contribuye a
sensibilizar a más receptores NMDA, ya que facilita la extrusión de más moléculas de
Mg2+ (Choi, 1988).
La estimulación de los receptores NMDA es responsable del notable aumento de la [Ca2+]i
y de la puesta en marcha de la cascada isquémica Ca2+- dependiente, que
originará la muerte celular. La activación de los receptores metabotrópicos producirá
un mayor incremento de la [Ca2+]i por la liberación de depósitos
intracelulares de Ca2+ (Choi, 1988).
El aumento de la [Ca2+]i es un factor clave en los procesos que
conducen al daño neuronal irreversible. La elevación de la [Ca2+]i
activa una serie de enzimas-proteínquinasas, proteasas, endonucleasas, proteínfosfatasas
y sintasa del áxido nítrico (NOS)- y condiciona la expresión de varios genes de
respuesta inmediata (Castillo, 1999 c).
En la isquemia cerebral, la formación de radicales libres de oxígeno (RLO) puede exceder
la capacidad antioxidante de las neuronas, ocasionando alteraciones de algunos
constituyentes celulares, como proteínas, ácidos nucleicos y lípidos. Los RLO
responsables del estrés oxidativo en las neuronas son el anión superóxido (O2?),
el radical hidroxilo (?OH), el peróxido de hidrógeno (H2O2), el
óxido nítrico (NO?) y el peroxinitrito (ONOO?) (Dawson y Dawson, 1996).
El O2? se genera a través de múltiples vías metabólicas y es el RLO que
inicia la cascada del estrés oxidativo en la isquemia cerebral. La activación del
receptor NMDA estimula la fosfolipasa A2, con la consiguiente liberación de
ácido araquidónico, prostaglandinas, leucotrienos y tromboxanos. El O2? es
formado durante el metabolismo del ácido araquidónico y estimula nuevamente la
fosfolipasa A2, constituyendo un feedback positivo. El O2? También
resulta de la conversión de la xantinadeshidrogenasa en xantina-oxidasa, reacción
igualmente estimulada por el incremento de la [Ca2+]i. El O2?
actúa en el interior de la neurona donde se produce, ya que es incapaz de atravesar la
membrana neuronal. Sin embargo, mediante la acción de la superóxido dismutasa, el O2?
se transforma en H2O2, que es fácilmente difusible en la célula
donde se origina y en las neuronas situadas en la proximidad (Siesjö, 1994).
El NO? es un gas inorgánico, permeable, difusible, con gran capacidad reactiva y
constituye el primero de una nueva clase de sustancias moduladoras (Moncada y Higgs,
1993). El NO? es sintetizado a partir del aminoácido L-arginina por medio de la acción
de la enzima sintasa del óxido nítrico (NOS). En situaciones fisiológicas, el NO?
actúa como un mensajero neuronal. Sin embargo, en algunas situaciones patológicas, como
la isquemia, se origina una elevada producci6n de NO?, que se ha puesto en relación con
mecanismos antagónicos de neurotoxicidad y de neuroprotección. La acción diferente del
incremento del NO? depende del tipo de NOS que intervenga. En la actualidad se conocen
tres isoformas de la NOS: la neuronal (nNOS), la endotelial (eNOS) y una forma
inmunológicamente inducida (iNOS). El aumento de la producción de NO? mediado por la
acción de la nNOS origina una lesión neuronal inmediata, y el iNOS contribuye al daño
neuronal retardado; sin embargo, la producción de NO? mediada por la eNOS actúa como
neuroprotector, induciendo la relajación de la fibra muscular lisa y el mantenimiento del
FSC regional (Sandami et al, 1997).
La toxicidad NMDA en gran parte está mediada por la formación del NO? (Castillo et al,
2000 a; Armengou et al, en prensa). En situaciones de isquemia, la activación de los
receptores NMDA y la entrada de Ca2+ estimula la nNOS y se produce aumento de
la síntesis de NO?. La estimulación de la nNOS tiene lugar fundamentalmente a través
del Ca2+ unido a la calmodulina; además, la calcineurina desfosforila la nNOS
y la activa para producir mayores cantidades de NO?
