Al presente, con los grandes avances de las ciencias biomédicas y de la tecnología farmacéutica, se puede saber de antemano cual será la respuesta biológica. El desarrollo de la farmacología molecular, el mejor conocimiento de las relaciones estructura química-actividad farmacológica, el diseño computarizado y el gran avance de la química de síntesis, así como la investigación fitoquímica, han proporcionado materias primas que permiten poner a disposición de la terapéutica principios medicinales y formas farmacéuticas de actividad comprobada y de alto grado de especificidad. La tendencia actual, salvo raras excepciones, se orienta a la formulación de monofármacos y a una reducción progresiva de las asociaciones, cualquiera sea la vía de administración. En los casos en que se considera necesario el empleo de dos o más principios activos en forma simultánea, el médico debe decidir cuales utilizar y establecer el intervalo de dosaje para una situación clínica determinada. La formulación de asociaciones se justifica sólo cuando hay evidencia de sinergismo ya sea éste homérgico o heterérgico; en este caso se impone un condicionante que hasta hace algunos años no se tomaba en consideración, es decir, la necesaria compatibilidad entre los parámetros farmacocinéticos de los integrantes de la asociación para evitar variaciones en la respuesta biológica (1). Si bien en el diseño y formulación de los preparados farmacéuticos se ha pasado de la polifarmacia a la monofarmacia, en la prescripción se produce en muchos casos el fenómeno inverso, es decir, la administración conjunta de varios medicamentos, lo que, en muchos casos, puede dar lugar a interacciones medicamentosas o a reacciones adversas. Se produce una interacción medicamentosa cuando la acción diagnóstica, preventiva o terapéutica de un principio activo es modificada en el organismo por otro agente exógeno o interactante. Este puede ser otro principio activo simultáneamente administrado, una sustancia presente en la dieta o en el medio ambiente que rodea al organismo. La modificación de la acción puede ser benéfica y planificada, o adversa, inesperada y sorpresiva. El impacto de una interacción en la respuesta del paciente puede o no ser clínicamente significativa dependiendo de la naturaleza e intensidad de la interacción. Los efectos de una interacción adversa pueden ser irreversibles y producir un daño permanente; estos efectos pueden depender de la dosis o estar relacionados con la susceptibilidad individual (2). Definida de otra manera, en un sentido más amplio, una interacción medicamentosa es cualquier reacción entre un principio activo y cualquier otro agente químico endógeno o exógeno, ya sea que esta reacción ocurra dentro del organismo, en contacto con éste afuera de él, durante la preparación, el control u otras etapas de la producción de las formas de dosificación. Por su parte, Edward Hartshom establece que una interacción se produce cuando un principio activo altera la habilidad de otro para llegar al receptor en forma y concentración normales o altera la respuesta del cuerpo al medicamento administrado (3). La probable incidencia de efectos adversos causados por interacciones medicamentosas así como aquellas resultantes de alergias a algunos principios activos, ideosincracia u otros tipos poco usuales de intolerancia a los medicamentos desafortunadamente no siempre puede ser determinada de manera adecuada por estudios preclínicos en animales de laboratorio ni por observaciones clínicas antes de que el medicamento salga al mercado. Solamente después de un empleo generalizado por tiempo prolongado es que se puede identificar, evaluar y clasificar. Al presente, la literatura referida a interacciones medicamentosas es muy abundante y posiblemente siga aumentando a medida que aparezcan en el mercado nuevos principios activos y nuevas formas de dosificación. Si bien existen reacciones adversas
producidas por interacciones medicamentosas, también las hay por la administración de
principios activos en forma individual, como por ejemplo la que se produce entre la
tolbutamida y la bishidroxicumarina (fig. 1) (1) es decir, por monofármacos.
En segundo lugar, consideran las reacciones citotóxicas o de tipo 11 que se producen cuando el anticuerpo reacciona con el antígeno ligado a una célula, lo cual activa el sistema del complemento y da lugar a lesiones celulares. En tercer lugar, están las reacciones del tipo III (o reacciones de Arthus) en las que intervienen complejos antígeno-anticuerpo. Estos pueden fijar y activar el complemento, lo cual induce a una concentración de macrófagos y leucocitos polimorfonucleares que liberan enzimas causantes del daño tisular. A pesar de las dificultades que existen
para clasificar las reacciones adversas, Patterson y DeSwarts (4) consideran dos grandes
grupos: Las reacciones adversas previsibles y las imprevisibles. Las primeras dependen de
la dosis y se relacionan con los efectos farmacológicos de la sustancia y se presentan en
personas normales. En el segundo grupo están aquellas que no dependen de la dosis y es
común que no se relacionen con la actividad farmacológica del principio activo, éstas
se observan en individuos susceptibles (fig. 2) (4).
Las reacciones adversas imprevisibles, en general no dependen de la dosis y es común que no se relacionen con la actividad farmacológica del medicamento. Estas se observan en individuos susceptibles. Entre éstas tenemos la intolerancia que se presenta en personas susceptibles a un principio activo debido a que presentan un umbral más bajo para los efectos farmacológicos normales del medicamento, como por ejemplo el tinnitus que experimentan algunas personas al recibir dosis normales o aún pequeñas de ácido acetil salicílico. Las reacciones de ideosincracia son reacciones cualitativamente aberrantes que no se explican por los efectos farmacológicos del medicamento. Se producen en individuos susceptibles que pueden tener defectos genéticos que se evidencian con la administración de determinados principios activos. En cambio, las reacciones alérgicas y seudoalérgicas son también cualitativamente aberrantes en las que frecuentemente intervienen mecanismos inmunitarios. Las seudoalérgias presentan manifestaciones clínicas similares pero el suceso desencadenante no implica la reacción entre el principio activo y los anticuerpos específicos contra éste.
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