La toxicidad del NO? depende de su reacción con el O2?. La formación de NO?
en presencia de un exceso de O2? origina el ONOO?, que es el responsable
directo de la lisis neuronal al reaccionar con radicales sulfidrilo, grupos tiólicos,
proteínas, lípidos y con los ácidos nucleicos (Zhang et al 1994).
Además del glutamato, otros neurotransmisores aparecen en el espacio extracelular durante
la isquemia cerebral, principalmente la glicina y el ácido?aminobutírico (GABA). La
glicina es un co-activador necesario del receptor NMDA y su excesiva liberación durante
la isquemia origina un aumento de la estimulación del receptor y un mayor daño neuronal
(Castillo et al 1996).
El GABA ejerce una neurotransmisión inhibitoria. Los niveles de GABA en el cerebro son
controlados por la descarboxilasa del ácido glutámico (GAD), la cual sintetiza el GABA a
partir del glutamato, y por la GABA-transaminasa (GABA-T), que lo degrada. El efecto
inhibitorio del GABA lo ejerce principalmente a través de dos receptores, el GABAA,
especialmente significativo en la sustancia gris, y el GABAB, más activo en la
sustancia blanca. El receptor GABAA es ionotrópico y su estimulación origina
la entrada de Cl- en el interior de la neurona, facilitando su repolarización;
el receptor GABAB es metabotrópico, actuando en conjunción con la proteína G
en la producción de un segundo mensajero.
Durante la isquemia cerebral se produce un aumento de la síntesis del GABA, favorecido
por el aumento de la concentración del glutamato, por el aumento de la actividad del GAD
(que es independiente del ATP y más activa en presencia de acidosis), y por la
inhibición de la enzima GABA-T (más activa con pH elevado). Al mismo tiempo, la
despolarización de la membrana neuronal originada por la isquemia, conduce a la
liberación del GABA en el espacio extracelular, donde llega a alcanzar niveles 250 veces
más elevados que en situaciones fisiológicas (Nishikawa et al 1994). La inhibición de
la liberación del GABA, durante o después de la isquemia cerebral puede contribuir a una
sobre-estimulación de las neuronas vulnerables por el glutamato, facilitando la muerte
neuronal (Sternan et al 1989).
La muerte neuronal en la zona de penumbra isquémica también es, en parte, el resultado
de un proceso apoptótico. La lesión del DNA a través de las endonucleasas o de los RLO,
inicia un complejo mecanismo autodestructivo en el que se implica una alteración de la
expresión génica (Macmanus y Linnik, 1997). Cada vez existen más evidencias que
demuestran el papel de las mitocondrias en la inducción de esta muerte neuronal
programada (Green y Reed, 1998). Reducciones moderadas del ATP mitocondrial originan la
liberación de caspasas, citocromo-c y de un factor de inducción de la apoptosis, que
actúan como iniciadores de la muerte neuronal apoptótica (Richer et al 1995; Susin et al
1999).
La apoptosis es un fenómeno relacionado con el de la tolerancia isquémica. Las neuronas
no son uniformemente vulnerables a la isquemia. En aquellas neuronas que sobreviven al
insulto isquémico inicial, es decir, en las neuronas situadas en la zona de penumbra
isquémica, la estimulación del receptor NMDA y el aumento de la [Cal2+]i
inducen a una familia de genes de respuesta inmediata, capaces de sintetizar nuevos mRNA
(cfos, c-jun), que a su vez pueden regular la síntesis proteica en otros genes efectores.
Esta síntesis proteica (proteínas de estrés, factores de crecimiento neuronal, factor
de necrosis tumoral, etc.) puede ejercer un papel promotor de la supervivencia y
recuperación neuronal, o bien, activar la muerte programada o apoptosis (AN et al 1993;
Lindsay et al 1994).
La glía en la isquemia cerebral.-
Aunque casi toda la atención del proceso isquémico se ha centrado en las neuronas, los
astrocitos desempeñan un papel fundamental en el ictus, tanto en el establecimiento de la
lesión definitiva, como en la reparación tisular (Ranson y Sontheimer, 1992).
En situaciones fisiológicas los astrocitos desarrollan una actividad fundamental para
controlar la acción neurotransmisora del glutamato. La recaptación del glutamato por
parte de los astrocitos es realizada por medio de potentes transportadores (principalmente
el GTL-1 y el GLAST), que logran concentraciones de glutamato dentro de los astrocitos
entre 3000 y 10000 veces superiores que en el espacio extracelular (Nichols y Attwell,
1990). Estos transportadores utilizan el gradiente de membrana de Na+ para conducir al
glutamato al interior del astrocito. Dentro del astrocito, el glutamato es convertido en
glutamina a través de la glutamín-sintetasa; la glutamina será reutilizada nuevamente
por las neuronas para la síntesis de glutamato y de GABA.
Durante la isquemia cerebral, el edema de los astrocitos es el primer cambio morfológico
observado. El edema astrocítico está condicionado por el fallo energético que origina
despolarización y la apertura de varios canales iónicos, dependientes o no del
glutamato, con la consiguiente entrada de Na+ y agua (Scheneider et al 1992).
El edema astrocítico es uno de los factores responsables de la disminución de la
recaptación de glutamato; otros factores implicados son: la disminución de los
transportadores GTL-1 y GLAST, el ácido araquidónico, radicales libres, ácido láctico
y la presencia de concentraciones elevadas de NO?
La microglia, en colaboración con los astrocitos, también contribuye al daño tisular
isquémico a través de varios mecanismos, como la producción de citocinas, NO? y otros
radicales libres (Lees, 1993).
Los oligodendrocitos, como el resto de las células de la glia, no contienen sinapsis, por
lo que no son especialmente sensibles al daño por mecanismos de excitotoxicidad (Castillo
et al 1997 b). Sin embargo, la entrada de Ca2+ es una vía común a todas las
células del parénquima cerebral afectadas por la isquemia. En la oligodendroglia la
disminución energética origina una pérdida de los gradientes iónicos que revierten el
funcionamiento de algunas bombas intercambiadoras de Na+ y Ca2+, con
la consiguiente acumulación de ambos iones en el interior de la célula (Stys et al
1992).
Las células gliales que sobreviven al episodio isquémico sufren un proceso de
hipertrofia y proliferación, fundamentalmente de astrocitos, conocido con el nombre de
gliosis reactiva, que se ha puesto en relación con mecanismos de neuroprotección y
reparación de la lesión isquémica. Los astrocitos constituyen una de las fuentes más
importantes de factores de crecimiento, sobre todo del factor de crecimiento neural (NGF),
del factor de crecimiento derivado del cerebro (BDNF) y del factor de crecimiento
vasculo-endotelial (VEGF). Este útimo factor es capaz de aumentar la permeabilidad
vascular, y todos ellos pueden desempeñar un papel importante en la tolerancia isquémica
(Ijichi et al 1995).
Alteraciones microcirculatorias en la isquemia cerebral.-
La isquemia y la reperfusión posterior inducen una respuesta inflamatoria, iniciada en la
microcirculación, que coadyuvará a la destrucción celular (Castillo y Leira, 2001). En
la periferia de la zona isquémica, principalmente las células endoteliales, pero
también las neuronas, astrocitos y microglia, son activadas para iniciar una respuesta
inflamatoria por medio de la liberación de citocinas (Degrabba, 1998; Hallenbeck, 1996).
Las citocinas son pequeñas glico-proteínas que poseen una gran capacidad de
interaccionar entre ellas mismas y con muchas estirpes celulares. La interleucina-1$
(IL-1$) y el factor de necrosis tumoral (TNF-") son las dos citocinas que inician la
respuesta inflamatoria (Hallenbeck, 1996). La activación de estas citocinas en la
isquemia cerebral es muy precoz, pero transitoria (Lui et al. 1994).
La IL-1$ y el TNF-" inducen una segunda respuesta inflamatoria, mucho más
persistente, mediada por otras dos citocinas, la IL-6 y la IL-8. Estas dos útimas
desempeñan un importante papel en el desarrollo de reactantes de fase aguda, incluyendo
la fiebre, la proteína C reactiva y el fibrinógeno (Rothwell et al 1991), y en la
liberación de un grupo de moléculas, genéricamente conocidas como adhesinas, que
originan la agregación leucocitaria y posteriormente su adherencia a elementos
conjuntivos de la pared vascular. Se conocen tres grupos de adhesinas: las selectinas,
miembros de la superfamilia de las inmunoglobulinas y las integrinas (Adams y Shaw, 1994).
Las selectinas son glicoproteínas que contribuyen a la interacción inicial entre
leucocitos y células endoteliales en la periferia del infarto. Su acción es transitoria
y reversible y conduce a otras interacciones celulares secundarias mediadas por otros
grupos de adhesinas. Las principales moléculas de la superfamilia de las inmunoglobulinas
son las moléculas de adhesión intracelular-1 (ICAM-1), las moléculas de adhesión
vascular-1 (VCAM-1) y las moléculas de adhesión plaquetoendotelial-1. Las integrinas
también intervienen en la adhesión intracelular, así como en la interacción de estas
células con elementos de la matriz extracelular; estas moléculas se activan por la IL-8
(a diferencia con las selectinas y la superfamilia de la inmunoglobulinas que son
activadas por la IL-6), y su acción es mucho más tardía (Smith, 1993).
Como consecuencia de la activación de las adhesinas se origina un reclutamiento de
leucocitos y, posteriormente, su agregación y adherencia a la pared vascular. Estas
alteraciones son responsables de la obstrucción de la microvascularización y del
fenómeno del "no-reflujo". Además, la conversión del endotelio en un estado
protrombótico, la producción de radicales libres y el aumento de la permeabilidad
vascular, son otros factores responsables del daño celular mediado por la inflamación.
Recientemente se ha demostrado la intervención de algunas metaloproteasas (MMPs) de
matriz en la lesión tisular postisquémica. Las MMPs son una familia de enzimas
proteolíticas que se encargan del remodelado de la matriz extracelular y que, en
conjunto, pueden degradar todos los constituyentes de la misma. Las MMPs son secretadas
como proenzimas que requieren ser activadas. Además, en los tejidos existen inhibidores
de la acción de éstas, como la "2-macroglobulina y los TIMPs.
La MMP-2 (gelatinasa A) y la MMP-9 (gelatinasa B) han sido implicadas en la isquemia
cerebral (Rosenberg et al 1996; Romanic et al 1998; Fujimura et al 1999) y son
responsables de la ruptura de la barrera hematoencefálica, que trae como consecuencia el
desarrollo del edema vasogénico y la facilitación de la transformación hemorrágica del
infarto (Rosemberg et al. 1990).
La relación entre la respuesta inflamatoria y la expresión de las MMPs en cada vez más
conocida. Tanto la IL-6 como el TNF-" son citocinas capaces de expresar MMP-9. La
región promotora del gen de la MMP-9 contiene una zona de unión para la proteína
activadora-1 (AP-1) y para el factor de transcripción nuclear (NF-6B), que responden a
una gran cantidad de estímulos inflamatorios. Los genes de respuesta inmediata (c-fos y
c-jun) forman heterodímeros que activan la zona de unión con AP-1 del gen MMP-9 (Kusano
et al 1998).
Con los conocimientos actuales es posible suponer que la presencia de algunas citocinas,
como la. IL-6 y el TNF-" estimulan la producción de MMPs, especialmente de la MMP-9.
Los leucocitos, acumulados y adheridos por la. acción de las citocinas en la isquemia
cerebral, utilizarían la producción de las MMPs para migrar a través del endotelio,
desestructurar la barrera hematoencefálica y contribuir a la producción del edema
(Montaner et al. en prensa).
La endotelina es un péptido liberado principalmente por el endotelio vascular, pero
también por las neuronas y células glíales, responsable de una potente
vasoconstricción. Su concentración aumenta en algunas situaciones patológicas, como la
isquemia cerebral. Esta potente y mantenida acción vasoconstrictora es el resultado de la
activación de un tipo de receptores de la endotelina, denominados ETA, presentes en los
vasos cerebrales (Cardell et al 1994). Otros factores, como los metabolitos del ácido
araquidónico y algunos radicales libres, tienen también efectos vasoconstrictores.
Además de estos factores bioquímicos, el edema de los astrocitos perivasculares
contribuye a la reducción del calibre de la microcirculación (Fischer et al 1977).
Mecanismos bioquímicos de la progresión del ictus isquémico.-
El ictus progresivo supone la conversión de la penumbra isquémica en una zona de lesión
irreversible. La mayor demanda metabólica originada por las ondas de despolarización
recurrente que aparecen en la zona de la penumbra isquémica, ocasionan una mayor demanda
metabólica. Estas mayores exigencias de aporte de nutrientes no pueden ser cumplimentadas
ante un FSC muy reducido, por lo que el umbral de perfusión se hace cada vez más
crítico, y zonas de penumbra se incorporan progresivamente al parénquima cerebral no
viable. Sin embargo, como toda la zona de penumbra isquémica es clínicamente expresiva,
es probable que el deterioro neurológico implique también el reclutamiento, no sólo de
esta zona, sino de la región de oligohemia más periférica (Hossmann, 1994).
Con niveles de FSC inferiores a 22mL/100g/min se produce la liberación de grandes
cantidades de glutamato y de otros aminoácidos neuroexcitadores, capaces de inducir ondas
de despolarización recurrentes en la zona de penumbra isquémica (Hossmann, 1994). El
glutamato es el más potente predictor bioquímico de infarto cerebral progresivo; niveles
plasmáticos de glutamato superiores a 200:M/L en las primeras 24h desde el inicio de la
sintomatología, predicen el deterioro neurológico con una probabilidad del 92% (Castillo
et al 1997a). Concentraciones elevadas de glicina también se han asociado con el aumento
de la frecuencia de deterioro neurológico precoz (Castillo et al 1997a). El aumento de la
concentración de glutamato y glicina, y la disminución de la concentración del GABA en
plasma, son también importantes predictores de deterioro neurológico en las primeras 48
horas del curso clínico en los infartos lacunares, especialmente en los localizados en
los núcleos de la base (Serena et al 2001).
A pesar de estos datos, el glutamato y los otros aminoácidos excitadores o inhibidores, a
las concentraciones que se encuentran en la zona de penumbra isquémica, es difícil que
por si solos originen necrosis neuronal (Hossmann, 1994). El desarrollo de otros
mecanismos secundarios a la liberación del glutamato pueden permitir sucesivas
incorporaciones de zonas no viables, aumentar el volumen del infarto y justificar el
deterioro neurológico clínico (Fig. 3).
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Fig. 3: Mecanismos
que justifican la progresiva conversión de la zona de penunmbra isquémica en tejido
necrosado y el reclutamiento de porciones de tejido oligohémico, responsables del
deterioro neurológico que aparece en la tercera parte de los pacientes con ictus
isquémicos en las primeras 48 horas. |
Experiencias clínicas han demostrado una
fuerte relación entre el aumento de los depósitos de hierro (como fuente patrocinadora
de radicales libres) y el deterioro neurológico; concentraciones de ferritina plasmática
superiores a 285:g/mL se asocian con frecuencias 33 veces mayores de deterioro
neurológico (Dávalos et al 2000). El NO? también es un factor importante en la
progresión de la penumbra isquémica y en la muerte neuronal, especialmente en las zonas
más periféricas, donde la presencia de oxígeno facilita la producción de
peroxinitritos (Castillo et al 2000a). Los mecanismos inflamatorios también desempeñan
un papel fundamental en la progresión del infarto, y concentraciones plasmáticas
elevadas de IL-6 son un potente predictor de deterioro neurológico precoz (Vila et al
2000).
La hiperglucemia, la hipertermia, la cefalea, las crisis comiciales en las primeras horas
del ictus y la presencia de hipodensidad precoz en las imágenes de la TC, o de
hiperseñales en las de RM-DWI, son importantes marcadores de infarto cerebral progresivo.
Los mecanismos por el cuales estos marcadores clínicos, analíticos y de neuroimágen
condicionan un deterioro neurológico solo son parcialmente conocidos.
Niveles elevados de glucemia durante la fase aguda del ictus isquémico origina un aumento
de la concentración de ácido láctico (Dávalos et al 1999) y el efecto de la
hipertermia sobre la progresión del infarto es dependiente de la neurotoxicidad del
glutamato (Castillo et al 1999a) y posiblemente de la IL-6 y del TNF-" (Castillo et
al 1999b). La cefalea durante la presentación del ictus isquémico está mediada por el
glutamato, por el NO? y por la IL-6 (Leira et al en prensa). El empeoramiento neurológico
asociado a las convulsiones durante la fase aguda del ictus aparece en los infartos
corticales, como resultado del aumento de concentración del glutamato extracelular
liberado en ésta zona (Tanaka et al 1997). La presencia de hipodensidad precoz en la TC
se ha asociado con el ictus progresivo (Dávalos et al 1999; Toni et al 1995). El
potencial del glutamato para inducir edema citotóxico es bien conocido (Castillo, 2000;
Scheneider et al 1992), lo mismo que el aumento de la permeabilidad vascular y edema
vasogénico originado por el NO? y por los mecanismos de inflamación (Castillo y Leira,
2001; Castillo et al 2000 a; Degraba, 1998; Vila et al 2000). La presencia de este edema,
citotóxico y vasogénico, justifica la presencia de la hipodensidad precoz en la TC o de
la hiperseñal, más precoz todavía, en las imágenes de RM-DWI.
Fármacos neuroprotectores.-
Durante la última década se ha investigado el efecto de numerosos fármacos en el ictus
isquémico. Aunque por el momento no existe evidencia convincente de un tratamiento
neuroprotector eficaz para el ictus agudo, algunos fármacos han mostrado, en amplios
estudios controlados, resultados contradictorios, parcialmente positivos o beneficiosos en
determinados subgrupos de pacientes (Dávalos, 1999) (Tabla 1). La misma falta de
evidencia existe en la actualidad para. la eficacia de las medidas de neuroprotección no
farmacológica (como el control de la hiper o hipoglucemia, hipertermia, hiper o
hipotensión arterial, hiper o hipoxemia, o para la regulación del volumen plasmático),
a pesar de estar ampliamente recomendadas (Adams et al 1994).
TABLA N° 1
Fármacos neuroprotectores ensayados en clínica humana |
|
Beneficio |
Efectos adversos |
Inhibidores de la liberación de glutamato
Fosfenitoína
Lubeluzole
Lifarizina |
-
+ -
- |
-
-
+ |
Antagonistas de los canales del Ca2+
voltaje-dependientes
Nimodipino
Flunaricina |
+ -
- |
+ (iv)
- |
Antagonistas de los receptores NMDA
Selfotel
Dextrofan
Aptiganel
Eliprodil
Gavestinel |
-
-
-
-
- |
+
+
+
-
- |
Hiperpolarizantes de las membranas
neuronales
Clometiazol
MaxiPost |
+ -
- |
-
- |
Inhibidores de la peroxidación lipídica
Trilazad
Ebselen |
-
+ |
+
- |
Protectores de membranas celulares
Citocolina
Piracetam |
+
+ - |
-
- |
Antiinflamatorios
Enlimomab |
- |
+ |
Inhibidores de la liberación del
glutamato.-
Actúan bloqueando los canales del Na+ voltaje-ependientes presinópticos,
evitando la despolarización de la membrana y la liberación del glutamato. Entre este
grupo farmacológico, la fosfenitoína, precursor de la fenitoína, en un estudio en el
que se incluyeron 462 pacientes, no demostró beneficio (De Keyser et al 1999). El
lubeluzole es un compuesto benzotiazólico que también impide el aumento de la
concentración extracelular de glutamato. Los estudios en fase II demostraron una
reducción de la mortalidad en los pacientes tratados. Sin embargo, dos estudios en fase
III, aplicando un mismo protocolo, obtuvieron resultados contradictorios: el estudio
norteamericano (Grotta et al 1997) evidenció una reducción de la mortalidad y una
mejoría significativa de la capacidad funcional y dependencia, que no fue observada en el
estudio europeo-australiano (Diener et al 1998). Sin embargo, en éste último estudio se
observó un efecto favorable en los pacientes con un ictus leve o moderado. Un último
ensayo clínico diseñado para clarificar la discrepancia entre estos estudios ha sido
negativo. La utilización de la lifarizina ha tenido que ser interrumpida en la fase II
por hipotensión arterial (Squire et al 1996).
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*Servicio de Neurología, Hospital Clínico
Universitario, Universidad Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, España.
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